Índice de Autobiografía de la Revolución Mexicana de Emilio Portes GilCAPÍTULO VIII - Portes Gil, presidente de la República. Su doctrina y su obra - Rompimiento de relaciones con RusiaCAPÍTULO VIII - Portes Gil, presidente de la República. Su doctrina y su obra - Los partidos de oposiciónBiblioteca Virtual Antorcha

AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA

Emilio Portes Gil

CAPÍTULO OCTAVO

PORTES GIL, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA. SU DOCTRINA Y SU OBRA

EL PARTIDO NACIONAL REVOLUCIONARIO. LOS CAMBIOS DE NOMBRE QUE HA SUFRIDO
Partido de la Revolución Mexicana. Partido Revolucionario Institucional. Organizaciones que lo integran: Confederación Nacional Campesina, Confederación de Trabajadores de México, Confederación Regional Obrero Mexicana, Confederación General de Trabajadores, Sindicato de Petroleros, Sindicaro de Mineros, Sindicato de Ferrocarrileros, Sector Popular, Confederación Popular de Organizaciones Populares, Confederación de Maestros.


La fundación del P.N.R. fue uno de los acontecimientos políticos más importantes en el devenir histórico del movimiento revolucionario mexicano, aún en marcha. Constituye hoy, sin discusión alguna, la institución política de más arraigo en las clases populares del país. Marca una cumbre alcanzada por el esfuerzo; señala una conquista, la firme conquista del imperio de la legalidad y de las instituciones; abre un nuevo campo al desarrollo de la vida política de la Nación dentro de normas fijas y de elevada cualidad ética, y afirma, de manera rotunda e inconmovible, la unificación de los elementos revolucionarios genuinos, asegurando para el futuro, a esos elementos, y de acuerdo con la doctrina avanzada del Estado, la dirección política, administrativa e ideológica de las masas trabajadoras, obreras y campesinas del país, que constituyen la abrumadora mayoría de sus habitantes.

El P.N.R. surgió como una necesidad biológica en momentos de aflicción, de desorientación y de duda, cuando era necesario un organismo capaz de acabar con la inmensa niebla de las indecisiones políticas; capaz de representar y aunar todos los elementos revolucionarios de la República, y sostener, por encima de todo y de todos, los postulados y conquistas de la Revolución Mexicana.

El P.N.R., Instituto Político de la Revolución Mexicana, fue el crisol en el que se fundieron y cristalizaron viejos anhelos de bienestar y de mejoramiento del pueblo, concebidos en las horas de esclavitud y de desesperanza, amasados con la sangre vertida en todos los campos de lucha, y mantenidos a flote, con esfuerzo tenaz, en medio de todas las tormentas y a pesar de todos los naufragios.

La Revolución, iniciada en 1910, apenas si inscribió en sus banderas el ideal de hacer del sufragio un derecho de ejercicio libre y efectivo: el de evitar las indefinidas reelecciones que acaban por despertar en los mandatarios la idea de que los pueblos y los territorios que gobiernan, les han sido otorgados, por divino derecho, en completa e indisputable propiedad. Pero era bastante, por el momento, la reivindicación de los derechos políticos de las masas, y éstas así lo comprendieron y fueron ciegamente tras el hombre que, sintiendo anhelos colectivos, valiente y decididamente se ponía ante ellas para conducirlas a la conquista de esos ideales.

Este hombre cayó en la lucha y la Reacción no sólo usurpó el poder, sino que durante largos meses lo ultrajó y lo manchó con su infame estigma de traición y de vicio.

Pero ese momento, que es un borrón nefasto sobre las páginas de la historia de nuestras luchas libertarias, fue aprovechado brillantemente por los revolucionarios de hondas convicciones y de clara visión futurista, para iniciar la lucha por la conquista no sólo de los derechos políticos, sino de los derechos económicos de los trabajadores: tierra para los campesinos, garantías para los obreros. Un mejor disfrute de la riqueza a base de una distribución más equitativa de los elementos de la producción.

Y así fue como el triunfo de las falanges revolucionarias, constituidas por el propio pueblo, sobre las legiones pretorianas de la usurpación, los nuevos ideales reivindicadores tomaron carácter de ordenamiento legal, y la nueva Constitución Política de México escribió en sus páginas los postulados que incluyen los artículos 3°, 27, 28, 123 y 130, en los que se sienta la doctrina de que hay que poner la tierra en manos de quienes la trabajan, y hay que dar al obrero, en el taller y en la fábrica, todas las ventajas posibles desde un punto de vista más justo y humanitario.

Las masas que, al mismo tiempo que sentían el beneficio real de las leyes reivindicadoras de sus derechos, iban adquiriendo la educación necesaria para comprenderlas, exigirlas y defenderlas, durante larga época tuvieron los ojos fijos, con fervor fetichista, en los hombres, jefes o caudillos, que para ellos encarnaban el símbolo de la lucha o resumían en sí la gloria de la conquista alcanzada. Desde los viejos tiempos de las primeras luchas por la libertad, por la independencia política, por la Reforma, las masas mexicanas se acostumbraron a seguir al caudillo. Y lo numeroso de los caudillos creó la multiplicidad de los sectores entre el conglomerado del pueblo, y así se incubaron y germinaron luchas sangrientas que costaban, que exigían tributo de vidas útiles y de necesarios elementos de producción y de riqueza; luchas que al desperdiciar unas y otros, retardaban el progreso social de la masa oprimida y sufriente.

Transcurrían los años, y los ideales que habían hecho surgir la Revolución iban tomando forma en el terreno de la realidad; quizás muy lentamente, porque faltaba el esfuerzo unido, el empuje final de los elementos verdaderamente revolucionarios, pero que, al principio divididos y dispersos, ocupados en atender intereses de banderías y ambiciones individuales, acababan por detener la marcha del pueblo.

Ejemplos hubo de grupos, de sectores revolucionarios unidos en partidos políticos, que resultaban antagónicos y de los cuales, en alguna ocasión, brotó la mala yerba de la defección, que encendió contiendas y desparramó energías, sin más objeto ni provecho que mantener a un hombre en el poder o derrocar a otro. ¡Estéril gasto de esfuerzos, de vidas y de sangre!

Así llegamos al momento en que un fuerte sector revolucionario, que había quedado en pie después de defecciones y desintegraciones, se agrupó en derredor de un hombre, de un verdadero caudillo, que iba a guiar por segunda vez la nave del Estado. Todo parecía desarrollarse en un ambiente de tranquila naturalidad, cuando extendió la reacción su zarpa destructora y el caudillo quedó tendido sobre su propia sangre. Vino la desorientación entre los revolucionarios. Ante las fuerzas enemigas, siempre en vela, activas siempre, surgió nuevamente la amenaza de la defección, de la desintegración por debilitamiento y por falta de cohesión.

Las conquistas logradas por el movimiento reivindicador, que ya duraban tantos años, quedaban en peligro, a merced de contingencias adversas.

¿La salvación de aquel momento era buscar un nuevo prestigio en derredor del cual se hicieran otra vez compactas las filas de los revolucionarios? No; los hombres y los prestigios sucumben; sólo sobreviven los principios y las instituciones.

Como única y segura solución a la gravedad del momento que estaba viviendo la Revolución, después de 18 años de iniciada, se impuso, naturalmente, la organización institucional. Y sufrió la necesidad urgente de buscar y obtener el medio de unificar a todos los elementos revolucionarios para seguir con ellos la jornada no ya en pro de un hombre, de un prestigio, de un caudillo, que como hombre está sujeto a las contingencias y a la muerte, sino en pro de algo más sólido, más duradero, más en concordancia con la nueva ideología revolucionaria: en pro de las instituciones.

El medio de unificación para realizar tan elevado ideal era la formación de un Partido de Estado, bajo cuya bandera se agruparan todos los revolucionarios de buena fe y del cual surgiera el respaldo unánime a las instituciones.

Un Partido que concentrara en sí todas las aspiraciones de la Nación, que fuera como la efectiva emanación de la opinión pública; que emplazara a los enemigos todos de la Revolución, para demostrarles que ésta tiene finalidades altas; un Partido que buscara en una organización institucional la verdadera liberación del pueblo y la completa dignificación de la política nacional.

De esta manera se podían plantear y resolver de una vez todos los principales problemas del país, cuya solución, de no someterse a las normas generales impuestas por un partido de luchadores del ideal revolucionario, resultaba prácticamente imposible. El Partido, pues, debería resumir en sí todos los antecedentes de nuestras pasadas luchas y debería tratar de reconstruir el pensamiento revolucionario en toda su pureza, a fin de atraer y unificar a los elementos desorientados y trazar los cauces del progreso de la Nación.

Por desgracia, después de 18 años de iniciada la Revolución de 1910, carecía de un organismo que agrupara, de manera permanente, al grupo revolucionario y garantizara su permanencia en el poder. Surgieron, sí, vigorosos partidos políticos en algunos Estados: el Partido Socialista del Sureste, fundado en Yucatán por Felipe Carrillo Puerto, y el Partido Socialista Fronterizo, creado por mí en Tamaulipas, siendo estos dos organismos de Estado, los que mejor orientaban, interpretaban y cumplían el programa avanzado de la Revolución. Otros partidos nacieron al calor de las luchas políticas, para después desvanecerse, tales como el Liberal Constitucionalista, el Cooperatista, el Laborista y el Agrarista.

Algunos sustentaban su ideología en un aspecto parcial del programa de la Revolución. Otros más se fundaron con fines marcadamente personalistas, alentados casi siempre por los grupos afines a connotados caudillos militares, con el fin de actuar en las inmediatas luchas electorales.

Así, careciendo la Revolución hasta el año de 1928 de un organismo político que fusionara a los dispersos elementos revolucionarios y disciplinara debidamente las tendencias dislocadas de los grupos regionales, cuando el presidente Calles, siendo yo secretario de Gobernación, me expuso su proyecto de fundar un partido que realizara la unión de la familia revolucionaria, no pude menos que expresarle mi satisfacción por su patriótica y generosa idea, ya que por fin se iniciaba la fundación de un organismo que fuese sostén y guía en todos los órdenes del pensamiento revolucionario.

En la misma ocasión me pidió el presidente le explicara cómo funcionaba en Tamaulipas el Partido Socialista Fronterizo. Comencé por decirle que su proyecto de fundar un partido me parecía laudable, ya que la experiencia obtenida en Tamaulipas (donde sin tapujos de ninguna especie funcionaba como organismo oficial el Partido Socialista Fronterizo, desde hacía cinco años), me había convencido de lo benéfico que resultaría la creación de tal institución, no sólo en el aspecto democrático, por el gran entusiasmo despertado en el pueblo para tomar parte en las contiendas electorales, sino, principalmente, desde el punto de vista social por la labor eminentemente cultural y de orientación que podría desarrollarse en beneficio de la colectividad. Además se lograría, como lo venía logrando el Partido Socialista Fronterizo, terminar con las pugnas entre los grupos políticos que, desde tiempo inmemorial, se venían sucediendo y que frecuentemente llegaban a la violencia y al derramamiento de sangre.

El Partido Socialista Fronterizo, en Tamaulipas, tenía una doble función: la propiamente electoral y política, y la social. En cuanto a la primera, la designación de candidatos a los puestos de elección se hacía por medio de plebiscito, en los que los campesinos, los obreros y los demás integrantes de la organización elegían libremente a sus candidatos. En estos actos, ni las autoridades, ni los dirigentes del partido, intervenían para nada y jamás ejercían coacción para lograr la libre emisión del sufragio. Mi propósito al formular los Estatutos del Partido, continué explicando al presidente, fue el logro de una democracia funcional, en la cual participasen todos los organismos sociales que tuviesen alguna representación. De esta manera se logró la integración de ayuntamientos, patronatos para obras de beneficio público, de sociedades de padres de familia (que en Tamaulipas funcionaron antes que en ningún otro Estado de la República); de juntas de beneficencia y ligas antialcohólicas de mujeres, en las que estuvieron representados todos los sectores populares; sindicatos, comités agrarios, cooperativas, ligas de poseedores, cámaras de comercio, de industria y sociedades mutualistas.

Antes de la designación de candidatos, los trabajos de propaganda electoral asumían caracteres de apasionada lucha entre los diversos grupos. Las autoridades se limitaban a otorgar garantías y, como los precandidatos eran miembros de la organización y adictos al régimen, se declaraba triunfantes a quienes realmente habían tenido la mayoría de votos. Pasado el plebiscito los grupos acataban el fallo y volvía la tranquilidad a las filas de la organización.

En cuanto al programa social y cultural no dejaba de desarrollarse ni un solo día, aun en los momentos más agitados de la lucha. Todos los domingos se reunían en las ciudades, pueblos, villas, congregaciones, rancherías, centros ejidales, sindicatos y cooperativas, los agremiados para presenciar el desarrollo de un programa cultural que incluía conferencias accesibles y útiles sobre civismo, antialcoholismo, cooperativismo, educación, deportivas, representaciones teatrales, de temas revolucionarios, números de canto y de baile. Funcionaban en las poblaciones, sostenidos por el partido, centros culturales obreros en que se impartía enseñanza de pequeñas industrias, música, costura, formación de orquestas, orfeones y conjuntos teatrales de drama y comedia que divulgaban ideas orientadoras y que recorrían los municipios del Estado haciendo representaciones que llegaban al alma del pueblo. En todas las escuelas se izaba la bandera y se cantaba el Himno Nacional y el de Tamaulipas. Igualmente, bajo el patrocinio del Partido, funcionaban escuelas nocturnas de alfabetización para adultos. El año de 1927, según estadísticas de la Secretaría de Educación Pública, Tamaulipas ocupaba el primer lugar entre los Estados, por el número de escuelas que sostenía, por los mejores sueldos que se pagaban, por el porcentaje de niños que asistían, así como por el menor número de analfabetos.

La era de depuración política y administrativa, iniciada en Tamaulipas durante el período de 1925-1929, creó un ideario que con el tiempo y mientras funcionó el Partido Socialista Fronterizo, constituyó un código de conducta gubernamental, con los siguientes postulados básicos:

I. Los funcionarios son los servidores de la comunidad.

II. Los funcionarios del Estado deben tratar al público con toda atención, cortesía y respeto.

III. La vida pública y privada de los servidores del Estado debe ser un ejemplo para el pueblo.

IV. A los funcionarios públicos les está terminantemente prohibido dedicarse a actividades o negocios lucrativos, debiendo vivir única y exclusivamente de los emolumentos que el Estado les pague por sus servicios.

V. El funcionario público debe ser tolerante y su proceder en el desempeño de sus funciones, de absoluto respeto a las leyes.

VI. Es deber ineludible de las autoridades del Estado velar siempre por el bien común y mostrarse incansables en la prestación del servicio social.

VII. Las autoridades deben tener como norma el respeto a los derechos de sus gobernados y combatir, por cuantos medios estén a su alcance, las inmoralidades en que incurran los servidores del gobierno en el desempeño de sus funciones.

VIII. Todos los ciudadanos de Tamaulipas tienen la obligación de denunciar ante el superior jerárquico los abusos que cometan los funcionarios y empleados públicos en el desempeño de sus cargos.

IX. El poder público debe ejercitarse siempre con mesura y los mandatarios del pueblo tienen la obligación de impartir amplia y cumplida justicia a sus gobernados.

X. Las organizaciones obreras y campesinas y demás integrantes del partido, deben velar para que los funcionarios públicos cumplan estrictamente con sus deberes y exigir a sus representantes el cumplimiento del programa social de la Revolución Mexicana.

Ante la necesidad, tan patente, de organizar ese partido unificador, necesidad reconocida por todos los revolucionarios que militaban activamente en las filas de la lucha social, por aquellos días, nos dimos a la tarea de organizarlo. Se sentaron las bases, adaptándose en lo general, los Estatutos del Partido Socialista Fronterizo. Se redactó el proyecto de Constitución, y, finalmente, se convocó a una gran convención nacional, que después de estudiar y discutir unas y otros, votara y firmara el acta constitutiva de lo que en adelante había de ser el Partido Nacional Revolucionario. La convención tenía, además, el encargo de designar candidato nacional revolucionario a la primera Magistratura del país, ocupada a la sazón por un presidente interino.

Como asiento de la convención se eligió la ciudad de Querétaro y en ella el Teatro de los Héroes, histórico recinto donde años antes se establecieron las bases sobre las que descansan las nuevas instituciones, las que causaron una transformación de la vida política, económica y social del país, y trajeron como consecuencia la liberación de las clases productoras y el arraigo de una concepción de mayor justicia y de más humanidad en las conciencias de los trabajadores de la ciudad y del campo.

El día 1° de marzo de 1929 se instaló la Convención, a la que concurrieron por millares delegados de todas partes del país; en ellas, lo recuerdo, había entusiastas representaciones que alentaban unánimemente el impulso que señala, imperativo, el cumplimiento del deber cívico; pero una circunstancia meramente ocasional, creada por diferencias de criterio en cuestiones de política electoral del momento, estuvo a punto de dar al traste con los buenos propósitos de los convencionistas, provocando entre ellos una escisión que amenazaba con trocarse en lamentable cisma. Por fortuna se impuso el buen juicio y la inmensa mayoría de los delegados se quedaron a trabajar empeñosamente por la organización de los revolucionarios del país en una institución representativa de la opinión pública y revolucionaria de México; el Partido Nacional Revolucionario, frente único nacional, que había de ser una fuerza incontrastable que oponer lo mismo a las de la reacción que a las de los políticos claudicantes de la Revolución misma.

Así como dos años antes, el pueblo, desorganizado, disperso, había sabido defender sus conquistas sin ilusionarse con espejismos ni dejarse llevar por aquellos que claudicaron por intereses personales o desmedidas ambiciones, así los miembros del Partido Nacional Revolucionario serían los nuevos legionarios, encargados de defender, en todo tiempo y en todo el territorio nacional; las conquistas de la Revolución, y de seguir luchando por alcanzar y consolidar cuantas más el pueblo necesitare para su emancipación o su bienestar.

Con estas bellas tendencias dieron principio al estudio y la discusión de los postulados que se habían consignado en los proyectos preparados de antemano. Pero los debates, que comenzaron interesantísimos, que seguramente iban a emular las doctas y animadas discusiones de los Constituyentes que años atrás emplearon toda su dialéctica para fijar las avanzadas teorías modernas y plasmadas en claros y concisos artículo de la Carta Magna, tuvieron que abreviarse, porque precisamente ocurrió lo que se trataba de evitar con la creación de un partido unificador de los revolucionarios: varios grupos de éstos, descontentos y secundados por sus jefes, malos militares, enarbolaron el día 3 de marzo, la bandera de la rebelión en los Estados de Sonora, Chihuahua, Coahuila y Veracruz.

Repetimos que los últimos toques a la constitución del partido se dieron en forma precipitada, entre el estruendo de los combates que provocó la asonada militarista de 1929, cuando los delegados reunidos para deliberar en plena paz sobre los destinos de la organización política y de la sucesión presidencial, se vieron obligados, por la fuerza de las circunstancias, a cambiar su representación pacífica por la carrillera y el rifle de los soldados ciudadanos obreros y campesinos que, fieles a su convicción y a sus deberes, salieron a la defensa del gobierno para combatir a los elementos políticos, trastornados por el atentado de la reacción.

En México ha habido siempre un grupo de hombres leales dispuestos a arrostrarlo todo, a sacrificarlo todo por la independencia de nuestro país, por la implantación y conservación de los más avanzados principios socialistas, y por el bienestar de sus conciudadanos. Este grupo, a veces ha trabajado en el laboratorio de las ideas, en la calma del poder conquistado, con la serenidad propia del hombre de trabajo que busca la manera de aplicar, en la práctica, las ideas que concibieron los grandes pensadores inspirados por un anhelo elevado de justicia social; entonces han surgido las constituciones políticas de 1857 y 1917, simbólicamente promulgadas el mismo día del mismo mes; entonces han surgido sus últimas reformas, entre las que se cuentan el tercer Precepto Constitucional.

Pero casi siempre ese grupo ha tenido que precipitar las soluciones de los problemas patrios, formulándolas bajo la tienda de campaña, junto a la hoguera del vivac o en medio del fragor de la metralla. Entonces, ese grupo se ha llamado: Morelos en Chilpancingo, Guerrero en el sur, Zaragoza en Puebla, Escobedo en Querétaro, Juárez en su dolorosamente heroica peregrinación, Madero en Ciudad Juárez, Carranza en Guadalupe, Obregón en Celaya, Zapata en Morelos ... Al sonar la hora, ese grupo ha tenido que abandonar la tranquilidad del aerópago para ir, a veces con un solo puñado de ciudadanos, a defender el ideal de las instituciones cívicas.

Y hubo que aprobar en la Convención, festinadamente, preceptos que no lograron traducir el propósito de los fundadores del partido. La confusión en que fueron concebidos, dio lugar al fenómeno de que el partido, en el ejercicio de sus actividades, viniese a presentar, más que el aspecto de un partido nacional, el de una confederación de grupos de las distintas entidades federativas, muchos de ellos honda y fatal y lamentablemente divididos por diferencias de intereses particulares, según lo expresó con todo acierto el Proyecto de Reformas a los Estatutos del Partido Nacional Revolucionario, presentando un programa completo de reformas políticas, sociales, económicas y culturales de acuerdo con el momento que vive el pueblo mexicano y la humanidad y que satisficiese las aspiraciones de mejoramiento que reclaman las clases laborantes del país.

Era, pues, necesario ajustar, ya en la calma de la paz asegurada y de las instituciones establecidas imperantes, los ordenamientos del Instituto Político de la Revolución, que dentro del Estado coopera con su gobierno, y fuera de él vela por su conservación y por el perfeccionamiento de su programa, a esas nuevas formas de renovación social de la época, y de reflejar fielmente las aspiraciones que las colectividades deben asumir, para ponerse más en contacto con la realidad viviente.

Los Estatutos reformados realizaron plenamente la tendencia del partido, que era unificar en un solo grupo las fuerzas políticas de la Revolución y dar al funcionamiento de ese solo grupo las modalidades prácticas que le aseguren para el futuro su vida institucional.

Ante la situación anormal creada por este paso imprudente de los inconformes, que costó a los directores la vida a unos, el exilio a otros y el fracaso a todos, la Convención violentó sus trabajos y, a las 12 horas y 20 minutos del día 4 de marzo de 1929, se declaró formal y legítimamente constituido el Partido Nacional Revolucionario, y se aprobó el acta respectiva, que fue firmada por todos los asambleístas.

He aquí algunos de los postulados doctrinarios que contiene la declaración de principios del P. N. R., adoptada por la Convención:

El Partido Nacional Revolucionario, fundado por las mayorías proletarias de la Nación, tiene por objeto mantener, de modo permanente y por medio de la acción política, social y administrativa de los elementos revolucionarios del país, una disciplina de sostén al orden legal, y definir y depurar cada día más la doctrina de la Revolución, así como realizar y consolidar las conquistas de ésta.

Consecuente con esa tendencia y a fin de lograr la unidad de acción de las fuerzas que lo integran, el Partido Nacional Revolucionario asume la organización y el control de todos los elementos revolucionarios del país, unificándolos en una sola institución política.

El partido proclama como suya la doctrina constitucional de la República y en particular los postulados de la Constitución Federal, que contienen la reforma social por la que luchó el pueblo mexicano, y acepta en forma absoluta y sin reservas de ninguna naturaleza el sistema democrático y la forma de gobierno que establece la misma Constitución.

Luchará por hacer cada vez más efectivos en México la libertad del sufragio y el triunfo de las mayorías en los comicios. Procurará la estabilidad de los gobiernos emanados de su acción política. Ayudará y estimulará el acceso de la mujer mexicana a las actividades de la vida cívica.

Será una de sus finalidades esenciales, realizar en nuestro país un mejor medio social. Reconoce que el progreso material y cultural de México están subordinados a las condiciones económicas y mentales del pueblo, y señala la urgencia de dedicar todos los esfuerzos y todos los recursos posibles al mejoramiento integral de las masas populares. Reconoce en las clases obreras y campesinas el factor social más importante de la colectividad mexicana. Indica su anhelo de hacer de México un país grande y próspero en la elevación cultural y económica de esas grandes masas de trabajadores de las ciudades y del campo. Por lo tanto, velará por la promulgación y cumplimiento de leyes que garanticen los derechos del proletariado, hasta ahora menoscabados por la superioridad de los explotadores sobre los explotados, y procurará demandar e imponer normas legales de protección y de civilización al conglomerado indígena del país, incorporándolo a las actividades de la vida nacional como uno de nuestros grupos étnicos más valiosos.

El Partido Nacional Revolucionario declara que la política internacional de México debe basarse en el sostenimiento, constante e indeclinable, de su soberanía, de sus principios revolucionarios y sus leyes, del cultivo de las relaciones amistosas con todas las naciones de la tierra, particularmente con las de la América Latina; en el desconocimiento de doctrinas extrañas que se traten de aplicar a los derechos nacionales e internacionales; el desarrollo del comercio internacional y la garantía, dentro de las leyes, de los derechos y actividades honestas de los extranjeros radicados en la República.

Cuidará de ayudar a la reorganización económica del país, procurando que los gobiernos emanados de su acción política dediquen sus mayores energías a continuar la labor de reconstrucción que se ha iniciado ya, comenzando por el saneamiento de las finanzas de acuerdo con los nuevos principios revolucionarios. Estas son, sin discusión, alguna, aquellas que sostienen la concepción del Estado regulador a la que el C. Presidente le ha fijado, como índices precisos, la tendencia al dominio proletario sobre las fuentes de producción.

En materia educativa, propenderá a la elevación del nivel cultural de nuestro pueblo, a base de una ideología social nítidamente definida; al mejoramiento físico del individuo por medio del deporte; al establecimiento de una escuela activa y utilitaria; a la depuración y conservación de nuestras costumbres y al cultivo de nuestra estética en sus diversas manifestaciones.

El Partido Nacional Revolucionario considera que para la realización de sus postulados es indispensable que los puestos gubernamentales sean ocupados por personas cuya filiación, idoneidad y moralidad garanticen sus propósitos. Por lo tanto, luchará dentro de nuestras normas constitucionales y legales porque la integración de los gobiernos se haga con hombres de ideología revolucionaria, cualquiera que sea su posición social, siempre que estén moral e intelectualmente capacitados para llevar a cabo la realización del programa eminentemente patriótico de la Revolución.

A ese propósito el partido acepta el principio antirreeleccionista en forma clara y concreta, como el factor más importante para el perfeccionamiento de nuestra democracia, ya que es, sin discusión alguna, el motivo mejor, defensivo y salvador, de las instituciones.

Tal es, en síntesis, el núcleo central de las doctrinas del partido y de las actividades que viene sosteniendo e intentando sostener a través de los años.

El Partido Nacional Revolucionario ha venido identificándose cada vez más con los gobiernos avanzados emanados de su seno.

Para colaborar con ellos, trazó con mano firme y visión iluminada el Plan Sexenal; que es el documento político más importante formulado en México, después de la Carta Magna.

Posteriormente, con ese prurito que tienen algunos de los hombres que llegan al poder, de imprimir la fuerza de su personalidad en las instituciones, el Partido Nacional Revolucionario cambió su nombre, llamándose en tiempo de Cárdenas, Partido de la Revolución Mexicana, y desde el régimen del licenciado Alemán, Partido Revolucionario Institucional.

La transformación que, por iniciativa del presidente Cárdenas, se operó en el Partido Nacional Revolucionario y que dio entrada a la política activa a los organismos campesinos y obreros y a los sectores popular y militar, fue, sin duda, un generoso esfuerzo que -de no haber mediado la incomprensión de los líderes encargados de interpretar semejante reforma- se habría traducido en una fuerza incontrastable en favor del organismo político de la Revolución. Cuando el general Cárdenas se resolvió a modificar la estructura del antiguo Partido Nacional Revolucionario, lo hizo con el objeto de corregir los vicios de que dicha institución adolecía, y, además, con la intención de darle fuerza orgánica. Pero lo que se ha obtenido, en la práctica, es el debilitamiento del partido, ya que quienes dirigen tal política son los líderes de las centrales proletarias que -en su afán de robustecer su personalidad- no omiten esfuerzo ni medio alguno para satisfacer sus apetitos, así sean ellos contrarios a los propósitos patrióticos de la colectividad.

Por lo que respecta a la intervención que el propio presidente Cárdenas dio al ejército en la política del país, la considero como uno de los más crasos errores. Con tal intervención se desvirtuó por completo la alta misión encomendada a nuestro instituto armado, de guardián de las instituciones. Como consecuencia de esa ingerencia en la lucha electoral, la disciplina militar comenzaba a relajarse en forma alarmante y no es aventurado afirmar que, de haber seguido por ese camino, el peligro que tal situación crea puede ser una verdadera amenaza para la tranquilidad pública.

Afortunadamente el presidente A vila Camacho reformó el acuerdo dictado por el general Cárdenas sobre la intervención del ejército en el Partido de la Revolución Mexicana, habiendo quedado nuevamente dedicado a su misión militar.

Ahora bien, mientras exista un partido revolucionario que garantice al pueblo el ejercicio de gobierno, la Revolución se realizará en la forma pacífica y creadora de la acción política. Cuando no exista ese partido, la Revolución volverá a manifestarse por medio de la violencia, en la guerra civil.

Estas firmes palabras, contenidas en el Plan de Seis Años, definen de manera precisa el programa del Partido Nacional Revolucionario. Garantizar al pueblo la realización de los ideales revolucionarios por medio del ejercicio del gobierno, y trazar con claridad la fórmula que debe emplearse para ello, según la siguiente táctica: en la forma pacífica y creadora de la acción política.

Los anteriores postulados fueron una realidad hasta el año de 1940 y ninguno de los gobernantes que cumplió con ellos dejó de contar con el apoyo entusiasta de la inmensa mayoría del pueblo.

Ahora bien, es indudable que el organismo político de la Revolución ha servido para controlar a los elementos progresistas, unificándolos e impidiendo el desbordamiento de ambiciones ilícitas, logrando completa cohesión en los grupos adictos al régimen revolucionario. Sin embargo, desde que el partido de la Revolución (ahora denominado Partido Revolucionario Institucional) se apartó de las normas plebiscitarias y descuidó la labor social que con tan buenos resultados venía desarrollando, ha dejado de cumplir con la alta misión para que fue creado, y, con toda franqueza, consideramos que está muy lejos de satisfacer los propósitos democráticos de constituir el instrumento básico para la defensa del régimen y de los principios revolucionarios.

Hasta el año de 1940, el partido de la Revolución, entonces llamado Partido Nacional Revolucionario, realizó intensa labor democrática y social. La designación de candidatos a todos los puestos de elección popular se hacía mediante plebiscitos en los que participaban grandes masas de ciudadanos. Después fueron los líderes del Partido, de las organizaciones obreras y campesinas, quienes designaron a los candidatos sin consultar en la generalidad de los casos a los grupos y centrales integrantes del organismo. Después, a partir de 1946, ya ni siquiera fueron los líderes del partido quienes ejercieron la función, sino un grupo indefinido e indeterminado, que tutela los Estados como menores de edad y les designa candidatos a gobernadores, senadores, diputados, presidentes municipales y a veces hasta regidores, sin preocuparse de que sean militantes del partido y sinceros revolucionarios. En ocasiones, han cometido el imperdonable yerro de ungir a los enemigos del régimen.

Hasta el año de 1940 el partido hizo una intensa labor social y cultural. Contaba con una estación radiodifusora que adquirió en 1931; construyó de sus propios fondos, hasta casi terminarlo, su edificio en la Plaza de la República, que posteriormente fue vendido en una cantidad irrisoria a la Dirección de Pensiones; sostenía centros culturales obreros, dispensarios médicos, contingentes deportivos en todo el país, imprimía millares de folletos de propaganda. Adquirió a fines de 1931 $300,000.00 de acciones del Banco Ejidal y situó en el mismo año a los damnificados de Oaxaca $100,000.00. Fundó la Universidad Obrera y en la ciudad de México, la primera Casa del Campesino; estableció un seguro de vida para los empleados, y en fin, procuró hacerse querer de las masas que ocurrían a los comités a exponer sus problemas, encontrando siempre la ayuda que demandaban.

El vicioso procedimiento que se siguió después hasta ello. de diciembre de 1958, para elegir candidatos, le causó al partido gran desprestigio motivando acres censuras de los revolucionarios injustamente desplazados. Por tal motivo, la reacción conservadora logró fortalecerse y agrupar fuerzas de significación que le permiten luchar abiertamente, y en ocasiones con éxito, en contra de los ideales revolucionarios.

Actualmente, con la formación del llamado Frente de Liberación Nacional, que tuvo su nacimiento en los Congresos de Moscú y de Estocolmo, que no ha dejado de sembrar inquietud y anarquía en el país, la reacción conservadora aprovecha a tal grupo francamente comunista para luchar abiertamente en contra del régimen.

O lo que es lo mismo, aun cuando esas dos organizaciones son de tendencias opuestas, en el momento de la agitación se unen para combatir al régimen.

Los propios revolucionarios, ante la actuación del partido, se han vuelto cautos, conciliadores y transigentes con los enemigos, incurriendo frecuentemente en actos de claudicación.

Es de justicia aclarar que desde que se hizo cargo de la presidencia de la República el señor licenciado don Adolfo López Mateos, el Partido Revolucionario Institucional ha realizado esfuerzos constantemente a fin de prestigiarse auscultando, previamente, para la designación de candidatos, a las pueblos de los Estados, y ha procurado también hacer más flexible su actuación, encauzándola hacia una labor social y cultural que lo prestigie.

Por lo tanto, es indispensable y urgente que los hombres que rigen los destinos de MéxicO, reflexionen hondamente sobre la responsabilidad que tienen para defender con energía los principios de la Revolución Mexicana, adoptando medidas adecuadas para remediar las yerros del pasado y fijen nuevas arientaciones al Instituto Político que garanticen el ejercicio del voto y la participación activa y decidida de las fuerzas democráticas, para llevar a los puestos de elección popular a los hombres que, por su limpia trayectoria y convicciones sociales, sean acreedores a que la comunidad depasite en ellos su confianza y con su actuación alienten y vivifiquen el ideal de nuestra gesta redentora, que es el ideal del México de ayer y de hoy; siendo también indispensable que el organismo político trabaje intensamente para lograr que las fuerzas que lo integran -campesinos, obreros, maestros, burócratas, clase media y el cada vez más importante sector femenil- luchen con entusiasmo y decisión inquebrantables, a fin de evitar que la reacción destruya y aniquile las conquistas de la Revolución, que por descuido y apatía se hallan abatidas. Así y sólo así podrá conjurarse el peligro de que las grupos enemigos de nuestro movimiento social le disputen, con éxito, el triunfo en las urnas electorales.

La consecución de estos fines exige que el partido trabaje incansablemente, desarrollando una labor social y cultural de envergadura como la que emprendió en los primeros años de su fundación, capaz de atraer a las multitudes y, sobre todo, que elabore un plan de acción y lo ponga en práctica. Su norma de actuación no debe ser otra que el programa de la Revolución, pletórico de anhelos, aspiraciones y metas aún no alcanzadas. En suma, que el partido formule de nueva cuenta un plan a largo plazo, dividido para su ejecución en sexenios, que sea el resultado de un análisis realista y acucioso de las necesidades y problemas de México, aún no resueltos, con franca tendencia e ideología revolucionaria, que no es comunista, ni tampoco capitalista, sino nacionalista de tendencias socialistas, y acorde con nuestra idiosincrasia.

Pero para que las fuerzas revolucionarias organizadas se unifiquen y estén capacitadas para dar la pelea democrática, se hace indispensable que se les inspire canfianza y fe; a los campesinos que se les imparta toda la ayuda moral y material para que disfruten de sus tierras, se les atienda en sus justas peticiones y no se les abandone como ha sucedido frecuentemente; a los obreros y a las burócratas, que se les estimule liberándolos de algunos de sus líderes que no han correspandido a su confianza y que trafican con sus intereses gremiales y a los maestros de escuela que se les haga justicia, que se les mejore económicamente y que se les brinde el apoyo para que vuelvan a ser, como lo fueron hasta 1940, los dirigentes de la comunidad campesina, dirección que ya el cura lugareño les ha arrebatado, cura que frecuentemente ni siquiera es mexicano.

Mas para que el partido cumpla satisfactoriamente su misión de orientación, divulgación y encauzamiento de la actividad revolucionaria, es menester que disponga para ello de suficientes recursos económicos. Cuando se fundó la institución, el que esto escribe, siendo encargado del Poder Ejecutivo, impuso, sin apoyo legal, pero justificadamente, la obligación a los funcionarios y empleados de la administración pública de contribuir para el sostenimiento del partido con una cantidad equivalente a siete días de sus haberes al año. Mientras tal contribución perduró, el partido dispuso de los medios necesarios para realizar una intensa labor social y cultural que le conquistó merecido prestigio y el apoyo entusiasta del pueblo.

Por ello, insistimos, es conveniente y recomendable que los regímenes emanados de la Revolución, ante la obligación que tienen de preservar las conquistas sociales del movimiento y de asegurar su prosecución a través del triunfo electoral, incluyan en el presupuesto nacional, abiertamente y sin tapujos, una partida o subsidio destinado al sostenimiento del partido que lo capacite para que cumpla satisfactoriamente con la mayor amplitud posible, las funciones de guía y abanderado del movimiento social mexicano y pueda asegurar el dominio de los grupos revolucionarios en los comicios. De otra manera, las fuerzas conservadoras, cada vez más poderosas en lo económico y más audaces en su engañosa postura de avanzado socialismo, estarán en condiciones de disputar a la Revolución Mexicana, en lo futuro, la hegemonía política.

Con la evolución operada en las instituciones políticas mexicanas en los 50 años de luchas incesantes del movimiento revolucionario, ha llegado el momento de hacer factible, aun cuando sea con imperfecciones, la democracia que consagra nuestra Carta Fundamental con la efectividad del sufragio. Mas para que el libre ejercicio de las libertades políticas no permita a los grupos negativos que alcancen el poder, el régimen revolucionario tiene la ineludible obligación de reafirmar, fortalecer y renovar la ideología que informa y modela, a partir de 1917, toda la política gubernamental; la consumación de la Reforma Agraria con las nuevas orientaciones de industrialización del ejido, de explotación de bosques, de recursos naturales que el presidente López Mateos ha programado para el ejido, y que se redoblen los esfuerzos para que la Revolución avance incensantemente cumpliendo cada día en mayor escala su programa de justicia social, como sin duda lo está realizando el actual gobierno. Debe también, para obtener la adhesión mayoritaria del pueblo, reestructurar al partido de la revolución para que se constituya en el portavoz y el defensor por excelencia de los anhelos populares y del ansia de reivindicaciones sociales.

Ya escrito lo anterior, el presidente del Partido Revolucionario Institucional, licenciado y general don Alfonso Corona del Rosal, ha expuesto las nuevas modalidades que deberán adoptarse para que el instituto político sea verdaderamente el órgano fuerte y vigoroso de la Revolución.

La declaración de principios: programa y estatutos del Partido Revolucionario Institucional que rigen su servicio social, son los siguientes:


PRINCIPIOS

El Partido Revolucionario Institucional ha declarado que son Principios rectores y esenciales de su actividad, entre otros los siguientes:

III. Luchará por la preservación y desarrollo de las garantías sociales y los derechos fundamentales del hombre; ... porque la justicia social prevalezca sobre toda tendencia exclusivista que propenda a la formación y conservación de desigualdades, privilegios y preferencias injustificables dentro de la Comunidad ... De ahí que el Partido reconozca como finalidad esencial de su esfuerzo, el mejoramiento económico y cultural de los campesinos, obreros y demás grupos de la ciudadanía ...

IV. La Constitución Política de la República es el programa y la pauta básica de organización de los Gobiernos Revolucionarios, porque plasma los ideales del movimiento social mexicano, que deben ser actividad permanente en busca de soluciones propias, auténticas y eficaces a los problemas de México ...

V. Estima que la nacionalidad se fortalecerá avivando en todos los mexicanos el amor a la Patria mediante la participación activa de todos ellos en la resolución de los problemas generales; la elevación del sentimiento de solidaridad social; el estrechamiento de los vínculos morales, culturales y materiales que dan cohesión a la comunidad, el respeto y comprensión recíprocos de sus derechos y problemas.

IX. Al lado de los obreros y campesinos, el Partido agrupa a un amplio y heterogéneo conjunto de ciudadanos que coloca bajo el rubro de sector popular y que representa aportaciones de singular valor en la vida de la colectividad mexicana. Se esforzará grandemente en lograr la superación cívica, cultural, moral y económica de este importante sector; promoviendo y mejorando la organización de artesanos, burócratas, colonos, cooperativistas, pequeños comerciantes e industriales, pequeños propietarios agrícolas y ganaderos, artistas, intelectuales, profesionales, transportadores, trabajadores no asalariados y demás grupos que no queden amparados por el régimen jurídico del obrero y del campesino; fomentando en todos ellos la conciencia de sus intereses comunes, el estudio, conocimiento y solución de sus problemas específicos, armonizándolos entre sí y orientándolos hacia la consumación del bienestar colectivo.

XIII. Reconoce el régimen de seguridad social, como eficaz instrumento del bienestar colectivo y como fórmula idónea para contribuir a la elevación de los niveles de vida del pueblo mexicano; por lo tanto pugnará por su fortalecimiento y desarrollo.


PROGRAMA DE ACCIÓN

El Partido Revolucionario Institucional reconoce ... que la función de gobernar no debe ser un fin en sí misma, sino un medio de consagrarse al servicio de la colectividad, interpretando sus anhelos de justicia y satisfaciendo sus necesidades; no un privilegio, sino un compromiso de entregarse con lealtad y decisión a la causa del progreso social posponiendo siempre los intereses particulares al de la Nación.

Además, del cuidadoso ejercicio de la funci6n electoral que le corresponde, el Partido debe consagrarse permanentemente a las tareas de servicio social, sobre todo en favor de las clases populares y en todo lo que contribuya a elevar sus condiciones de vida, y a satisfacer mejor sus necesidades.

En atención a lo expuesto, el Partido Revolucionario Institucional luchará por alcanzar los siguientes objetivos:


EN MATERIA AGRARIA

El necesario fortalecimiento de la organización social de los campesinos y de los auténticos pequeños propietarios, para que adquieran una solidaridad más vigorosa que les permita conocer y defender mejor sus intereses comunes.

Que se organicen los ejidatarios y los pequeños propietarios, fundamentalmente en agrupaciones rurales, con tres objetivos:

a) la venta en común y al mejor precio, de sus cosechas;

b) la compra, también común, de equipos de labranza, semillas, fertilizantes, insecticidas y fungicidas;

c) la industrialización de sus productos.

Que la educación rural y la enseñanza agrícola se extienda y se eleve en los grados elementales, superior y profesional de la agricultura, haciéndolas extensivas a los adultos, con el propósito de mejorar la producción agropecuaria y forestal del país.

Que se reformen las leyes agrarias a fin de modificar las normas que limitan la capacidad jurídica de la mujer o la dejan sin protección.


EN MATERIA OBRERA

Estimular la creación de condiciones políticas, jurídicas y sociales que favorezcan la unidad y robustezcan la organización del proletariado nacional.

Promover campañas para la capacitación profesional de los trabajadores.

Propiciar la aplicación de medidas de seguridad e higiene industrial.

Auspiciar la creación y ampliación de servicios educativos para adultos, sus hijos, facilitándoles el acceso, en cuanto sea posible, a las instituciones superiores de enseñanza, preferentemente a las de carácter técnico.


EN EL SECTOR POPULAR

Por fomentar vigorosamente la planeación, funcionamiento y desarrollo de sociedades cooperativas en todo el país, como instrumentos de liberación económica y bienestar colectivo, especialmente de consumo, de compras y ventas en común y de servicios; ...

Por la creación de escuelas especiales que faciliten la preparación técnica de los artesanos.

Promover la expedición de disposiciones legales para proteger debidamente los intereses sociales y económicos de los trabajadores no asalariados; por auspiciar la creación de uniones de crédito, cooperativas de consumo y de producción, construcción de casas de tipo popular, establecimiento de bolsas de trabajo, expedición de reglamentos y disposiciones municipales que garanticen la libertad en las actividades de dichos trabajadores, así como el respeto a sus fuentes de trabajo. De igual modo, procurar su incorporación al régimen de seguridad social.

Porque los beneficios de la seguridad social consagrados en la legislación vigente se hagan extensivos a los diversos grupos del sector popular, con el estricto cumplimiento de la ley del Seguro Social, de tal suerte que su aplicación no resulte para ellos onerosa, ni antieconómica.

Por el adecuado, honesto y eficiente funcionamiento de las Instituciones qne la Revolución ha creado con alto sentido de protección y beneficio social para rodear de seguridad a los servidores públicos de la Federación, elevando su condición económica, moral y cultural; y por el estricto cumplimiento de las Leyes que otorgan tales beneficios.

Porque los Gobiernos y los Congresos de los Estados cumplan en breve con el precepto constitucional de expedir Leyes y darles vigencia que protejan los derechos de sus servidores y los de los Ayuntamientos, así como el establecimiento de Instituciones que realicen prestaciones sociales similares a las del Instituto de Seguridad Social de los Trabajadores de la Federación; y de igual manera se interesará por el estricto cumplimiento de las Leyes que concedan esos beneficios.

Porque los derechos y beneficios que las Leyes otorgan a los servidores de los Poderes de la Unión, se cumplan estrictamente.

Para promover ante las Cámaras Legislativas y al través de sus representantes, iniciativas de Ley tendientes al establecimiento de sistemas de crédito adecuados con intereses módicos y plazos razonables para los artesanos, concesionarios de transportes y propietarios de vehiculos de alquiler.

Presentar las reformas que sean necesarias con objeto de suprimir de las Leyes vigentes las disposiciones que limiten la capacidad jurídica de la mujer o la dejen sin protección legal.

Llevar hasta las mujeres destinadas a las tareas hogareñas, el pensamiento y propósitos del Partido, proyectando su doctrina al círculo de sus intereses familiares y sociales, a fin de que fructifique la convicción de que los regímenes revolucionarios protegen el hogar y garantizan el progreso social.


EN MATERIA DE ECONOMÍA

... intensificar la construcción de escuelas y centros de capacitación, salud y bienestar social;

... y extender los servicios públicos de transporte, energía eléctrica y seguridad social hasta los nuevos centros de producción.

Organizar campañas contra el encarecimiento de la vida para el mejoramiento de las condiciones nacionales de convivencia.

En materia de industria petrolera, el Partido:

a) ... Pugna porque se dé mayor atención a las cuestiones relativas a la previsión social, las condiciones de higiene y seguridad de los trabajadores y a la mejoría de los servicios asistenciales que les corresponden.


EN MATERIA EDUCATIVA

Por apoyar y facilitar la aplicación del Plan Nacional de Educación Primaria realizable en once años, mediante la colaboración de todos los mexicanos.

Porque se continúe la alfabetización y la educación de adultos, como bases para la mejor realización de los postulados democráticos del Partido.

Por mayores oportunidades de capacitación de la mujer en todas las instituciones educativas, tanto en el campo, como en la ciudad.

Por el mejoramiento de la educación y la instrucción de sus propios miembros, para lograr la superación personal y elevar sus aptitudes para el cumplimiento de sus deberes cívicos y políticos.

Por mejorar la educación superior y ponerla junto con el ejercicio profesional y la cultura, al servicio del pueblo.


EN MATERIA MUNICIPAL

El Partido se esforzará por intensificar toda labor de divulgación que instruya a las autoridades municipales sobre mejores métodos para impulsar la actividad pública y privada que se traduzca en el mejoramiento de los servicios de agua potable, alumbrado, vivienda popular, seguridad, salubridad y en la lucha contra el alcoholismo y los juegos de azar, así como en el fomento de la educación y de todo aquello que beneficie moral, civica y materialmente a la comunidad.


FUNCIÓN POLÍTICA

Incrementar la afiliación al Partido por todos los medios posibles y en forma constante.

Exigir a sus afiliados, miembros del poder público, una militación constante para mantenerlos vinculados a sus actividades sociales y políticas.

Esforzarse porque el régimen de seguridad social instituido por los Gobiernos de la Revolución, que constituye una de las más preciadas conquistas de los trabajadores en general y de los que prestan servicios al Estado y es un timbre de legítimo orgullo para que el movimiento social de México, se mantenga incólume en beneficio directo de las clases económicamente débiles del país.

Estimular el interés de la ciudadanía en los problemas nacionales dada su función de órgano de la opinión pública del país; hacer proselitismo y propaganda política para fomentar la participación de todos los sectores sociales en el planteamiento, discusión y resolución de dichos problemas y marcar la orientación entre sus miembros respecto de las doctrinas o actos internacionales que afectan o puedan afectar a México.

Reafirmar entre todos los mexicanos la conciencia de que el progreso de la Patria es tarea de todos sus hijos; que los derechos de la colectividad están por encima de los intereses particulares; que la Nación debe fortalecerse para beneficio común y que todo derecho debe ejercerse dentro de los límites de la Ley y al amparo de las instituciones.


ESTATUTOS

El Partido Revolucionario Institucional tiene por objeto:

c) La unidad de todas las clases, grupos e individuos, revolucionarios y progresistas, para acrecentar el vigor de su pensamiento y la eficacia de su acción y orientarlos a satisfacer las necesidades e intereses nacionales de todos los mexicanos.

Para el mejor cumplimiento de los fines del Partido, el Comité Ejecutivo Nacional establecerá las siguientes dependencias administrativas:

c) Dirección de Acción Social.

Corresponde a la Dirección de Acción Social:

a) Gestionar ante las autoridades competentes el establecimiento de los Servicios Sociales necesarios para mejorar las condiciones de vida del pueblo.

b) El establecimiento de los Centros Permanentes de Servicio Social especialmente dedicados a atender las necesidades de la familia y la mujer, en la medida que lo permitan las aportaciones de los miembros del Partido.

c) Promover el establecimiento de Servicios Sociales para la atención de los afiliados al Partido; y,

d) En general, todas las actividades que tiendan a elevar la condición social de sus miembros.

Los Comités Municipales y Distritales serán designados por las Asambleas Municipales o Distritales en su caso; constarán de cinco miembros: un Presidente, un Secretario General, un Secretario de Organización, un Secretario de Acción Social y un Secretario de Acción Cívica y Propaganda.

Son facultades de los Comités Municipales y Distritales:

VII. Promover la implantación de Servicios Sociales para los miembros del Partido dentro de su jurisdicción.


OBJETIVOS

En el Año de la Patria, y como un propósito más que el Partido Revolucionario Institucional hace efectivo, se creó su Dirección de Acción Social, teniendo presente que la Revolución Mexicana estableció las bases de una vida politicodemocrática, reafirmó los derechos individuales, pero también proyectó en la vida de México una meta de Justicia Social que entre su amplio horizonte implica el servicio social en favor del pueblo, como un medio para lograr el mejoramiento y la elevación de las condiciones de vida de todo mexicano.

De la Revolución Mexicana emanó no sólo una Doctrina Política que informa y explica nuestro régimen democrático, sino también creó una Doctrina Social, cuya justicia tiende a satisfacer los anhelos del pueblo -de sus campesinos, obreros y grupos desvalidos- y su innegable derecho a una vida mejor por encima de cualquier interés individual.

Los objetivos de la Dirección de Acción Social del Partido Revolucionario Institucional, son los señalados por los Principios y el Programa de Acción del propio Partido, los cuales coinciden con los de la Revolución Mexicana e indican hacia el implantamiento de la Justicia Social dentro de sus marcos constitucionales, lo cual es sinónimo de una vida digna y próspera para todos los mexicanos, de una más equitativa distribución de la riqueza, del acrecentamiento y preservación de los derechos y garantías de los grupos mayoritarios o necesitados, y del destierro definitivo de la ignorancia, la insalubridad y la miseria.


LOS PROMOTORES DE BIENESTAR SOCIAL PRIISTA

El Servicio Social del Partido Revolucionario Institucional es escuela de patriótico civismo en donde todos y cada uno de sus afiliados deberán considerarse como Promotores de Bienestar Social que contribuyen, desde la elevación de sí mismos, hasta el de la comunidad en que viven y el de la Nación entera, atrayendo por via de ejemplo la solidaridad de todos los compatriotas por un México mejor.


SUJETOS DE LA TAREA

En consecuencia, los beneficios logrados con los servicios sociales del Partido Revolucionario Institucional, van dirigidos a todos los mexicanos como herederos que somos de las conquistas logradas por los héroes de la Revolución Mexicana, cuyos ideales a su vez, son trasunto fecundo de los libertarios de nuestra lucha de Independencia y de los ideales redentores contra la miseria y la ignorancia, que nos otorgó la Reforma.

El patrimonio de la Dirección de Acción Social del P.R.I., y su equipo de trabajo, estará integrado por:

Las cuotas ordinarias y extraordinarias de los afiliados. El Partido Revolucionario Institucional tendrá un solo sistema de cuotas manejado por la Secretaría de Finanzas, del cual se destinará una parte a su Servicio Social atendiendo lo dispuesto por el artículo 46, inciso b) de los Estatutos que dice que se establecerán los Centros del Servicio Social especialmente dedicados a atender las necesidades de la familia y la mujer, en la medida que lo permitan las aportaciones de los miembros del Partido.

Los donativos y legados que reciba.

Cualquier otro medio o ingreso, permitido por la Declaración de Principios, Programa de Acción y Estatutos del Partido Revolucionario Institucional.

Además, las siguientes actividades se convertirán en medios de trabajo para Impulsar el Servicio Social del P.R.I., en la siguiente forma:

Coordinando y fortaleciendo la participación activa de los ciudadanos en el planteamiento, estudio y resolución de los problemas comunes.

Estimulando el valor del grupo y de una tarea homogénea y planeada que supla, en lo posible, cualquier carencia de recursos.

Creando una conciencia solidarista atenta a buscar la ampliación de la Justicia Social dentro de sus cauces revolucionarios y de la meta que requiere y alcanzará en su desarrollo histórico.

Fomentando el establecimiento de los servicios sociales y de seguridad colectiva con una visión nacional y realista y en las escalas y niveles adecuados.

Continuando la tarea imprescindible de elevar los niveles de vida como resultado de una acción de servicio social permanente.

Cualquier otro medio que nuestra vida constitucional permita y nuestras necesidades y la dinámica social requieran.

De las observaciones que anteceden, podemos deducir las siguientes conclusiones:

La democracia en México debe estudiarse en sus ásperas realidades, sin que las gentes que deseen conocer a fondo este fenómeno pretendan aplicar a sus observaciones las normas a que los tratadistas sujetan la teoría ideal de la democracia que, por otra parte sigue siendo un ideal, pues a pesar de los progresos alcanzados por las naciones más cultas, no se ha logrado realizada en ningún país.

En México, como en todos los Estados de la tierra, el gobierno tiene que tomar parte forzosamente en las elecciones. Y es natural. El grupo o partido que ha llegado a hacerse cargo del poder, siente la pretensión -el deber, diría yo- de dejar un substituto que continúe realizando el programa que él ha implantado. Este fenómeno no necesita de mayor comprobación: basta con echar una ojeada a nuestra historia política para percatarse de que estoy haciendo una afirmación exacta.

Ningún gobierno en México, a través de toda nuestra historia política, ha dejado de interesarse en favor de alguno de los candidatos que se disputan el poder; ni mucho menos, ha omitido esfuerzo alguno para procurar el triunfo del partido que considera como su continuador.

Esto es perfectamente moral y no tiene nada de censurable.

Si tal cosa se hace, como he dicho anteriormente, en todos los pueblos de la tierra, no vamos nosotros a constituir una excepción imposible. Lo censurable está en que el procedimiento para lograr el triunfo degenere y adquiera formas odiosas de tiranía. Entonces es cuando viene la sublevación de las masas y la caída de los regímenes.

Durante el gobierno del general Díaz, el Gran Dictador hizo cuantas sucesiones presidenciales le vinieron en gana. La primera, de 1880 a 1884. en favor del general don Manuel González y las siguientes seis en su beneficio. Asimismo, favoreció al señor licenciado don Ramón Corral, con la vicepresidencia de la República, en los últimos períodos de su administración.

Se me dirá que la época aquella era muy distinta de la actual; que el pueblo no se preocupaba por los asuntos electorales, y que siempre fue ajeno a tales problemas. Es cierto. Y también lo es que, durante la época revolucionaria, el pueblo sí se ha preocupado hondamente por tales cuestiones. Cuando los deseos de los gobiernos para deiar sucesores han estado en armonía con los intereses de ese mismo pueblo, éste les ha prestado todo el apoyo necesario para que realicen tales propósitos. No así cuando el gobierno que trata de hacer la sucesión ha estado en desacuerdo con las fuerzas organizadas del pueblo.

Entonces ha venido la rebeldía y ha triunfado el candidato de la oposición.

Al hablar del pueblo, no me quiero referir a la masa anónima que constituyo la nación. No; me refiero al sector numeroso, mayoritario, organizado, que verdaderamente toma parte en esta clase de asuntos, y que es el que resuelve -con su voto o con la fuerza de su organización- estos problemas.

El presidente Madero no tuvo el tiempo necesario para organizar nada. Por eso no se puede decir que hubiese intentado hacer una sucesión presidencial, en favor de alguno de los hombres de su confianza. Sin embargo, antes de llegar a la Presidencia, cometió el gravísimo error de recomendar para la Vicepresidencia a un hombre impopular, el señor licenciado don José María Pino Suárez, para lo que fue necesario romper la fórmula democrática que había servido de bandera a la Revolución de 1910.

Don Venustiano Carranza intentó imponer en forma violenta y grosera al señor ingeniero don Ignacio Bonillas en la presidencia de la República; pero, como ya no tenía ningún arraigo en las masas, que antes lo habían aclamado con delirio, y como, por otra parte, el candidato de la oposición, general Obreg6n, ostentaba no sólo sus arreos de soldado victorioso, sino muy principalmente justos títulos de líder social avanzado, las intenciones del presidente Carranza se frustraron y pagó él con su vida aquel vano intento de imposición.

El general Obregón pudo dejar como sucesor al general Calles porque, previamente, había hecho una organización con fuerzas populares. Cuando tres cuartas partes del ejército pretendieron desconocer aquel derecho, los campesinos pusieron toda la fuerza de su organización a disposición del gobierno, que pudo, en muy pocos meses, acabar con el cuartelazo más vigoroso de los últimos años.

El general Calles -a mi entender- creyó de buena fe, durante los primeros años de su administración, que podía hacer una sucesión presidencial usando como instrumento político el Partido Laborista y a la entonces poderosa CROM. De los líderes de tales organizaciones, el más destacado sin duda era el señor Luis N. Morones, cuyo prestigio en aquellos años le reconocieron inclusive sus enemigos. Su capacidad como organizador, su fuerza personal de atracción, sus cualidades como orador de combate y su valor como líder lo hacían merecedor a la confianza de los grandes núcleos obreros que él había organizado. En todos ellos se decía que él sería el futuro presidente de México.

El general Calles quería al señor Morones entrañablemente; se sentía halagado con la corriente de opinión que se venía formando en su derredor y puso a su servicio, sin cortapisa alguna, los enormos recursos con que llegó a contar.

Bien sabido es de todos que la CROM y el Partido Laborista disousieron de los destinos del Estado en forma que ya alarmaba a la opinión pública. Casi no había asunto que se tramitara en las Secretarías de Estado en que no tuviesen ingerencia tales instituciones o los líderes de ellas. Su intervención en los gobiernos de los Estados fue decisiva, y, con la sola excepción del que escribe, de alguno que otro gobernador y de uno o dos secretarios de Estado, casi no quedó ningún funcionario del régimen que no estuviese sometido, de grado o por fuerza, a la dictadura moronista. Es más; el señor Morones intervino en algunos nombramientos diplomáticos y el embaiador de México en Washington, don Manuel C. Téllez, le debió su designación. En justo pago de agradecimiento, el señor Téllez fue un decidido propagandista de la candidatura del señor Morones y el señor general Calles veía con agrado aquella propaganda, que, de no haber sido por los errores en que incurrió el líder de la CROM, hubiese tenido aceptación en sectores importantes del proletariado nacional.

Al general Calles le falló el hombre, que no supo corresponder debidamente al fuerte apoyo que se le brindara y muy pronto quedó descalificado por la opinión pública; pero, en honor a la verdad, jamás cometió ninguna indiscreción ni sugirió a nadie el nombre de Morones para la sucesión presidencial.

El general Obregón, cuando entregó la presidencia en el año de 1924 -y hasta dos años después-, tuvo el firmísimo propósito de no volver a aspirar a la más alta investidura del país. Así nos lo expresó a varios de sus amigos.

Deseaba que el general Serrano se preparara para llegar a la jefatura del Poder Ejecutivo. Por eso lo mandó a Europa, creyendo que -con dos o tres años de estancia en el viejo mundo- volvería renovado y dispuesto a cambiar su vida de empedernido bohemio y dispensador de toda clase de favores, por la de un hombre capaz de preocuparse seriamente por los intrincados problemas nacionales. Si el general Serrano hubiese comprendido al general Obregón, tal vez el capítulo de la Historia de México de esos años habría sido otro y la lucha en que se enfrentaron con el general Obregón los generales Serrano y Arnulfo R. Gómez, se habría desarrollado entre el general Serrano apoyado por el general Obregón y los organismos que le eran afines y el señor Morones, apoyado por el general Calles y los organismos de la CROM y del Partido Laborista Mexicano. Pero al general Obregón, también como al general Calles, le falló el hombre y tuvo él que asumir la responsabilidad de la reforma constitucional para figurar nuevamente como candidato a la presidencia.

No fue, seguramente, la ambición mezquina lo que obligó al general Obregón a asumir tal responsabilidad histórica. No; fue la presión que sobre él hicimos la inmensa mayoría de los revolucionarios que representábamos sectores de más o menos importancia y que, convencidos de que él era el hombre que en aquellos momentos podía salvar a la Revolución, renunciamos, de manera consciente, al ideal democrático de la No Reelección, para mejor consolidar el anhelo social de asegurar, en favor de nuestras clases sufridas, ventajas que venían reclamando desde hacía muchos años, lo que obligó al general Obregón a entrar nuevamente al campo de la lucha electoral.

Las sucesiones en favor de Ortiz Rubio y del general Cárdenas fueron también obra del régimen y se hicieron con beneplácito de la inmensa mayoría del pueblo revolucionario organizado, porque significaban para la revolución un progreso de acción en favor del proletariado.

La elección en favor del señor ingeniero Ortiz Rubio se pudo consumar en el año de 1929, muy a pesar de la rebelión escobarista que levantó cerca de 30,000 hombres del ejército, gracias a que el gobierno provisional fue apoyado por los campesinos, pues ya para el mes de julio había repartido más de un milIón de hectáreas de tierras y, para el mes de febrero de 1930 en que entregué el gobierno, había dotado con 2.065,847-97-79 para 155,826 familias. Naturalmente, los núcleos campesinos apoyaron con decisión la postulación que había hecho el PNR en favor del señor ingeniero Ortiz Rubio por considerar que esto significaba la continuación de la obra agraria. Ortiz Rubio falló de medio a medio; pero el general Abelardo L. Rodríguez, que le sucedió, enmendó todos sus yerros e imprimió nuevamente marcha acelerada al movimiento social mexicano.

En cuanto al general Cárdenas, fue, hasta antes de López Mateos, el presidente que con más decisión se consagró a la organización de los trabajadores y campesinos, aun excediéndose en su papel de gobernante hasta constituirse, durante los seis años de su gestión, en un incontrastable y sincero agitador, logrando fortalecer de tal manera los organismos campesinos y obreros que no es aventurado afirmar que el futuro de México pertenece a ellos y que, en lo de adelante, a ellos corresponderá la selección de los hombres que habrán de gobernar la República.

El caso del general Cárdenas lo he sintetizado desde el primer año de su gobierno, en la siguiente expresión:

Cárdenas líder se impuso a Cárdenas presidente".

Este, a pesar de todas las grandes realizaciones que ha hecho para la Revoluci6n, dejará mucho que desear como administrador; pero el agitador seguirá teniendo entre las masas un gran prestigio.

La candidatura del general Avila Camacho surgió del elemento proletario organizado del campo y de la ciudad y fue aceptada por la inmensa mayoría del pueblo. Esas fuerzas se fijaron en Avila Camacho porque de los colaboradores que tenía Cárdenas a su alrededor, era el más serio, el más trabajador, el que desempeñó su cometido con mayor acierto. el que obró siempre con mayor lealtad a los principios de la Revolución Mexicana, y, sobre todo, el que supo esperar más pacientemente su oportunidad.

Múgica no fue tomado en consideración por las masas porque, en su afán de llegar a la presidencia. comenzó su campaña antes de que el general Cárdenas se hiciera cargo del poder. Comió ansia, y cometió tal número de errores que muy pronto quedó eliminado de la contienda.

La labor del Partido a partir de 1940, puede sintetizarse de la manera siguiente:

Al surgir la candidatura del general Avila Camacho. fue postulado por elementos revolucionarios descontentos el general Juan Andrew Almazán, quien tuvo grandes simpatías en toda la República.

La lucha con ese motivo fue apasionada. y el propio presidente Cárdenas llegó a creer que el general Almazán triunfaría. Cuando yo traté con él este asunto por instrucciones del general Avila Camacho, le manifesté Que las concentraciones que hacía el general Almazán en las ciudades no debían preocuparle porque era frente llevada de diversas regiones de la República para hacer creer que la postulación del candidato era grande. Que en mi concepto. había que tener en consideración la fuerza de las organizaciones camoesinas y obreras, que era muy superior a la de los organismos que en las ciudades apoyaban al general Almazán.

En honor a la verdad, el general Avila Camacho se sentía desilusionado, según me lo manifestó. porque creía que el general Cárdenas entregaría el poder al general Almazán. Llegó inclusive a tratar de renunciar a su postulación.

Ya ve usted -me dijo el general Avila Camacho-, que la mayor oarte de los miembros del Estado Mayor de mi general Cárdenas son almazanistas. Además, se le acaban de entregar 5 millones de pesos en pago de contratos, y la concentración de más de 100,000 hombres que hizo en la ciudad de México por los ferrocarrileros, no se ha pagado. De ahí que la casa de Almazán sea visitada por gran número de generales, gobernadores, diputados, senadores y amigos íntimos del presidente.

En mi plática con el presidente Cárdenas, me formé el concepto de que creía sinceramente que el general Almazán triunfaría, y ante la posibilidad de que le entregara el poder, le expresé que aquél sería el más grave de los errores, porque Almazán significaba una fuerte amenaza para la Revolución, y las primeras víctimas de su gobierno seríamos él -Cárdenas-, y los que con él figurábamos en la política.

Después de mi plática, el general Cárdenas me dijo textualmente:

- Dile al general Avila Camacho que esté sin cuidado; que vaya encauzar las fuerzas revolucionarias para que apoyen decididamente su candidatura.

Y, en efecto, pocos días después reunió en un banquete a todos los jefes de operaciones de la República y generales de alta graduación, y al hacer uso de la palabra, se expresó de esta manera:

El gobierno es ajeno totalmente a la cuestión electoral, y por ningún motivo deberemos tomar participación en la lucha, pero sí quiero advertir a ustedes que en el presente caso no hay más que dos caminos a seguir: el de la Revolución, con el cual debemos ser consecuentes, y el de la reacción, que es opositora al movimiento social que representamos.

Al día siguiente los mismos generales, gobernadores y diputados que visitaban a Almazán, acudieron a presentar sus respetos al general Avila Camacho.

Sin embargo, el general Almazán pudo haber planteado un serio problema electoral al presidente Cárdenas, si, como lo había ofrecido cuando estuvo en La Habana, hubiera venido a encabezar su partido para hacer sentir la fuerza del mismo.

Si el general Almazán hubiera cumplido con la promesa que hizo a sus partidarios, habrían ido al puerto aéreo a recibirlo, no menos de medio millón de personas, con lo cual hubiera surgido un grave problema de carácter político.

Pero como no lo hizo y dejó a sus partidarios plantados, quedó desde ese momento en un malísimo concepto ante la opinión pública.

Las candidaturas de los señores licenciado don Miguel Alemán, don Adolfo Ruiz Cortines y don Adolfo López Mateos, tuvieron como opositores, el primero, al señor licenciado Ezequiel Padilla, que hizo una habilísima y enérgica propaganda en toda la República, llegando a ser apoyado por fuertes sectores de la población.

Padilla pudo sortear las dificultades que se le presentaron, y sin traicionar a sus partidarios, salió con toda dignidad de aquella lucha, conservando hasta la fecha el cariño de quienes lo siguieron en su aventura, que fue por demás azarosa.

Contra don Adolfo Ruiz Cortines luchó bravamente el general Henríquez Guzmán, quien logró reunir un fuerte sector de las fuerzas revolucionarias y gran parte del pueblo. Se llegó a creer que el propio general Cárdenas se estaba jugando aquella carta. Lo cierto es que después de esa pelea, el distanciamiento de estos dos jefes militares, que habían sido tan amigos durante años, fue definitivo.

Henríquez acusó a Cárdenas de haberle engañado ofreciéndole un fuerte apoyo.

Henríquez Guzmán salió con toda dignidad de esa campaña y sigue conservando su prestigio ante un inmenso sector de México que lo postuló en la lucha.

Como el profesor Graciano Sánchez fue uno de sus principales líderes de su campaña, masas de campesinos de toda la República pelearon denodadamente en favor del candidato de la oposición.

Contra don Adolfo López Mateos luchó don Luis H. Alvarez, apoyado por el Partido Acción Nacional y los sinarquistas.

Alvarez, que era un desconocido en la República, fue adquiriendo prestigio a medida que se iba dando a conocer como hombre íntegro, y sin duda fue un luchador valiente y tenaz que dio alto ejemplo de civismo.

Cuando los gobiernos se han hecho odiosos a la opinión pública, bien por sus inmoralidades, bien por sus claudicaciones, la oposición siempre ha sido capaz de derrocarlos y ha frustrado las tendencias imposicionistas de tales regímenes. Ejemplo: la frustrada imposición que, en 1920, trataron de hacer los amigos del presidente Carranza.

La creación del Partido Nacional Revolucionario, hoy Partido Revolucionario Institucional, ha significado para la República un positivo ensayo de democracia que ha disciplinado las antes dispersas fuerzas de la Revolución, con lo cual se ha logrado prevenir cuartelazos que eran deshonra de nuestra historia.

Además, en el aspecto constructivo, los gobiernos emanados del instituto político de la Revolución, han podido desarrollar un programa de principios previamente elaborados, de acuerdo con la realidad mexicana y dentro de las posibilidades de nuestro medio social y geográfico.

Los ataques que se han hecho al Partido, desde su fundación, proceden de personas que, por su comportamiento, han quedado fuera de las filas revolucionarias, o de elementos ignorantes de la realidad mexicana.

Con todos sus vicios, que deberán corregirse por la experiencia, el Partido debe subsistir para bien de las instituciones republicanas, siendo indispensable, como lo hemos dicho antes, que el gobierno le otorgue una fuerte subvención para que dignamente esté en posibilidad de desarrollar una labor social y política que lo prestigie.

La realidad es que el Partido Revolucionario Institucional agrupa entre sus agremiados a: campesinos, obreros, burócratas, sector popular; es decir, una fuerza electoral de más de 10 millones de votantes, entre hombres y mujeres, y que si bien es cierto que gran número de esas gentes no concurre a las elecciones, tal se debe a que no ven peligro alguno para que los grupos reaccionarios y clericales le disputen el triunfo al régimen, por lo cual, puede afirmarse que los regímenes revolucionarios seguirán gobernando indefinidamente a México mientras los hombres que lo dirigen sean reales intérpretes de los ideales populares y cumplan con el programa de la Revolución Mexicana, debiendo realizar nuevos esfuerzos para que se reforme siempre con tendencias de izquierda en beneficio del pueblo. Tal es el caso del señor Presidente López Mateos.

Índice de Autobiografía de la Revolución Mexicana de Emilio Portes GilCAPÍTULO VIII - Portes Gil, presidente de la República. Su doctrina y su obra - Rompimiento de relaciones con RusiaCAPÍTULO VIII - Portes Gil, presidente de la República. Su doctrina y su obra - Los partidos de oposiciónBiblioteca Virtual Antorcha