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Capítulo LXXXV

EN LO QUE CORTÉS ENTENDIO DESPUES QUE LE VINO LA GOBERNACIÓN DE LA NUEVA ESPAÑA, CÓMO Y DE QUÉ MANERA REPARTIÓ LOS PUEBLOS DE INDIOS, Y OTRAS COSAS QUE PASARON. Y UNA MANERA DE PLATICAR ENTRE PERSONAS DOCTAS QUE SOBRE ELLO DIJERON

Ya que le vino la gobernación de la Nueva España a Cortés, paréceme a mí y a otros conquistadores de los antiguos, de los de más maduro y prudente consejo, que lo que había de mirar Cortés (era) acordarse desde el día que salió de la isla de Cuba y tener atención en todos los trabajos que se vió cuando en lo de los arenales desembarcamos, qué personas fueron en favorecerle para que fuese capitán general y justicia mayor de la Nueva España, y lo otro.

Pues los varones y fuertes soldados que en todo esto nos hallamos, y ahora que le vino la gobernación, que, después de Dios, con nuestra ayuda se la dieron, bien fuera que tuviera cuenta con Pero y Sancho y Martín y otros que lo merecían, y el soldado y compañero que estaba por su ventura en Colima o Zacatula, o en Pánuco o Guazacualco; y los que andaban huyendo cuando despoblaron a Tututepeque, y estaban pobres, y no les cupo suerte de buenos indios, pues había bien que darles y sacarles de mala tierra, pues que Su Majestad muchas veces se lo mandaba y encargaba por sus reales cartas misiva,. y no daba Cortés nada de su hacienda, y habíales de dar con que se remediasen, y en todo anteponerles; y siempre cuando escribiese a los procuradores que estaban en Castilla en nuestro nombre, que procurasen por nosotros, y el mismo Cortés había de escribir a Su Majestad muy afectuosamente para que nos diese para nosotros y nuestros hijos cargos y oficios reales, todos los que en la Nueva España se hubiese; mas digo que mal ajeno de pelo cuelga, y que no procuraba sino para él la gobernación que le trajeron antes que fuese marqués, y después que fue a Castil1a y vino marqués.

Quiero decir lo que hizo Cortés y a quién dió los pueblos. Primeramente a Francisco de las Casas, a Rodrigo de Paz, al factor y veedor y contador que en aquella sazón vinieron de Castilla, a un Avalos y Sayavedra, sus deudos; y a un Barrios, con quien casó su cuñada, hermana de su mujer la Marcaida, porque no le acusasen la muerte de su mujer; y Alonso Lucas, a un Juan de la Torre y Luis de la Torre, a un Villegas, y a un Alonso Valiente, a un Rivera, el Tuerto; y, ¿para qué cuento yo estos pocos? que a todos cuantos vinieron de Medellín y otros criados de grandes señores, que le contaban cuentos de cosas que le agradaban, les dió lo mejor de la Nueva España; no digo yo que era mejor dejar de dar a todos, pues que había de qué, mas que había de anteponer primero los que Su Majestad le mandaba, y a los soldados, quien le ayudó a tener el ser y valor que tenía, y ayudarles, y pues que ya es hecho, no quiero recitar más.

Acuérdome que se traía una plática entre nosotros que cuando había alguna cosa de mucha calidad que repartir, que se traía por refrán, cuando había debates sobre ella, que solían decir: No se lo repartir como Cortés, que se tomó todo el oro, lo más y mejor de la Nueva España para sí, y nosotros quedamos pobres en las villas que poblamos con la miseria que nos cayó en parte, y para ir a entradas que le convenían bien se acordaba adónde estábamos y nos enviaba llamar para las batallas y guerras, como adelante diré, y dejaré de contar más lástimas, y de cuál avasallados nos traía, pues no se puede ya remediar, y no dejaré de decir lo que Cortés decía después que le quitaron la gobernación, que fue cuando vino Luis Ponce de León, y después que murió Luis Ponce dejó por su teniente a Marcos de Aguilar, como adelante diré; y es que íbamos a Cortés a decirle algunos caballeros y capitanes de los antiguos que le ayudaron en las conquistas que le diese de los indios de los muchos que en aquel instante Cortés tenía, pues que Su Majestad mandaba que le quitasen algunos de ellos, como se los habían de quitar y luego se los quitaron, y la respuesta que daba era que se sufriesen como él se sufría, que si le volvía Su Majestad (a) hacer merced de la gobernación, que en su conciencia que así juraba que no lo errase como en lo pasado, y que daría buenos repartimientos a quien Su Majestad le mandó, y que enmendaría el gran yerro pasado que hizo; y con aquellos prometimientos y palabras blandas creía que quedaban contentos, e iban renegando de él y aun maldiciéndole a él y a toda su generación y a cuanto poseía y hubiese mal gozo de ello él y sus hijas.

Dejémoslo ya, y digamos que en aquella sazón o pocos días antes vinieron de Castilla los oficiales de la Hacienda de Su Majestad, que fue Alonso de Estrada, tesorero, y era natural de Ciudad Real, y vino el factor Gonzalo de Salazar, decía él mismo que fue el primer hijo de cristiano que nació en Granada, y decían que sus abuelos eran de Burgos; y vino Rodrigo de Albornoz por contador, porque ya había fallecido Julián de Alderete, y este Albornoz era natural de Paldinas o de Ragama; y vino el veedor Pedro Almíndez Chirino, natural de Ubeda o Baeza; y vinieron otras muchas personas con cargos.

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