Índice de Historia de la Nación Chichimeca de Fernando de Alva IxtlilxochitlCapítulo XVIICapítulo XIXBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO XVIII

De cómo el emperador Ixtlilxóchitl retiró a la montaña, y desde allí envió a pedir socorro a los de la provincia de Otompan, en donde mataron a su capitán general, y lo demás que acaeció en esta ocasión hasta su fin y muerte

Era tan grande la confusión, que había no tan solamente dentro de la ciudad de Tetzcuco sino en todas las demás ciudades, pueblos, y lugares del reino, que unos apellidaban el nombre de Ixtlilxóchitl y otros el del tirano, de tal manera que los padres defendían el un bando, y los hijos el otro, y aun entre los hermanos y deudos había esta confusión y división, con que con mucha facilidad fue asolado por el tirano y sus consortes, y de la gente popular no pararon hasta pasar a la otra parte de las montañas, yéndose a vivir los más de ellos a las provincias de Tlaxcalan y Huexotzinco. Ixtlilxóchitl, habiendo desamparado la ciudad, se hizo fuerte en un bosque de los de recreación, que se dice Quauhyácac, y con él Zoacuecuenotzin su capitán general, y el príncipe Nezahualcoyotzin con todos los de su valía, desde donde peleaban con los enemigos, que andaban tan pujantes, que les fue fuerza retirarse unos adentro por las montañas e irse a otro bosque que se dice Tzicanóztoc desde donde le llegaron nuevas de cómo Yxtlacautzin señor de Huexotla, y Tlalnahuácatl señor de Coatlichan, y Totomihua de Coatépec, que defendía su causa, asimismo habían desamparado y retirádose a la sierra, y que estaban ellos y sus vasallos en el mismo riesgo, por lo que acordó de enviar a la provincia de Otompan a pedir socorro a Quetzalcuixtli, capitán y caudillo que tenía puesto para la gente de guerra de aquella provincia, para lo cual envió a su sobrino y capitán general de su ejército Coacuecuenotzin diciéndole: sobrino mío, grandes son los trabajos y persecuciones que padecen los aculhuas chichimecas, mis vasallos, pues que habitan ya en las montañas, desamparando sus casas. Id a decirles a mis padres los de la provincia Otompan que les hago saber, que es muy grande la persecución que los míos padecen, y así les pido su socorro, porque los tepanecas y mexicanos nos tienen muy oprimidos, que con una entrada que hagan, acaban de sojuzgar el imperio, y poner en huida a la gente miserable de los aculhuas tetzcucanos, pues han comenzado a pasarse a las provincias de Tlazcalan y Huexotzinco. A estas palabras Coacuecuenotzin le respondió: muy alto y poderoso señor, agradezco mucho la merced que vuestra alteza me hace en quererme ocupar en este viaje el cual haré con muy gran voluntad; mas le advierto a vuestra alteza que no he de volver más, porque como le consta, ya en aquella provincia apellidan el nombre del tirano Tezozómoc; sólo le pido y encargo que no desampare a sus criados Tzontecátl y Acolmiton, y pues Dios fue servido de darle al príncipe mi señor Nezahualcoyotzin, los podrá ocupar en su servicio. Fue tan grande el sentimiento y lágrimas que movieron estas razones, que por un rato el uno al otro no pudieron hablar, hasta que volviendo en sí le dijo así: sobrino mío muy amado, Dios te lleve con bien y te favorezca, y lleva por consuelo cómo me dejas en el mismo riesgo que tú vas; quizás en tu ausencia los tiranos me quitarán la vida. El cual fue al efecto, y habiendo sido conocidos en el pueblo de Ahuatépec (que entró por aquella parte por ver de caminos ciertos lugares y labranzas que por allí tenía, para despachar todos los bastimentos que pudiesen el ejército), fue preso por los de Quauhtlatzinco y llevado a Otumba, y allí en medio de la plaza en donde todos los de la provincia se habían juntado y convocado, le preguntaron de su venida, y habiéndoles dicho y dado a entender a lo que era enviado, el capitán Quetzalcuixtli, luego que oyó la embajada, dijo a voces a todos los que estaban presentes: ya habéis oído la pretensión de Ixtlilxóchitl para que le demos socorro, lo cual de ninguna manera se ha de hacer, sino que todos nos hemos de someter debajo de la protección y amparo del gran Tezozómoc, que es nuestro padre; y luego habló Lacatzone, gobernador de aquella provincia y dijo: ¿a qué hemos de ir? defiéndase él solo, pues tan gran señor se hace y de tan alto linaje se jacta; y pues vino al efecto su capitán general, háganlo pedazos aquí, y de donde diere, mandando a los que presentes estaban los hiciesen pedazos; y el primero que lo asió fue un soldado Xochpoyo, natural de Ahuatépec, y aunque se quiso defender, llegaron otros que lo hicieron pedazos, y todos a voces decían: viva el gran señor Tezozómoc nuestro emperador, y luego llegó Icatzone y pidió que le diesen las uñas de los dedos de Coacuecuenotzin, y habiéndoselas dado las ensartó y se las puso por collar por modo de burla y vituperio diciendo: pues éstos son tan grandes caballeros, deben de ser de piedras preciosas e inestimables sus uñas, y así las quiero tener por ornato de mi persona; y con los pedazos de su cuerpo la gente popular comenzaron a tirarse con ellos unos a otros. Asimismo mataron a otros cuatro criados suyos, que habían ido en su seguimiento. Esta muerte tan desastrada sucedió a los diez y ocho días de su octavo mes llamado micailhuitzintli, en el día de macuilli cóatl, que es a veinticuatro de agostro del año de 1418 de la encarnación de Cristo nuestro señor. Itzcuintlatlacca, un caballero natural de Ahuatépec que se halló presente cuando lo referido, fue a toda prisa a ver al rey Ixtlilxóchitl y darle cuenta del caso infeliz referido, el cual habiéndolo oído, mandó llamar a la mujer de Coacuecuenotzin para consolarla, a la cual dijo: sobrina mía, ya mi amado sobrino y capitán general de mi imperio cumplió con lo que debía a leal vasallo, pues empleó en mi amparo y defensa su persona y vida; lo que te ruego ahora es que tengas ánimo en las adversidades que la fortuna nos muestra, y te consueles con mis hijos, que aquí tienes presentes, que lo que importa es escapados de esta persecución, y le dijo otras muchas razones derramando lágrimas, y así se fue de este puesto a otro que se decía Chicuhnayocan, en donde estuvo treinta días retirado.

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