Indice de La asonada militar de 1913 del General Juan Manuel Torrea Capítulo Vigésimo sexto. La Ciudadela Capítulo Vigésimo octavo. El alto mandoBiblioteca Virtual Antorcha

LA ASONADA MILITAR DE 1913
Apuntes para la historia del Ejército Mexicano

General Juan Manuel Torrea

CAPÍTULO VIGÉSIMO SÉPTIMO
LA ARTILLERÍA EN LA DECENA TRÁGICA


En la tarde del 9 el Gobierno sólo contaba con una batería, la que, procedente del Cuartel de San Lázaro a las órdenes del Mayor Fernando Becerril, se incorporaba a las tropas leales que ocupaban el Palacio Nacional en situación de espera.

POSTERIORMENTE.
EFECTIVOS

Dos baterías de campaña incorporadas a la Brigada del General Angeles. Pocos días después de la iniciación de la rebelión se pudieron organizar otras dos, quedando una agregada a la columna del General Angeles y la otra, mixta con diversos modelos de material, servida por Alumnos del Colegio Militar quienes prestaron su contingente con todo entusiasmo, eficacia y actividad.

Una sección de cañones de montaña y un mortero.

Un cañón aislado.

REPARTICION

A inmediaciones del Café Colón, y después por cambio de posición en los llanos al Norte del Paseo de la Reforma, a la altura de la columna de la Independencia y con la Brigada Angeles, tres batarías.

En la prolongación de la calle de Bolívar, edificio de la Perfeccionada, la batería servida por Alumnos del Colegio Militar, la sección de montaña y el mortero.

MUNICIONES

Las que traía la Brigada del General Angeles en su batería.

60 torpedos para toda la Artillería del Gobierno.

Las del cañón a las órdenes del General Gustavo Mass establecido en la Rinconada de San Diego con la escolta respectiva.

OBJETIVOS

Para el grupo de baterías del General Angeles, la Asociación Cristiana de Jóvenes, el Cuartel Occidente de la Ciudadela y la Avenida Morelos como línea de avance para dicha columna al emprenderse el asalto de la Ciudadela.

Cañón del General Mass: batir la calle de Balderas para mantener interrumpida la comunicación de los rebeldes con el edificio de la Cárcel de Belem.

Para el grupo que se llamó del Campo Florido, La Perfeccionada, se le señalaron los objetivos naturales para batir: la Cárcel de Belem, la Ciudadela y la parte Sur del Jardin con la fachada al mismo rumbo del citado edificio.

EFECTIVOS EN LA CIUDADELA

Todos los cañones existentes en los Almacenes que se me dijo eran alrededor de cuarenta, ratificación con el Coronel Comandante de Artillería, y entre ellos uno que había pertenecido a la Corbeta Escuela Zaragoza, aunque naturalmente sólo deben haber usado los que les fueron siendo necesarios.

Dos baterías organizadas del 1er. Regimiento de Artillería, una del 2° y una de montaña.

Había en los Almacenes, según estado que vió el Comandante de Artillería en el Departamento del Arma, 120 ametralladoras, sin saber cuántas pusieron en servicio, millones de cartuchos pues ahí estaban almacenadas todas las municiones para las armas portátiles, y trece mil granadas. (Informe del Comandante de Artillería con datos tomados del Departamento).

REPARTICION DE LAS TROPAS LEALES

Brigada Angeles: Cuartel General en el Café Colón, extendiendo todos sus elementos por la calzada de la Reforma y hasta la de la Teja, comprendida su zona de ataque entre las calles del General Prim y Avenida Morelos. Con el grupo de la Artillería del Campo Florido, escolta de 40 hombres de los Carabineros de Coahuila y alrededor de 200 hombres en las Calles Anchas, que pudieron llevar su cabeza de columna hasta el jardín de Carlos Pacheco.

Llano de la Condesa: fuerza de Caballería a las órdenes del General Cauz. jinetes del 1er. Regimiento y Rurales, que servían para proporcionar escoltas para el abastecimiento de granadas, cuya carga se efectuaba en el Laboratorio de Municiones y Artefactos de Artillería en el antiguo Molino de Belem.

Para los rebeldes la zona de ataque fue indefinida, siendo su punto más fuerte el edificio de la Asociación Cristiana de Jóvenes ocupado por un núcleo de importancia y con fuerte dotación de ametralladoras en la azotea.Otro punto fuerte de los rebeldes fue la cárcel de Belem, la que todo el tiempo estuvo en su poder; previo un fuego de cañón efectiyo de las baterías del Campo Florido y con Infantería a las órdenes del Capitán 1° Ernesto Robert, se estuvo a punto de tomarla pero por falta de apoyo y de refuerzos se perdió aquella ocasión brillantemente iniciada por aquel jóven oficial de Estado Mayor.

El General Angeles emprendió el avance en alguna ocasión y fue rechazado, muriendo el Coronel Juan G. Castillo, Jefe del 7° Batallón. En este avance se cometió el error de no llevarse a fondo y suspenderlo, pues faltaron refuerzos y la decisión aquella muy peculiar, muy excepcional del General Rocha en un caso parecido, debiendo en ese momento lanzarse todas las tropas al asalto.

La Artillería del Campo Florido empezó a ser hostilizada por una ametralladora colocada en la torre de la Iglesia; pronto se arregló el tiro y por orden terminante del Comandante General de Artillería, fue derrumbada aquella torre y ocupado el edificio por tropas de Infantería pertenecientes al Gobierno.

Al iniciarse la rebelión, y aún por otros tres días más, las tropas rebeldes tuvieron superioridad sobre las del Gobierno: superioridad por el caudal enorme de armamento y municiones con que contaban aquellas y éstas inferioridad por carecer de municiones en número suficiente, pero ya al final, cuando se anunció que se daría el asalto, las tropas del Gobierno tenían una superioridad suma en todos los órdenes de carácter militar, pues muchos de los infidentes habían huído abandonando su aventura y el número de defensores de la Ciudadela era mínimo.

El fuego de la artillería del Gobierno, a intervalos por la falta de municiones, se rompía sobre el edificio de la Asociación Cristiana para acallar a las numerosas ametralladoras que tenían por misión sembrar la alarma entre la población civil, como presión para decidir una inmediata resolución del Gobierno. La artillería del Gobierno tenía también la misión constante de batir la Ciudadela y la Cárcel de Belem.

Las baterías de la Brigada Angeles estaban muy bien protegidas y las del Campo Florido, aunque carecían de esta ventaja, tenían en cambio la de estar más ocultas.

El abastecimiento de municiones se llegó a conseguir que fuera todo lo completo que era de desearse y en los tres últimos días de la decena ya no faltaban municiones ni para la Artillería, ni para la Infantería y la situación en general había mejorado notablemente para la posición y posteriores decisiones del mando, llegando al máximo de su superioridad con la llegada de la columna del General Blanquet.

Según datos posteriores del Departamento, las municiones de la Artillería de la Ciudadela fueron consumidas en su mayor número y las ametralladoras, como consta a todos los que vivieron esos días, no dejaban de mantener su nutrido fuego con el lujo de desperdicio consiguiente, como se ha dicho, llevaban como propósito dañar a la ciudad lo mejor posible para lograr, como lograron ante la debilidad del Gobierno y del mando militar, la continuada presión de la masa civil y de algunos de los Ministros extranjeros acreditadps ante el Gobierno de México, como representantes de diversos países.

Efectivamente, cuando en uno de los días, la Artillería del Campo Florido arregló su fuego, muy eficaz por cierto, sobre Belem, la Ciudadela y la Asociación Cristiana, prontamente un ayudante comunicaba orden al Coronel Comandante General del Arma, que suspendiera aquel fuego y retirara un mortero que tiraba sobre Belem, porque para acallar a la artillería leal se contestaba con un fuego que barría hasta San Pablo y barrios anexos.

Esta Artillería podía hacer fuego eficaz sobre Belem y de la Perfeccionada era del único punto del que se podía batir con éxito, como se llegó a hacer, sobre todo el frente Sur de aquella Fortaleza.

A continuación inserto unos partes del Coronel Comandante de la Artillería leal al Gobierno y que fueron publicados por aquellos días; estos documentos podrán dar cuenta exacta de que el Gobierno tuvo apuntes por diversas fuentes y con fines diferentes de que no se estaba efectuando lo que desde el primer día debería haberse iniciado y exigido que se iniciara.

LOS PARTES DEL ENTONCES CORONEL RUBIO NAVARRETE

Parte rendido el día 16 de febrero de 1913:

Ciudadano General en Jefe.

Hónrome en participar a usted, en contestación a la orden de la Comandancia Militar, en que me dice que rompa mañana el fuego de Artillería sobre la Ciudadela y lo sostenga hasta que la Infantería pueda acercarse lo más posible para dominar la posición, lo siguiente.

El fuego de la Artillería no ha cesado de hacerse desde hace varios días y el daño que se ha hecho y que puede hacerse por el momento a la Ciudadela es de poca importancia por las razones siguientes:1° La Artillería no tiene la cantidad suficiente de municiones, pues sólo hay en cofre sesenta granadas torpedos, con los que no se puede intentar hacer un gran daño, siendo además de notarse que las trayectorias de tiro no pueden tocar eficazmente los muros de la Ciudadela, pues en lo general pasan por el techo de los edificios de la misma.

2° La falta de comunicación telefónica y de observatorios no permite emplear con eficacia las granadas de balas, pues los defensores de la Ciudadela se encuentran no solamente en este edificio, sino en las manzanas inmediatas y para desalojarlos se necesita batirlos en toda su extensión, necesitándose una cantidad de granadas mayor que la existente en la actualidad. Hay que notar además, que los defensores se cubren siempre durante nuestro bombardeo y sólo pueden ser dañados cuando se ponen a descubierto para batir a nuestra Infantería; por consiguiente, es necesario el avance de ésta para que el fuego de la Artillería sea eficaz.

3° La falta de una determinación precisa del sector de ataque, hace que la Artillería disemine sus fuegos, disminuyendo así su eficacia.

Creo de mi deber hacer a usted presente las circunstancias anteriores, para que dándome a conocer el proyecto de ataque, pueda yo poner la Artillería en condiciones de poder cumplir su misión; es decir, destruir los obstáculos que se oponen a la marcha de nuestra Infantería haciéndolo posible la ocupación de las posiciones del enemigo, pues el bombardeo por sí solo no lo obligará a desalojarlas.

Tengo el honor, mi General, de hacer a usted presentes mi subordinación y respeto.

México 16 de febrero de 1913.
El Comandante General de Artillería.
Coronel Guillermo Rubio Navarrete.

Al General Comandante Militar.
Presente.

Parte rendido el 18 de febrero de 1913:

Ciudadano General en Jefe.

Tengo el honor de participar a usted como resultado de la Inspección hecha en el sector poniente de circunvalación, que hoy es enteramente imposible cumplir las órdenes de usted relativas a emplazamiento de una sección de Artillería en la esquina de Prim y Bucareli, por estar ese lugar completamente batido por el fuego de la Infantería enemiga.

Creo de mi deber hacer notar que probablemente hay un error relativo al efectivo de las fuerzas de que se disponen en este sector, pues sólo hay trescientos hombres en una extensión de mil quinientos metros; no hay, pues, ninguna tropa que pueda servir de sostén ni con qué ocupar las manzanas a inmediaciones de la nueva posición.

La Artillería estaría, pues, sin sostén y a menos de veinte metros de las posiciones enemigas y alejadas de las nuestras. Creo además hacer notar a la Superioridad, insistiendo en los partes verbales que he dado, que es enteramente imposible garantizar los dificios adyacentes e inmediatos a los objetivos; por consiguiente, si no se cambian los procedimientos de ataque, de manera que la Artillería enfile las calles con tiro directo y la Infantería avance horadando las manzanas, el combate se prolongará con gran perjuicio para la ciudad y poco para el enemigo.

Comandante General de Artillería Guillermo Rubio Navarrete.

Es decir, todavía el 18 el Coronel Rubio Navarrete indicaba la necesidad de que se hiciera lo que debió de haberse practicado desde el primer día: enfilar las calles con tiro directo de artillería y horadar. Este fue siempre el descuido que no supo exigir que se corrigiera el General Secretario de Guerra. No es verdad que no haya habido tiempo para reflexionar que no se hacía lo que se debía y el Comandante General de Artillería lo expuso así y supe que en todo había estado de acuerdo el General Angeles y el dia 18, ante este parte, era el momento para que, dejando al General Huerta de Comandante Militar el propio Secretario hubiera asumido la dicción de las operaciones militares y quizá entonces pudieran haber cambiado los acontecimientos en su parte esencial.

Estos partes fueron publicados en el periódico La Nación y con fecha 24 de febrero del mismo año de 1913 entre otras cosas decía lo siguiente:

El tiro de la batería federal emplazada en los talleres del Palacio de Hierro, estuvo perfectamente arreglado, pues batió eficazmente toda la parte de la fachada sur del edificio de la Ciudadela; pero bastaba que los defensores se abrigaran, como en efecto lo hicieron, para evitar bajas de consideración.

Además, como la línea de defensa de nosotros -dice el entonces Teniente Coronel Monter- estaba fuera del edificio, seríá imposible que con solamente el tiro de Artillería se pudiera verificar el asalto, debiendo ser estas dos operaciones simultánas, pues las paredes de la Ciudadela, son bastante resistentes para dar perfecta seguridad a los defensores. La Artillería cumplió pues su misión, pero faltó el avance de la Infantería, que no se llevó a cabo por falta de órdenes.

Y el entonces Mayor Genaro B. Trías decía entre otras cosas en una carta que dirigió al ya General Rubio Navarrete:

El fuego hecho con la batería del Campo Florido, fue de lo más certero y sus efectos quedaron patentes por varias perforaciones de los muros, hechas por las granadas en la parte del edificio que ocupaba entonces la Pagaduría de la Fábrica de Harinas, la chimenea de la Maestranza y en las piezas a la derecha y a la izquierda de la puerta de entrada de la Fábrica de Armas.

Asímismo y en honor de la verdad, le manifiesto que las explosiones de las granadas en la mayor parte de la extensión del jardín de la misma Fábrica de Armas, fueron de lo más mortífero para los defensores de la Ciudadela, teniendo nota de que esos proyectiles eran lanzados por las baterías establecidas en el Campo Florido.

No ví en el General Angeles la resuelta actitud militar a que estábamos acostumbrados y medité sobre mi apreciación aquella de que el Comandante en Jefe sentía celo que patrióticamente debe considerarse índebido del indiscutible mérito del notable artillero y de la amistad personal con el Jefe del Estado.

Así quise justificar mi duda sobre la pasiva intervención del General Angeles en la acción militar que sólo para los civiles podía pasar como acertada. Y tanta fue, según supe después, la confianza del Presídente y Secretario para el General Huerta, que no daban oído a informe o determinación que no viniera por conducto a fuera iniciada por el Comandante Militar.

Respecto de las equivocaciones sufridas por el mando, toleradas por el General Secretario hasta autorizar que un Ministro extranjero hiciera alguna pregunta bochornosa al General Angeles, no pueden ser motivo de disculpa para aquel que estaba en la obligación de exigir que sus subalternos no sólo cumplieran con su deber, sino que la forma de cumplirlo fuera la apropiada dentro de la ciencia militar.

No he podido adquirir otros datos referentes al notable artillero General Angeles; se reputaron como acertados los formidables tiroteos de gasto a que se sujetaba a los defensores de la Ciudadela. En la página 115 del libro: Un decenio de política Mexicana del Licenciado Manuel Calero, está la contestación a aquella imprudente pregunta del diplomático, que el General Angeles eludió con severa respuesta militar. Posiblemente el General Angeles diría por escrito algo al respecto pero, repito, no he tenido la fortuna de adquirir otros datos que se relacionen con su actuación en el ataque a la Ciudadela, como no sea la meritísima de su lealtad al Gobierno Constitucional.

El tiro de Artillería de la Ciudadela con objetivo seguramente de simple atemorizador de la masa civil, se significó por un lujo inusitado de desperdicio, pues según nota que me proporcionó el Jefe del Departamento de Artillería, se lanzaron sobre la Capital no menos de once mil granadas.

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