Indice de Ricardo Flores Magón, el apóstol de la Revolución Mexicana de Diego Abad de Santillán CAPÍTULO PRIMERO CAPÍTULO TERCEROBiblioteca Virtual Antorcha

RICARDO FLORES MAGÓN,
el apóstol de la Revolución Mexicana

Diego Abad de Santillán

CAPÍTULO SEGUNDO

Fundación de Revolución en Los Ángeles, Cal. - Clarinada de combate. - Otro editorial de Flores Magón. - Balance de los acontecimientos de 1906. - El secuestro de Manuel Sarabia. - Nuevos arrestos. Veinte mil dólares por la cabeza de Flores Magón. - Actividades revolucionarias desde la cárcel. - Carta de Ricardo Flores Magón a su hermano Enrique.



Fundación de Revolución en Los Ángeles, Cal.

Cuando Ricardo Flores Magón escapó al arresto en El Paso, Texas, y se dirigió a Los Angeles, California, con Modesto Díaz, sin tener en cuenta el golpe sufrido por la Junta Organizadora del Partido Liberal, sin amedrentarse por las persecuciones y las condenas bárbaras contra los comprometidos en la tentativa insurreccional, se puso de inmediato a continuar la labor interrumpida. A los tres días de su llegada a Los Angeles, el 14 de noviembre de 1906, estuvo a punto de ser arrestado por orden del gobierno mexicano. El 18 de enero de 1907 corrió otro nuevo peligro de ser descubierto. En vista del espionaje de que era objeto su refugio secreto en casa de unos camaradas, partió para San Francisco y Sacramento; desde allí colaboró en un periódico recientemente fundado para sustituir a Regeneración, y que comenzó a aparecer en Los Angeles, desde el 1° de junio de 1907 con el título de Revolución.

En su primer número publicó el artículo siguiente con el nombre de:

Clarinada de Combate.

¡Mentira que la virtud se anide solamente en los espíritus sufridos, piadosos y obedientes!

¡Mentira que la bondad sea un signo de mansedunbre; mentira que el amor a nuestros semejantes, que el anhelo de aliviar sus penas y sacrificarse por su bienestar, sea una cualidad distintiva de las almas apacibles, tiernas, eternamente arrodilladas y eternamente sometidas!

¿Que es un deber sufrir sin desesperarse, sentir sobre sí el azote de la inclemencia, sin repeler la agresión, sin un gesto de coraje?

¡Pobre moral la que encierre la virtud en el círculo de la obediencia y la resignación!

¡Innoble doctrina la que repudie el derecho de resistir y pretenda negar la virtud a los espíritus combatientes, que no toleran ultrajes y rehusan declinar sus albedrios!

No es verdad que la sumisión revele alteza de sentimientos; por el contrario, la sumisión es la forma más grosera del egoísmo; es el miedo.

Son sumisos los que carecen de la cultura moral suficiente para posponer la propia conservación a las exigencias de la dignidad humana; los que huyen del sacrificio y del peligro, aunque se hundan en el oprobio; los cobardes incorregibles que en todos los tiempos han sido un grave obstáculo para el triunfo de las ideas emancipadoras.

Los sumisos son los traidores del progreso, los rezagados despreciables que retardan la marcha de la hunanidad.

Jamás el altruismo ha germinado en esos temperamentos morbosos y amilanados; el altruismo es patrimonio de los caracteres fuertes, de los abnegados que aman demasiado a los demás para olvidarse de sí mismos.

¡Mentira que la sumisión sea un acto digno de encomio; mentira que la sumisión sea una prueba de sanidad espiritual! Los que se someten, los que renuncian al ejercicio de sus derechos no sólo son débiles: son también execrables.

Ofrecer el cuello al yugo sin protestar, sin enojo, es castrar las potencias más preciadas del hombre, hacer obra de degradación, de propio envilecimiento; es infamarse a sí mismo y merecer el desprecio que mortifica y el anatema que tortura.

No hay virtud en el servilismo. Para encontrarla en esta agriada época de injusticias y opresiones, hay que levantar la vista a las alturas luminosas, a las conciencias libres, a las almas batalladoras.

Los apóstoles serenos que predicando la paz y el bien conquistaban la muerte; los abocados al sacrificio; los que creían sacrificarse marchando indefensos al martirio; los virtuosos del cristianismo, no surgen ni son necesarios en nuestros días: se ha extinguido esa casta de luchadores, desapareció para siempre, envuelta en el sudario de sus errores místicos. Con su ejemplo nos legaron una enseñanza viva de que la mansedumbre es la muerte. Predicaron y sufrieron. Fueron insultados, escupidos, pisoteados, y jamás levantaron la frente indignada. La gestación de sus ideas fue muy lenta y muy penosa, el triunfo, imposible. Faltó en ellos la violencia para demoler los castillos del retroceso, la pujanza bélica para abatir al enemigo y enarbolar con férreo puño los estandartes vencedores. Su ejemplo de corderos no seduce a las nuevas falanges de reformistas, sublimes por su consagración al ideal; pero perfectamente educados en la escuela de la resistencia y las agresiones.

Luchar por una idea redentora es practicar la más bella de las virtudes: la virtud del sacrificio fecundo y desinteresado. Pero luchar no es entregarse al martirio o buscar la muerte. Luchar es esforzarse por vencer. La lucha es la vida, la vida encrespada y rugiente que abomina el suicidio y sabe herir y triunfar.

Luchemos por la libertad; acudid a nuestras filas los modernos evangelistas, fuertes y bienhechores, los que predican y accionan, los libertarios de conciencias diáfanas que sepan sacrificar todo por el principio, por el amor a la humanidad; los que estén dispuestos a desdeñar peligros y hollar la arena del combate donde han de reproducirse escenas de barbarie, fatalmente necesarias, y donde el valor es aclamado y el heroísmo tiene seductoras apoteosis.

¡Acudid los cultores del ideal, los emancipados del miedo, que es negro egoísmo! ¡Acudid; no hay tiempo que perder!

Concebir una idea es comenzar a realizarla. Permanecer en el quietismo, no ejecutar el ideal sentido, es no accionar; ponerlo en práctica, realizarlo en toda ocasión y momento de la vida es obrar de acuerdo con lo que se dice y predica. Pensar y accionar a un tiempo debe ser la obra de los pensadores; atreverse siempre y obrar en toda ocasión debe ser la labor de los soldados de la libertad.

La abnegación empuja al combate: apresurémonos a la contienda más que por nosotros mismos, por nuestros hijos, por las generaciones que nos sucedan y que llamarán a nuestras criptas, para encarnecernos si permanecemos petrificados, si no destruimos este régimen de abyección en que vivimos; para saludarnos con cariño, si nos agitamos, somos leales al glorioso escudo de la humanidad que avanza.

Laboremos para el futuro, para ahorrar dolores a nuestras pastores. Es fuerza que destruyamos esta ergástula de miseria y vergüenza; es fuerza que preparemos el advenimiento de la sociedad nueva, igualitaria y feliz.

No importa que perezcamos en la azarosa refriega; de todos modos habremos conquistado una satisfacción más bella que la de vivir: la satisfacción de que en nuestro nombre la historia diga al hombre de mañana, emancipado por nuestro esfuerzo: Hemos derramado nuestra sangre y nuestras lágrimas por tí. Tú recogerás nuestra herencia.

Hijo de los desesperados, tú serás un hombre libre.

Otro editorial de Flores Magón.

En el segundo número leemos en un editorial también debido a Ricardo:

La revolución que se inició a fines de septiembre del año pasado y que está próxima a continuar, es una revolución popular, de motivos muy hondos, de causas muy profundas y de tendencias bastante amplias. No es la revolución actual del género de la de Tuxtepec, de la Noria, verdaderos cuartelazos fraguados por empleados mismos del gobierno, por ambiciosos vulgares que no aspiraban a otra cosa que apoderarse de los puestos públicos para continuar la tiranía que trataban de derribar, o para sustituir en el poder a gobernantes honrados como Juárez y como Lerdo de Tejada, a cuya sombra los bandidos no podían medrar. Una revolución como aquellas que encabezó Porfirio Díaz o como las que antes de la Guerra de Tres años se siguieron una después de otra en nuestro desgraciado país; una revolución sin principios, sin fines redentores, la puede hacer cualquiera en el momento que se le ocurra lanzarse a la revuelta y bastará con apresar a los que hacen de cabecillas para destruir el movimiento; pero una revolución como la que ha organizado la Junta de Saint Louis, Missouri, no puede ser sofocada ni por la traición, ni por las amenazas, ni por los encarcelamientos, ni por los asesinatos. Eso es lo que ha podido comprobar el dictador y de ello proviene su inquietud. No está en presencia de un movimiento dirigido por aventureros que quieren los puestos pÚblicos para entregarse al robo y a la matanza como los actuales gobernantes, sino de un movimiento que tiene sus raíces en las necesidades del pueblo y que, por lo mismo, mientras esas necesidades no sean satisfechas, la revolución no morirá, así perecieran todos sus jefes; así se poblasen hasta reventar los presidios de la República y se asesinase por millares a los ciudadanos desafectos al gobierno ...

Una nota que se puede comprobar en todas las publicaciones dé Ricardo Flores Magón es una ausencia completa de ambiciones personales de mando, desde los primeros momentos; sin embargo, a juzgar por el programa del Partido Liberal, del 12 de julio de 1906, habría que haber esperado todo lo contrario, la afirmación de la idea de que todo cambiaría en cuanto el Partido Liberal llegase al poder. No: la propaganda de Ricardo Flores Magón fue siempre inspirada por un soplo libertario innegable aunque no del todo consciente en los primeros tiempos.

Fue durante la publicación de Revolución en Los Angeles, Cal., cuando entró en contacto con la Junta del Partido Libéral uno de los elementos más simpáticos de la revolución mexicana: Práxedis G. Guerrero, más tarde secretario de la Junta.

En Revolución se encuentran algunas de sus contribuciones literarias a la propaganda. Guerrero, procedente de una familia rica, pudo haber vivido en la abundancia, explotando a los pobres peones; pero abandonó su riqueza y se entregó a la vida del proletario, compartiendo con sus hermanos de miseria, su dolor y sus amarguras. Entre los que lo conocían gozaba de una gran estima por su bondad, por su austeridad y su abnegación en favor de los oprimidos.

Balance de los acontecimientos de 1906.

Queremos transcribir íntegra una circular de los primeros meses de 1907, en la que se hace un breve balance de los acontecimientos de fines de 1906:

Estimado y fino amigo:

Para las personas que ignoran nuestros antecedentes en la lucha desigual que desde hace siete años venimos sosteniendo contra el absolutismo que ha hecho del pueblo mexicano un esclavo y de la patria una dependencia extranjera, la aparente inacción de la Junta podría traducirse como una sumisión de los miembros que la integran a la fuerza del despotismo, lo que significaría una cobarde retirada de la lucha en los momentos precisos en que es menester el arrojo y es urgente hacer de la voluntad un fuerte irreductible.

La idea de una retirada del campo de combate no cabe en nuestras almas de suyo rebeldes y tenaces. ¡Que retrocedan los cobardes, que cedan los débiles, que se sometan los viles! Nosotros seguiremos en pie esperando con serenidad la suerte que el destino nos depare.

Desde que los obreros mexicanos empleados en las minas de Cananea, Sonora, fueron alevosamente asesinados por los explotadores sin conciencia que la dictadura protege para que mantengan al pueblo en la servidunbre, la Junta y su órgano Regeneración han sido perseguidos sin descanso por la dictadura. Roosevelt, el presidente norteamericano, haciendo suya la causa de los perseguidores de los liberales mexicanos, en quienes ve un peligro para el desarrollo y robustecimiento de su imperialismo sobre México, garantizados por el traidor que ejerce la primera magistratura en nuestra patria, no se ha dado descanso en su tarea de poner a los miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano en poder de los verdugos del pueblo, derivándose de eso la sañuda cruzada de que somos objeto.

Estas persecuciones no han menguado nuestros entusiasmos ni han debilitado nuestros propósitos de ver implantado en nuestro suelo el programa expedido por la Junta el dia primero de julio del año pasado. Para imponer ese programa, para hacer triunfar nuestros ideales de libertad y de justicia, enarbolamos la bandera de la rebelión a fines de septiembre de 1906. El triunfo era seguro. Cada cláusula del programa responde a una necesidad ingente y avasalladora, y el conjunto de dicho documento es la suma de las aspiraciones sanas de un pueblo cansado de la miseria y de la tiranía.

La organización revolucionaria fue lo más perfecta posible. Los grupos de ciudadanos intrépidos, prestos a levantarse a la primera señal de la Junta, esperaban con ansia el momento deseado de lanzar el guante al despotismo y a la explotación. La señal fue dada; pero la traición había espiado parte de los planes de la Junta y las cárceles de la República y de los Estados Unidos se pOblaron de hombres resueltos y dignos. Fue aquel momento de prueba para el Partido Liberal. Traicionado por dos villanos oficiales del ejército del dictador; perseguidos sin tregua todos aquellos que por su conducta digna despertaban desconfianzas a un gobierno de ladrones y de traidores; encarcelados por todas partes liberales distinguidos y aún varios miembros de la Junta, uno de los cuales, el vicepresidente de la misma, el abnegado Juan Sarabia, extingue en la fortaleza de San Juan de Ulúa la condena de siete años de prisión que le impuso el juez del distrito de Chihuahua por órden del autócrata, ni un momento flaqueó el partido heroico que en el actual momento de su historia sin mancha está destinado a poner la primera piedra de la verdadera libertad y de la verdadera justicia.

Por la traición solamente dos grupos insurgentes pudieron efectuar el levantamiento. el de Jiménez y el de Acayucan, pues cuando la Junta se iba a constituir en Ciudad Juárez, cuyo hecho, era otra de las señales para el levantamiento de otros grupos de la RepÚblica, Juan Sarabia fue aprehendido en dicha ciudad, y con él los principales jefes del movimiento, la víspera del d1a señalado para ser tomada por las fuerzas liberales, mientras en El Paso, Texas, el secretario de la Junta, Antonio I. Villarreal, fue puesto en la cárcel, habiendo escapado por una mera casualidad el presidente de la misma que se encontraba en el propio lugar.

En Saint Louis, Missouri, el primer vocal, profesor Librado Rivera, fue plagiado por las autoridades norteamericanas en combinación con las mexicanas y hubiera sido conducido a México si la prensa norteamericana no hubiera clamado justicia.

El intrépido liberal Aarón López Manzano que por varios años ha acompañado a los miembros de la Junta como compañero de labores, fue también reducido a prisión en Saint Louis y se le hubiese pasado a México si no hubieran concurrido las mismas circunstancias que impidieron la cobarde entrega de que iba a ser víctima el primer vocal de la Junta.

Antonio I. Villarreal iba a ser entregado a las autoridades mexicanas cuando se fugó, dejando burlados a los sicarios norteamericanos y a los verdugos de México.

A pesar de todo, los trabajos en pro de la libertad han seguido su curso. Los fracasos anteriores, debido a la traición y a la cnnivencia del impulsivo de la Casa Blanca con el traidor presidente de México, quien está haciendo donación vergonzosa del país a los capitalistas norteamericanos, no han tenido otro efecto que redoblar nuestros esfuerzos para salvar de una servidumbre perpetua a un pueblo digno de mejor suerte.

Por otra parte, el pueblo norteamericano, el que trabaja y piensa, ha criticado acerbamente la conducta atrabiliaria de Roosevelt, como lo demuestra el hecho de haberse puesto la prensa a nuestro favor cuando ese magnate extremó sus persecuciones ...

Por más que la dictadura lanzó la maquiavélica especie de que tratábamos de hacer una revolución antiextranjera, la verdad brilló al fin y todos se convencieron de que no somos enemigos del extranjero, sino de los explotadores y de los tiranos, sean extranjeros o mexicanos.

Los trabajos para derribar el despotismo avanzan con firmeza y sólo se hace sentir la necesidad de la prensa para que su voz prestigiosa anime a todos a deshacerse del yugo y a ser libres.

Queremos completar nuestros trabajos con la reanudación de la pUblicación de Regeneración, y para lograr nuestros deseos patrióticos nos dirigimos a aquellos de nuestros amigos que mayores pruebas de esplritu liberal han dado para que nos ayuden a reanudar la publicación del periódico, enviándonos fondos.

También deseamos publicar un Manifiesto a la nación en el cual explicaremos, con abundancia de detalles, nuestra actitud y nuestra voluntad de derribar por la fuerza de las armas a un gobierno sordo a las quejas de un pueblo que desfallece por el hambre y por la esclavitud.

Esperamos que usted nos ayudará con fondos para la empresa que entre manos tenemos y que invitará a sus amigos a que contribuyan con lo que puedan considerando que los actuales trabajos de la Junta requieren sumas enormes, puesto que ya no sólo se trata de propagar el ideal, sino de hacerlo triunfar por medio de la fuerza, único argumento que convence a los opresores de los pueblos.

Para envíos de cartas y dinero, hágase uso exclusivamente de la siguiente dirección: señor Melquiades López, Box 50, Bridgeport, Texas.

En espera de sus letras quedamos sus amigos y correligionarios que lo aprecian.

R. Flores Magón, presidente.
Antonio I. Villarreal, secretario.

El secuestro de Manuel Sarabia.

He aquí un suceso que revela hasta qué punto extremaba Díaz sus persecuciones y hasta qué punto tenía cómplices y agentes en los Estados Unidos:

El 30 de junio de 1907, el guardia rural San Hayhnrst encontró en una calle de Douglas a Manuel Sarabia. El rural le puso la pistola en el pecho y lo declaró preso, sin orden alguna de arresto.

Como Sarabia se negase a seguirlo, el guardia rural solicitó ayuda y Sarabia fue llevado a la cárcel, donde estuvo incomunicado con centinela a la vista.

Por la noche del dla de la detención, dos individuos despertaron al preso, le pusieron esposas y lo condujeron a un automóvil que esperaba a la puerta de la cárcel. Como adivinase que se trataba de transportarlo a México, procuró resistirse y se le cerró la boca y se le vendaron los ojos. El automóvil partió a gran velocidad y al poco tiempo llegó a la frontera mexicana; el preso fue entregado a diez soldados porfiristas. Sarabia fue montado en un caballo, cuyas riendas tomó uno de los soldados.

A las doce del día siguiente llegó la caravana a una estación y desde allí Sarabia fue transportado en tren a la cárcel de Cananea. Desde allí, el 3 de julio fue trasladado a la cárcel de Hermosillo, donde estuvo seis días incomunicado, a cuyo término fue puesto en libertad y devuelto a Douglas.

¿Qué había pasado mientras tanto?

Existla en Douglas un diario The Douglas Industrial, que denunció el secuestro y que realizó una enérgica campaña (1), a la que se debió que la población indignada realizase manifestaciones públicas y buscase con una cuerda al cónsul mexicano para ahorcarlo; la protesta de la población de Douglas obligó a las autoridades norteamericanas a reclamar de nuevo a Manuel Sarabia, que había sido secuestrado con su complicidad, y el gobierno de México no pudo menos que ceder para evitar el escándalo de la prensa.

La devolución de Manuel Sarabia fue una derrota de gran significación para el tirano de México y un triunfo para los liberales.

Nuevos arrestos.
Veinte mil dólares por la cabeza de Flores Magón.

En julio de 1907 regresaron ocultamente, a Los Angeles, Ricardo Flores Magón, Antonio I. Villarreal y Librado Rivera. Enrique Flores Magón se había quedado en Canadá desde 1906, y regresó a Estados Unidos a mediados de 1908.

Mientras tanto aparecóa Revolución regularmente en pequeño formato, con la cooperación incesante de Ricardo y de Práxedis G. Guerrero. Modesto Díaz figuraba como administrador. En ese periódico se comprueban ya claros destellos anárquicos o, cuando menos, un comienzo de evolución y de olvido de los principios del programa del Partido Liberal; se predica la toma de la tierra, el antiparlamentarismo, la guerra de los pobres contra los ricos, y la crítica al tirano se va convirtiendo poco a poco en crítica a la tiranta en sí, y un par de años más tarde en crítica al principio de autoridad. En Revolución, que fue suspendida en 1908 por la persecución desatada contra sus redactores, está el germen de muchas ideas favoritas de Ricardo Flores Magón que habrían de hallar su exposición y su propagación sistemática más tarde.

El 23 de agosto de 1907 fueron arrestados Ricardo Flores Magón, Librado Rivera y Antonio I. Villarreal en Los Angeles; se había tramado todo un plan para transportarlos a México clandestinamente y entregarlos a la venganza del general Díaz; el dinero mexicano doblegaba todos los escrúpulos de la policía y las autoridades de los Estados Unidos, las que, por otra parte, no pecaban de escrupulosas. Desde hacía meses circulaban noticias ofreciendo veinte mil dólares por la captura de Ricardo Flores Magón, y en las oficinas de correos de las ciudades norteamericanas fronterizas se encontraban carteles con el ofrecimiento y las señas personales del odiado rebelde. La tarde del 23 de agosto de 1907 se tenia preparado un automóvil; pero los arrestados al darse cuenta de que se trataba de un secuestro, comenzaron a gritar sus nombres. y a llamar la atención pública; a causa de esa resistencia, Ricardo y sus compañeros fueron brutalmente golpeados por los esbirros y cayó Ricardo un momento a tierra bañado en sangre. En vista de la imposibilidad. de realizar el secuestro, Ricardo, Librado Rivera y Antonio I. Villarreal fueron enviados a la cárcel, bajo la acusación de resistencia a la autoridad, cuando en realidad la causa era la obediencia a un plan premeditado para acabar con los inspiradores del movimiento antiporfirista en alguna prisión mexicana.

Los esbirros que realizaron el arresto de los revolucionarios fueron: Thomas H. Furlong, jefe de la Agencia de. detectives Pinkerton de Saint Louis, Mo., y otro detective norteamericano, Samuel, de la misma agencia, ayudados por dos famosos espias mexicanos llamados Talamantes y Rico, de Los Angeles. Furlong se vanagloriaba públicamente de andar tras Flores Magón desde hacía tres años y de no haber perdido el tiempo en ese plazo, pues habia entregado al gobierno mexicano ciento ochenta revolucionarios refugiados en Estados Unidos. Dias antes del arresto había estado en Los Angeles Enrique C. Creel, entonces embajador de México en los Estados Unidos; procedía de Washington, y conferenció con los capitalistas que habian recibido grandes concesiones en México, contratando los mejores abogados del sur de California para que secundaran la lucha del porfirismo contra sus enemigos; entre esos abogados figuraban Henry T. Gage, exgobernador del Estado de California; Cray, Barker y Bowen, asociados con Flint, senador de los Estados Unidos, y con Horace Appel. Es de notar también, como prueba de la complicidad del gobierno de Estados Unidos, que el Procurador General envió un telegrama al abogado de distrito en la Corte de Apelaciones de San Francisco, California,recomendándole que procediera de modo que fuese imposible la fianza para Flores Magón y compañeros, diciendo:

Resista a toda costa los procedimientos en el caso de apelación de Magón y compañeros, porque son deseados en México.

Dos abogados, Job Harriman y A. R. Holston, se hicieron cargo de la defensa de los presos, en cuyo favor se realizaron mítines de protesta y una campaña periodística internacional incesante. Eso los salvó de la entrega al gobierno mexicano.

A continuación publicamos las declaraciones hechas por el detective Furlong ante la Corte de Justicia de Los Angeles, California, respondiendo a preguntas del defensor de Ricardo Flores Magón y compañeros:

Harriman defensor - ¿A qué negocio se dedica usted?

Furlong - Soy el presidente y gerente de la compañia Furlong, de servicio secreto de Saint Louis, Mo.

Harriman - ¿Usted ayudó a aprehender a estos hombres?

Furlong - Yo lo hice.

Harriman - ¿Qué derecho le asistía?

Furlong - Ese es objeto que se deducirá de las declaraciones.

Harriman - ¿Tenía usted orden de aprehensión?

Furlong - No señor.

Harriman - ¿Los capturó sin orden de aprehensión?

Furlong - Si señor.

Harriman - ¿Usted se apoderó de algunos objetos de la propiedad de ellos, sin su autorización?

Furlong - Si señor.

Harriman - ¿Entró en la casa y la registró sin su autorización?

Furlong - Sí.

Harriman - ¿Y se apoderó de los documentos de ellos?

Furlong - Yo no los despojé de los docunentos. Yo capturé a ellos y los encerré, y luego volví y cogí los docunentos.

Harriman - ¿Los t0mó de la casa de los detenidos y los conservó en su poder? ¿No fue así?

Furlong - No señor; los entregué más adelante.

Harriman -Bien; ¿usted los retuvo en su poder tanto como lo creyó conveniente?

Furlong - Si señor.

Harriman - ¿Quién le pagó por realizar ese trabajo?

Furlong - El gobierno mexicano.

A pesar de demostrar palmariamente la injusticia de la prisión de los tres liberales, el juez se rehusó a ponerlos en libertad, ateniéndose a las acusaciones fraguadas. Para imposibilitar la libertad bajo fianza, se fijó la caución en cinco mil dólares, y cuando esta suma iba a ser depositada, con pretextos fútiles se rechazó su admisión. Al año y siete meses de estar tras de las rejas fueron reconocidos culpables de conspiración violadora de las leyes de la neutralidad, por el intento de trabajar en una insurrección armada contra el gobierno mexicano y condenados a dieciocho meses de prisión, pena cumplida primero en Yuma, Arizona, y luego en Florence, Arizona. Cumplida su condena, el 3 de agosto de 1910 se dirigieron a Los Angeles, California, en donde reanudaron la publicación de Regeneración el 3 de septiembre del mismo año.

Actividades revolucionarias desde la cárcel.

La prisión de Ricardo Flores Magón y Librado Rivera estuvo muy lejos de significar una paralización de la propaganda revolucionaria; todo lo contrario; quedaban fuera hombres como Enrique flores Magón, PrAxedis G. Guerrero, Antonio P. Araujo, Jesús M. Rangel y otros que activaron las labores de organización y de propaganda para un nuevo levantamiento, de acuerdo siempre con los presos.

Según parece, ya en esa época Ricardo flores Magón. y Librado Rivera mantenían a Antonio I. Villarreal ajeno a los asuntos serios del movimiento, por no confiar demasiado en él. Antonio I. Villarreal no supo nada concreto de los viajes de Guerrero y de Rangel por México para preparar los ánimos a fin de dar un golpe de muerte a la dictadura; Ricardo y Librado tenían el propósito de deshacerse, al salir de la prisión, de Villarreal que no podía seguir su evolución libertaria; con ese fin le propusieron ir a San Antonio, Texas; pero Villarreal se empeñó en seguir con la Junta en Los Angeles, hasta que por su propaganda maderista y a favor de la American Federation of Labor en Regeneración fue obligado a definir claramente su posición y se pasó al bando de Madero, con el cual ocupó el puesto de cónsul general en España.

Veamos cómo se trabajó por el levantamiento de 1908. Ricardo flores Magón escribía largas cartas a Práxedis G. Guerrero, a su hermano Enrique y a otros compañeros de confianza; en ellas exponía los planes de acción y daba las instrucciones necesarias para la propaganda.

Sobre la evolución de la Junta Organizadora del Partido Liberal nos dice mucho este pequeño fragmento de una carta de Enrique Flores Magón a su hermano Ricardo, caída en manos de la policía porfirista, que la publicó en La Patria, 4 de septiembre de 1908, México:

Decididamente sólo a Escoffie y a Pérez concederemos acceso, siempre que no hayan perdido sus ideales anarquistas. Si los perdieren, esperaremos a que se den a conocer algunos anarquistas inteligentes, para hacerlos miembros de la Junta, estando de común acuerdo en la elección, Práxedis, tú, Librado y yo, que somos del mismo ideal ...

Se preguntará uno cómo se armoniza el programa del Partido Liberal del 1° de Julio de 1906 con los ideales anarquistas, y no se halla fácilmente una respuesta concreta; pero hay que suponer que los miembros libertarios de la Junta tenían, ante todo, fe en el pueblo insurreccionado y confiaban que una vez con las armas en la mano los hechos y las circunstancias impondrían el verdadero programa realizable. Por otra parte, existía el deliberado propósito de arrastrar hacia el anarquismo al elemento liberal, y por eso la Junta, desde 1908 en adelante, compuesta por anarquistas, procedía con ciertas consideraciones de táctica.

Copiamos otro párrafo significativo de una carta de Enrique Flores Magón a Práxedis G. Guerrero, escrita el 9 de Junio de 1908 y caída en manos de la policía, que la publicó en La Patria el 25 de septiembre de 1908. Dice así:

Oiga, Práxedis: Debo de ser franco; le did que creo malo y arriesgado el paso que usted vaya a Juárez antes del movimientol; casi lo considero un acto carente de prudencia. Recuerde usted lo que tanto nos recomienda y aún suplica Ricardo, que no nos expongamos a caer en las manos de nuestros enemigos; y pensando las razones que Ricardo da, concluye uno por darle la razón.

Efectivamente, Práxedis; por lo pronto, aunque seamos anarquistas, debemos considerarnos como jefes del ejército liberal y, por nuestro mismo carácter de jefes, debemos cuidarnos para impedir que con nuestra caída venga el caos y la confusión que Ricardo presiente y nos marca acertadamente, puesto que las circunstancias especiales por las que atraviesa el movimiento nos cOlocan en la lucha como jefes, y hasta como una bandera que seguir en el combate y por la cual luchar. No crea usted por eso, mi buen Práxedis, que la megalomanla ha hecho presa en mi también, como en nuestros pobres compañeros Antonio (Villarreal) y Manuel (Sarabia); no, no desconozco mis pocas aptitudes para jefe, ni mi escaso mérito de luchador para ser tomado como una bandera; pero, a la vez tampoco me es ignorado que nuestros correligionarios, no conociéndonos a todos nosotros personalmente, ni estando en aptitud de estudiarnos y analizarnos, creen que todos los de la Junta tenemos la vigorosa capacidad mental de Ricardo o de Juanito (Sarabia). Como quiera que sea, el caso es, Práxedis, que si usted o yo, o ambos a la vez, cayésemos en manos de nuestros enemigos traería el desaliento, la desorganización y aun el desbando en nuestras filas, lo que, como cuando la traición en Juárez, acarrearía un fracaso de peores consecuencias que las originadas por aquel de 1906 ...

De una cosa estamos seguros: que los miembros anarquistas de la Junta no aspiraban a beneficios personales ni al mando, y si a pesar de todo obraban con la mentalidad que acusa esta carta, debe atribuirse, lo repetimos, a su fe en las masas insurrectas y a la acción libertaria en el periodo de la revolución. La Junta obra así para madurar los tiempos, como diría Enrico Malatesta. Algunos anarquistas que no comprendieron eso han llevado contra el movimiento liberal un principio de propaganda de descrédito, de lo que hablaremos más adelante.

Carta de Ricardo Flores Magón a su hermano Enrique.

La larga carta siguiente de Ricardo Flores Magón a su hermano Enrique, publicada por La Patria y reproducida por El País. diario católico de la ciudad de México, el 8 de agosto de 1908, nos da una idea de las actividades desarrolladas durante la permanencia de su autor en la c§rcel. La transcribimos tal como ha sido publicada, advirtiendo que de la autenticidad absoluta no podemos afirmar nada, pero que con toda probabilidad ha sido escrita por Ricardo, aunque las autoridades porfiristas hayan añadido o desfigurado algún párrafo:

Los Angeles, junio 7 de 1908.
Sr. Don Enrique Flores Magón.
El Paso, Texas.

Hoy 7, contesto, querido hermanito, la tuya del 5 del actual, diciéndote que si tú estás ansioso porque se señale la fecha del levantamiento, Librado y yo estamos desesperados, porque tememos que de un momento a otro desbarate los grupos el despotismo.

¿Ya se iría Manrique (Francisco) a Veracruz?

Juan Olivares, uno de los que con nuestro infortunado José Neyra fundaron en Rio Blanco Revolución Social y el Gran Circulo de Obreros, está comprometido para ir a agitar a los obreros del distrito fabril de Orizaba. El es obrero tejedor y está en esta nación desde hace dos años que se vino con Neyra. Es miembro del club de aqui y trabaja como cajista con Palomares en Libertad y Trabajo. A propósito del periódico se suspenderá porque se va a poner a trabajar Olivares para poder moverse a Veracruz, por lo demás que está perdiendo diez pesos semanales el periódico, y no pueden sostener los gastos y juntar algo para moverse los miembros de la Mesa Directiva que he comprometido. Si Olivares tiene oportunidad de encontrar en las fábricas algunos viejos amigos, la revolución podrá hacerse en Orizaba; los mejores obreros han huido de aquellos malditos lugares, y los que no huyeron están en el Valle Nacional, Quintana Roo, Tres Marias (cárceles porfiristas) y en los cuarteles. Por eso no lleva Olivares la seguridad de levantar a la gente, pero lo intentará. Yo creo que Orizaba puede caer en poder de la revolución si se pone en práctica el siguiente plan, que he comunicado a Olivares para que lo medite sobre el terreno.

En Orizaba debe haber no menos de 1 500 hombres contra los cuales no se puede obrar sino por medio de la dinamita, derribando los cuarteles. Al mismo tiempo, un pequeño grupo se encargará de destruir la maquinaria de Necaxa, que es la que produce la fuerza para las fábricas de Río Blanco, Nogales, Cocolapan, El Yute y otras más que hay en esa importante región. Entonces, como una avalancha, se echará la masa de obreros sobre Orizaba, cuyos cuarteles en este preciso momento estarán siendo volados y la plaza quedará en poder de la revolución. Orizaba es una ciudad muy rica, de donde pueden sacarse varios millones de pesos, una gran cantidad de armas y municiones de boca y guerra. Si el ataque contra los cuarteles fracasa, de todos modos quedarán sin trabajo más de 2 000 obreros con la destrucción de la maquinaria de Necaxa, y esos hombres serán otros tantos rebeldes empujados por el hambre.

Olivares necesita la ayuda de un perito dinamitero; comunica este plan a Velázquez (Juan E. Velázquez de Veracruz) para ponerlo de acuerdo.

Así pues, despacharé a Olivares directamente hasta Veracruz para que hable con Velázquez. Ojalá pueda reunir pronto fondos para ponerse en marcha.

¿Con qué dirección podrá encontrar Olivares a Velázquez? Yo creo que será bueno enviárselo a Joaquín O. Serrano para que éste lo presente a Velázquez. ¿Podrá encontrarse todavía a Velázquez en la administración de correos del puerto?

No pudo Ulibarri (Fidel) mandar a Prax (Práxedis G. Guerrero) los ejemplares del manifiesto, porque no tiene una dirección segura de él. Voy a decir a Ulibarri que entregue a Salvador (Medrano) esos ejemplares. Tú los mandarás a Prax.

Eustolio (García, asesinado en Austin en 1916) se colocará probablemente esta semana en una casa de comercio y no podrá venir por la correspondencia. El dice que vendrá su mamá; pero la señora, además de que se encuentra enferma con mucha frecuencia, tiene muchos muchachitos, vive relativamente lejos de la cárcel y está muy pobre para hacer gastos de tren. Creo que lo mejor es que Ulibarri lleve y traiga correspondencia y Salvador (Medrano) no tendrá más que ir por ella a casa de Gaitán (Teodoro), dondB dejará Salvador la que tú me envies. Si en la visita del viernes me trae Ulibarri tus cartas, será señal de que fue aprobada la proposición y entonces a él le entregaré lo que tengo para ti.

Con una cruz a la izquierda van señalados los que son buenOs amigos en la lista que devuelvo. J0sé I. Reyna, de Cadral, San Luis Potosi, no va señalado con cruz; ese Reyna fue aquel que quería que se le pusiera en conunicación con los grupos rebeldes desde que estábamos en Saint Louis; pero no lo hicimos por haber sido secreta la organización. No sé si será realmente sincero. Advierto que los señalados no están hablados para la revolución, ni sé si aceptarán formar grupos. No anoté al excelente Mateo Almanza, de Matehuala, porque no sé si todavia está preso en San Luis Potosi. Si alguien va a Matehuala, sería bueno se informase de Mateo, que si está libre sería una buena ayuda. Mateo cayó pocos días antes de los sucesos de Acayucan y Jiménez (en 1906). Estaba comprometido para levantarse. Lo mismo temo qUe ocurra esta vez, que caigan buenos gallos como Mateo antes de que comience el movimiento, pues es muy dificil Que todos los comprometidos al levantarse guarden el secreto necesario. Albino Soto, de Tamasopo, San Luis Potosí, fue uno de los comprometidos a levantarse en el movimiento del año antepasado. En la lista que adjunto en la carta que te mandé el pasado viernes, puse a Calso I. Robledo en Alaquines, y lo anoté como José en vez de Celso, por equivocación.

¡Ojalá que logres echar a El Paso a esos cinco compañeros! Yo mandaré diez cuando menoS. Lo malo es que no irán armados más que con pistolas, por la maldita miseria; pero los que no tengan armas se armarán aunque sea de piedras; de todos modos sirven los que no tienen armas, pues pueden encargarse de cortar alambres, de forzar las puertas de las armerlas y de arrojar bombas.

Hemos pensado mucho sobre la posible invasión gringa con motivo de la revolución. Creemos que si para evitar la invasión se agitase al pueblo norteamericano antes de comenzar el movimiento, no haríamos sino preparar a los dos tiranos. Hay que recordar que se decidió no circular el Manifiesto revolucionario precisamente para que Díaz no se preparase y pudiéramos cogerlo descuidado. Por su parte Roosevelt, aun cuando no invadiera, mandaría sus tropas a la frontera y perderíamos de realizar parte del plan, no pudiendo meter compañeros de esta nación, como los diversos grupos de Texas. No se podría tomar Juárez con la gente reclutada en esta nación, ni Díaz Guerra (Encarnaciín, defecci0nó más tarde) podría pasar la línea con su gente y así sucesivamente. Pero no es esto todos el pueblo norteamericano y aún los trabajadores organizados de este infumable país no son susceptibles de agitarse. Lo hemos visto en nuestro caso. Saben bien las uniones y el Partido Socialista que no somos unos politicastros de los que hacen revoluciones en Am+erica latina. Nuestro manifiesto lo expresó de modo de no dejar lugar a duda alguna. Me refiero al Manifiesto al pueblo norteamericano. Pues bien, la agitación duró muy poco. Sólo las uniones de esta ciudad hicieron algo. Fuera de aquí, con excepción de Pasadena, nada ha habido de una manera sistemática, como requería una formal campaña en nuestro favor.

Aqu! y acá y de tiempo en tiempo, han aparecido parrafillos en los periódicos obreros, ora socialistas, ora unionistas; pero no ha habido verdadera campaña en nuestro favor, a pesar de que es flagrante la confabulación de los dos gobiernos, y de lo maltrechas que por polizontes y por jueces han quedado las leyes de este desgraciado país.

Los norteamericanos son incapaces de sentir entusiasmos e indignaciones. Es este un verdadero pueblo de marranos. Vean ustedes a los socialistas: se rajaron cobardemente en su campaña por la libertad de palabra. Vean ustedes a la flamante American Federation of Labor con su millón y medio de miembros, que no pueden impedir las injuctions de los jueces cuando declaran, van contra las uniones o mandan estos delegados organizadores a lugares en que no hay trabajo organizado. Estos atentados contra socialistas y uniones son tremendos, pero no conmueven a esta gente.

Los sin trabajo son dispersados a machetazos como en Rusia. Roosevelt pide al Congreso que se faculte a las administraciones de correos para ejercer la censura sobre los periódicos; la nación se militariza a pasos de gigante; a pesar de todo, el paquidermo anglosajón no se excita, no se indigna, no vibra. Si con sus miserias domésticas no se agitan los norteamericanos ¿podremos esperar que les importen las nuestras?

Quizás, por lo ansiosos que son estos animales por las noticias de sensación, puede ser fructífera una agitación cuando haya estallado el movimiento, si todavía no nos invade la chusma de piel roja y se sabe entonces que se prepara a echarnos sus soldados. La noticia de la revo1ución en marcha s! estoy seguro que llamará la atención de los gringos por ser efectos sensacionales, y entonces, si todavía no somos invadidos, tal vez pudiera agitarse la opinión a nuestro favor y evitarse la invasión.

Continúo esta carta hoy día 8 de junio. Tal vez si comenzamos una agitación en contra de la invasión gringa, antes de que se haya decretado tal invasión, o de que Roosevelt dé los primeros pasos para efectuarla, lo que conseguiríamos sería que comprendieran nuestra impotencia, y entonces, si no tenían pensado intervenir, lo harían seguros de nuestra debilidad.

A mayor abundamiento, los gringos, tarde o temprano, tienen que echársenos encima para adueñarse de la Baja california, cuya propiedad anhelan por la buena o por la mala. En México hay en estos momentos una tremenda agitación antigringa, y aunque cobardemente se acusa de traidor al gobierno, bastaría la sola amenaza de Roosevelt de invadirnos para que nuestras filas aumentaran, con el fin de acabar cuanto antes con el gobierno traidor, y si de todos modos nos invade el gringo, tendrá que luchar con un pueblo altamente excitaqo por los abusos yanquis y en completa tensión de nervios en virtud de la revolución. Alguna vez tendrán que atacarnos los gringos, pues si lo hacen cuando el pueblo esté rebelado contra Díaz, precipitarán la caída del dictador, porque el pueblo verá claramente a Roosevelt -como aliado a Díaz para esclavizarnos-, perder nuestra autonomía. Por supuesto que una vez comenzada la revolución, si hay peligro de invasión, debemos agitar a los fríos y estúpidos norteamericanos. ¿Qué opinan ustedes?

Voy a hablar algo acerca del movimiento. Los grupos números ... (2) estarán completamente listos, esto es, armados como ellos y nosotros deseamos. Si esperásemos a que queden los grupos completamente listos, no podría estallar nunca la revolución, y de aplazamiento en aplazamiento se iría pasando el tiempo y los grupos contadísimos que ya estuvieran listos caerían en desaliento; se necesitaría entonces volver a visitarlos, comenzar a alentarlos de nuevo, y mientras se conseguía eso, los grupos que por no estar listos habían ocasionado la demora y el desaliento de los ya listos, se desalentarían a su vez, por el aplazamiento que fuera acordado para reorganizar los desanimados y así se seguiría aplazando hasta no sé cuando. Debemos, pues, renunciar a la esperanza de tener una perfecta organización de grupos absolutamente listos. Lo que hay que hacer, según nosotros, es obtener de los grupos el ofrecimiento solemne de levantarse el día que se fije como quiera que se encuentren. Si la mitad, y aún la tercera parte de los grupos que hay, cumplen levantándose, la revolución estará asegurada aunque se haya comenzado con grupos miserablemente armados, que siendo varios los grupos rebeldes y extensa la República, no podrán ser aplastados en un día por los esclavos de la dictadura, y cada día de vida para un grupo significa un aumento de personal, aumento de armas y adquisición de recursos de todo género, con la circunstancia, además, de que alentados los valientes en todas partes, surgirán nuevos levantamientos secundando a los bravos que prendieron la mecha.

Hay que tener confianza en que así sucederá.

Veo que además de retardarse, no podrán ser visitados por delegados los movimientos en Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí y Oaxaca.

No sería malo, y así lo proponemos a ustedes, señalar de una vez la fecha para dentro de un mes del día en que se señale.

Se avisaría inmediatamente a Velázquez (Juan E.) por carta que dijera a los grupos de su zona que se levantasen como estuvieran en la fecha fijada.

A los de la tercera zona se les avisaría del mismo modo, así como a los del centro y del sur.

Se le avisaría a Gaule para que invadiera Sonora por el noroeste, mientras Huitemea (indio yaqui) y su gente revolucionaba en el centro.

Tal vez Prisciliano (G. Silva) quiera tener armados sus doscientos hombres y eso es imosible, y será preferible renunciar a la toma de Ciudad Juárez y aplazar más el movimiento.

Si no hay delegados visitando ya Veracruz y la tercera zona del norte y la del centro, y sea necesario hacer la notificación de la fecha a los grupos de esas zonas por medio de carta, es absolutamente necesario darles un mes para que se alisten, así lo proponemos a ustedes, que creemos verán que es necesario hacerlo así, pues no estando al tanto los grupos de esas zonas de los trabajos de la Junta, con excepción de Veracruz, tienen necesidad sus jefes de volver a animar a la gente.

Mucho nos alegraría que estén ustedes de acuerdo con lo expuesto, pues el tiempo es oportuno para lanzar el reto al despotismo. ¿En qué tiempo acabarás los membretes para despachar el manifiesto ...? Pide a los buenos amigos que te ayuden, porque urge despachar cuanto antes el manifiesto, para que el amigo que dice Prax que lo llevará a Chihuahua tenga tiempo de hacerlo.

En Chihuahua supongo que el amigo en cuestión pondrá un timbre de a centavo a cada paquetito y echará a bordo de trenes, en los buzones; en la oficina de correos todo el envío.

Prax se encargará de decirle el día en que deben darles curso a los paquetitos, ¿no es así?

Es posible que se haga otro tiro del manifiesto. A ver qué resuelven unos amigos a quienes mandé hablar. Me conformo con que aparte de los cinco mil que hay, tengamos unos diez mil. Ojalá que Prax comprometa al amigo a meter todo lo que hay de ejemplares destinados a México.

Muchos saludos cariñosos a Práxedis. Te abraza Librado. De mi parte, querido hermanito, te envío un fuerte abrazo y saludos afectuosos para todos los de la casa.

Ricardo (3).

Por esa carta se deduce la clase de ocupaciones de los liberales mexicanos en la vfspera de un nuevo levantamiento. Según Enrique Flores Magón (4) el total de los grupos revoluciooarios armados y listos para obrar contra el gobierno de Porfirio Díaz era de sesenta y cuatro. Según Librado Rivera los grupos no pasaban de cuarenta y de ellos sólo unos treinta estaban armados.

El jefe del grupo de Sonora era Manuel M. Diéguez; el de Torreón, Juan Alvarez; el de Río Blanco, el obrero Neyra; el de Melchor Ocampo, Estado de México, Andrés A. Sánchez; el de Uruapan, Alberto V. P. Tagle,. etc. Hilario Salas, Cándido Donato Padua, Nicanor Pérez y Rafael R. Ochoa fueron jefes de los grupos de Veracruz y Tabasco; el ingeniero Angel Barrios, de los de Oaxaca; Lumbano Domínguez, de Chiapas; Pedro Antonio Carvajal, en Tabasco; doctor Antonio Cebada, en Puebla, etc.



Notas

(1) A esta campaña se unió Práxedis G. Guerrero publicando y repartiendo hojas sueltas en español. (NdA)

(2) La lista de los grupos aquí citados por Ricardo fue suprimida por el gobierno al publicarse esta de carta, con el fin de sorprenderlos y arrestarlos. (NdA)

(3) Leí esta carta inmediatamente después de haberla escrito Ricardo, y ahora que la he vuelto a leer, no encuentro alteración en ella; su contenido está de acuerdo con los hechos; lleva impreso nuestro estado de ánimo y nuestro modo de pensar de aquella época, así como el resumen de nuestros planes revolucionarios para derrocar la tiranía de Porfirio Díaz. A pesar de nuestra larga incomunicación, esta carta salió en un día de visita; merece la pena mencionar el hecho.

En la cárcel del condado de Los Angeles hay una tela doble de alambre que sirve de separación entre los visitantes y los presos, de adentro para afuera apenas se distinguen las caras de las personas, pero de afuera para adentro casi no se distinguen. En uno de esos días encontró Ricardo una rendija entre la reja y la pared por donde apenas pOdía caber una carta, y desde entonces ése fue nuestro medio de comunicación con nuestros compañeros de afuera; pero como los esbirros no tardaron mucho en descubrir nuestro medio de comunicación, taparon con cemento todas las hendeduras, obligándonos más tarde a sentarnos un poco retirados del alambrado. Ricardo aguzó su ingenio y siempre encontró otros medios de comunicación que tal vez algún día referiré.

(Comentario realizado por el profesor Librado Rivera en su colaboración con el autor).

(4) Véase, El Demócrata, del 5 de septiembre de 1924, México. (NdA)
Indice de Ricardo Flores Magón, el apóstol de la Revolución Mexicana de Diego Abad de Santillán CAPÍTULO PRIMERO CAPÍTULO TERCEROBiblioteca Virtual Antorcha