Índice de Un lustro de lucha de Antonio de P. AraujoAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Los rugidos del proletariado

A pesar de haberse efectuado en el silencio y tratado la prensa venal de ocultar el arresto y prisión de los compañeros Ricardo y Enrique Flores Magón, Librado Rivera y Anselmo L. Figueroa, el proletariado mexicano pronto se dió cuenta del infame crímen del siglo, cometido por el gobernante más tartufo de cuantos haya habido en los Estados Unidos de América.

Y atravesándose en estos momentos por la etapa más difícil de la historia de México, pues el país se conmueve en medio de los horrores de la revolución social, terror de los déspotas.

José E. Macías, enérgicamente y jugando el todo por el todo a despecho de las consecuencias, protesta del imbécil arresto de los compañeros, como prueba de su adhesión a la causa libertaria y un desprecio más a la autoridad y la burguesía; otro grupo, el de Seguin, Texas, después de hacer la biografía de aquél asesino que se llamó Porfirio Díaz, dice que si con linchamientos como el ocurrido últimamente en el Estado de Texas, la prisión de los compañeros en ésta ciudad y la sociedad que existe entre De la Barra, Madero y el gobierno americano, el pueblo mexicano no se levanta en armas contra todos los burgueses y autoridades, aquí fue México quedará escrito en muy pocos años por el capitalismo yanqui en las regiones que hoy se conocen como República Mexicana.

Y el grupo Bandera Roja, ese grupo libertario que en González, Texas, fundaron aquellos veteranos de la revolución liberal que se llaman los hermanos Soto, también confirma su amor a la libertad y odio a la tiranía y denuncia la hostilidad del presente gobierno de los Estados Unidos a la verdadera libertad del pueblo mexicano. Tomás Soto y compañeros, en su protesta pintan a Madero de cuerpo entero y niegan que la revolución liberal se bambolee por los ataques del presidente Taft. Otro grupo, el femenino de El Paso, Texas, que encabezan las campañeras Basilea Franco y Matilde Motta, en muy bien escrito documento, demuestran a Taft su parcialidad con motivo de las prisiones de los compañeros y la libertad de que gozan los maderistas y revoltosos hondureños y nicaragüenses que han violado los diez estatutos que forman las llamadas leyes de neutralidad, lo apostrofan por su permiso dado a la dictadura Barra-Madero para que enviara tropas mexicanas a batir a los verdaderos revolucionarios que luchan en Baja California por el principio de Tierra y Libertad, maldicen a la ley que autoriza al detective a catear hogares y robar papeles de una oficina periodística y por último incitan a los trabajadores mexicanos a unirse a las filas libertarias bajo el manto de la bandera roja para conquistar bienes efectivos.

Otro puñado de hombres conscientes, entre ellos Francisco Ortega, Natividad Flores y Simón Martinez de La Marque, Texas, echan en cara a Madero la violación criminal de su famoso Manifiesto del 3 de octubre de 1910 por ser el mismo el autor de la prisión de los compañeros para conseguir la pacificación del país.

El Centro Cal., población en que residen muchos trabajadores mexicanos, en protesta de tres pliegos, manifiesta a Taft que son los compañeros quienes envían individuos a México a combatir contra la dictadura y le demuestran con argumentos irrefutables que la situación misma bajo la cual vive el proletariado en México, hace que la conciencia de los trabajadores mexicanos les aconseje que protejan a sus hermanos de cadenas y los decide a ir voluntariamente y por separado, a engrosar las filas del Partido Liberal Mexicano. Anastacio Mancillas y compañeros que firman la protesta, son hombres convencidos de la lucha de clases y antiguos miembros del partido.

El Club Liberal Santiago de la Hoz, de Kennedy, Texas, el grupo Regeneración Simón Berthold, de Del Valle, texas, el grupo Regeneración, de Alba, Texas y el grupo Regeneración Simón Berthold, de Smithville, Texas, son cuatro cuerpos concientes que también critican y reprueban enérgicamente el acto del gobierno Taft de encarcelar a los compañeros; las manifestaciones de esos grupos son de mucho peso, porque todos sus miembros son agricultores que han dado mucho producto a los burgueses del Estado suriano de Texas, y hombres de acción que al pasar cualquier día al otro lado del Bravo, reivindicarían sus derechos y darían buena cuenta de los maderistas. Felipe González, secretario del primer grupo, al dirigirse a Taft en su protesta, dice que en México, bajo Madero y el interinato de De la Barra no podrá haber paz, porque la resignación es sólo virtud de esclavos y los despotismos se deben ahogar en sangre después de combatirlos por el hierro y por el fuego, maldice la paz infame de Madero y arroja a la faz del marrano exgobernador de Filipinas el escupitajo de su desprecio y odio por haber ordenado el encierro en la cárcel de Los Angeles, de los compañeros, no culpables de otro crímen que el de amar el derecho y la libertad del proletariado mexicano. Los libertarios del segundo grupo, el que con el nombre que lleva recuerda a aquel mártir de las libertades humanas que se llamó Simón Berthold, manifiestan su disgusto al presidente de los Estados Unidos por el hecho de que nuestros compañeros se hallen privados de su libertad y dicen que a la vista salta el acuerdo de los dos gobierno, Taft y Madero, para ahogar el movimiento revolucionario social que agita al país en estos momentos. El compañero Cirilo Vázquez, voceando los sentimientos del tercer de los grupos dichos, exige al gobierno americano la libertad de los compañeros por no ser sino víctimas del contubernio Taft-Madero-De la Barra, reitera a propósito de continuar la lucha aun en caso que los compañeros fueran arrojados a presidio, se burla de las leyes de neutralidad, reglas tontas que la legislación americana estampó en los códigos para obtener la conquista de la América latina para el capitalismo yanqui; repite que los liberales mexicanos no ven en los compañeros ídolos de ninguna especie sino compañeros en la lucha por el principio de Tierra y Libertad, y maldice, por último, al estado de la sociedad actual, causa de todos los crímenes que cometen naciones e individuos. Smithville, Texas, teniendo como representante al compañero E. G. Flores, después de rememorar la campaña que desde muchos años atrás hemos venido haciendo a la tiranía política y burguesa de México, acción que ha obligado la gratitud de los trabajadores algodoneros de Texas hacia los compañeros, maldice a los bárbaros del norte, cerdos de Pensilvania, que con Taft a la cabeza asolaron, asesinaron y robaron los hogares de los filipinos en los primeros años del siglo XX, asegura que el proletariado mexicano no dará un aguinaldo a las turbas de ebrios blancos y negros semisalvajes de la República modelo que sin duda el bandolero Morgan ordenara al otro lado del Bravo cuando la bandera roja haya diezmado a los esclavos de Madero y De la Barra, y, finalmente, anuncia la hora de la sangre, la hora roja para todos los defensores de la burguesía.

La colonia mexicana de Thurber, Texas, así mismo, en comunicados que remite a Regeneración y Cultura Proletaria de Nueva York, hace un llamamiento a todos los trabajadores del mundo para poner al gobierno americano un hasta aquí en su carrera de persecución a los compañeros, demuestra que el ejército del hambre ha hecho su tremenda aparición en México y desarrapado, sucio y vengador se lanza a la expropiación de los capitales de los vampiros y termina con mueras al bandido Francisco I. Madero.

Otros honrados agricultores, compañeros a quienes conocimos personalmente desde el movimiento revolucionario de 1906, los liberales de Martindale y Fentress, Texas, también protestan a la Casa Blanca del crímen cometido en las personas y papeles de los compañeros, exitan al proletariado mundial a una unión de protesta contra la acción del gobierno americano y hacen responsable directo de los delitos cometidos a William H. Taft.

La manifestación de Martindale está encabezada por los viejos compañeros E. S. Torres y R. De León y la del Fentress por los igualmente veteranos de la revolución liberal Lázaro E. Rivera y Juan E. Salazar.

En representación de ciento treinta y cuatro trabajadores carboneros de Bridgeport, Texas, Mente Emancipada, conviene en que el Capital y el gobernante en contubernio sean los enemigos del pueblo obrero, pero no convienen en que tomen su nombre para oprimirlo impunemente, y aunque rebelde a protestar porque la protesta ha sido el medio pasivo de inconscientes e irresolutos, advierte a Taft que este sirve en la actualidad a una legión de privilegiados en lugar del pueblo al cual debían servir, y que no ha habido violación de neutralidad ninguna sino por parte de él cuando permitió que tropas mexicanas pasaran por territorio americano a batir a los liberales de la Baja California. Termina con las siguiente frases: Señor Taft: o somos neutrales deveras o nos quitamos las máscaras.

Amado G. Hernández, compañero residente en Austin, capital de Texas, juntamente con Isidro E. Luna, R. M. Barba y otro puñado de simpatizantes liberales, protestan contra los arrestos y prisión de los compañeros, y como hombres honrados y amantes de todo derecho y bienestar humano, exigen su libertad por ser público y notorio al pueblo mexicano que no han violado ley ninguna.

Para terminar, el grupo Regeneración de Cameron, Texas, cuyos presidente y secretario, Cristobal Guillén y Emilio Dávila, respectivamente, firman su protesta, califican de salvajismo el acto de las autoridades federales de este país al arrestar a nuestros compañeros y pregunta si la nave de la equidad humana ha hecho naufragio, para que todos los libertarios se arrojen sobre los monstruos del Capital parando en un momento la fuerza motríz que los hace sostenerse.

Es grato, gratísimo para nosotros en estos momentos en que el capitalismo internacional ha decretado nuestra destrucción el anotar y dar a la historia del futuro, las anteriores muestras de solidaridad con motivo de la prisión de los compañeros Ricardo y Enrique Flores Magón, Librado Rivera y Anselmo L. Figueroa. Esas manifestaciones hacen que nuestro espíritu se fortalezca, que prosigamos con más ánimo nuestra tarea, que sigamos ayudando activamente a los valientes defensores del principio Tierra y Libertad que en México están combatiendo a la nueva tiranía.

El proletariado mexicano no puede perecer si cuenta con la solidaridad mundial. Los trabajadores están alzados y velan; están resueltos a defender como leones las fronteras de lo conquistado al Capital. Esta lucha mexicana que asombra al mundo por ser la primera del siglo en acción directa contra el capitalismo, está debiendo su fuerza y su victoria a la justicia que le asiste y a la unión de los proletarios que son sus paladines; de cuando en cuando, como en Tijuana, por falta de elementos se ve obligada a eclipsarse momentáneamente para volver a aparecer en la montaña y coronarse de laureles otra vez al inflingir sus derrotas a los esclavos de uniforme enviados por el gobierno interino, en conivencia traidora con las autoridad de Washington.

Estamos convencidos de que la revolución social en México tiene su porvenir. El estado en que se ha vivido tantos años, la aceptación por el pueblo de las más radicales ideas, el odio de Madero para el trabajador que piensa, pues ve a dicho advenedizo como el instrumento del capitalismo norteamericano, son solo factores que contribuyen al rápido avance del Partido Liberal Mexicano.

Más para que la bandera roja no tenga que arriarse en el futuro, por falta de parque como sucedió en la parte occidental de Baja California, esperamos que el proletariado mundial venga a nosotros con elementos necesarios para sostener lo conquistado.

No demos tregua al despotismo de Madero; ese es nuestro deber. Continuemos azotando rudamente la cabeza de ese monstruo, substituto ventajoso de Porfirio Díaz -al decir de los capitalistas de yankilandia- y viendo la libertad y la justicia bajo sus talones, denunciémoslo al mundo entero y despreciemos a los defensores de su gobierno de aventuras, gusanos repugnantes que se arrastran sobre la letra del maderismo.

Gritemos en alto: ¡Viva Tierra y Libertad! ¡Muera el maderismo!

Antonio de P. Araujo

(De Regeneración, del 29 de julio de 1911, N° 48)

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