Indice de Entrevista al C. General de brigada Nicolás Fernández Carrillo por Píndaro Urióstegui Miranda Datos sobre su origen Me incorporé definitivamente con VillaBiblioteca Virtual Antorcha

ENTREVISTA
AL GENERAL DE BRIGADA
NICOLÁS FERNÁNDEZ CARRILLO

Píndaro Urióstegui Miranda


IBAMOS CON DON ABRAHAM GONZÁLEZ ARRIANDO DIEZ SEMENTALES

PREGUNTA
¿Cómo se incorporó a la Revolución?

RESPUESTA
Cierto día íbamos con Don Abraham González arreando diez sementales para cría de caballos finos, pero en el camino nos topamos con una gavilla como de 20 hombres que encabezaban Francisco Villa y Tomás Urbina; al verlos preparé a Don Abraham González para que intentáramos conquistarlos con dinero y así evitar que nos quitaran esos caballos que valían diez mil pesos cada uno.

Afortunadamente aceptaron que les diéramos 200 pesos oro nacional, a cada uno, para que nos respetaran los caballos con los que finalmente llegamos adonde debíamos de entregarlos.

Al poco tiempo se me presentó una noche, en el rancho donde yo estaba, Tomás Urbina, que era al que yo conocía de nombre, quien venía acompañado de un individuo que después supe se llamaba Francisco Villa.

Me propusieron que me levantara en armas. Yo tenía 40 hombres bien montados y armados, con malas armas por supuesto, las que más bien teníamos porque había mucho león y tigre, así como para defender nuestros intereses.

Villa no hablaba, nada más observaba. Tomás Urbina fue el que me dijo: ¿por qué no te puedes levantar?.

Por este motivo, le dije: ¿cómo voy a conquistar a cuarenta personas? y si alguno se nos escapa y nos denuncia cuando menos piense me caen aquí los rurales, me aprehenden y me fusilan. ¿No ve cuántos han colgado ya?

Francisco Villa y Tomás Urbina ya estaban organizados en una sierra que se llama La Molar donde tenían mil hombres aunque no tenían armas, pero yo no lo sabía; entonces les dije: que mejor les serviría afuera que adentro.

¿Por qué?, me inquirió.

Porque yo tengo que ir a Parral tal día, entro y salgo y me firman en la Jefatura una libreta con el sello.

¿Por qué?, me volvió a repetir.

Porque voy a pasear unos caballos que ahí estoy cebando para luego soltarlos a las manadas.

Bueno y ¿por qué no los traes? me dijo.

Porque todavía no es tiempo.

Entonces Urbina me respondió: ¿qué crees que no podemos montar esos caballos?

Sí, si pueden montarlos, pero se les cae una herradura y además esos caballos comen en el pesebre, y no en el llano, por eso no les sirven, pero tengo otros quinientos caballos de esos mismos a sus órdenes.

Yo tenía también 200 carabinas que me habían traído para que me levantara en armas a favor de la revolución; las tenía escondidas en una cueva, nuevecitas; tenía también parque, pero las cajas decían talachas y otras, tuercas y tornillos, (todas estas armas, el parque y los caballos se los entregué).

Luego me mandaron de correo con Don Pancho Madero que estaba en la Hacienda de Bustillos. Hice siete días para llegar con él por la vía noreste que va a Ciudad Madera. De allá me mandó en un caballo que no necesitaba remuda, me dio cincuenta mil dólares para que se los entregara a Tomás Urbina y otros cien mil dólares para que se los entregara a Francisco Villa.

Me los eché debajo de la ropa, a lo que me dijo Don Pancho: ¿por qué los llevas ahí?

Y le contesté: porque se me puede caer del caballo y se los lleva, entonces yo con qué salgo, o me agarran.

Ya no dijo más y llegué hasta donde estaban Villa y Urbina. La contraseña para identificarme era que tenía que ponerles un humo muy espeso, arriba de un cerro y ellos me contestaban con un humito delgado y ahí los tenía que esperar hasta que ellos bajaran.

Ya con ellos, los llevé y los senté mero donde tenía yo las carabinas.

Después de que estuvimos platicando, les entregué la correspondencia de Don Pancho Madero, donde ordenaba que Francisco Villa -entonces supe que se llamaba Francisco Villa- se fuera con dos mil ochocientos hombres y Urbina se quedara para darIe auxilio a Don Guillermo Baquen para que tomara Ciudad Parral el veinte de noviembre, a lo que Tomás Urbina dijo: muy bien, pero si no tenemos armas.

Mire, le contesté: aquí tengo yo algunas garritas, y ya les descubrí las cuevas donde tenía las armas y el parque. Entonces Rosendo Gallardo que era secretario de los dos, al ver las cajas y leer lo que decía sobre ellas, dijo que eran simples talachas.

¡Desclávalas!, le indiqué, pero no traían con qué y yo que traía todo, las abrí; todavía estaban engrasadas las carabinas, las que al verlas quedaron conformes, luego les entregué los quinientos caballos.

Así fue como me incorporé a la Revolución. Ya no volví a la casa, sino que me fui con Francisco Villa.

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