Indice de La Constitución de Apatzingan de Carlos María de Bustamante Carta segunda. Apartado décimoCarta tercera. Apartado segundoBiblioteca Virtual Antorcha

La Constitución de Apatzingan
Carlos María de Bustamante
CARTA TERCERA
APARTADO PRIMERO



ASPECTO POLÍTICO DE LA AMERICA MEXICANA EN AQUELLOS DIAS

Apreciable amigo:

La serie de infortunios comenzada en diciembre del año anterior de 1813 no presentaba un cariz consolador; por el contrario, todo conspiraba de nuevo a inspirar el desaliento y el despecho. La primera junta de Zitácuaro, respetando las preocupaciones y hábito de obedecer a la metrópoli de España, no se atrevió a declarar la independencia; pero el Congreso de Chilpancingo dio este paso; ya sea porque lo considerase en sazón, ya porque los muchos ultrajes que la América había recibido de los españoles en tres años de continua guerra, en que se habían hollado escandalosamente los sagrados derechos de la naturaleza y de las gentes, habían predispuesto a los pueblos a hacer este pronunciamiento.

Tan grandiosa idea de separación que no había podido llevarse adelante por la casi total disolución de los ejércitos americanos, no dejaba ya más esperanza que la de ser gobernados por la constitución liberal de Cádiz y leyes orgánicas para la mejor administración en todos los ramos.

La primera corporación de la América, es decir, la audiencia real con la denominación de acuerdo de oidores, no había cesado de clamar por la suspensión de la constitución en esta América; a este fin dirigió un informe reservadísimo al Congreso español con fecha de 18 de noviembre de 1813, en doscientos setenta párrafos ... ¡Ah! en ellos vierte esta corporación todo el veneno que abrigaba el corazón de sus autores, principalmente Bataller, y le anuncia la pérdida y separación de la América, siempre que no fuese gobernada con la férula que la humilló el antiguo régimen de tres siglos; al efecto analiza hasta las menores ocurrencias sucedidas desde el año de 1808.

¿Quién creería que yo hubiese sido objeto de la declaración de estos ministros, como se ve en los párrafos setenta y ocho y ciento veinticinco y en otras varias partes? No es esto lo más, sino que se apoya el tal acuerdo en informes de los obispos y principales corporaciones para dar por el pie a la libertad de la imprenta, y que al mismo tiempo que ellas decían Hosanna a la constitución, trabajasen eficazmente en derrocarla ...

Parece que todos conspiraron a esclavizarnos, y que no pudieron persuadirse de que fuesen ellos libres sino atándonos a los postes de sus tribunales, como pudieran los califas de Oriente para gozarse en su dominación tiránica. Ignoro la respuesta que el Congreso español daría a tal consulta; pero sí estoy seguro de que aquella corporación, que se mostraba tan liberal para con los peninsulares, obraba de un modo contrario para con nosotros.

Ni una sola providencia vimos que probara que deseaba sinceramente nuestra libertad. Mr. Dillon, en su obra intitulada Bellezas de México, que aún no está traducida del francés, dice: (pág. 267 en el compendio de nuestra revolución).

En este tiempo se injuriaba en España la nueva libertad de América. Cádiz estaba lleno de caricaturas y chanzonetas contra los insurgentes, y sus diarios atestados de injurias groseras ... ¡Gran Dios! Entre el pueblo vil que vive en la esclavitud, como la anguila en el fango, y el pueblo noble que se aprovecha de la ocasión de libertarse por sí mismo, ¿quién tendrá derecho para usar de la ironía? Aun los mismos magistrados no se libraban de esta injusta y ridícula animosidad contra la América. La batalla de la Albuera se ha ganado -escribía uno de las Cortes-, tanto mejor: estos miserables insurgentes van a ver a nuestras tropas victoriosas; (otro escribía) ... trescientos años ha que lloran porque son esclavos; de aquí a tres mil llorarán lo mismo, o se acostumbrarán a vivir en este estado sin quejarse ... Otro presentó con gran gravedad esta cuestión, ¿A qué clase de animales pertenecen los americanos?

Tantos ultrajes -concluye este autor- fueron vengados: la sangre corrió sin términos; un odio irreconciliable dirigía a todas las corporaciones, y la libertad americana al fin vio la luz.

El pueblo mexicano no vio castigar, pero ni aun reprender al consulado de México cuando osó llamarnos autómatas, orangutanes, máquinas groseras, y acaso uno de los diputados nuestros que presenciaron esta escena impidió el castigo de los criminales por hallar gracia entre los españoles mandones, y después se nos ha presentado recomendándonos sus servicios para quitar el pan de la boca a quien lo gana con honor y trabajo continuo.

Un denso velo se había echado sobre estas exposiciones secretas de los oidores, y tal vez este misterio no lo habría yo descubierto en Veracruz si contingencias muy extraordinarias no hubieran puesto en mis manos dicha exposición; por tanto no quedaba otra esperanza a los americanos semisubyugados que abrazar la constitución de Cádiz, y asirse de ella como de la única tabla de salvación en tal naufragio.

La observancia de esta constitución -se decían unos a otros- nos conducirá a la independencia, pues avezará paulatinamente a nuestros opresores a respetar los derechos de los pueblos; pero ¡ay! que en breve esta halagüeña esperanza desapareció de su imaginación para darles el último fatal golpe que consumara nuestra desgracia.

De repente un raudal de malas nuevas se difunde por toda la América: anúnciase la evacuación de las tropas francesas de España, y retirada del rey José Napoleón; la entrada de los príncipes aliados en París; la restitución de los Borbones al trono de Francia; la retirada del gran Bonaparte a la isla del Elba, y el regreso de Fernando VII a España; todo esto parecía un delirio y un cambiamento cómico. Nuestra distancia de la Europa no nos permitía creer cómo fuese posible la caída repentina de aquel hombre extraordinario. ante quien enmudecía el mundo antiguo. y que aquellos monarcas que tenían pendientes los destinos de sus tronos de una sonrisa de sus labios pudiesen derrotarlo, destronarlo y confinarlo a una isla donde el sol alumbra de mala gana. Mas así fue: nosotros presenciamos este acontecimiento que llorará en todos tiempos la razón. pues por él la mayor nación de la Europa retrogradó de la libertad a la esclavitud, y dentro de breve acaso será el asilo de la superstición y del fanatismo. Fernando VII se presenta en España. y aunque por los lugares de su tránsito no ve sino escombros y pavesas de magníficas ciudades destruidas, porque defendieron los derechos de la nación y del trono, él se muestra indiferente a tan grandes sacrificios: se presenta en Valencia; dicta el fatal decreto de 4 de mayo en que desobedece y proscribe la constitución; autoriza a Elío para que persiga de muerte a sus autores: se entra en Madrid, y da caza a los legisladores de Cádiz como a fieras dañinas, y los hunde en las cárceles, o los condena a los presidios de Africa; restituye al absolutismo en toda su deformidad; repone los antiguos tribunales, y convierte en prisiones la mayor parte de los edificios públicos que en otros tiempos fueron asilos del silencio y de la virtud más perfecta.

En breve este como golpe de electricidad se propaga hasta México: su lugarteniente e imitador en la crueldad (Calleja) hace punto de honor imitar a su amo: publica el bando de 15 de diciembre de 1814, en que destruye el régimen constitucional, y por el que manda disolver dentro de una hora el Ayuntamiento de México; los oidores triunfan; la sala del crimen e inquisición se reinstalan; las penas ignominiosas de azotes tornan a aplicarse; se planta una infame picota en medio de la plaza mayor, donde se flagela a los infelices depuesto todo pudor, y esta caterva de tigres se empeña en degradar y envilecer a la especie humana.

Fue necesario que el conde del Venadito sujetase sus sentencias de muerte a la revisión del oidor semanero para contener la furia de estos jueces: acción que le hará eterno honor entre los piadosos gobernantes.

Pudieran en estos momentos las primeras corporaciones haber guardado algún decoro, y siquiera haber mostrado modestia en razón de estos sucesos, para no celebrarlos de un modo vergonzoso; mas por el contrario, todas volvieron punto de fidelidad ser las primeras en aplaudir el triunfo de la esclavitud, comenzando por el cabildo eclesiástico de México.

No hay más sino leer las Gacetas de aquel tiempo, principalmente la núm. 670. en que se relaciona todo lo ejecutado en esta catedral por influjo del deán Beristáin, con una suntuosidad no vista. Este eclesiástico, cuyo cráneo debiera analizar el Dr. Gall para descubrir en él el órgano de la más vil adulación, gastó (según entiendo) más de veinte mil pesos en esta función, y alentó a otras corporaciones a que ejecutasen lo mismo; siendo de advertir, que aunque sobró dinero para ella, faltó cera para el monumento del Jueves Santo, porque no había ya un real. Fundiéronse enormes esquilas para quebrar la cabeza a los enfermos, y aumentarles sus padecimientos en el lecho del dolor; acuñáronse medallas de todos metales, en cuyo anverso se presentaba a Fernando VII sentado en el solio empuñando el cetro, la perfidia hollada a sus pies, y este lema: Subacta Perfidia. Feliciter Imperat, y en el reverso esta inscripción: Ferdinand. Optimo Regi. Solio restituto. Capitulum Eclesiae Mexicanae.

Beristáin era el primero que la traía al cuello en señal de su esclavitud. así como los niños romanos la bulla o especie de anillo en forma de corazón, en señal de su libertad; presentáronse noventa músicos escogidos para la función de la iglesia, adoptóse un nuevo ceremonial para que con las preces de ella se celebrase este suceso: predicó el obispo Bergosa, y aun vistió a unos cuantos soldados de los que salieron en la procesión del día 8 de diciembre de 1814, y se hicieron, en fin, tales demostraciones, que parecía que los hombres se volvían locos. Creo que en realidad lo estaban ...

No se descuidó Beristáin en perpetuar su odiosa memoria, pues en la fachada de la biblioteca de catedral que se adornó perfectamente, puso esta inscripción Scientiarum ac Bonarum Artium Columini Firmissimo. Ferdinando Septimo. Solio divinitus Restituto. Josefus Marianus Beristain, Decanus Eclesiae Mexicanae. Ejus dem Publicae Bibliotecae Proefectus. Faustum lmperium, Vitam Beatam. Sempiternam, que Gloriam Precatur ...

Bien sabido es que cuando se publicó la constitución de Cádiz, en la iglesia catedral el 30 de septiembre de 1812, este caballero inter missarum solemnia hizo un razonamiento en que la colmó de elogios, llamándola libro sagrado.

En el año de 1814, luego que se supo que el rey no la había querido jurar, en la misma iglesia dijo otro razonamiento totalmente contrario, comenzándoio de este modo:

No pegó el arbitio tomado por los liberales para destruir el trono y el altar dictando la constitución.

De la frase grosera de no pegó, se formó por un curioso la siguiente.

DECIMA

De no pega fue el sermón,
si sermón puede decirse
hablar hasta prostituirse
por la vil adulación.

Ayer la constitución
cual sagrado libro alega,
y apenas Fernando llega
que el que era lihro sagrado,
es un código malvado ...
¡Vaya, que eso sí no pega!

Fácil cosa es calcular a que extremo vilipendioso y cruel llegaría nuestra situación con estos funestos golpes multiplicados por la corte de Madrid, que no sólo aprobó cuanto aquí se había ejecutado de más bárbaro e inhumano contra los americanos, sino que comenzó a fomentar los ejércitos de asesinos que zarparon de las costas de Cádiz al mando de Morillo y de otros caníbales para la costa firme, y la llenaron de luto, sangre y desolación.

Declaróse la América en estado hostil, y de consiguiente se autorizó a las comisiones militares para que procediesen contra toda persona sin distinción de clases, proscribiendo las fórmulas legales, porque se quería inmolar muchas víctimas, y aquéllas ponían en algún modo obstáculos al despotismo. Mayores habrían sido los destrozos que viéramos en esta América, si la emigración de Bonaparte de Elba el 25 de febrero de 1815 no hubiera obligado a la España a reconcentrar sus fuerzas sobre la raya de la Francia e impedido el embarque de un crecido número de regimientos destinados a esclavizarnos. Sin embargo, aparecieron los de Navarra y cuatro Ordenes al mando del brigadier D. Fernando Millares, y después el de Zaragoza al de Liñán, como después veremos, y habría venido la expedición que se decía destinada para Buenos Aires como estaba anunciado, si los heroicos Riego y sus compañeros no hubiesen dado la voz de libertad en la isla de León en 1° de enero de 1820, trayendo por jefe al leopardo Calleja. La camarilla secreta de Fernando y sus ministros Lardizábal, Eguía, Lozano de Torres y Mata Florida, no cesaban de meditar el modo de aniquilarnos.

A pesar de esto, el Congreso de Apatzingán, dictando una constitución provisional y democrática, y muchos jefes impertérritos hacían una guera cruel contra nuestros enemigos, y atizaban por mil partes la sagrada llama del fuego patrio, cuya lámpara inextinguible conservó fielmente el general Guerrero, hasta que a semejanza de la qUé apenas alumbra y parece va a extinguirse en medio de un espacioso y lúgubre cementerio, de repente se reanima, se eleva en figura piramidal, y llena de alegría los mustios espacios donde sólo resonaba el eco lúgubre del mochuelo y de las alimañas nocturnas ...

¡Bendito seas, Dios del cielo, que en este momento comunicas a mi corazón un rayo de esta misma luz, para que con él vea cuánta es tu misericordia, y con cuánta generosidad nos has indemnizado de tantas pérdidas ... ¡Yo beso y adoro tu mano bienhechora, y quisiera que en mi pecho estuviesen reconcentrados todos los corazones de la presente y futuras generaciones, para darte gracias y cantar tus alabanzas sin término!

Este cúmulo de beneficios nos vino por una mano que aún destilaba la sangre de muchos centenares de nuestros hermanos; él lo hizo (según dicen sus adictos) a pesar suyo para mantener en el solio al mismo monarca español a quien había servido; para traerlo entre nosotros, y que aquí radicase un nuevo trono sobre nuestra ruina, ya que no podía reinar absoluto en España; este fue el plan de la decantada independencia. Convertirse, Señor, el veneno en triaca, así como hiciste que Balán bendijese al mismo pueblo a quien pretendía maldecir ... A Domingo Factum est istud, el. est mirabile in oculis nostris ... Nos azotaste con aquel ramal sembrado de escorpiones; ejerciste tu justicia con él sobre tu pueblo; pero después lo arrojaste al vilipendio: estas son tus obras, cantémoslas.

Yo quisiera no causar a usted molestia con estas reflexiones que tal vez parecerán ajenas de un historiador; pero no se me prohiba este desahogo: mientras yo respire he de hablar este lenguaje; arránqueseme este corazón del pecho si no ha de ser agradecido ...

El contagio de la adulación no menos que el temor cerval que se tenía en todas las ciudades subyugadas por los españoles, hizo que se explicasen casi todas lo mismo que el cabildo de México. En Puebla se tuvo la primera noticia de la llegada del rey a España, a la hora misma que iba a salir la procesión del Corpus. Un canónigo de aquella catedral, fundido en la misma turqueza que Beristáin, y sin ningunos conocimientos literarios, pues jamás había hablado al pueblo desde el púlpito, se subió a él, dirigió la palabra a sus oyentes, y rompió el silencio con que lo aguardaban. en estos términos ...

Señores, ya está el rey de España en España ...

¡Valiente exordio! En seguida leyó una papeleta a que se refería, y entonces todo el auditorio volvió punto de honor aplaudir aquella nueva que reprobaba en el fondo de] corazón. El 10 de agosto que se anunció en México, se cantó un solemne te déum en catedral: para justificar la conducta de Fernando VII en no jurar la constitución, se calumnió a la corporación de Cortes diciendo. entre muchos dislates, que pretendía trastornar el gobierno monárquico en republicano; triste efugio a que recurrió la malignidad para canonizar el arresto y atropellamiento que el rey había usado contra los diputados, arrestándolos, procesándolos y mandándolos a presidios y encierros, teniendo la crueldad de presentarse embozado en su capa disfrazado en la cárcel para verlos salir presos gozándose con aquel espectáculo de barbarie poco común.

Sin embargo de esto, es menester hacer justicia al ayuntamiento de México. Esta corporación que tenía a su favor el prestigio de la nación, que era el apoyo de su esperanza, y que correspondía cumplidamente a ella, mostró un carácter de firmeza que le hará un honor perdurable. La notificación de su disolución y restitución del antiguo regimiento perpetuo, se le hizo perentoriamente, y en el corto espacio de una hora en que se le emplazó respondió con dignidad y de una manera poco satisfactoria a Calleja; entonces éste le exigió, por pregunta especial que le hizo, que dijese categóricamente si reconocía o no a Fernando VII por rey de España y de las Indias, y que si lo reconocía se disolviese, y entrase en posesión en el acto a los antiguos regidores y alcaldes: este fue mucho compromiso, y tanto que el pueblo temió por la suerte de aquellos honrados patriotas; el espionaje del gobierno se ocupó hasta de estudiar el gesto y maneras con que se comportaban, y sé que algunos frailes tomaron el encargo de hacer esta averiguación harto difícil.

Yo vi en Zacatlán, en la mesa del general D. Ignacio Rayón, un correo interceptado por nuestras partidas, que pillaron una correspondencia para España, metida en un garabato hueco de un aparejo de mula, muy bien hecho, y noté que se gloriaba este Califa de haber dado por el pie a todo sistema constitucional, tratando con el mayor desprecio a las personas que habían mostrado alguna pesadumbre por esta desaforada medida.

La ciudad de Veracruz, a quien podemos justamente mirar como un modelo de pueblos liberales, mostró más que ningún otro su pesar por esta mudanza de gobierno. El gobernador Quevedo temió una positiva resistencia por parte de los patriotas, cuyos jefes quisieron oponerse a fuerza abierta a este cambiamiento, y aun para ello tuvieron sus juntas. Muchas veces me aseguraron que si el general Rayón se hubiera acercado a aquella plaza (como llegó a pensarlo cuando estaba en Omealca) se le habrían unido de corazón, y franqueádole auxilios; así es que Quevedo se valió del silencio de la noche para quitar entre las tinieblas la lápida constitucional de aquella plaza. Al recordar la memoria de este hecho en el año 1817 en que llegué a Veracruz, noté el sentimiento que ocupaba el corazón de aquellos habitantes, cuando lloraban sobre la memoria de tamaña desgracia; y bien lo comprobaron en mayo de 1820 cuando por sí mismos juraron de nuevo esta constitución, y estrecharon al conde del Venadito a que lo hiciese a pesar de los Velascos, Batalleres y otros sujetos de ejecutoriado servilismo. Finalmente, el que se quemasen los libros de acuerdos formados según los principios de la constitución; su regidor hombre de bien, ee dio maña de substraerlos y los guardó religiosamente, teniendo después el honor de presentarlos, luego que se reconoció y adoptó por esta América el sistema liberal.

Consiguiente a este suceso fue la reposición de la Inquisición, y con ella sus furores. Un torrente de indignación detenido rompió los diques de aquellos verdugos sombríos: tornamos a los socuchos, volvimos a las torturas, a los anatemas, y quizá a las ejecuciones secretas. ¡Oh Movellan! ¡Oh Morelos! ¡Oh Mier! ¡Oh Luna! Vosotros entre muchos sufristeis sobre vuestros cuellos el peso de aquella mostruosa autoridad ... La amargura de mi corazón sólo se suaviza cuando recuedo do que en aquel mismo edificio de tinieblas y de error se ha subrogado el Congreso del estado libre de México ... ¡Qué contraste! a la sombra de Morelos, que aún se mece en aquel salón de oprobio, hacen cortejo las de Wáshington y Franklin; a la de Torquemada increpan las de Locke y Mirabeau, así como a la de Isabel llamada la Católica se le contrapone la de Madame Stael. Yo admiro este asombroso cambiamiento, y cuando. reflexiono sobre sus consecuencias invoco a la muerte para que corte el hilo de mis días, y me deje bajar en paz a hundir al sepulcro.

En el cuaderno primero, carpeta tercera, de la causa del general D. Ignacio Rayón, se leen agregados varios pasquines que aparecieron impresos con motivo de la venida del rey en Querétaro y en México, producciones que aunque chabacanas, todavía muestran la resistencia que encontraba el servilismo en un partido: he aquí el que apareció en Querétaro la mañana del 10 de julio de 1814.

PROPOSICIÓN

Viva Fernando VII

¿Conque fernando ha venido?
Aunque esta fuera verdad ...
mientras no veamos excluido,
del gobierno a todo hispano
en América, es en vano
todo arbitrio o parecer.
Esto lo ha de sostener
el último americano

EXPERIENCIA

Sin cesar desaparecen
chaquetas y gachupines,
cuando la tierra produce
americanos a miles.

Respuesta a este pasquin

VIVA FERNANDO VII

Pues que Fernando ha venido
y no por casualidad
bajo esta firme verdad
ya todo se ha conseguido.
No, no se verá excluído
del gobierno el noble hispano
de esta América, y es en vano
cualquier otro parecer
porque lo ha de sostener
todo fiel americano.

RESPUESTA A LA EXPERIENCIA

Como humo desaparecen
rebeldes no gachupines
ya la España reproduce
fuertes soldades a miles

El solitario en la Cantabria-Baltimbon

El siguiente se encontró con otros en la Catedral de México el mes de agosto en que se celebraron las primeras noticias.

Resucita la tiranía de los reyes: Fernando la sostiene contra los que le han dado el cetro. Unámonos, europeos y criollos, y seremos felices. Los criollos están prontos, la mitad falta.

Constitución. Esto es, ser libres o morir.

Otro. ¿Juraste la constitución? ... Sí.

¿Es santa? ... Sí.

¿Pues por qué has de obedecer al tirano Fernando que la destruye, y hacerte esclavo? Si ahora no se reúnen gachupines y criollos, serán todos siervos de la tiranía antigua de los reyes.

Debo hacer una reflexión que me ha llenado de asombro desde la primera vez que la vi en un escrito del Dr. Cos; éste, en un aviso que publicó en Taretán en 19 de julio de 1814, hace saber a los americanos el regreso de Fernando VII a España, y concluye diciendo:

Esto es lo que se ha mandado repicar, iluminar y festejar en este reino como noticia plausibilísima para embaucar a los estúpidos americanos. ¡Gachupines insensatos! (son sus palabras) ha llegado ya el momento de vuestra total destrucción: dentro de muy pocos días verá el mundo vuestra ruina, y la gloria de una nación a quien habéis ultrajado ...

¿Qué tal? ¿Tenía anteojo de graduación el tal doctor? ¿Salió exacto su cálculo? (Causa del Lic. Rayón, cuaderno segundo, carpeta tercera, a que me remito).

No pensaban de este modo los españoles. aun los más avisados, como el Sr. Negrete, pues se fingió oros y moros, montes y maravillas con la vuelta del rey, como lo acredita la carta que escribió al comandante D. José Antonio Torres datada en la Estancia del Gallero a 9 de julio, en la que le dice:

Nuestros conciudadanos, nuestros hermanos, nuestros soldados de la Península, han logrado con su valor y con su sangre libertar a nuestro amado rey Fernando VII, como consta por el adjunto documento, que he recibido del general D. José de la Cruz (1).

Nunca ha habido motivo para que en este tranquilo país se haya suscitado una insurrección que ha causado incalculables desgracias a todos; pero ahora que, el deseado Fernando se halla a la cabeza de su nación, debe disiparse toda sombra con que alguno pudiera tener ofuscada su razón.

Tenemos rey, tenemos constitución, tenemos un gobierno que remediará las desgracias pasadas, y proporcionará en adelante las felicidades posibles a toda la nación.

Hemos tenido la guerra más cruel que hacen los hombres: una guerra entre compatriotas; bastante han durado los males; demasiada sangre se ha derramado; sangre preciosa, que sólo deberíamos derramar contra lo extranjeros que quisieran atacarnos.

Es, pues, tiempo de que se acaben nuestros trabajos; es tiempo de que reconociendo usted, y los que le obedecen, la legítima autoridad, volvamos todos a disfrutar los bienes de la fraternidad, y la paz que nos proporcionará el mejor de los reyes, y la más sabia constitución.

Dios, etc.

En breve conoció el Sr. Negrete cuanto se equivocó en su concepto; mas cuando no hubiera sido así, nada habría recabado este jefe, ni todos los españoles, de los americanos; aun cuando Fernando hubiese sido tan gran rey como lo fue Alejandro Severo, en quien la historia no encuentra defectos, la América no podía ser colonia de la España; esto es muy violento y fuera de la naturaleza y de las leyes de la política y bienestar de entrambos pueblos. Todo esto era inútil para los verdaderos americanos, que estaban persuadidos de la justicia y necesidad de la independencia.

Entre nosotros se representaba la misma escena que es harto común en las familias privadas. Resiste un padre el matrimonio de su hija; para borrarle la idea de su amante, la da gusto en cuanto quiere; la chiquea, y aun se anticipa a los deseos de la niña; pero ella está inquieta, suspira en medio de las satisfacciones y de la abundancia: falta que llenar un hueco de su corazón, que es la unión con aquel joven lindo en quien piensa a la tarde, a la noche, a la mañana ...

Te duleis conjux, te solo in littore teeum:
Te veniente die, te decedente canebam
.

Esta hermosura era la libertad de nuestra cara América, su prosperidad, su engrandecimiento; a este ídolo teníamos consagrado nuestro corazón; y bien así como los padecimientos en los amantes son motivos que multiplican el cariño en vez de borrarlo, lo que hasta entonces habíamos sufrido nos empeñaba más y más en llevar hasta el cabo nuestra empresa comenzada.

Sirva esta reflexión de norma y guía para los españoles que pretendan todavía subyugarnos, y para los que esperan en la santa liga.

La aquiescencia que mostramos desde la muerte del gran Morelos, fue aparente. Fue una tregua o un instante de reposo, como el que toma el atleta cuando descansa en la arena para volver con doble furor a la carga sobre su adversario: entonces recoge hasta el último aliento; se lanza sobre él con doble furor; lo aferra, lo estrecha, lo sobrecoge, y al fin canta sobre él un triunfo, tanto más lisonjero, cuanto que fue más largamente disputado. ¡Tiranos! Venció la América. ¡Viva su virtud y su constancia!



Nota

(1) Si yo glosara esta carta diría: la helada del Norte ocurrida en Moscú en 11 de noviembre, que acabó con el ejército de Napoleón; el incendio de Moscú que lo redujo a pavesas; el oro de Inglaterra que jamás cesó de obrar contra el engrandecimiento de la Francia; las aberraciones de la Alemania y Prosia; las riquezas acumuladas sobre los generales franceses por Bonaparte, y por las que ya no querían desempeñar sus puestos y deberes, etc., etc., han proporcionado como consecuencia de aquellos triunfos la evacuación de los franceses de España y regreso del rey ... Estamos arando, decía la mosca encaramada sobre el buey... No negaré que los españoles hicieron su deber, y siempre los aplaudiré; ni que por ellos murieron muchos franceses, y que obraron como valientes; que en la concurrencia de muchas causas obraron por los auxilios de Inglaterra para derrocar a Bonaparte, pues Inglaterra se defendió en las llanuras de Castilla, también lo sostendré; pero que ellos restituyeron a Fernando a España, lo diré cuando me vea en una jaula de locos de San Hipólito.
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