Indice de la edición cibernética de Magonismo y movimiento indígena en México de Juan Carlos Beas y Manuel BallesterosUna larga resistencia contra la barbarie occidentalLas primeras batallasBiblioteca Virtual Antorcha

Magonismo y movimiento indígena en México

Juan Carlos Beas y Manuel Ballesteros

LOS ENEMIGOS DE SIEMPRE




De cómo un niño hizo chato a su hermano

Muchos años antes de que en Miahuatlán, Oaxaca, un niño de nombre Porfirio quemara las narices a su hermano Félix, ese mismo que años después sería mejor conocido como el chato Díaz, en muchos lugares del viejo Anáhuac, los pueblos autóctonos se resistían con la violencia a las agresiones de que eran víctimas. Algunos pueblos no soportaron epidemias y guerras de exterminio, como los cazcanes y los acaxes, éstos al igual que muchos otros pueblos, desaparecieron después de una lucha sin cuartel contra los invasores.

Durante el virreinato fueron numerosas las rebeliones indígenas, en la mayoría de ellas se reivindicaban territorio, autonomía y costumbre antigua. El elemento indio jugó un papel activo en la guerra de independencia. Los denominados héroes de esa gesta, estuvieron íntimamente ligados a la vida de los pueblos indios: Miguel Hidalgo hablaba otomí, Morelos se forma en pueblos purépechas, un ejército de indios y negros acompañaba a Vicente Guerrero. Al calor de la guerra de independencia, un ciudadano de Xalisco, editará los Contratos de Asociación para la República de ls Estados Unidos del Anáhuac, el cual será el primer proyecto de organización política federal; en dicho documento se reivindica la importancia de la propiedad comunal de los pueblos indios.

Debido a que liberales y conservadores fueron igualmente nocivos a los pueblos indígenas, las rebeliones continuaron. En las guerras contra los invasores franceses y norteamericanos se destacan los guerrilleros zacapoaxtlas, nahuas y las milicias mixtecas y zapotecas.

En 1876, aquel niño miahutleco que dejó al hermano chato, ya era general y al amparo del Plan de Tuxtepec se levantó en armas. Así se inicia una tiranía que durará más de treinta años. La dictadura porfirista, intima aliada de grandes capitalistas extranjeros, impondrá un proceso de modernización capitalista que necesariamente chocará de manera frontal con los intereses de las comunidades indias.

La guerra contra los extranjeros.

Durante todo el porfirato, los pueblos indígenas lucharon constantemente; la reivindicación comunalista es uno de los gritos de rebeldia más temido por la dictadura. Un buen número de estas revueltas son continuación de la guerra que desde hacía muchos años, se mantenía viva enfrentando a extranjeros e indígenas.

El Plan de indios Huaxtecos de Tantocuya, señalaba:

Declaramos guerra a muerte a la propiedad.

Veintiún años después, Juan de Mata Rivera, editor de el periódico El Socialista, terminaba un artículo proclamando:

¡Quitad a los curas los diezmos. Abajo el tlacualtomin (1); quitad a las haciendas las tierras usurpadas con la justicia y el derecho!

El el Plan de Tuxtepec, don Porfirio se comprometió a atender las solicitudes de los pueblos indígenas de restitución de las tierras; al no cumplir lo acordado, se rebelaron diferentes comunidades étnicas.

En 1877 los campesinos otomíes toman haciendas, en diferentes lugares del Estado de Hidalgo, ello provoca una polémica donde los ricos discuten si se trataba de comunismo o de tribus salvajes.

Las llamadas Comunidades Agrarias luicharon a través de la expropiación en contra de las haciendas y de sus antinaturales leyes.

También en 1877 se revive la guerra en Sierra Gorda; aquí los indígenas reclaman el poder para el pueblo en armas; esta revuelta sacudió los Estados del centro-norte del país, logrando dominar amplia zona por más de diez años. Juan Santiago, al frente de un ejército indio, toma Tamazunchale al grito de: ¡Muerte a todos los que llevan pantalón! En 1882 se toma Cd. del Maíz, la guerra comunista obliga al gobierno a restituir tierras comunales. Sobreviene luego una paz asegurada por dos divisiones federales.

En 1882, se rebelan de nueva cuenta los zapotecos del istmo, ahora encabezados por Ignacio Nicolás. Los juchitecos y los sanblaseños mantuvieron una resistencia sorda frente a las imposiciones de los gobiernos estatal y federal, encabezados por los hermanos Díaz; años antes, Juárez había ordenado en dos ocasiones incendiar Juchitán.

El Chato Díaz moriría en campaña contra los llamados tecos, los dixha zaá. Don Porfirio nunca los perdonó, pero sus comenttados amoríos con la bruja y cacica de Tehuantepec, Juan Cata R., lo mantuvieron cerca del Istmo de Tehuantepec. Al igual que otras naciones indígenas, la del Istmo combatía por la defensa de los recursos y de la autonomía, en una larga lucha que persiste con fuerza hoy en día.

La guerra sagrada de los Yaquis.

Por su parte, en el norte del país, los pueblos yaquis habían reiniciado su lucha contra el yori (2) en 1875. El Capitán General del Yaqui, Cajeme, encabeza una confederación de todos los indios de Sonora para recobrar las tierras perdidas. En esta guerra permanente, el porfirismo estuvo a punto de exterminarlos.

Ya los temastianes o agoreros invitan a la guerra; en las fiestas se baila el pascol (3), en burla a los blancos: el tiempo de recuperar ha llegado. El ejército federal asalta la fortaleza yaqui de Buatachive, en donde ondea la bandera roja; son derrotados los indígenas, corría el año de 1886.

La persecución y las enfermedades medran a los yaquis que se refugian en las serranías de El Médano. Un barco, El Demócrata, persigue y captura indios refugiados en las islas y los tira a un mar erizado de tiburones. Cajeme moriría en 1887, ejecutado.

La Asamblea de los Ocho Pueblos decide continuar la guerra santa por la tierra, los ancianos nombran a Tetabiate como jefe; éste sigue el ejemplo que dejara Anabayulet (4), el primer jefe yaqui que enfrentó a los españoles.

Los yaquis no dejan de hostilizar a los yoris, valiéndose de las guerrillas, detienen los trabajos que intenta el gobierno federal a través de la Comisión de Fomento: los canales, esas heridas hechas a la tierra no debían ser construidos.

Los generales porfiristas ante el empuje de los yaquis declaraban que el único medio existente para domesticar a la fiera era la muerte. Después de las batallas de Beacum, Nogales y Mazocoba, en el año de 1901 morirá Tetabiate y miles de yaquis serían asesinados, y otros miles conducidos a tierras lejanas, a encontrarse con la muerte de las haciendas tabacaleras del Valle Nacional, o de las henequeneras de Yucatán.

Para don Porfirio y socios, la única forma de apropiarse de las ricas tierras de los valles del Mayo y del Yaqui, consistía en exterminar a los pueblos indios. Pero estos pueblos aún no olvidan decir biba atoha (¡rebelarse!).

Pocos años después de la muerte de Tetabiate, los yaquis se volverán a poner en pié de lucha, encabezados ahora por Sibalaume, quien se aliará a los rebeldes magonistas.

La santa de Cabora invita a la rebelión.

En los años de 1893 y 1894, la Sierra Taraumara en el Estado de Chihuahua ardería en rebelión. esta revuelta estaría inspirada por la santa rebelde, Teresa Urrea, llamada también La Doncella de Cabora. Fue cuando los pueblos de Tomochic y Temosáchic desafiaron al ejército federal impulsados por una muchacha de dieciocho años, originaria de Ocoroni, la cual había resucitado y hacia curaciones milagrosas.

La fama de esta lideresa juvenil se extendió entre los indios, naciendo el culto llamado teresismo. Los peregrinos llegaban de muchos pueblos; cuando volvían a sus comunidades la gente escuchaba, sorprendida y alborosada, minuciosos relatos que hablaban de la fuerza que tenía la santa.

La Doncella de Cabora recorrió los pueblos y predicó que todos los actos del gobierno y del clero eran malos. La virgen difundía un mensaje apasionado de justicia y libertad que traía del cielo: la divinidad invitaba al combate social.

Los ganaderos ricos levantaros calumnias sobre el pueblo de Tomochic para despojarlo; el gobernador Lauro Carrillo, hizo su parte: ordenó que fueran fusilados los tomochitecos, pero éstos lograron derrotar a los federales en 1891. La revuleta cundiría en la región durante varios años; los santos, que surgían como hongos, hablaban de salvar las tierras y de la lucha contra la dictadura.

Mientras en 1892, los Flores Magón iniciaban a tambor batiente sus actividades políticas en el centro del país, en la Sierra Tarahumara ardía la hoguera del fanatismo y Teresa Urrea era encarcelada y desterrada a los Estados Unidos. Los periódicos de la época hablaban de los tomoches como un grupo de fanáticos que se habían vuelto locos.

De los cinco mil sublevados que había puesto en pie de guerra la santa de Cabora, más de tres mil eran indígenas, Tomóchic y Temosáchic fueron barridos con artillería Bang, y cientos de rebeldes cayeron asesinados (5).

La santa de Cabora moriría en 1906 a la edad de Cristo, difundiendo a través de un periódico, ideas de reivindicación social y de lucha; el periódico se llamó El Independiente, y el mensaje de guerra santa por la libertad había tomado ya la orientación magonista del periodico.

La gesta de los cruzoobs.
Arderá la tierra. Aparecerán círculos blancos en el cielo, en el día que ha de llegar ... ¡Ya está viniendo! ¡Serán esclavas las palabras, esclavos los árboles, esclavas las piedras, esclavos los hombres, cuando venga!
Libro del Vaticinio de los trece katunes.

En la península de Yucatán, cuando don Porfirio toma el poder en 1876, una gran zona es región liberada y se encuentra en poder de los mayas, sobrevivientes de la guerra de castas que encabezaran los jefes Cecilio Chi, Jacinto Pat, Florentino Chan, Bonifacio Novelo y Venancio Pec.

Los mayas logran conservar una parte importante de territorio y convierten a Chan Santa Cruz, en capital de la resistencia y lugar en donde la Cruz Parlante invita a la independencia.

Miles de mayas libres constituyen un reto para la dictadura porfirista, éstos junto a los yaquis, tenían encima al quince por ciento del ejército federal. En diferentes años, don Porfirio ordenó campañas militares contra los sublevados al corazón mismo del reino de la Cruz Parlante, en las actuales selvas de Quintana Roo.

En 1901 la tropa federal entra en Chan Santa Cruz y encuentra la población desolada, la sed los lleva a tomar agua del cenote, agua envenenada por los insumisos: decenas de soldados murieron y la tropa ya no pudo perseguir a los rebeldes que se habían refugiado en Dzula, lugar ubicado a cien kilómetros de allí; cien kilómetros de selva.

La raza maldita, como la llamaban los curas, hacendados y políticos, se resistía en el sur, mientras miles de mayas y yaquis, coexistían en un ambiente de esclavitud y vejaciones en las haciendas henequeneras del norte de la península.

Años después Tepich, capital rebelde en la época de la guerra de castas, sería estremecida por los bombazos magonistas. Los tiempos locos debían de terminar.

El principio del fin.

Un año antes de que en diferentes lugares del territorio mexicano se manifestará la acción reivindicatoria de los magonistas, persiste en la Sierra Gorda la rebeldía; Vicente Cedillo se levanta en armas en minas viejas, San Luis Potosí, en 1905.



Notas

(1) Término nahuatl. Trributo en trabajo o en especie que pagaba el pueblo bajo a los sacerdotes. (NdA)

(2) Término yaqui con el cual se designa al blanco extranjero, incluye a los mestizos. (NdA)

(3) Baile ceremonial de los yaquis en el cual se hace referencia burlesca a los yoris. (NdA)

(4) Representante-jefe-principal yaqui del siglo XVI que declaró la guerra contra los invasores iberos. Fue el primer representante yaqui que se negó a ser conquistado. (NdA)

(5) Véase, haciendo click aquí, Frías, Heriberto, Tomochic, México, Biblioteca Virtual Antorcha, primera edición cibernética, mayo del 2007, captura y diseño, Chantal López y Omar Cortés.(NdE)
Indice de la edición cibernética de Magonismo y movimiento indígena en México de Juan Carlos Beas y Manuel BallesterosUna larga resistencia contra la barbarie occidentalLas primeras batallasBiblioteca Virtual Antorcha