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Capítulo CXII

DE OTRAS COSAS Y PROVECHOS QUE SE HAN SEGUIDO DE NUESTRAS ILUSTRES CONQUISTAS Y DUROS TRABAJOS

Ya habrán oído en los capítulos pasados de todo lo por mí recontado acerca de los bienes y provechos que se han hecho en nuestras ilustres y santas házañas y conquistas. Diré ahora del oro y plata y piedras preciosas y otras riquezas de grana, hasta zarzaparrilla y cueros de vacas que de esta Nueva España han ido y van cada año a Castilla. a nuestro rey y señor, así de sus reales quintos como otros muchos presentes que le hubimos enviado así como le ganamos estas sus tierras, sin las grandes cantidades que llevan mercaderes y pasajeros; que después que el sabio rey SalomÓn fabricó y mandó hacer el santo templo de Jerusalén con el oro y plata que le trajeron de las islas de Tarsis, Ofir y Saba, no se ha oído en ninguna escritura antigua que más oro y plata y riquezas hayan ido cotidianamente a Castilla que de estas tierras; y esto digo así, porque ya que del Perú, como es notorio, han ido innumerables millares de pesos de oro y plata, en el tiempo que ganamos esta Nueva España no había nombre del Perú, ni estaba descubierto, ni se conquistó desde allí a diez años, y nosotros siempre desde el principio comenzamos a enviar a Su Majestad presentes riquísimos, y por esta causa y por otras que diré antepongo a la Nueva España, porque bien sabemos que en las cosas acaecidas del Perú siempre los capitanes y gobernadores y soldados han tenido guerras civiles, y todo revuelto en sangre, y en muertes de muchos soldados bandoleros, porque no han tenido el acato y obediencia que son obligados a nuestro rey y señor, y en gran disminución de los naturales, y en esta Nueva España siempre tenemos y tendremos para siempre jamás el pecho por tierra, como somos obligados a nuestro rey y señor, y pondremos nuestras vidas y haciendas en cualquier cosa que se ofrezca para servir a Su Majestad.

Y además de esto miren los curiosos lectores qué de ciudades y villas y lugares que están poblados en estas partes de españoles, que por ser tantos y no saber yo los nombres de todas se quedarán en silencio; y tengan atención a los obispados que hay, que son diez, sin el arzobispo de la muy insigne ciudad de México; y cómo hay tres Audiencias Reales, todo lo cual diré adelante, así de los que han gobernado como de los arzobispos y obispos que ha habido; y miren las santas iglesias catedrales, y los monasterios donde hay frailes dominicos, como franciscos y mercenarios y agustinos; y miren qué hay de hospitales, y los grandes perdones que tienen, y la santa iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, que está en lo de Tepeaquilla, donde solía estar asentado el real de Gonzalo de Sandoval cuando ganamos a México; y miren los santos milagros que ha hecho y hace de cada día, y démosle muchas gracias a Dios y a su bendita madre Nuestra Señora, y loores por ello que nos dió gracias y ayuda que ganásemos estas tierras donde hay tanta cristiandad; y también tengan cuenta cómo es México hay Colegio Universal donde se estudia y aprenden gramática y teología y retórica y lógica y filosofía y otras artes y estudios, y hay moldes y maestros de imprimir libros, así en latín como romance; se gradúan de licenciados y doctores; y otras muchas grandezas y riquezas pudiera decir, así de minas ricas de plata que en ellas están descubiertas y se descubren a la continua, por donde nuestra Castilla es prosperada y tenida y acatada.

Y porque bastan los bienes que ya he propuesto que de nuestras heroicas conquistas han recrecido, quiero decir que miren las personas sabias y leídas esta mi relación desde el principio hasta el cabo, y verán que ningunas escrituras que estén escritas en el mundo, ni en hechos hazañosos humanos, ha habido hombres que más reinos y señoríos hayan ganado como nosotros, los verdaderos conquistadores, para nuestro rey y señor; y entre los fuertes conquistadores mis compañeros, puesto que los hubo muy esforzados, a mí me tenían en la cuenta de ellos, y el más antiguo de todos, y digo otra vez que yo, yo y yo, dígolo tantas veces, que yo soy el más antiguo y lo he servido como muy buen soldado a Su Majestad, y diré con tristeza de mi corazón, porque me veo pobre y muy viejo y una hija para casar y los hijos varones ya grandes y con barbas y otros por criar, y no puedo ir a Castilla ante Su Majestad para representarle cosas cumplideras a su real servicio y también para que me haga mercedes, pues se me deben bien debidas.

Dejaré esta plática, porque si más en ello meto la pluma, me será muy odiosa de personas envidiosas, y quiero proponer una cuestión a manera de diálogo, y es que habiendo visto la buena e ilustre fama que suena en el mundo de nuestros muchos y buenos y nobles servicios que hemos hecho a Dios y a Su Majestad y a toda la Cristiandad, da grandes voces, y dice que fuera justicia y razón que tuviéramos buenas rentas y más aventajadas que tienen otras personas que no han servido en estas conquistas ni en otras partes a Su Majestad, y asimismo pregunta que dónde están nuestros palacios y moradas, y qué blasones tenemos en ellas diferenciadas de las demás, y si están en ellas esculpidos y puesto por memoria nuestros heroicos hechos y armas, según y de la manera que tienen en España los caballeros que dicho tengo en el capítulo pasado que sirvieron en los tiempos pasados a los reyes que en aquella sazón reinaban, pues nuestras hazañas no son menores que las que esos señores hicieron, antes son de memorable fama y se pueden contar entre las muy nombradas que (ha) habido en el mundo, y además de esto pregunta la ilustre fama por los conquistadores que hemos escapado de las batallas pasadas y por los muertos dónde están sus sepulcros y qué blasones tienen en ellos. A estas cosas se le puede responder con mucha verdad: ¡Oh, excelente y muy sonante ilustre fama, y entre buenos y virtuosos deseada y loada, y entre maliciosos y personas que han procurado oscurecer nuestros heroicos hechos no los querrían ver ni oír vuestro tan ilustrísimo nombre para que nuestras personas no ensalcéis como conviene! Hágoos, señora, saber que de quinientos cincuenta soldados que pasamos con Cortés desde la isla de Cuba, no somos vivos en toda la Nueva España de todos ellos, hasta este año de mil quinientos sesenta y ocho, que estoy trasladando esta mi relación, sino cinco, que todos los más murieron en las guerras ya por mí dichas, en poder de indios, y fueron sacrificados a los ídolos, y los demás murieron de sus muertes; y los sepulcros que me pregunta dónde los tienen, digo que son los vientres de los indios, que los comieron las piernas y muslos, y brazos y molledos, y pies y manos, y lo demás fueron sepultados, y sus vientres echaban a los tigres y sierpes y halcones, que en aquel tiempo tenían por grandeza en casas fuertes, y aquello fueron sus sepulcros, y allí están sus blasones. Y a lo que a mí se me figura con letras de oro habían de estar escritos sus nombres, pues murieron aquella crudelísima muerte por servir a Dios y a Su Majestad, y dar luz a los que estaban en tinieblas, y también por haber riquezas, que todos los hombres comúnmente venimos a buscar.

Y además de haber dado cuenta a la ilustre fama, me pregunta por los que pasaron con Narváez y con Garay; y digo, que los de Narváez fueron mil trescientos, sin contar entre ellos hombres de la mar, y no son vivos de todos ellos sino diez u once, que todos los más murieron en las guerras y sacrificados, y sus cuerpos comidos de indios, ni más ni menos que los nuestros; y de los que pasaron con Garay de la isla de Jamaica, a mi cuenta, con las tres capitanías que vinieron de San Juan de Ulúa, antes que pasase Garay, y con los que trajo a la postre cuando él vino, serían por todos otros mil doscientos soldados, y todos los más de ellos fueron sacrificados a los ídolos en la provincia de Pánuco, y comidos sus cuerpos de los naturales de las mismas provincias. Y además de esto pregunta la loable fama por otros quince soldados que aportaron a la Nueva España, que fueron de los de Lucas Vázquez de Ayllón, cuando le desebarataron y él murió en la Florida, que qué se habían hecho. A esto digo, que no he visto ninguno, que todos son muertos, y hágoos saber, excelente fama, que de todos los que he recontado, ahora somos vivos de los de Cortés cinco, y estamos muy viejos y dolientes de enfermedades, y lo peor de todo muy pobres y cargados de hijos e hijas para casar, y nietos, y con poca renta, y así pasamos nuestras vidas con trabajos y miserias. Y pues ya he dado cuenta de todo lo que me ha preguntado, y de nuestros palacios y blasones y sepulcros, suplícaos. ¡Justrísima fama, que de aquí adelante alcéis más vuestra excelente y virtuosísima voz para que en todo el mundo se vean claramente nuestras grandes proezas, porque hombres maliciosos con sus sacudidas y esparcidas y envidiosas lenguas no las oscurezcan ni aniquilen, y procuréis que a los que Su Majestad le ganaron estas sus tierras y se les debe el premio de ello, y no se dé a los que no les debe, porque ni Su Majestad no tiene cuenta con ellos ni ellos con Su Majestad sobre servicio que le hayan hecho. A esto que he suplicado a la virtuosísima fama, me responde y dice que lo hará de muy buena voluntad, y dice que se espanta cómo no tenemos los mejores repartimientos de indios de la tierra, pues que la ganamos y Su Majestad lo manda dar, como lo tiene el marqués Cortés, no se entiende que sea tanto, sino moderadamente.

Y más dice la loable fama, que las cosas del valeroso y animoso Cortés han de ser siempre muy estimadas y contadas entre los hechos de valerosos capitanes; y más dice la verdadera fama, que no hay memoria de ninguno de nosotros en los libros e historias que están escritas del coronista Francisco López de Gómara, ni en la del doctor Illescas, que escribió El Pontifical, ni en otros modernos coronistas, y sólo el marqués Cortés dicen en sus libros que es el que lo descubrió y conquistó, y que los capitanes y soldados que lo ganamos quedamos en blanco, sin haber memoria de nuestras personas ni conquistas, y que ahora se ha holgado mucho en saber claramente que todo lo que he escrito en mi relación es verdad, y que la misma escritura trae consigo al pie de la letra lo que pasó, y no lisonjas y palabras viciosas, ni por sublimar a un solo capitán quiere deshacer a muchos capitanes y valerosos soldados, como ha hecho Francisco López de Gómara y los demás coronistas modernos que siguen su propia historia sin poner ni quitar más de lo que dice; y más me prometió, que de vivir la buena fama que por su parte lo propondrá con voz muy clara y sonante a doquiera que se hallare, y además de lo que ella declarará, que mi historia, si se imprime, después que la vean y oigan la darán fe verdadera y oscurecerá las lisonjas que escribieron los pasados.

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