Indice de La Constitución de Apatzingan de Carlos María de Bustamante Carta cuarta. Apartado décimoterceroVideo representativo de MorelosBiblioteca Virtual Antorcha

La Constitución de Apatzingan
Carlos María de Bustamante
CARTA CUARTA
APARTADO DÉCIMOCUARTO



MODO CON QUE FUE TRATADO EL GENERAL MORELOS POR SUS ENEMIGOS.
HISTORIA DE SU PROCESO Y SU MUERTE

Conducido a Texmalaca lo aseguraron con una barra de grillos; reconvínole a Concha sobre el modo con que su tropa soez lo había insultado, recordándole que él no lo había usado con los prisioneros españoles; Concha remedió este mal quitándole las prisiones y tratándolo con la generosidad que no era de esperar de sus principios de taberna. Al entrar en Tepecuacuilco oyó Morelos que sonaban las campanas y se tiraban cohetes; entonces le dijo a Concha:

¡Cómo se conoce que vengo yo aquí! Ya he sabido de estos gustos.

Al entrar en San Agustín de las Cuevas se presentó mucha gente baldía y holgazana de la que vaga en México, y se divierte con ver agarrotar a los reos; entre éstos fue una vieja extranjera semejante a una estantigua, la cual osó insultarlo; Morelos le dijo blandamente ...

¿Qué no tiene usted qué hacer en su casa?

Reducido a prisión se le presentó Bataller a tomarle declaración; Morelos le dirigió la vista poniéndose la mano derecha sobre las cejas para observarlo ...

- ¿Usted es el oidor Bataller?, le dijo.
- Sí soy, le respondió el golilla con altanería ...
- ¡Cuánto siento no haber conocido a usted algunos días antes ...!

Echábala de fisonomista aquel letrado, y no se qué descubriría en aquel modo de observarlo.

¡Dos causas se formaron al general Morelos; una por el Gobierno militar de México, y otra por la Inquisición, su auxiliar, donde estuvo dieciocho días.

Reinstalado entonces este injusto tribunal, se mostraba deseoso de dar un gran golpe de terror sobre estos pueblos, ganando por este medio lo que había perdido por los escritos de los Mejías y Padrones. Con tal motivo se procedió a la información de la causa por el santo tribunal; su fiscal D. José María Tirado apuró su saber y entender en la formación de cargos; pero tuvo la desgracia de probar al mundo, del modo más oprobioso e indecente, que no sabía ni las súmulas del padre Goudin para deducir consecuencias de hechos supuestos, equivocados, absurdos e improbables.

Presentado el general Morelos en el autillo que se le formó con grande aparato la mañana del 27 de noviembre de 1815, y mostrado al público en un traje de burlas, se le hicieron los cargos siguientes, que ningún hombre de bien podrá leer sin irritarse.

1° Que había despreciado las censuras eclesiásticas fulminadas en general contra los insurgentes por la Inquisición, obispos y cabildos de vacante, y la particular que contra él fulminó el Sr. Abad Queipo, obispo electo de Valladolid, excomulgándolo nominatim, y declarándolo hereje, permaneciendo en ellas sin pedir absolución.

2° Que habiendo encontrado en la casa del comandante Fuentes un paquete de edictos de la Inquisición, lo entregó para cartuchos, diciendo ser papeles inútiles.

3° Que mandó quitar los mismos edictos, por orden circular, de todas las iglesias de Oaxaca.

4° Que confesaba, comulgaba y oía misa, no teniéndose por excomulgado.

5° Que despreciaba las leyes eclesiásticas no rezando el Oficio Divino, ni aun en la cárcel, después que tuvo breviario, pretextando tener corta vista, lo cual es falso.

6° Que no tenía bula de la Santa Cruzada, despreciando las gracias e indultos apostólicos.

7° Que decía misa estando irregular.

8° Que permitia se autorizasen los matrimonios por párrocos intrusos, puestos por él, no creyendo sin duda la necesidad en el ministerio para su valor.

9° Que había puesto vicario general castrense.

10° Que había decapitado a doscientos europeos en el cementerio de Acapulco, despreciando lo sagrado del lugar que violaba.

11° Que les atribuía muchas herejías (que se relataron por menor en el proceso) a los europeos y demás realistas.

12° Que había hablado mal de todos los obispos.

13° Que en contestación a una carta del señor obispo de Puebla, Campillo, decía que más quería pedir dispensa de la irregularidad acabada la guerra, que morir en la guillotina sin Sacramentos, de donde deducía el fiscal, que apreciaba más la vida del cuerpo que la del alma, con conocido error.

14° Que al mayor de tres hijos que tuvo lo había enviado a estudiar a los Estados Unidos de América, deseoso (como creía el fiscal) de que aprendiese las máximas de los protestantes para volver a continuar la empresa de su padre.

15° Que había ayudado a formar la constitución de Apatzingán, dictando sus errores y ratificándolos con su firma.

16° Que había leído los errores de Voltaire, Rousseau y otros, de donde había sacado las máximas vertidas en la constitución.

17° Que cooperó al insulto que sus tropas hicieron al Santísimo Sacramento, y al robo de una iglesia.

18° Que negaba el primer principio práctico universal, bonum est faciendum, etc. malum fugiendum; de donde se seguía que confundidas las ideas de la moralidad, juzgaba malo lo bueno, y lo bueno malo.

19° Que sus costumbres licenciosas fundaban sospecha de su herejía sobre lo que pidió el fiscal que declarara.

20° Que se había levantado contra el rey faltando a la obediencia que debemos prestarle, tan encargada en las sagradas letras, y a los potestades que gobiernan en su nombre durante su cautividad.

21° Que había continuado rebelde al rey después que volvió a su trono.

22° Que recibía los Santos Sacramentos sin enmendarse de los homicidios y guerra que sostenía.

23° Que artificiosamente había reducido sus respuestas a las menores palabras para estar en disposición de confesar solamente aquello de que lo convencieran, y ocultar lo demás sin temor del juez supremo.

RESPUESTA A ESTOS CARGOS

Al 1° hasta el cuarto, dijo:

Que el edicto del Sr. Queipo no había llegado a su noticia hasta que aquí se le manifestó; que de los otros creía no contener una verdadera excomunión por emanar de instancia y violencias del Gobierno secular, y por las demás razones que daba el Dr. Cos en su periódico el Despertador, y ptras que contenía un papel que corrió entre los insurgentes cuando se suprimió la Inquisición, que comenzaba, Omnes salvos, cuya lectura tranquilizó al declarante.

Al 5° cargo, dijo:

Que la guerra le pareció justa y no le dejaba lugar para rezar, por lo que se creía dispensado; que en la cárcel no lo había hecho por falta de vista, sino de luz.

Al 6° cargo, dijo:

Que los insurgentes no compraban bula de la Cruzada por no darle al rey dinero con que les hiciese la guerra.

Al 7° cargo, dijo:

Que desde el 25 de octubre de 1810 en que tomó las armas, hasta 11 de enero de 1811, en que por primera vez se creyó irregular, dijo una misa, y más adelante había dicho otra por enterrar con pompa a un cura, y a falta absoluta de quien la pudiera decir, cuya falta trató luego de remediar.

Al 8° cargo, dijo:

Que el padre Ponce Valenciano, prior de Santo Domingo de Puebla, y el Lic. D. N., le contaron que habiendo habido en Polonia una revolución semejante a ésta, después de fenecida, revalidó el Papa todos los matrimonios, alabando el celo de los ministros, que a falta de párroco los habían presenciado; que Venjuznea, afirma que en casos extraordinarios no se necesita párroco, como si personas de ambos sexos arribasen a una isla desierta donde se casarían, según derecho natural.

Al 9° cargo, dijo:

Que sin quererle atribuir jurisdicción de párroco castrense había nombrado uno en su ejército con el fin de que cuidase a los demás, así como el Sr. Rayón había nombrado otro en el Norte.

Al 10° cargo, dijo:

Que a los prisioneros que hizo morir fuera de Acapulco y que condujo su teniente Galeana, los ejecutó en la Quebrada, y a sólo nueve dentro de Acapulco en el hospital, lo que se había hecho para realizar la propuesta que dirigió al virrey siempre que decapitase a su teniente Matamoros; y a pesar de la muerte de éste, sólo había decapitado en represalia doscientos diez.

Al 11° cargo, dijo:

Que los insurgentes, si hablaban mal de los europeos, era precisamente de los que eran malos.

Al 12° cargo, dijo:

Que del Sr. Abad Queipo había dicho que no era obispo por las razones que alegaba el doctor Cos en su manifiesto, entre otras la de ser ilegítimo dicho señor obispo, como éste le confesó en su apología; y del Sr. Bergosa, que era cruel por el trato que había dado a los eclesiásticos insurgentes: que no había hablado mal de ningún otro.

Al 13° cargo, dijo:

Que la proposición no contenía sino un sentido natural: qUe mataba (contrayendo así la irregularidad) por defenderse y escaparse de que lo cogieran, con ánimo de pedir dispensa cuando pudiera.

Al 14° cargo, dijo:

Que por no haber colegio donde estuviese seguro su hijo, aprovechó la ocasión de enviarlo a los Estados Unidos, al cargo de dos personas que iban de embajadores, a quienes reencargó lo preservasen de todo extravío.

Al 15° cargo, dijo:

Que en la formación de la constitución no tuvo más parte que remitirle a sus autores la constitución española, y algunos números de El Espectador Sevillano, y no advirtió los errores que se dice se advierten en ella.

A los cargos 16° a 18°, no respondió, acaso porque no se le hizo declarar sobre ellos; y en cuanto a la pregunta de que su hijo era adivino, respondió que no contestaba a patrañas.

Al 19° cargo, dijo:

Que sus costumbres no habían sido edificantes; pero tampoco escandalosas, pues sus hijos no se tenían por suyos en el ejército.

Al 20° cargo, dijo:

Que creyó estaban los americanos en el caso de obrar como los españoles, pues sabía que por una ley de Indias, éstas deberían volver a su antiguo dueño faltando el rey de España; que había entrado en la revolución movido en parte por el respeto que debía al cura Hidalgo, y descansando en el dictamen de una persona que le aconsejó que solamente economizase la efusión de sangre.

Al 21° cargo, dijo:

Que entre los insurgentes no se creía el regreso del rey a España, y que él tenía para sí, que en caso de ser cierto, habría regresado como teniente de Bonaparte conducido por tropas francesas, y no tan católico como cuando salió de España.

El fiscal también produjo otras tres conjeturas o sean cargos para probar que era hereje, y entre ellos su bajo origen (1), pues no podía señalar a sus abuelos, sobre lo que pidió que declarase: así es que en cuanto al cargo vigésimo, según dijo, que los homicidios los tenía por tan justos como las tropas del rey estimaban a los que hacían en los americanos.

Al 23° satisfizo, diciendo:

Que no había ocultado advertidamente la verdad en sus declaraciones. Finalmente, en cuanto al 24° dijo:

Que era hijo de un honrado carpintero (2), y de la hija de un maestro de escuela de Valladolid; que sólo había omitido el nombre de su abuela materna por no acordarse, pero que había expresado el de sus ascendientes y abuelos paternos, y el nombre y apellido del materno; que se había ocupado en la labranza hasta la edad de veinticinco años que comenzó a estudiar gramática, y después filosofía y teología moral.

Por la respuesta a tales cargos, el tribunal de la Inquisición, compuesto de los doctores D. Manuel de Flores y D. Matias de Monte Agudo, en sentencia definitiva, fallaron:

Que el presbítero D. José María Morelos era hereje formal, cismático, apóstata, lascivo, hipócrita, enemigo irreconciliable del cristianismo, y como a tal lo condenaron a la pena de deposición, a que asistiera a su auto en traje de penitente, con sotanilla sin cuello y vela verde; a que hiciera confesión general, y tomara ejercicios; y para el caso inesperado y remotisimo de que se le perdonara la vida, a una reclusión para todo el resto de ella en Africa a disposición del inquisidor general, con obligación de rezar todos los viernes del año los salmos penitenciales, y el rosario de la Virgen, fijándose en la Iglesia Catedral un Sambenito, como a hereje formal reconciliado.

A la ejecución de esta sentencia (según el Noticioso General núm. 40) precedió relación de la causa, y aprobación de una junta de teólogos compuesta del señor obispo de Oaxaca D. Antonio Bergosa y Jordán, del señor marqués de Castañiza, obispo electo de Durango; de los señores D. José Mariano Beristáin, D. Juan José Gamboa, D. Andrés Fernández de Lamadrid y D. Juan de Sarria y Alderete, por todos los cuales se decidió que el Sr. Morelos era reo de alta traición y digno de la deposición perpetua y degradación solemne. En dicho papel se leen las siguientes palabras:

En fin, Morelos quedó para siempre desnudo de su carácter sublime de sacerdote, reformado a la clase de un secular oscuro, e infinitamente detestable por sus maldades sin ejemplo ...

Tal vez el autor de esta proposición era muy más digno del autillo que el desgraciado cura de Nucupétaro. Juzgue ya sobre estos sucesos la imparcial posteridad. Los que aspiran al restablecimiento de este tribunal, conózcanlo por sus obras, como se conocen los árboles por sus frutos; no son estos procedimientos del siglo de Torquemada, de aquel que hacía grandes fritangas de herejes; lo son de principios del siglo XIX en que las luces de la filosofía han penetrado hasta por las rendijas de los calabozos inquisitoriales. Justo es que salgan a la luz y se sometan al examen de la filosofía unos procedimientos ejecutados entre las tinieblas, el silencio y las bayonetas protectoras de este linaje de iniquidad. Morelos se presentará inocente, religioso, perseguido y libertador heroico de su patria, y obtendrá un lugar distinguido en el martirologio de las víctimas de la Inquisición de México.

Trasladado el general Morelos a la ciudadela, se le formaron allí otros diversos cargos por el auditor Bataller, a que respondió con la dignidad y desembarazo propios de su grande alma. Mantuvo toda la firmeza que convenía al primer jefe de la nación mexicana; pero una dignidad tal, que aterraba a sus mismos enemigos que le rodeaban, y aun parece que tenían empeño en tributarle homenajes. Hablábanle los oficiales, a cuya custodia estaba encomendado, con el mismo comedimiento y respeto que a Galeana y sus segundos, y todos se esmeraban en aliviarle su suerte; todo está dicho con asegurar que el mismo Calleja llegó a considerarlo. Tiénese por cosa cierta que entre los que se presentaron a conocerlo en la prisión fue el virrey uno de ellos, pero disfrazado, y que su esposa le estrechó fuertemente para que lo perdonase, en términos de responderla ...

Yo lo haría; pero ¿quieres que mañana amanezca preso como mi antecesor Iturrigaray?

Temía al partido de los gachupines, y tenía razón. Esta raza de víboras contaba los momentos de la existencia de Morelos, y no se dio por satisfecha hasta que supo que había muerto: si hubieran podido privarle de la gloria eterna que hoy goza, también lo habrían hecho (3).

Hasta el sombrero, bastón y uniforme se remitió a España bajo partida de registro para calmar al tirano Fernando. No se notó en Morelos más que un momento de turbación, y fue cuando la ceremonia de raerle las manos para relajarlo al brazo secular. El era sacerdote, y aunque sabía que su carácter también era indeleble, por lo pronto obró la fantasía sobre la razón; los hombres pocas veces separan con precisión la ficción de la realidad. Tu es sacerdos in actemum (dice Dios), y esta verdad no pueden contrastarla las quimeras de la imaginación exaltada.

Entre los cargos que Bataller le hizo fue la muerte de Musitu y la de González Saravia: el primero era fácil de disipar, mas no el segundo; ¡ojalá y Morelos hubiera conservado por trofeo de su piedad la vida del Sr. Saravia!

Consultó el auditor que se le amputasen la cabeza y las manos situándose en Oaxaca; pero lo resistió vivamente el señor arzobispo Fonte y las comunidades religiosas que multiplicaron sus ruegos al virrey, y ante el Excelso oraron fervorosamente por la buena muerte de nuestro caudillo.

La grande alma de Morelos aun en su mismo arresto en la Inquisición, presentará a nuestros descendientes una nueva prueba de su magnanimidad en la anécdota que voy a referir ... ¡Ah! ¡Ojalá y pudiera excusarla, pues era señal de que él se había sabido aprovechar de la bella ocasión que se le proporcionó para conseguir su libertad!

Hallábase de alcalde de la Inquisición un gallego llamado Martínez, alias Pampillón, fámulo que fue del colegio mayor de Santos. Los españoles se valieron de él por medio de algunas onzas y botellas para que les abriese la cárcel de Morelos de parte de noche: así es que entraban francamente a verlo y algunos lo llenahan de injurias: todas las toleró y jamás se quejó de estos excesos a los inquisidores. Un americano (D. Francisco Montes de Oca), cirujano de la casa, también entró varias noches, habló reservadamente con Morelos, y le ofreció sacárselo sin tropiezo, pues no tenía grillos ni centinelas, porque los inquisidores no permitieron que se le pusiesen; mas él respondió diciendo:

Amigo mío, es muy fácil cosa averiguar que usted me ha sacado, pues usted entra y sale por razón de su destino en estas cárceles. Usted tiene familia y de consiguiente dentro de poco es perdido con ella. No permita Dios que yo le cause el menor daño, déjeme morir, y en mí terminará todo ...

Hubo noche en que el alcaide no sabía de sí porque se había cargado de vino. Salido Morelos para la Ciudadela, donde le atacó una apoplegia, y de la que lo habría dejado morir este físico si hubiera creído que se le quitaría dentro de breve la vida (como me lo ha dicho). Entró en la Inquisición el canónigo de Guadalajara Cardeña, con el alcaide quiso usar de la misma venalidad; pero descubierta su conducta por el inquisidor Tirado, se le castigó severamente en un socucho de la misma casa, (aunque como a gachupín se le destinó de guardia a Tampico, pues los españoles siempre sacaban partido).

Es menester, por tanto, confesar que el Sr. Morelos llegó a la cumbre del heroísmo pues se dejó inmolar por no perder una familia honrada. Cotejemos esta noble conducta con la de los españoles que así le befaron en tal estado, añadiendo aflicción al afligido, ¿y qué resultará?: la contraposición del crimen con la virtud. Calleja, temeroso de que se supiese el día de la ejecución, que sin durla fue de consternación para todo México, procuró ocultarla del público. Sacósele temprano de la prisión ... Cuando se le llevó a fusilar a San Cristóbal Ecatepec (he dicho en su Elogio Histórico), se le preparó de comer en el cuerpo de la guardia de aquel destacamento; sentóse, y lo hizo con más serenidad que Leonidas en el último banquete con que refaccionó a sus trescientos espartanos para sorprender el campo de Xerxes (4). La conversación, durante la comida, rodó sobre el mérito de la fábrica material de aquella iglesia, y de cosas indiferentes. Concluida la comida le dijo su conductor Concha ...

- ¿Sabe usted a que ha venido aquí? ...
- No lo sé, pero lo presumo ...
- A morir ...
- Sí, pues tómese usted el tiempo que necesite.
- Dentro de breve despacho -dijo Morelos-, pero permítame usted que fume un puro, pues lo tengo de costumbre después de comer.

Encendiólo con tranquilidad; trajéronle un fraile para que lo confesase.

Que venga el cura -dijo-, pues no he gustado de confesarme con frailes.

De hecho, vino el vicario, y encerrándose en una pieza recibió la última absolución (5; oyó tocar las cajas, vio desfilar la tropa y dijo:

Esta llamada es para formar, no mortifiquemos más ... Deme usted un abrazo, Sr. Concha, y será el último que nos demos.

Metió los brazos en la truca, se la ajustó bien, y dijo:

Esta será mi mortaja, pues aquí no hay otra.

Quisieron vendarle los ojos y se resistió diciendo:

No hay aquí objeto que me distraiga.

Sacó el reloj, vio la hora, pidió un crucifijo, y le dijo formales palabras.

Señor, si he obrado bien, tú lo sabes; y si mal, yo me acojo a tu infinita misericordia.

Persistieron en que se vendase los ojos, y sacando su pañuelo lo hizo él mismo, dándole vueltas por las puntas encontradas, y se lo amarró ...

¿Aquí es el lugar?, preguntó.
- Más adelante, le respondieron.

Dio unos cuantos pasos, y habiéndole dicho que se hincase lo hizo, y por detrás lo fusilaron duplicándole las descargas por no haberse empleado bien los primeros tiros. Al caer dio dos botes contra el suelo y un horrendo y herido grito cual pudiera un tigre puesto entre el cazador y el venablo, grito con que invocó la justicia del Cielo, ¡grito con que anunció a la España que perdería el mundo hermoso de Colón por cuya libertad se sacrificaba tan preciosa víctima; grito, en fin, que resonó en los senos más profundos del corazón de los buenos americanos! Su alma voló a colocarse en aquel lugar distinguido, que según la expresión de Tulio tienen los dioses preparado a los que amaron su patria y dieron por ella la vida ... Tamaña desgracia ocurrió el 22 de diciembre de 1815.

NOTA

La precedente relación del modo con que se verificó el fusilamiento del Sr. Morelos, se ha intentado desmentir en el comunicado inserto en el número 91, tomo 1° del periódico intitulado Eco de la Justicia de 24 de octubre de 1843. Su autor no lo ha presentado bajo su nombre, pero muy claramente se da a entender que es un Padre Salazar, religioso dieguino, capellán ad honorem de la división del asesino Concha que hizo prisionero al Sr. Morelos. Si su paternidad no lo ha hecho por un principio de pudor o modestia, nos ha hecho acordar el cuentecito de las viejas ... El gato escondido, y la cola de fuera. Ha ofendídose mucho de que yo haya dicho que el Sr. Morelos no gustaba de confesarse con frailes, y para manifestar que no sólo se confesó con él, sino que lo auxilió hasta el último momento, lo amortajó y puso en el ataúd, entregándolo a los indios para que lo sepultasen en San Cristóbal Ecatepec, nos hace una larga relación de todo lo que precedió a la ejecución, que a la verdad no merecía que yo la analizase. No obstante, me tomaré este trabajo para descubrir en ella a buena luz la confirmación de la exactitud de cuanto he referido, porque no quiero pasar por fabuloso y cito credente. Daré también la razón suficiente en que ha descansado mi creencia, dejando a mis lectores la libertad de que crean lo que les parezca, y tanto mas, cuanto que al parecer hemos diferido, y esta contradiccion no se encontrará en la esencia del hecho sino en algunas circunstancias; porque si esto bastara para tener por fabulosa una historia, el padre Salazar tendría por talla de la muerte de Jesucristo, puesto que los evangelistas unos refieren y otros omiten algunas circunstancias con que se verificó aquel horrendo deicidio, pues sólo San Juan refiere el modo con que el Salvador le recomendó la custodia de su Madre, y a ésta la adopción de todos los hombres. Circunstancia que los otros omiten.

Mi hermano político, el coronel D. Juan N. Camacho, era capitán de la sección militar cuyo pie y mayor fuerza existía en la villa de Guadalupe, y era conocida con el nombre de División de la línea del Norte.

De allí se repartían destacamentos a varios puntos, siendo uno de ellos el de San Cristóbal Ecatepec, donde fue fusilado el Sr. Morelos, y en la casa donde se recibían los virreyes, que estaba fortificada.

Nombrósele comandante de dicho destacamento el mismo día en que se llevó a fusilar al Sr. Morelos; pero no teniendo corazón para presenciar aquel espectáculo doloroso, encargó el mando al teniente D. J. Verdeja y aun lo gratificó con cuarenta pesos. Este, como testigo presencial, le hizo la misma relación que yo he presentado en el Cuadro, y que sin embozo contaba a todo el mundo sin temor de ser desmentido, pues que todo lo observó y notó; ya, como un acontecimiento ruidoso y tierno; ya, como jefe de un punto que en aquel día estaba bajo su inspección y cuidado; reservábase el ser desmentida esta relación a veintiocho años después de haber pasado. Sobre esta creencia he descansado. Examinemos la relación del padre Salazar, y veremos que en vez de desmentirla más bien la apoya y confirma que la destruye.

Propónese describir la marcha que llevó el Sr. Morelos desde que salió de la Ciudadela a las cinco de la mañana, porque el objeto del Gobierno fue que la ejecución se hiciese en secreto. Dice que hizo alto cerca de la capilla del Pocito de Nuestra Señora de Guadalupe; mas como no indica el motivo de esta detención, yo se lo diré, y fue porque el Sr. Morelos iba en ayunas, y siempre tenía buen apetito de comer; allí le proporcionaron un par de huevos para poder seguir adelante.

Los españoles militares eran tan generosos en estas ocasiones como los judíos que alquilaron a Simón Cirineo para que ayudase a llevar la cruz a nuestro Salvador, y no por caridad que le tuvieron, sino temiendo no se les muriese en el camino abrumado con el peso de ella. Todavía existe la cofradía que llaman del Petate, o sea de los ahorcados, que hace los gastos para que coman bien los encapillados y vayan bien rehenchidos a la eternidad. Mas como el punto principal y que más títere hace al padre Salazar es que se haya dicho que el Sr. Morelos no quería confesarse con frailes, él nos asegura que lo confesó hasta el último momento de su vida; y yo pregunto, ¿esto prueba que tenía gusto en ello y que lo hizo por su voluntad? Digo que no.

El Padre Salazar dice en su exposición que Concha lo estrechó muchísimo a que fuese como capellán de su división, y con grande repugnancia suya fue a la Ciudadela, donde lo hizo entrar en el coche con el Sr. Morelos. ¿Y qué había de hacer este desgraciado hombre en tales circunstancias, sino someterse a la ley imperiosa de la necesidad, cuando no había un sacerdote secular con quien hacerlo y cuando no debía perder un momento? ... ¿Y a esto llama voluntad el Padre Salazar, y esto quiere que fuese libre elección? Este buen padre Salazar no ignora que cuando se determinó fusilarlo y que entrase en ejercicios, se le propusieron varios directores, como el R.P. Rojas de Santo Domingo y al Dr. Guerra, cura de San Pablo de México, y eligió a éste, y he aquí desde entonces indicada su elección y preferencia a los clérigos sobre los frailes. ¿Y no pasó otro tanto cuando poco antes de ser ejecutado, y cuando después de haberse confesado con el Padre Salazar por las razones dichas, se volvió a confesar con el padre clérigo que allí se presentó de San Cristóbal Ecatepec, como confiesa el padre Salazar en su impugnación? Si por ventura le choca y tiene por una fábula el que yo haya dicho que la serenidad del Sr. Morelos fue tanta, que habiéndosele presentado un plato de carne con garDanzos poco antes de morir, tomó un tenedor, y con él, sin temblarle el pulso, pinchó uno a uno y se los comió todos, acuérdese de lo que también nos dice en su relación, y que bien merece que lo tengamos ahora presente.

Cuando lo presentaron -dice- ante los comandantes que lo prendieron, Villasana y Concha, ambos le hicieron esta pregunta ...

- Si como la suerte de la guerra ha hecho que usted hoy sea nuestro prisionero hubiera sido al revés, ¿qué habría hecho con nosotros?

Morelos les respondió con todo garbo:

- Darles a ustedes una o dos horas para morir, y fusilarlos luego.

Esto respondió hallándose en medio de dos tigres, y cuando estaba en sus manos mandarlo luego ejecutar. Hay más, un padre Morales, que fue prisionero con Morelos, comenzó a disculparse con Villasana y Concha, diciéndoles que aunque andaba con los insurgentes, él no lo era; Morelos lo increpó, diciéndole:

- Se pasa usted de majadero; hasta ahora no es usted más que un prisionero como yo.

También nos muestra la impavidez de Moretos el Padre Satazar, cuando nos dice que poco antes de fusilarlo parecía que nada pensaba y que no se le daba nada, que de palabra era sumamente callado, y ninguna cosa profería con extremo ... a que todos vieran su arrepentimiento. Si a alguno pareciese increíble que comiese con buena gana y con tanto pulso y serenidad se soplase hasta el último garbanzo, acuérdese de lo que varias veces he dicho en mi Cuadro, que Morelos, cuando se hallaba en los mayores riesgos, y cuando todos trataban de exonerar el vientre, a él le daba gana de llenarlo. En Izúcar vio con el anteojo las columnas que venían a atacarlo, y con gran calma dijo:

Todavía nos dan tiempo; venga el almuerzo.

Y se lo tomó con la serenidad que pudiera en un banquete; otro tanto hizo hallándose bajo los fuegos del fortín de la Soledad en Oaxaca, y cuando sirviéndole un poco de pan y queso un soldado, una bala le arrebató a uno de su escolta, y en vez de huir, se colocó al frente de la batería. De estas pruebas de imperturbabilidad dio varias en la campaña. ¿Será creíble como dice el impugnador, que al marchar para el suplicio y se dio una caída, creyó que era efecto de miedo, y que se privaba, no lo siendo sino de que vendados los ojos (que él mismo con sus manos se los vendó, dándole vueltas encontradas a un pañuelo) y con una enorme barra de grillos en los pies no podía andar sin caerse? ¡Con cuanta justicia un sabio mexicano le compuso este dístico, que le hará eterno honor!...

lmpavidus aspexit mortem
Ut patria adspisceret vitam.
Miró impávido la muerte,
para que la patria adquiriese vida.

Creo haber respondido a la impugnación del Padre Salazar, tomando mis respuestas de las noticias que él nos presenta en su mismo texto.

Nada le ha ofendido ni en nada se ha fijado, sino en que he dicho que el Sr. Morelos no gustaba de confesarse con frailes ... Este títere (repito) le ha bailado, así como al conde de Castro Terreño, el que se lo dijese que cuando los insurgentes lo tenían por melón, les hubiese salido calabaza, y que tenía unos hermosos dientes de pelar cocos. ¡Válgame Dios, y cuánto se irritó este buen señor de que le afeasen su dentadura! ¡Tal es la miseria humana!

¡Qué no tenga yo en esta vez el genio de la elocuencia de los célebres oradores de Roma y Grecia! ¡Qué carezca de aquella irresistible energía con que Antonio conmovió a los legionarios de César a vista de su cadáver para llorar su pérdida, presentando, no la ropa ensangrentada de mi héroe, sino la idea de su vida consagrada a la libertad de su patria! ¡Ah! ¡Con cuánta elevación y entusiasmo hablaría de este hombre generoso que con su paciencia, sabiduría y valor, y con su misma sangre, levantó el grandioso edificio de nuestra libertad e independencia! ... ¡México, México! Este es tu Morelos: ve aquí al que tanto te honró con su valor en la campaña. ¡Cuautla de Amilpas! ¡He aquí al ornamento de tus ruinas y al héroe de tu fama! Colócale en tus fastos memorables; presenta a las naciones el mejor ejemplo de amor a la patria, al amigo del orden, al fundador del primer Congreso soberano de Anáhuac; al que por salvarlo se entregó en manos de sus enemigos en Texmalaca. Satisface, ¡O patria mía!, a la posteridad que te observa, este es tu deber (6). ¡Tosca y humilde losa que ocultas las cenizas del héroe del Sur, conserva los despojos de un hombre de bien! ...

¡Compatriotas! venid y regad con lágrimas los restos de un varón impávido en los peligros, del que os amó más que a su vida, y que por vuestra independencia fue sacrificado en un patíbulo; de un hombre, en fin, a quien la tiranía y el fanatismo hicieron objeto de la más pública y escandalosa irrisión. ¡Grito herido del expirante Morelos!, ¡tú te haces oír en el fondo de nuestros pechos, y llegando hasta el trono de la justicia eterna, atentas contra la tiranía de sus verdugos! ... Tus votos están cumplidos; tus afanes, recompensados; tu patria es libre; tus discípulos en la campaña rigen la República según tus intenciones. ¡Oh, si tal anuncio diese un soplo de vida a tus yertas cenizas ...! ¡Loor y nombradía en las edades futuras al inmortal cura de Nucupétaro y Carácuaro! Pero mi voz es lánguida, mi acento débil y desconcertado, la poesía honra a nuestro héroe de una manera digna, oigamos sus endechas: el príncipe de nuestra Arcadia mexicana toma el laúd, y le dice en esta

ODA ELEGIACA

Triste gemido desde el hondo valle;
triste gemido los fragosos montes;
por todas partes pavoroso suena
triste gemido.

La regia ninfa que de perlas y oro
su níveo manto recamara un dia,
y a quien las plumas, la macana y flechas
dieron adorno.

Hoy, hechas trozos las usadas galas,
en negro manto pálida se envuelve;
perenne añubla sus rasgados ojos
llanto salobre.

Entre sollozos balbuciente clama,
¡cuánto de males a mis caros hijos!,
¡cuánto prepara de dolor para ellos
hado maligno!

En sólo un golpe, despiadada, sumas
cuantos tres siglos me causaste males,
dura cadena me ciñendo en torno,
bárbara España.

Huracán recio furibundo sopla,
mi firme apoyo me arrebata y huye;
yace por tierra la esperanza mía;
muere Morelos.

¿Cómo no tiemblas, bárbaro verdugo?
¿Cómo no tiemblas ante el héroe excelso,
que llenó siempre de terror y asombro
huestes iberas?

¿No te retrata su serena frente
tantas virtudes, que en tan alto grado
nunca adunadas poseyera de antes
hombre ninguno?

Oye los manes de millares ciento,
que domar supo en las revueltas lides,
aún lo respetan, y a la par te gritan:
Bárbaro, ¡tente!

A esa tan noble, tan preciosa vida
le corresponde término glorioso;
no, no mancille la memoria nuestra
mano menguada
.

Mas él no escucha ruegos ni amenazas,
hace desprenda la ominosa chispa;
la muerte, al brillo de azufrosa llama,
rápida vuela.

Yace sin alma la preciada gloria
de la oprimida mexicana gente:
a ella es el duelo; y el ibero crudo
duerme tranquilo.

,Ay de las huestes que a victoria siempre
llevó certero el inmortal caudillo!
,Ay del anciano, de la triste viuda,
ay de mis hijos!

Por siempre oculta pavorosa huesa
laureles, ahora secos y marchitos,
con que su frente coronó gloriosa
Marte el indiano.

Cuautla, Acapulco, Petatán, Oaxaca,
otros mil teatros de su heroico aliento
él os dio fama; pero sois ahora
triste memoria.

Voz ronca vaga por la inmensa tierra,
y murió dice, feneció Morelos:
y con él quiere sepultarse luego
todo el imperio.

Murió: por nuevo y áspero sendero
mi suspirada libertad buscando;
murió y me deja en bárbara cadena
triste gimiendo.

¿Por qué indignado me arrebata el Cielo
la cara prenda de mayor valía?
¿Será que quiera que por siempre arrastre
grillos pesados?

,Ah! ,Nunca! ¡Nunca! Las cenizas frías
de ese héroe grande inspirarán aliento,
ya, ya se acerca un vengador: España,
suelta la presa.

Y tú, Morelos, desde el alto Olimpo
do de los dioses compañero habitas,
procura tenga mi dolor consuelo;
cuida tu patria.



AL GRITO HERIDO DEL GENERAL MORELOS (7)

¿Qué es el cadalso, cuyo solo nombre
terror infunde al corazón más fuerte?
Es del perverso ignominiosa muerte,
seguro dique a la maldad del hombre.

Paz y quietud la sociedad desea,
y sus inmensos bienes asegura
cuando del criminal la sangre impura
sobre el cadalso fúnebre gotea.

Mas si a los héroes, de inmortal memoria,
sobre el furioso déspota presenta
no es el cadalso, no, del héroe afrenta;
es el templo y el trono de su gloria.

De verdugos cercado así fallece
tu vengador, ¡oh patria!, el gran Morelos;
mas voló del cadalso hasta los cielos,
y en el orbe su gloria resplandece.

Tú eras, Morelos, la terrible espada
que Anáhuac levantó contra el tirano;
gozóse al verte el suelo mexicano,
y tembló la opresión amedrentada.

Tú eras de libertad el soplo ardiente
que disipar la servidumbre pudo,
pero, obstinado el español, sañudo,
alzar te vio la aterradora frente.

Y un patíbulo atroz te preparaba
su mano con mortal desasosiego,
creyendo así extinguir el sacro fuego
que la naciente libertad brotaba.

Tú, ajeno de temor, le combatiste:
coronó tus esfuerzos la victoria;
¿pero con tanto afán, con tanta gloria
la infamia de tres siglos sacudiste?

Raídas fueron tus sagradas manos
que por la patria amada combatían:
raídas sin piedad, sangre vertían,
que no sació el rencor de los tiranos.

Tu sangre en el cadalso derramada
el premio fue de tus gloriosos hechos;
mas no el suplicio abate heroicos pechos,
tu sangre con furor será vengada.

No en vano resonó doliente gnto
que lanzaste al morir; grito terrible
que del fiero español aborrecible,
hasta el nombre feroz dejó proscrito.

Aquel grito postrero de agonía
mirad, nos dice, de mi sangre el lago;
y despertó la patria, y a su amago
se desplomó la horrenda tiranía.

La muerte de Morelos se supo muy luego en Tehuacán, donde yo me hallaba. Lloréla como la pérdida de un padre de la patria, de un favorecedor magnánimo, y de un amigo mío muy querido; pero no encontré los mismos sentimientos en muchos americanos que habían recibido de su mano grandes beneficios. Urgí en Tehuacán y clamé repetidas veces para que se le hiciesen honras funerales, y jamás lo pude conseguir de Terán, no obstante que se hicieron y muy solemnes a los que murieron en la pequeña acción de la hacienda del Rosario. No alcanzo qué motivos habría para esta conducta ingratísima; en mi diccionario agradecida y virtuosa son voces correlativas, son sinónimos.

Con no poco trabajo he podido conseguir que se grabe el retrato de este hombre extraordinario, cuyo busto en cera me franqueó la generosidad de D. Francisco Rodríguez, excelente profesor en este arte. Ni se ha mostrado menos franco el Sr. Lallave, dedicándole una planta al Sr. Morelos, cuya relación botánica omito por no hacerme empalagoso. Creo haber cumplido con las obligaciones de justicia y gratitud que debo al Héroe del Sur. Si la muerte me sorprende en este acto, bajaré gustoso al sepulcro por haber transmitido su nombre a la posteridad; sí, creo que con alta cara podré anunciar que llené mis ideas cuando dije en el exceso de la gratitud y cariño ...

Levantaré su fama a las estrellas,
su heroica acción ensalzaré de suerte
que triunfe del olvido y de la muerte.

Como no todos han leído mi Elogio Histórico, creo no será inoportuno dar aquí un rasgo biográfico de Morelos.

Nació en el rancho de Tahuejo el Grande, inmediato a Apatzingán, de padres humildes; parece que una desazón de familia hizo que su padre se ausentase de su casa y se fuese a vivir a San Luis Potosí, donde ejercitó honradamente el oficio de carpintero.

Morelos, desde pequeño, se dedicó a mantener a su buena madre, y se aplicó a la arriería, donde hizo un corto principal en la carretera de Acapulco a México, sirviendo a la casa de D. Isidro Icaza, de quien hacía frecuentes memorias y se mostraba agradecido; pues cuidó de conservarle sus almacenes de cacao en Acapulco cuando tomó aquella plaza en 1813.

Mayor de 25 años emprendió la carrera eclesiástica; vendió las mulas que tenía, y se entró en el colegio de San Nicolás de Valladolid, de capa.

En breve aprendió la gramática latina, pues era constantemente aplicado; pasó al curso de filosofía del presbítero Pisa el menor, y obtuvo el primer lugar; después cursó un año de teología dogmática, y se dedicó a la moral. Ordenado presbítero se aplicó a la enseñanza de gramática latina en el pueblo de Uruápam, y habiéndosele conferido el curato de Nucupétaro y su agregado Carácuaro pasó a servirle: halló la iglesia de éste totalmente arruinada, y él con sus propias manos zanjó los fundamentos del edificio trabajando de peón; a pesar de este testimonio, entre muchos, de su piedad, la Inquisición de México lo calificó de enemigo irreconciliable del cristianismo (8).

Ninguno más activo para la administración de los Sacramentos que Morelos; ni la lluvia excesiva, ni el calor, ni las penurias de tierra caliente eran óbice para que se mostrase el ministro más eficaz que se conociera en Michoacán. Jamás se mezcló en asuntos políticos; pero apenas entendió que se trataba de sacudir el yugo español, cuando he aquí a este hombre transformado; de los bosques de tierra caliente salió un tigre a arrancarle al león viejo de la Iberia una presa que por tres siglos tenía aferrada; entonces desarrolló sus talentos, y para lo que lo había guardado la Providencia hundido en la oscuridad y el silencio.

Morelos era de carácter modesto y reservado; tenía una penetración extraordinaria, y conocía al primer golpe de vista el fondo del hombre con quien trataba, destinándolo al ejercicio para que era apto; pocas veces se engañó en sus aplicaciones. Su conversación era amena, y mezclaba en ella ciertos donaires o cuentecitos que no se podrían oír sin complacencia. Era astuto, profundamente reservado, y en su cabeza estaban naturalmente depositadas todas aquellas arterías que Iturbide buscaba ansiosamente en la lectura de las obras del marqués de Santa Cruz, hasta copiarlas de su letra; así es que el enemigo jamás pudo penetrar sus planes, y pocas veces supo del lugar donde residía.

A pesar de su gravedad, era humano y muy sensible a las desgracias; lo que parecía a muchos crueldad, era una justicia rigurosa, en cuya ejecución tenía gran parte el deseo del orden y la observancia de la disciplina militar. Su ánimo era impávido en los peligros, sufrido en las adversidades, igual en la prosperidad como en el infortunio. La escuela de la revolución le enseñó a conocer a los hombres radicalmente y a sacudir multitud de errores de escuela en que se había formado; de aquí es que fácilmente se imponía del mayor negocio de Estado, y daba su voto con tanta expedición como acierto.

A Morelos no se le conoció avaricia; si reunió sumas de dinero, fue para aplicarlas a la defensa de la causa que sostenía; en la revolución perdió los bienecillos que había adquirido sobriamente hasta vender su manteo por pagar a la tropa, y su poca ropa en Uruápam para trasladarse a Tehuacán por no gravar a la tesorería; y la casa que edificó dirigiéndola personalmente en Valladolid para su hermana, fue destruida por la saña de Trujillo, que ya que no podía haberlo a las manos se contentaba con destecharla, no de otro modo que el can rabioso muerde la piedra, ya que no puede vengares del que se la tira.

El Congreso del Estado de Michoacán se hará mucho honor en mejorar la suerte de su hermana, y de su hermano D. Nicolás Morelos; no menos que en reedificar su casa, como morada que fue de tan grande hombre.

Hanle acusado los inquisidores de lascivo, hipócrita; el mundo ignoraría sus flaquezas si la Inquisición no averiguara lo más secreto, y en ello no se complacieran estos jueces malignos y sombríos: amó y fue correspondido. Creo puedo decir como un historiador francés en elogio de Luis XIV:

Era noble hasta en sus placeres; se explicaba con la brevedad que pide el mando y la exactitud que dicta la prudencia; afable, modesto, tan galante en sus acciones como en sus dichos. El ídolo de su entendimiento fue la gloria, el de su alma el hacer bien, y el de sus gustos el galanteo; pero la dignidad de sus costumbres, la rectitud personal, lo harán siempre un hombre muy raro entre los hombres.

Parece que la galantería es el defecto de los hombres más sensibles, y que merece más la piedad de los buenos que saben cuánta es la flaqueza humana.

He aquí los títulos por qué la América mexicana reconocerá en D. José María Morclos y Pavón uno de sus más ilustres generales que la honrarán en todo tiempo.

El elogio del héroe de Michoacán no lo ha tejido mi pluma, sino su misma historia, que he escrito con exactitud a presencia de sus enemigos que pueden desmentirme teniendo la imprenta libre.

Todavía existen sus rivales, y dígoles yo que me contradigan, pues los aguardo tranquilo. Demos gracias a la Providencia bienhechora porque nos dio este caudillo contra los más crueles tiranos, y pidámosle que nos proporcione otros, según las necesidades que nos aflijan para completar nuestra dichosa emancipación.

Por último desahogo de mi corazón, permítaseme grabar sobre la lápida sepulcral de Morelos esta sencilla ... y verdadera

INSCRIPCION

Nueve batallas campales ganadas sobre el ejército español.
Más de cien reencuentros sangrientos en escaramuzas.
Un Congreso reunido en Chilpancingo.
Una sabia Constitución formada bajo los árboles y publicada en Apatzingan.
Un sacrificio gustoso de la vida por salvar el primer Congreso Nacional de Texmalaca.
He aquí los monumentos de gloria del general
José María Morelos.
Un infame suplicio en San Cristobal Ecatepec,
he aquí su apoteosis.
¡Mexicanos! Imitadle y honrad su memoria.



Notas

(1) Luego los de oscuro origen son herejes ... ¡Cuántos monarcas de la Europa lo son! ... ¿Esta es buena lógica, señor Fiscal? ¿Es ésta buena fe? ¿Es ésta la religión de Jesucristo que usted cela y defiende.

(2) El hijo de María era hijo de un pobre y humilde carpintero: ahí está el mérito, en hacer acciones heroicas, a pesar de una pobre cuna y cuales no hicieron nuestros preciados nobles, sino constituirse caudillos de nuestros asesinos, y consumir sus riquezas en oprimirnos y esclavizarnos. ¡Insensatos! Queréis deslustrar la hermosa virtud, y vosotros os tiznáis de ollín, y os cubrís del menosprecio de los buenos ... Mientras Dios sea Dios, la virtud de Morelos será loada y recomendable; sus flaquezas se echaron en el seno de su misericordia, así como una chispilla de fuego se apaga en lo profundo del Océano. Suauis Dominas Universoe miserationes eius, super omnia opera eius.

(3) El rosario de ánimas del año siguiente acabó a palos: pues notando algunos gachupines que por mucho espacio de tiempo se estuvieron cantando responsos por el alma de Morelos. montaron en cólera, apalearon a los acompañantes del rosario, y a muchos condujeron a la cárcel.

(4) Tomó el tenedor y no se le fue ni un garbanzo ... tan firme tenía el pulso; esto se notó con asombro.

(5) Ya había tomado antes ejercicios espirituales.

(6) Ya se está erigiendo una columna en la plaza de Cuautla, a donde he mandado las inscripciones que se me han pedido. Doy gracias a aquel vecindario por su patriotismo.

(7) Oda que se lee en las Poesías de D. Wenceslao Alpuche, impresas en Mérida en 1842, oficina de L. Seguí.

(8) En siendo amante de la Independencia, el mayor monstruo del mundo ... Credebant hoc grande crimen el marte piandum ... ¡Jueces impostores, avergonzaos!
Indice de La Constitución de Apatzingan de Carlos María de Bustamante Carta cuarta. Apartado décimoterceroVideo representativo de MorelosBiblioteca Virtual Antorcha