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Capítulo IV

CÓMO DIEGO VELÁZQUEZ, GOBERNADOR DE LA ISLA DE CUBA, ORDENÓ DE ENVIAR UNA ARMADA A LAS TIERRAS QUE DESCUBRIMOS, Y FUE CAPITÁN GENERAL DE ELLA UN HIDALGO QUE SE DECIA JUAN DE GRIJALVA, PARIENTE DEL DICHO GOBERNADOR VELÁZQUEZ, Y OTROS TRES CAPITANES QUE MAS ADELANTE DIRE SUS NOMBRES

En el año de mil quinientos diez y ocho. viendo el gobernador de Cuba la buena relación de las tierras que descubrimos, que se dice Yucatán, acordó de enviar una armada, y para ella se buscaron cuatro navíos: los dos fueron de los tres que llevamos con Francisco Hernández, y los otros dos navíos compró Diego Velázquez nuevamente de sus dineros. Y en aquella sazón que ordenaba la armada, halláronse presentes en Santiago de Cuba, donde residía Velázquez, un JUan de Grijalva y un Alonso Dávila, y Francisco de Montejo y Pedro de Alvarado, que habían ido a ciertos negocios con el gobernador, porque todos tenían encomiendas de indios en la misma isla y eran hombres principales. Concertóse que Juan de Grijalva, que era deudo de Diego Velázquez, viniese por capitán general, y que Alonso Dávila viniese por capitán de un navío, y Pedro de Alvarado de otro, y Montejo de otro; por manera que cada uno de estos capitanes puso bastimentos y matalotaje de pan cazabe y tocinos, y Diego Velázquez puso los cuatro navíos y cierto rescate de cuentas y cosas de poca valía y otras menudencias de legumbres.

Y entonces me mandó Diego Velázquez que viniese con aquellos capitanes por alférez. y como había fama de las tierras que eran ricas y había en ellas casas de cal y canto, y el indio Julianillo que llevamos de la Punta de Cotoche decía que había oro, tomaron mucha voluntad y codicia los vecinos y soldados que no tenían indios en la isla de venir a estas tierras, por manera que de presto nos juntamos doscientos y cuarenta compañeros, y pusimos cada uno de la hacienda que teníamos para matalotaje y armas y cosas que convenían.

Ya que estábamos recogidos todos nuestros soldados, y dadas las instrucciones que los pilotos habían de llevar y las señas de los faroles para de noche, y después de haber oído misa, en ocho días del mes de abril del año de quinientos diez y ocho dimos vela, y en diez días doblamos la Punta de Guaniguanico, que por otro nombre se llama de San Antón, y dentro de diez días que navegamos vimos la isla de Cozumel, que entonces la descubrimos, porque descayeron los navíos con las corrientes más bajo que cuando vinimos con Francisco Hernández de Córdoba. Yendo que íbamos bojando la isla por la banda del sur, vimos un pueblo de pocas casas, y allí cerca, buen surgidero y limpio de arrecifes, saltamos en tierra con el capitán buena copia de soldados. Y los naturales de aquel pueblo se habían ido huyendo desde que vieron venir el navío a la vela, porque jamás habían visto tal, y los soldados que saltamos a tierra hallamos en unos maizales dos viejos que no podían andar, y los trajimos al capitán; y con los indios Julianill0 y Melchorejo, que trajimos cuando lo de Francisco Hernández, que entendían muy bien aquella lenqua, les habló, porque su tierra de ellos y aquel1a isla de Cozumel no hay de travesía de lo uno a lo otro sino obra de cuatro leguas, y todo es una lengua. Y el capitán halagó a los dos viejos que les dió unas contezuelas, y les envió a llamar a los caciques de aquel pueblo: y fueron y nunca volvieron.

Pues estándoles aguardando, vino una india moza, de buen parecer, y comenzó a hablar en la lengua de la isla de Jamaica, y diJo que todos los indios e indias de aquel pueblo se habían ido huyendo a los montes, de miedo. Y como muchos de nuestros soldados y yo entendimos muy bien aquella lengua, que es como la propia de Cuba, nos admiramos de verla y le preguntamos que cómo estaba allí, y dijo que habría dos años que dió al través con una canoa grande en que iban a pescar desde la isla de Jamaica a unas isletas diez indios jamaicanos, y que las corrientes les echó en aquella tierra, y mataron a su marido y a todos los más indios jamaicanos, sus compañeros, y que luego los sacrificaron a los ídolos. Y el capitán, como vió que la india sería buena mensajera. envió con ella a llamar a los indios y caciques de aquel pueblo y dióla de plazo dos días para que volviese; porque los indios Julianillo y Melchorejo tuvimos temor que si se apartaban de nosotros que se irían (a su tierra) que está cerca; y a esta causa no osábamos enviarlos a llamar con ellos. Pues volvamos a la india de Jamaica; que la respuesta que trajo, que no quería venir ningún indio por más palabras que les decía. Pusimos nombre a este pueblo Santa Cruz, porque fue día de Santa Cruz cuando en él entramos. Había en él muy buenos colmenares de miel y buenas batatas y muchos puercos de la tierra, que tienen sobre el espinazo el ombligo. Había en él tres pueblos; este donde desembarcamos era el mayor, y los otros pueblezuelos más chicos estaban en cada punta de la isla el suyo. Y esto yo la vi y anduve cuando volví por tercera vez con Cortés; y tendrá de bojo esta isla obra de dos leguas. Y volvamos a decir que como el capitán Juan de Grijalva vió que era perder tiempo estar allí esperando, mandó que nos embarcásemos, y la india de Jamaica se fue con nosotros, y seguimos nuestro viaje, por las derrotas pasadas cuando lo de Francisco Hernández.

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