Índice de Historia de la Nación Chichimeca de Fernando de Alva IxtlilxochitlCapítulo XIXCapítulo XXIBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO XX

De cómo el tirano Tezozómoc se hizo jurar emperador del imperio chichimeca, y cómo hizo matar a muchos niños naturales del reino de Tetzcuco, y el pregón que dio por su mandato en los llanos de Tozteca Teopan, donde juntaron todos los de el reino de Tetzcuco, y algunos de los otros pertenecientes al imperio

Luego que fue muerto Ixtlilxóchitl, sexto emperador chichimeca, llevaron la nueva al tirano Tezozómoc los matadores, a quién hizo muy grandes mercedes, se hizo jurar y recibir en el imperio, haciendo muchas mercedes a sus aliados y consortes como era los señores mexicanos Tlacateotzin de Tlatelulco y Chimalpopoca en Tenochtitlan, y Ateyolcocoatzin señor de Aculman, y a otros que se hallaron en la fiestas y jura, aunque todos los más de los señores de las provincias remotas con estas novedades y alteraciones se fueron alzando poco a poco, sin reconocer a la una ni otra parte; pero después el tirano pretendió sojuzgadas, y por el corto término y guerras que luego se ofrecieron, no tuvo lugar. La primera diligencia que mandó hacer contra los leales vasallos de Ixtlilxóchitl, fue que a los niños que supiesen hablar hasta los de siete años, se preguntase a quién tenían y reconocían por señor natural, y que los que respondiese que a Ixtlilxóchitl o Nezahualcoyotzin los matasen; y los que dijesen que a él los premiasen juntamente con sus padres. Usó de esa crueldad para que en todo tiempo fuesen aborrecidos Ixtlixóchitl y Nezahualcoyotzin sus señores naturales. Lo cual se puso luego por ejecución; y como los inocentes niños siempre habían oído decir a sus padres y mayores ser vasallos de Ixtlilxóchitl y Nezahualcoyotzin, respondieron esta verdad, por cuya causa perecían en manos de crueles verdugos, los cuales mataron muchos millares de ellos, que fue una de las mayores crueldades que príncipe hizo en este nuevo mundo. La segunda diligencia que puso por obra fue mandar juntar toda la gente principal y plebe de todas las Repúblicas y de todas las ciudades, pueblos y lugares que eran del patrimonio del imperio, en un llano que está entre la ciudad de Tezcuco y pueblo de Tepetlaóztoc, y subiéndose encima de un cu y templo (que estaba en medio del llano referido), un capitán a voces les dijo en ambas lenguas chichimeca y tolteca (que generalmente en aquel tiempo corría en todo el imperio), que desde aquel día en adelante reconociesen por su emperador y supremo señor a Tezozómoc rey de los tepanecas, y a él acudiesen con todas las rentas y tributos pertenecientes a el imperio, y no a otra provincia, pena de la vida; y que si hallasen al príncipe Nezahualcoyotzin, lo prendiesen y llevasen vivo o muerto a la presencia de Tezozómóc su señor, que él premiaba a los que tal servicio le hiciesen. A todo lo cual estuvo el príncipe Nezahualcoyotzin escuchando desde un cerro montuoso que cerca de allí estaba y que se dice Cuauhyácac, y así procuró vivir con recato y aviso, desamparando su patria. Lo cual sucedió los últimos días del año de 1418. El año siguiente habiendo estado el príncipe Nezahualcoyotzin retraído en la provincia de Tlazcalan con los señores de ella, sus tíos, por huir de las asechanzas del tirano, se vino a la provincia de Chalco por estar más cerca de su patria y colegir los designios del tirano y los de sus émulos: se entró en ella ocultamente so color de que era soldado, y se anduvo en una campaña del ejército de los chalcas, que traían guerras contra ciertos pueblos comarcanos sobre sus limites y mojoneras, con lo cual pudo algunos días estar oculto y disfrazado, hasta que un día mató a una señora llamada Zilamiauh, en cuya casa se albergaba, porque tenía trato de vender cantidad de pulque (que es su vino) con que se embriagaban muchas personas, pareciéndole cosa indecente a la calidad de la persona de la señora, y contra lo que las leyes disponían: con lo cual hubo de ser conocido y preso por los chalcas, y llevado ante el señor supremo Toteotzintecuhtli, que así se decía el de aquella provincia, el cual lo mandó poner en una jaula dentro de una cárcel fuerte, y en su guarda a Quetzalmacatzin su hermano con cantidad de gente, y que en ochos días naturales no le diesen ninguna comida ni bebida, porque en esta cruel muerte quería servir al tirano Tezozómoc, y vengar la muerte de aquella señora. Quetzalmacatzin, aunque fingió cumplir lo que se le mandaba, ocultamente con cierto artificio metía de comer y de beber al príncipe, con que lo sustentó los días referidos, compadeciéndose de él y de cuán injustamente era tratado por dar gusto a un tirano: al cabo de los cuales Toteotzintecuhtli preguntó por el preso a Quetzalmacatzin ¿si había fallecido?; y diciéndole que no, recibió muy grande enojo, y mandó que el día siguiente, que había de ser la feria general de la provincia, lo hiciesen pedazos en ella. Luego aquella noche Quetzalmacatzin, compadecido de Nezahualcoyotzin, entró a verle y de secreto le dijo lo que había pasado y la cruel sentencia que estaba dada contra él, y que no era justo que en él se ejecutase, pues era sucesor del imperio; que antes por su amor quería él padecer en su nombre aquella muerte, y que para que pudiese salir de entre las guardias, mudasen los vestidos, y que con toda diligencia se pusiese en cobro, huyendo aquella noche por la vía de Tlaxcalan o Huexotzinco, o en otra provincia extraña donde no pudiese ser habido; y que sólo le rogaba y encargaba en premio de este servicio que la hacía, que si los dioses le favorecían y recobraba su imperio, se acordase de su mujer e hijos, y los amparase. Agradecido el príncipe de tan gran bien como el que este caballero le hacía, le dio las gracias, y prometió de hacer todo cuanto le pedía, y su lealtad merecía; y así se salió sin que fuese conocido de las guardias, y toda aquella noche camino a gran prisa por la vía de Tlaxcalan quedando en su lugar dentro de la jaula Quetzalmacatzin; y sabido por Toteotzintecuhtli lo que había pasado, mandó ejecutar en él la muerte y sentencia que contra Nezahualcoyotzin tenía dada.

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