Indice de Entrevista al C. General de brigada Nicolás Fernández Carrillo por Píndaro Urióstegui Miranda Francisco Villa y Victoriano Huerta Mas datos biográficosBiblioteca Virtual Antorcha

ENTREVISTA
AL GENERAL DE BRIGADA
NICOLÁS FERNÁNDEZ CARRILLO

Píndaro Urióstegui Miranda


VILLA SE FUGA DE LA PRISIÓN DE SANTIAGO TLATELOLCO

PREGUNTA
¿Cómo logró fugarse Francisco Villa de la Prisión de Santiago Tlatelolco?

RESPUESTA
Ahí en la cárcel Villa conoció a un abogado que era de Michoacán cuyo nombre no recuerdo.

Este abogado lo enseñó a leer y a escribir en un año. Cuando logró salir -el abogado- se fue a incorporar a las fuerzas de Emiliano Zapata. Mientras tanto, Villa empezó a idear su fuga y se fijó en un licenciado que trabajaba allí en la cárcel de Santiago Tlatelolco, que entraba a hacer las diligencias a los presos y que dejaba su sorbete y su bastón en un perchero. Al mismo tiempo conoció ahí en la cárcel a otro empleado. un joven de unos veinte años llamado Carlos Jáuregui al que poco a poco fue cultivando, regalándole dinero del que cada quince días le mandaba Madero, hasta conquistarlo definitivamente. Así accedió Carlos Jáuregui a ayudarlo a que se fugara.

Para esto le preguntó qué necesitaba.

Necesito un lima, le dijo Villa y le dio dinero para que se la comprara.

Jáuregui le llevó varias limas con las que empezó a romper la reja.

Junto con Jáuregui planearon la fuga, ideando suplantar al licenciado que iba a tomar las declaraciones a los presos.

De esta manera Jáuregui fue adiestrando a Villa, aprovechando el tiempo que el abogado estaba adentro para que Villa se pusiera el sorbete, la levita y la mascada con la que se cubría la boca y tomar el bastón paseándose para que lo viera la guardia; lo rasuró muy bien todo y así lo estuvo entrenando varios días. Cuando ya se dio cuenta de que estaba listo, Villa le dijo a Jáuregui: ahora vaya y cómpreme dos pistolas y traiga un carro y espéreme cerca de la puerta.

Jáuregui le trajo las pistolas, las que Villa se encajó en el cinturón, con parque que se echó a la bolsa, agarró el sorbete y la levita y se las plantó; empezó a jugar con el bastón y a caminar imitando al abogado; la guardia se le cuadró y llegó a la puerta en donde estaba Jáuregui esperándolo en el carro al que de inmediato se subió huyendo así los dos.

PREGUNTA
Señor general, ¿quisiera platicarnos con qué grado empezó su carrera militar, cómo fue obteniendo sus ascensos y algunos incidentes relacionados con ellos?

RESPUESTA
Como le iba diciendo, combatimos a Pascual Orozco desde Bermejillo hasta hacerlo pedazos en Chihuahua. Madero ya estaba en el poder y había mandado una columna al mando de Victoriano Huerta. Yo pertenecía al Regimiento Morelos, mandado por Francisco Villa y Tomás Urbina.

Cuando llegué a Chihuahua ya se habían llevado preso a Francisco Villa a la Ciudad de México, por lo que había quedado al frente del Regimiento Morelos Tomás Urbina y Román Arreola. En este entonces yo era cabo, que es el grado con el que yo empecé.

Recuerdo que por aquellas fechas, en San Pablo de Meoqui no había suficiente agua para toda la tropa. Los soldados federales de Victoriano Huerta nos llamaban a nosotros los revolucionarios comevacas, cebosos.

Debo decirle que ya era sargento segundo, nombrado por Don Pancho Madero.

Entonces llegué a darle agua a mi caballo y un sargento de la Escolta de Huerta me dijo: arrímate y quítale las bridas a mi caballo para que tome agua; yo que no sabía que era de los de Huerta le contesté: pues bájate tú, yo no vengo a hacer asistente de nadie; entonces me echó el caballo encima que me pisó y me batió en el zoquete (lodo), pero no me hizo quitarle las bridas al caballo; entonces quiso darme un riflazo pero le metí el brazo y le quité el rifle, con el que entonces yo le pegué en el pescuezo y lo batí en el lodo; se fue, pero al rato ahí viene una escolta a hacerme preso para fusilarme, pero me salvó Román Arreola.

Ya le explicaron las cosas a Huerta y así no me fusilaron.

Entonces nos fuimos; llegamos a Chihuahua. Como ya no había enemigo pues a todos habíamos batido hasta el cañón de Bachimba, Huerta se paró el cuello con la entrada a Chihuahua y a nosotros los maderistas del Regimiento Morelos, donde todavía iba Tomás Urbina, Román Arreola, Guadalupe Gardea, y otros, nos dejaron atrás en un arroyo.

Entonces al Regimiento Morelos lo mandaron a Ciudad Guerrero, Chih., y al otro regimiento que mandaba Maclovio Herrera. lo mandaron al Valle de San Buenaventura y así nos fueron distrihuyendo a todos a distintas partes.

A nuestro regimiento mandaron a un coronel del ejército federal de apellido Zárate, muy bravo.

Ahí en Ciudad Guerrero, todos los prisioneros que le agarrábamos a Pascual Orozco se los mandábamos al Coronel Zárate y en la noche los mandaba fusilar.

La primera vez se echó como a cincuenta hombres y en otra ocasión por poco me fusila a mí al fugárseme de la cárcel, que yo cuidaba, un profesor que no me habían entregado en el libro de registro. Al fin no me hizo nada, pero me mandó de destacamento a Miñaca siendo ya Sargento Primero.

Estaha en Miñaca y yo era el que movía la tropa, los cien hombres que estahan de destacamento, para hacer frente a las partidas de orozquistas que a cada rato amenazaban con atacar a Miñaca, que es un pueblo que está en una llanura, pero como a un kilómetro hay un cerro donde dejahan la caballada para atacar al pueblo.

No tardé en agarrarle sesenta prisioneros y se los mandé al coronel Zárate. quien esa misma noche los fusiló.

Los Arrieta eran los que comandaban estas partidas de orozquistas, los que al rendirse pidieron garantías antes de que los mandara a Ciudad Guerrero de donde los enviaron a Chihuahua.

Ya en esos días no hallaba que hacer porque no nos pagaban; el Coronel Zárate no nos entregaba los haberes, ya andábamos muy mal de ropa y de todo, por lo que teníamos que pedirle fiado al comercio.

Recuerdo que un capitán José Rodríguez me dijo: ahí te voy a mandar a mi asistente para que te dé unos datos, te lleva unos papeles.

Así supe que ya habían asesinado a Madero y a Pino Suárez.

Entonces me habló el Coronel Zárate y me dijo: sargento, haga movimento rápido y se viene usted para acá, que no le falte ni un caballo, ni un soldado porque lo fusilo.

Era muy enérgico. Tres veces me estuvo llamando así y yo le contesté: usted me ordenó que soltara la caballada al campo y yo la solté, pero se me juntaron los caballos con unas yeguas ladinas y las andan agarrando ahorita; iré más tarde.

Pues ya le digo, se llegaron las cinco de la tarde y me volvió a hablar diciéndome: ¿por qué no se ha venido?

Porque ahorita vienen con la caballada y me volvió a repetir el fusilamiento.

Entonces le contesté: para que no se moleste en fusilarme y venir hasta acá, desde estos momentos desconozco su autoridad y la de Victoriano Huerta.

¡Ahorita salgo a fusilarlo!

Muy bien aquí lo espero.

Yo tenía cinco hombres y él sólo contaba con cincuenta federales; ya todos los del Regimiento Morelos estábamos de acuerdo.

Entonces le dije al presidente de la Cámara de Comercio que juntara a todos los comerciantes para pagarles porque ya me habían llegado los haberes, pero lo que hice fue aprehender a todas las autoridades y saqué el dinero que había en la recaudación de rentas y telégrafos.

Acabalé así sesenta mil pesos con los que pagué los cincuenta mil pesos que debía a la Cámara de Comercio y le dije a don Manuel (no recuerdo el apellido), que era el presidente de la Cámara: lea estos periódicos a los señores, ya mataron a Madero.

¿Y usted qué va a hacer?; ya me voy, le dije. Voy a salir de aquí a las doce de la noche -era el mes de febrero y estaba nevando-.

¿Y nos vamos a quedar a merced de esa gente que anda en la sierra de Gazachi? Me dijo don Manuel, y le contesté: formen una guardia civil, hay buenos hombres.

Pero no tenemos armas, me replicó.

Entonces les regalé cien rifles que me sobraban a mí, con cincuenta cartuchos para cada uno, con lo que me perdonaron la cuenta y devolviéndome el dinero además me vistieron a todos mis soldados.

De cien que salimos ya llegamos como doscientos a Valle de Allende con todos los que se me vinieron arrimando; la misma gente me ascendió a capitán primero.

Luego vino Tomás Urbina que fue el primero que se fugó de la cárcel de Durango y me reconoció el grado.

Después vino Villa y ya me recogió porque yo era de su Estado Mayor y así fui ascendiendo hasta ser jefe de su guardia personal o sea, de los Dorados de Villa, ascendiendo hasta el grado de general de brigada.

Cuando Villa se fugó de Santiago Tlatelolco con Carlos Jauregui, entró por Manzanillo y llegó a Sonora donde se presentó con el gobernador Maytorena, mismo que le prestó dos mil dólares con los que se vino a Ciudad Juárez; ahí se le presentó el coronel Juan N. Medina y un señor Manuel Ochoa, de Camargo, que después fue general, con nueve hombres. Con estos hombres mandó a Juan N. Medina a buscar a Venustiano Carranza, que fue localizado en Cuatro Ciénegas. Ya platicó con él y entonces don Venustiano le mandó a Villa la orden para que organizara las partidas maderistas de Chihuahua, Durango y Coahuila, nombrándolo jefe. En esa forma ya también el general Villa me fue ascendiendo a mí.

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