Índice de Historia de la Nación Chichimeca de Fernando de Alva IxtlilxochitlCapítulo XXVICapítulo XXVIIIBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO XXVII

Que trata cómo fue prosiguiendo Nezahualcoyotzin su viaje y peregrinación hasta Capolac y las cosas que le sucedieron en el camino

Ya que llegaba el príncipe Nezahualcoyotzin cerca de un lugar que se dice Tlecuílac, iba muy triste y pensativo considerando las calamidades y trabajos que padecía desde la muerte de su padre; volvió los ojos y vio la mucha gente que le seguía, que eran muchos de los ciudadanos de Tetzcuco y algunos caballeros y todos los más de sus tíos y criados y hablando con ellos les dijo con algún sentimiento y enojo: ¿a dónde vais?, ¿a qué padre seguís que os ampare y defienda? ¿no me veis cuan solo y afligido voy por estas montañas y desiertos siguiendo las veredas y caminos de los conejos y venados y que no sé a donde voy si seré bien recibido y mis enemigos me darán alcance y me matarán pues mataron a mi padre que era más poderoso, que yo soy huérfano y desamparado de todos? Volveos a vuestras casas no muráis conmigo, no por mi causa caigáis en desgracia del tirano y perdáis vuestras casas y haciendas. Quauhtlehuanitzin y Tzontecochatzin con todos los demás le respondieron, que ellos con toda su voluntad le querían ir siguiendo y morir en donde muriese. Oyendo esto se enterneció mucho Nezahualcoyotzin y comenzó a llorar y con él toda aquella gente que le acompañaba y vuelto en sí les agradeció y les rogó que se volviesen a sus casas, que desde ellas le podían servir en conocer y adquirir los designios del tirano y de sus enemigos y que él tendría muy particular cuidado de irles avisando de todo lo que le aconteciese en su viaje y demanda y así se volvieron todos quedando solos aquellos que fueron necesarios para el servicio de su persona y asimismo porfiaron de ir con él Quauhtlehuanitzin su hermano y Tzontecochatzin su sobrino, diciéndole que de ninguna manera se volverían, pues que el mismo riesgo que corría su alteza corrían ellos el día que fuesen vistos y que así donde quiera que fuese le querían ir siguiendo. Prosiguieron su camino para subir por una montaña que se dice Papalotépec hasta que llegaron por encima de una sierra que se llama Huilotépec, que ya era a puesta del sol, desde donde reconoció el paraje en donde estaba, mirando hacia los llanos de Huexotzinco que estaban ya oscuros con las sombras de las sierras y por la otra parte descubrió la sierra del pueblo de Tepepulco, que todavía reverberaba en ella alguna claridad de los rayos del sol; desde donde envió segundo apercibimiento a los señores de la provincia de Huexotzinco y que en Capolapan aguardaba la resolución del día que le habían de dar socorro. Los que llevaron este mensaje, el uno se llamaba Coyohua y el otro Zeotzíncatl. Y habiendo dormido en esta sierra esta noche, luego el día siguiente por la madrugada prosiguió su viaje y bajando por unas lomas fue a dar en unas sementeras cerca de unas cuevas que había y por allí pasaba un camino en donde reconocieron que venía una tropa de soldados, que eran los enemigos que habían andado en las provincias de Huexotzinco y Tlaxcalan en su busca; por lo cual Nezahualcoyotzin y los que iban con él se escondieron entre unos matorrales de saúcos que cerca del camino estaban y al emparejar los enemigos donde estaban escondidos encontraron con un mancebo aldeano, natural de por allí cerca, que iba cargado con chían, a quien preguntaron por Nezahualcoyotzin si lo había visto, el cual les respondió que no le conocía; y despidiéndose de él le encargaron que si lo viese diese aviso de él a los tepanecas, que le harían las mercedes que estaban promulgadas. Y visto Nezahualcoyotzin que los enemigos iban lejos, prosiguió su camino y alcanzó al aldeano el cual le dijo lo que había pasado con aquellos soldados con quienes había encontrado. Nezahualcoyotzin le dijo que si viese a quien buscaban ¿si lo iría a denunciar?: respondió que no. Tomóle a replicar diciéndole, que haría muy mal en perder una mujer hermosa y lo demás que el rey Maxtla prometía; el mancebo se rió de todo, no haciendo caso ni de lo uno ni de lo otro. Y prosiguiendo el príncipe su camino por la vía de Yahualiuhcan, en la mitad del Mihua uno de sus criados le alcanzó con comida y habiendo comido llegó a Yahualiuhcan en donde hizo noche y luego otro día se pasó a otro lugar que se dice Quauhtépec en donde hizo asimismo noche y llegaron allí mensajeros de la ciudad y provincia de Huexotzinco que enviaban los señores a consolarle y que para el día citado le ayudarían con todo su poder y asimismo le trajeron un gran presente de mantas y mucho bastimento que los señores Xayacamachan y Temayacuatzin le enviaban. Otro día siguiente se fue a un lugar que se dice Calnapanolco sujeto a la provincia de Tlaxcalan, en donde Tlotlililcauhtzin embajador de la señoría le consoló y le prometió el socorro de gente y bastimentos para recobrar su reino y el imperio de los chichimecas, dándole asimismo cantidad de mantas y bastimentos que le enviaba de presente la señoría; y habiendo dormido en este lugar otro día por la mañana le dijo el enviado que le había de llevar a otro puesto que se decía Calpolalpan en donde la señoría le tenía puestos muy grandes jacales en que pudiese albergarse con todo su ejército y desde allí saldría con el ejército por la vía de Tetzcuco y el día que llegó a este puesto llegaron todos los más de los mensajeros que había despachado a diversas partes con nueva del socorro que le venía, en especial los de Zacatlan, Tototépec, Tepeapulco, Tlaxcalan y Cempoalan y otras partes que se juntaron dentro de cuatro días en este puesto y los de Huexotzinco, Chololan y Chalco, que el mismo día que llegase a ellos llegarían a vista de Coatlichan; con que quedó muy consolado y las esperanzas ciertas de su buen suceso.

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