Indice de Entrevista al C. General de brigada Nicolás Fernández Carrillo por Píndaro Urióstegui Miranda Cómo se vivía en el norte del país Por qué adoptó el nombre de Francisco VillaBiblioteca Virtual Antorcha

ENTREVISTA
AL GENERAL DE BRIGADA
NICOLÁS FERNÁNDEZ CARRILLO

Píndaro Urióstegui Miranda


CÓMO SE INCORPORÓ VILLA A LA REVOLUCIÓN

PREGUNTA
¿Y cómo se incorporó Villa a la Revolución?

RESPUESTA
Pues mire, le voy a contar todo desde el principio.

Francisco Villa nació en un pueblito llamado La Coyotada, del Municipio de San Juan del Río, Durango. Un señor de nombre López Negrete le había arrendado al padre de Villa una yunta para que sembrara y ese alquiler le causó una deuda de trescientos pesos.

Francisco Villa se llamaba Doroteo Arango, mismo nombre que tenía su padre, que al morir ocasionó que López Negrete mandara a su familia a un pueblo que se llama Santa Isabel de Berros, en otra hacienda de su propiedad.

Ya ahí, López Negrete fue a hablar con la mamá de Villa para preguntarle quién le iba a pagar la deuda que había dejado su esposo. Villa, que era un jovencito de diez años, andaba con la camisola de fuera, descalzo, estuvo escuchando las reclamaciones de López Negrete y al darse cuenta de que su mamá estaba asustada y muy achicopalada le dijo: yo se la pago. El terrateniente se le quedó mirando y le contestó: tu estás muy chiquillo, ¿cómo podrías pagar la deuda que dejó tu padre si es de trescientos pesos?

¡Muy bien señor, nada más deme una yunta para trabajar, ya sé hacerlo!

Ante tal respuesta, López Negrete le habló a su mayordomo y le ordenó que le dieran una yunta a Villa y así empezó a trabajar aquel muchacho.

Villa tenía tres hermanos: Antonio que era el mayor, Hipólito y Martina; así es que mientras Villa araba con la yunta, sus dos hermanos varones iban echando el grano. En esta forma en el primer año logró abonarle a López Negrete cincuenta pesos con el maíz y veinticinco con el frijol y además apartaba el dinero suficiente para que tuvieran en el año.

Así las cosas, como a los dos años. ya no se presentó a cobrar el viejo López Negrete sino que mandaba a su hijo, un muchacho de unos veinte años quien al cobrar los abonos conoció a la hermana de Villa, que era una muchacha muy bonita. A partir de entonces el muchacho ya no iha a la labor a cobrar, sino que se presentaba a la casa de Villa. Al darse cuenta Villa de las continuas visitas de ese muchacho a su casa, increpó a su mamá, la cual le contestó: mira hijo, él tiene derecho a venir, es el hijo del dueño de las casas.

¡No señora -le contestó Villa-, las casas en la actualidad son de nosotros, porque por eso nos las rentan y yo no permito que ese muchacho venga aquí, porque no viene para platicar con usted, sino que viene para ver a mi hermana y ya verá usted lo que va a pasar!

Entonces la mamá le dice: pues mira, mi hermano mayor está enfermo. pero anda a ver como siguen sus males y si te das cuenta que está bien, le platicas como están las cosas por acá, para que nos diga qué hacemos.

Villa fue entonces a visitar a su tío y lo puso en antecedcntes, cQntestándole el señor: dile a tu mamá que estoy enfermo, pero que a ver si me puedo levantar para ir a Durango a ver a López Negrete.

Al salir Villa de la casa de su tío se dio cuenta que en un rincón de la misma había una pistola calibre cuarenta y cuatro con la carrillera llena de parque; la estuvo ohscrvando y luego se fue a visitar a su otro tío.

Al estar frente a él, le platicó lo que estaba sucediendo, a lo que le respondió: mira, dile a tu mamá que yo no puedo hacer nada, porque tengo una docena de hijos y mujer, si me meto en este lío capaz que me mandan al contingente rural, me ponen preso y mi familia se muere de hambre y eso sería una ingratitud. Por qué no vas y le dices a mi hermano.

Ya le avisé tío, contestó Vil1a, pero él está enfermo.

Pasaron los días y la cosa seguía igual.

Villa y sus hermanos acostumbraban estar trabajando ya en el campo a las seis de la mañana y entre las ocho y nueve iba su hermana a llevarles sus alimentos, pero un día en que iba Martina con su canasta en la cabeza a servirles su comida, al tratar de atravesar un puente, le salió al paso el hijo de López Negrete con intenciones de llevársela, pero ella se defendía como podía.

Ya como a las doce del día, Villa empezó a preocuparse de la tardanza de su hermana, por lo que mandó a su hermano Antonio a que se subiera a una loma y de ahí viera que pasaba; regresó rápidamente Antonio y le dijo a Francisco: el mucbacho Negrete la tiene detenida en el puente y no la deja pasar.

Villa tomó la garrocha con la que arreaba la yunta y corrió hacia donde estaba su hermana.

En cuanto lo vio López Negrete inmediatamente la dejó pasar y él montando en su caballo se fue.

La muchacha le contó a Villa toda la historia camino a su casa y él se lo dijo a su mamá; ahora verás como esto no tiene buen fin.

Pasaron algunos días y él y sus amigos no permitían pasar a nadie, pero Villa tenía necesidad de ir a traer leña al monte para toda la semana y se llevaba unos burritos que le prestaban sus amigos, así es que se iba los sábados y regresaba los domingos con sus carguitas de leña.

En una de esas salidas, al regresar con su leña y sus burros, encontró a López Negrete tironeando a su hermana para sacarla de la casa y la mamá prendida de la muchacha atrancándose de la puerta.

Villa dejó a los burros y se fue corriendo a la casa de su tío y se robó la pistola que había visto.

Cuando regresó ya el mozo de López Negrete venía con caballos para llevarse a la muchacha en uno; se acercó rápido y le llegó por la espalda a López Negrete dándole un empellón, éste se dio vuelta y quiso sacar la pistola, pero Villa lo aseguró pegándole un tiro en la pierna y se la quebró; cayó López Negrete y Villa agachándose le quitó la pistola y en el mismo caballo del terrateniente se montó y huyó a la sierra.

A los cuantos meses lo agarraron, pues Villa no conocía más allá de San Juan del Río y no hallaba por donde irse, por lo cual nada más andaba en los alrededores y por eso lo aprehendieron.

Fue llevado a San Juan del Río en donde trataron de fusilarlo, pero el Juez del lugar le dijo al Presidente Municipal que no podían fusilarlo porque era menor de edad. Entonces lo mandaron a Durango donde lo tuvieron preso dos años, pero no lo sentenciaron. Mientras tanto, López Negrete pagaba porque lo fusilaran.

La penitenciaría de Durango estaba fuera de la ciudad, en unos llanos. Ahí conoció y conquistó a un compañero. Todos los días los echaban fuera a tirar el barril, pero un día que estaba soplando una fuerte tolvanera le robaron un caballo a un carnicero y se fugaron rumbo al Cerro del Mercado. Salió la policía a buscarlos, pero en lo que ensillaban sus caballos, Villa y su compañero agarraron ventaja; más delante empezaron a balacearlos y el otro homhre le dijo a Villa: mira, bájate y métete en aquella cueva que pasa al otro lado del cerro, allá te espero, porque ya el caballo se va cansando.

Villa hizo lo que le indicaba su compañero, pero la cueva no tenía salida, sin embargo se escondió en ella y se salvó. Luego, no halló para adonde ganar y se regresó a San Juan del Río, en donde ya daban cincuenta mil pesos por su cabeza.

Fue aprehendido por unos cazadores y lo llevaban para presentarlo con López Negrete --era el mes de octubre en que ya estaban maduras las labores-, entonces Villa les dijo a los cazadores: hombres, por qué no nos comemos unos elotes, ya está haciendo hambre; éstos pensaron que tenía razón y bajándose de los caballos acamparon -eran tres--, uno fue a traer los elotes y otro fue a buscar leña, mientras que el tercero lo vigilaba.

A Villa le habían quitado la carabina y la pistola que traía clavada en el cinto, pero no se habían dado cuenta que traía otra pistola debajo del sobaco y no se la quitaron.

Villa se levantó de repente y le dijo al que lo vigilaba: hombre, éstos han de haber ido a sembrar el maíz y los mezquites, no vienen ni con la leña.

Entonces el que lo cuidaba se levantÓ también y se volteó para gritarles a sus compañeros que regresaran; esa oportunidad la aprovechó Villa para matarlo.

Montó en el mejor caballo y se les fue.

Poco tiempo después agarraron a Villa y lo llevaron a Durango, donde ya habían dado orden de fusilarlo. Lo tuvieron preso, pero como el pueblo quiso alborotarse para sacarlo, lo metieron en una huerta y lo amarraron con una cadena fuera de la celda.

A los ocho días llegó la orden para que lo fusilaran y entonces el comandante del pelotón le dijo a Villa: te vamos a fusilar a las seis de la mañana. aquí en la huerta. Francisco le contestó: hombre mi comandante, les voy a recomendar que no me peguen en la cara para ver si así me conoce mi madre, para que me de sepultura. Escríbale una carta le dijo el soldado; no tengo papel ni lápiz, le respondió Villa; yo te lo voy a traer y el soldado le trajo papel y lápiz.

Se llegó la hora del fusiamiento. Villa dobló el papel y el sobre y se lo echó en la bolsa de la camisa del lado derecho. Debajo de la axila traía su pistola, la cual no le habían quitado porque no le esculcaban donde la traía fajada debajo de la camisa.

Le quitaron la cadena y entonces el comandante dijo: véndenle los ojos; a lo que Villa respondió: para qué me los vendan; le supliqué que no me peguen en la cara para que me reconozca mi madre; ¿oye y la carta? dijo el comandante acercándose. Aquí la traigo respondió Villa, sacando la carta con la mano izquierda y con la derecha la pistola y disparándole lo mató.

Inmediatamente los soldados le dispararon y una bala le dio un rozón en la cabeza. Villa manoteó el rifle del comandante y mató a otro policía, mientras que los otros corrían.

Francisco corrió y se subió por el muro de la huerta hasta encontrar las ramas de un nogal que daban hacia afuera y por ahí se dejó caer, pero al hacerlo se lastimó una pierna. Como pudo y cojeando atravesó un arroyo y huyó.

Cuando la policía ensilló sus caballos y dieron vuelta a la huerta que era muy grande, ya Villa estaba muy lejos.

Ya por la noche Pancho se sentía muy malo porque en la caída se lastimó el cuadril. Estaba quejándose y el rifle que llevaba le servía de bordón. En esos momentos pasaron por ese lugar unos ocho o diez hombres de un tal Ignacio Parra que era un bandido que había en Durango y al ver un bulto en el suelo, el jefe de ellos que era un tal Orozco, dijo: miren es un cabrito, sáquenlo para hacer barbacoa, y uno de ellos dijo: ¡no, es un hombre! El tal Orozco increpó: a ver tú, levántate. ¡No puedo!, respondió Villa, que tenía el rifle entre las piernas y con ganas de disparar, pero no lo hizo.

Entonces se le acercaron y otro exclamó: ¡miren, si hasta tiene rifle!

Sí, al cabo me han de matar -dijo Villa- ¿porque ustedes han de ser del gobierno?

No, nosotros no somos del gobierno, le respondieron; ¿quién eres tú; por qué estás aquí?

¡Porque maté a unos policías esta mañana! ¿Por qué? por esto y por esto otro; y ya les dijo todo.

Después de eso lo sacaron y como no se podía parar, un viejo que venía con esos hombres dijo: yo lo compongo.

Usaban ellos un sebo de res que se llama riñonada. Le calentaron el cuadril y el viejito se lo compuso.

¿Bueno te vas con nosotros? le pregúntaron.

Sí me voy respondió Pancho.

¡Pues te vamos a vendar los ojos, nosotros somos soldados de Ignacio Parra, que maneja una partida de treinta hombres para asaltar y repartir el dinero entre los pobres!

Así fue como Villa vino a dar a Chihuahua con Ignacio Parra, quien le ordenó que se llevara toda la caballada y la mulada de López Negrete. Una vez logrado esto se vinieron con ella desde Durango hasta Presidio, Tex., y ahí la vendieron. Luego regresaron por Chihuahua.

Entre los hombres iba un Claro Reza que era compadre de Villa y que también pertenecía a la partida de Ignacio Parra, que lo utilizaba para asaltar las diligencias que corrían de Chihuahua al mineral de Cusihuirachi.

Cuando Don Pancho Madero estaba haciendo la documentación para el levantamiento en Chihuahua, se encontraba en una casa muy grande en un cerro llamado Cerro del Coronel junto con Don Abraham González y otros dos más. Ahí estuvieron haciendo toda la documentación. A Claro Reza que era compadre de Villa lo había conquistado Don Abraham González para que se levantara con Madero y Claro Reza les dijo que sí -Claro Reza era carnicero-. Entonces éste habló con Francisco Villa tratando de conquistarlo para que se fuera con él, pero Villa le contestó que lo iba a pensar y así anduvo.

Entonces lo que hizo fue andarlo vigilando. A los ocho días de hacerlo vio que Claro Reza entraba al cuartel de los Rurales. Villa se disfrazaba: se puso un poncho y así lo anduvo calando.

Claro Reza venía a la comandancia de los rurales y daba parte de los movimientos de Madero y luego se iba con Don Abraham González adonde estaba Madero, de modo que estaba segura la cosa para él.

Al darse cuenta Villa de los planes de Reza, rápidamente conquistó quince hombres y los puso a caballo sobre la vía del ferrocarril que va al noroeste.

Mandó preparar un coche muy bueno con caballos finos y cuando salieron cien rurales a aprehender a Don Pancho Madero y a Don Abraham González. Villa salió volando en el coche que había mandado preparar adelantándose a los rurales; fue y recogió a Don Pancho Madero y a Don Abráham y se los llevó, así ya no pudieron agarrarlos.

Entonces lós condujo hasta San Andrés y luego se regresó. Agarró a su compadre Claro Reza que iba a la vanguardia de los rurales y lo mató.

Ya Villa se siguió con Don Pancho Madero y ahí se vino formando toda la historia de Pancho Villa que también se llamaba Doroteo Arango.

Indice de Entrevista al C. General de brigada Nicolás Fernández Carrillo por Píndaro Urióstegui Miranda Cómo se vivía en el norte del país Por qué adoptó el nombre de Francisco VillaBiblioteca Virtual Antorcha