Índice de Historia verdadera de la conquista de la Nueva españa de Bernal Diaz del CastilloCapítulo anteriorSiguiente capituloBiblioteca Virtual Antorcha

Capítulo XV

CÓMO VINIERON A HABLAR CON HERNANDO CORTÉS TODOS LOS CACIQUES Y CALACHONIS DEL RIO GRIJALVA, Y TRAJERON UN PRESENTE. Y LO QUE SOBRE ELLO PASÓ

Otro día de mañana, que fueron a quince días del mes de marzo de mil quinientos diez y nueve años, vinieron muchos caciques y principales de aquel pueblo de Tabasco, y de otros comarcanos, haciendo mucho acato a todos nosotros, y trajeron un presente de oro, que fueron cuatro diademas y unas lagartijas, y dos como perrillos y orejeras, y cinco ánades, y dos figuras de caras de indios, y dos suelas de oro como de sus cotaras, y otras casillas de poco valor, que ya no me acuerdo qué tanto valían. Y trajeron mantas de las que ellos hacían, que son muy bastas, porque ya habrán oído decir los que tienen noticias de aquella provincia que no las hay en aquella tierra sino de poca valía. Y no fue nada todo este presente en comparación de veinte mujeres, y entre ellas una muy excelente mujer que se dijo doña Marina, que así se llamó después de vuelta cristiana. Y dejaré esta plática y de hablar de ella y de las demás mujeres que trajeron, y diré que Cortés recibió aquel presente con alegría y se apartó con todos los caciques y con Aguilar, el intérprete, a hablar; y les dijo que por aquello que traían se lo tenía en gracia, mas que una cosa les rogaba; luego mandasen poblar aquel pueblo con toda su gente y mujeres e hijos, y que dentro de dos días le quiere ver poblado, y que en esto conocerá tener verdadera paz. Y luego los caciques mandaron llamar todos los vecinos, y con sus hijos y mujeres en dos días se pobló; y lo otro que les mandó, que dejasen sus ídolos y sacrificios, y respondieron que así lo harían; y les declaramos con Aguilar, lo mejor que Cortés pudo, las cosas tocantes a nuestra santa fe, y cómo éramos cristianos y adorábamos en un solo Dios verdadero, y se les mostró una imagen muy devota de Nuestra Señora con su Hijo precioso en los brazos, y se les declaró que en aquella santa imagen reverenciamos, porque así está en el cielo y es Madre de Nuestro Señor Dios. Y los caciques dijeron que les parecía muy bien aquella gran tececiguata, y que se la diesen para tener en su pueblo, porque a las grandes señoras en aquellas tierras, en su lengua, llaman tececiguatas. Y dijo Cortés que sí daría, y les mandó hacer un buen altar, bien labrado, el cual luego hicieron. Y otro día de mañana mandó Cortés a dos de nuestros carpinteros de lo blanco, que se decían Alonso Yáñez y Alvaro López, que luego labrasen una cruz muy alta, y después de haber mandado todo esto, les dijo qué fue la causa que nos dieron guerra, tres veces requiriéndoles con la paz. Y respondieron que ya habían demandado perdón de ello y estaban perdonados, y que el cacique de Champotón, su hermano, se lo aconsejó, y porque no le tuviesen por cobarde, y porque se lo reñían y deshonraban, y porque no nos dió guerra cuando la otra vez vino otro capitán con cuatro navíos, y, según parece, decíalo por Juan de Grijalva, y también que el indio que traíamos por lengua, que se huyó una noche, se lo aconsejó, y que de día y de noche nos diesen guerra. Y luego Cortés les mandó que en todo caso se lo trajesen, y dijeron que como les vió que en la batalla no les fue bien, que se les fue huyendo, y que no sabían de él, y aunque le han buscado: y supimos que le sacrificaron, pues tan caro les costó sus consejos. Y más les preguntó de qué parte traían oro y aquellas joyezuelas: respondieron que hacia donde se pone el sol, y decían Culúa y México, y como no sabíamos qué cosa era México ni Culúa, dejábamoslo pasar por alto. Y allí traíamos otra lengua que se decía Francisco, que hubimos cuando lo de Grijalva, ya otra vez por mí memorado, mas no entendía poco ni mucho la de Tabasco, sino la de Culúa, que es la mexicana, y medio por señas dijo a Cortés que Culúa era muy adelante, y nombraba México y no lo entendimos.

Y en esto cesó la plática hasta otro día, que se puso en el altar la santa imagen de Nuestra Señora y la cruz, la cual todos adoramos, y dijo misa el padre fray Bartolomé de Olmedo: y estaban todos los caciques y principales delante, y púsose nombre a aquel pueblo Santa María de la Victoria, y así se llama ahora a la villa de Tabasco. Y el mismo fraile, con nuestra lengua, Aguilar, predicó a las veinte indias que se nos presentaron, muchas buenas cosas de nuestra santa fe, y que no creyesen en los ídolos que de antes creían, que eran malos y no eran dioses. ni más les sacrificasen, que las traían engañadas, y adorasen en Nuestro Señor Jesucristo. Y luego se bautizaron, y se puso por nombre doña Marina (a) aquella india y señora que allí nos dieron, y verdaderamente era gran cacica e hija de grandes caciques y señora de vasallos, y bien se le parecía en su persona; lo cual diré adelante cómo y de qué manera fue allí traída. Y las otras mujeres no me acuerdo bien de todos sus nombres, y no hace al caso nombrar algunas; mas éstas fueron las primeras cristianas que hubo en la Nueva España, y Cortés las repartió a cada capitán la suya, y a doña Marina, como era de buen parecer y entremetida y desenvuelta, dió a Alonso Hernández Puerto Carrero, que ya he dicho otra que era muy buen caballero, primo del conde de Medellín y después que fue a Castilla Puerto Carrero estuvo la doña Marina con Cortés, y hubo en ella un hijo que se dijo don Martín Cortés.

En aquel pueblo estuvimos cinco días, así porque se curaran las heridas como por los que estaban con dolor de lomos, que allí se les quitó, y demás de esto, porque Cortés siempre atraía con buenas palabras a todos los caciques, y les dijo cómo el emperador nuestro señor, cuyos vasallos somos, tiene a su mandar muchos grandes señores, y que es bien que ellos le den la obediencia, y que en lo que hubieren menester, así favor de nosotros o cualquiera cosa, que se lo hagan saber dondequiera que estuviésemos, que él les vendrá a ayudar. Y todos los caciques le dieron muchas gracias por ello, y allí se otorgaron por vasallos de nuestro gran emperador; y éstos fueron los primeros vasallos que en la Nueva España dieron la obediencia a Su Majestad.

Y luego Cortés les mandó que para otro día, que era Domingo de Ramos, muy de mañana, viniesen al altar con sus hijos y mujeres para que adorasen la santa imagen de Nuestra Señora y la cruz, y asimismo les mandó que viniesen luego seis indios carpinteros y que fuesen con nuestros carpinteros y que en el pueblo de Zintla, adonde nuestro Señor Dios fue servido damos aquella victoria de la batalla pasada, por mí memorada, que hiciesen una cruz en un árbol grande que allí estaba, que entre ellos llamaban ceiba, e hiciéronla en aquel árbol a efecto que durase mucho, que con la corteza que suele reverdecer está siempre la cruz señalada. Hecho esto mandó que aparejasen todas las canoas que tenían para ayudarnos a embarcar, porque luego aquel santo dia nos quedamos hacer a la vela, porque en aquella sazón vinieron dos pilotos a decir a Cortés que estaban en gran riesgo los navios por la mar del norte, que es travesía. Y otro día, muy de mañana, vinieron todos los caciques y principales con todas las canoas y sus mujeres e hijos, y estaban ya en el patio donde teníamos la iglesia y cruz y muchos ramos cortados para andar en procesión. Y desde que los caciques vimos juntos, asi Cortés y capitanes y todos a una con gran devoción anduvimos una muy devota procesión, y el padre de la Merced y Juan Diaz, el clérigo, revestidos, y se dijo misa, y adoramos y besamos la santa cruz, y los caciques e indios mirándonos. Y hecha nuestra solemne fiesta, según el tiempo, vinieron los principales y trajeron a Cortés hasta diez gallinas y pescado y otras legumbres, y nos despedimos de ellos y siempre Cortés encomendándoles la santa imagen y santas cruces, y que las tuviesen muy limpias y barridas, y enramado y que las reverenciasen y hallarian salud y buenas sementeras. Y después de que era ya tarde nos embarcamos, y otro día por la mañana nos hicimos a la vela, y con buen viaje naveos y fuimos la vía de San Juan de Ulúa, y siempre muy juntos a tierra.

Y yendo navegando con buen tiempo, decíamos a Cortés los que sabíamos aquella derrota: Señor, allí queda la Rambla, que en lengua de indios se dice Ayagualulco. Y luego que llegamos en el paraje de Tonalá, que se dice San Antón, se lo señalábamos; más adelante le mostrábamos el gran río de Guazaqualco; y vió, las muy altas sierras nevadas; y luego las sierras de San Martín, y más adelante le mostramos la roca partida, que es unos grandes peñascos que entran en la mar y tienen una señal arriba como a manera de silla; y más adelante le mostramos el río de Alvarado, que es adonde entró Pedro de Alvarado cuando lo de Grijalva; y luego vimos el río de Banderas, que fue donde rescatamos los diez y seis mil pesos, y luego le mostramos la isla Blanca, y también le dijimos adónde quedaba la isla Verde; y junto a tierra vió la isla de Sacrificios, donde hallamos los altares, cuando lo de Grijalva y los indios sacrificados; y luego en buena hora llegamos a San Juan de Ulúa, jueves de la Cena, después de mediodía. Y acuérdome que se llegó un caballero, que se decía Alonso Hernández Puerto Carrero, y dijo a Cortés: Paréceme, señor, que os han venido diciendo estos caballeros que han venido otras dos veces a estas tierras:

Cata Francia, Montesinos;
cata París, la ciudad;
cata las aguas del Duero
do van a dar en la mar.

Yo digo que mire las tierras ricas, y sabeos bien gobernar. Luego Cortés bien entendió a qué fin fueron aquellas palabras dichas, y respondió: Dénos Dios ventura en armas, como al paladín Roldán, que en lo demás, teniendo a vuestra merced, y a otros caballeros por señores, bien me sabré entender. Y dejémoslo, y no pasemos de aquí. Y esto es lo que pasó, y Cortés no entró en el río de Alvarado, como lo dice Gómara.

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