Índice de Anales mexicanos de Agustín RiveraANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO 1863ANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO DE 1864 - Segunda parteBiblioteca Virtual Antorcha

ANALES DEL SEGUNDO IMPERIO

1864

PRIMERA PARTE

Agustín Rivera


Enero, primeros dias.

José María Arteaga salió de Guadalajara para el sur de Jalisco, en donde continuó como gobernador del Estado.


Enero 6.

Cuarta visita de Arrangoiz a Maximiliano en Miramar, llamado por el archiduque (1).


Enero 7.

Entrada solemne de Bazaine en Guadalajara.


Enero 9.

Llegada de Juárez al Saltillo y establecimiento de su gobierno en la misma ciudad.


Enero 9.

Se presentó a Juárez en el Saltillo una comisión compuesta del abogado guanajuatense Juan Ortiz Careaga y el general moreliano Nicolás Medina, nombrado por Doblado y González Ortega, suplicándole que abdicase la Presidencia, como medio de negociar con la intervención un arreglo que pusiese término a ésta. El Presidente escuchó atentamente las razones que los comisionados presentaron; pero se negó resueltamente a la pretensión, diciendo, que no era su persona la atacada por la intervención y los conservadores, sino la forma republicana. (Zamacois).

La comisión entregó a Juárez una carta de Doblado, en la que le suplicaba lo mismo, y el Presidente le dijo que contestaría a Doblado. Pocos días después se presentó a Juárez otra comisión de Santiago Vidaurri, gobernador de Nuevo León y Coahuila (que a la sazón formaban un solo Estado), suplicándole que dedicase, con el mismo objeto de Doblado y González Ortega, a saber, hacer un arreglo con los franceses, y el Presidente le contestó lo mismo. Pronto veremos el arreglo que hizo Vidaurri con los franceses (2).


Enero 16.

Comunicación del general Neigre al señor Labastida, en la que le dijo:

Un hecho de extremada gravedad acaba de serme puesto en conocimiento: escritos incendiarios de que se me envían muestras, han sido introducidos por debajo de las puertas de ciertas casas y repartidos clandestinamente al público. Los autores de este culpable manifiesto exaltan viles intereses materiales que repudia nuestra sagrada religión, y apela a las peores pasiones contra el ejército de S. M. que viene a arrancar del desorden a México ... Quiero creer que V. S. I. (Usía Ilustrísima) ignora esos manejos criminales ... Dígale V. S. I. (al pueblo) que, si bien nos repugna siempre el emplear medios violentos de represión, no podríamos, sin embargo, si las circunstancias nos constituyesen en el penoso deber de ello, dejar de hacer volver a la sombra, de donde osan lanzar sus diatribas, a esos verdaderos enemigos de México.

El señor arzobispo en su contestación a Neigre, le dijo:

Tengo la honra de asegurarle que respecto de ciertos escritos incendiarios, distribuidos en la ciudad, ni he tenido ni tengo hasta ahora conocimiento de ellos ... Es un hecho probado y de autoridad pública, que todos nosotros hemos protestado contra esos individuos que tienen la pretensión de formar gobierno (los otros dos regentes) y contra las circulares de 9 de noviembre y 15 de diciembre del año próximo pasado; declarando categóricamente, que la Iglesia sufre hoy los mismos ataques que en tiempo del gobierno de Juárez, en la plenitud de sus inmunidades y de sus derechos; que jamás se vio perseguida con tanto encarnizamiento; y según la posición en que se nos ha colocado, nos encontramos peor que en aquel tiempo.


Enero 20.

Contestación de Juárez a la carta de Doblado, en la que le dijo:

Por más que he apurado mi pobre pensamiento, no alcanzo una razón bastante poderosa para que me convenza de la conveniencia de la medida que se desea. Por el contrario, la veo como un ensayo peligrosísimo, que nos pondría en ridículo, nos traería el desconcierto y la anarquía, y que a mí me cubriría de ignominia porque traicionaba a mi honor y a mi deber, abandonando voluntariamente y en los días más aciagos para la patria, el puesto que la nación me ha encomendado ... Nosotros mismos habríamos dado un triunfo al enemigo, que alegaría nuestro desconcierto como un argumento poderoso en apoyo de su intervención. Estas consideraciones, y otras que no es dable concretar en los límites de una carta, avivan más y más en mí los sentimientos de patriotismo, de honor y del deber de continuar en este puesto, hasta que el voto nacional, por los conductos legítimos expresados, me retire su confianza, librándome de la obligación que hoy pesa sobre mí, o hasta que la fuerza de la intervención o de los traidores sus aliados me lance de él. Nuestro deber es luchar en defensa de la patria.


Enero 20.

Carta de Iglesias, como ministro de Hacienda (3), a Santiago Vidaurri, gobernador de Nuevo León y Coahuila, en la que le dijo:

Los graves acontecimientos ocurridos últimamente, han acabado de destruir las ya escasas fuentes con que contaba el supremo gobierno, atendiendo a los gastos más urgentes de la administración pública. A no ser por tal circunstancia, no se haría alteración alguna respecto de las rentas federales de que ha estado disponiendo libremente el gobierno del Estado; pero la imperiosa necesidad de no seguir careciendo por más tiempo de sus fondos, hace indispensable que vuelvan a ser percibidos por la Tesorería General de la Nación. En consecuencia de lo expuesto, el presidente don Benito Juárez ha tenido a bien disponer, que tanto los productos de la aduana de Piedras Negras, como todos los demás que deben colectarse en el Estado de Nuevo León y Coahuila, pertenecientes al Erario Federal, quedan desde luego a disposición de éste, para que pueda percibirlos sin dificultad alguna.

Durante algunas semanas Iglesias y Vidaurri estuvieron cambiándose cartas, aquél exigiendo la entrega de las rentas federales y éste negándose abiertamente. El espíritu de las comunicaciones del ministro de Hacienda, se mostraba en estas palabras: De esperarse es, señor gobernador, que reflexionando usted maduramente en el asunto, se convenza de que el gobierno en nada se excede en disponer de lo suyo, y el espíritu de las contestaciones del rudo jefe fronterizo, se mostraban en estas otras: Si ustedes dan un paso, yo daré dos ... Nuestro deber es claro, la resistencia por todas partes y por cuantos medios nos sean posibles. Zamacois añade: se vislumbra la idea capital que siempre se había notado en don Santiago Vidaurri, la de ser él quien dirigiese los asuntos de Nuevo León y Coahuila, obrando con entera independencia.


Enero, fines.

Ocupación de Matehuala por Mejía.


Enero.

Llegada del señor arzobispo Espinosa y del señor obispo Barajas a la capital de México. En marzo siguiente fueron las entradas solemnes del uno en Guadalajara y del otro en San Luis Potosí.


Enero.

Oradores de la talla de Thiers, Géroult, Berryer y Favre, tomaron la palabra en el cuerpo legislativo el mes de enero de 1864, para patentizar ante el mundo la justicia de México y los planes desastrosos de Napoleón (4).


Febrero 6.

Ocupación de Zacatecas por Douay (5).


Febrero 12.

El señor Guillermo Prieto, testigo ocular, en sus Lecciones de Historia Patria, edición de 1886, pág. 672, dice:

La defección de Vidaurri estuvo embozada en un principio, y el señor Doblado, que se había confiado en él ciegamente, daba toda clase de seguridades de su comportamiento.

En ese concepto, partió el señor Juárez a Monterrey, en unión de Lerdo, Iglesias, Suárez Navarro, Benigno Arriaga, el autor de estas Lecciones y otras personas del gobierno. Juárez pidió las armas y exigió el reconocimiento del gobierno; Vidaurri, con acompañamiento tumultuoso, fue al lugar en que el señor Juárez estaba. La entrevista fue fría y llena de majestad por parte de Juárez. Un hijo de Vidaurri, sacando su pistola, rompió toda contestación y declaró el motín. Lerdo había previsto el desenlace y tenía listo el coche: con suma precipitación subieron a él el mismo Lerdo, Juárez, Iglesias, Suárez Navarro y, en la calle, Prieto. Entonces se desencadenó el populacho y siguió al coche, haciendo disparos. El coronel Buchoni, con unos cuantos y haciendo prodigios de valor, detuvo a la multitud enfurecida. Al siguiente día, en el pueblo de Santa Catarina, se intentó el asalto: don Manuel Goitia y Prieto trajeron un guayín en que se salvaron las personas del gobierno defendidas por el coronel Yépez, Mirafuentes, Arriaga, Abraham Díaz y algunos otros que no recuerdo.


Febrero 14.

Llegada de Juárez al Saltillo. De allí libró órdenes al general Cortina, comandante de Matamoros, a Patoni, gobernador de Durango, a González Ortega que militaba en el Estado de Zacatecas, y a Uranga que militaba en Jalisco, de que le enviaran tropas para someter a Vidaurri.


Febrero 16.

El viático más notable que ha habido en la nación mexicana, fue el que tres arzobispos y ocho obispos le administraron al doctor Francisco Javier Miranda, que yacía postrado por una disentería. Desde el Sagrario hasta la casa del enfermo en la calle de Jesús María, las calles estaban espléndidamente adornadas y llenas de gente. Llevó el viático el señor obispo Covarrubias, a pie, bajo palio y formaban la procesión los canónigos de la metropolitana, los canónigos de la colegiata de Guadalupe, otros muchos clérigos y monjes y la flor de la sociedad de México, especialmente el marqués de Montholón, los miembros de la Junta Superior de gobierno y los de la Asamblea de Notables, todos con hachas encendidas. Iban también en la procesión con velas encendidas los colegiales del Seminario, vestidos de manto y beca y los alumnos de otros colegios. Detrás del palio iba una carroza tirada por frisones cuyas riendas llevaba el doctor Manuel Carmona y Valle. En la casa del doctor Miranda recibieron al Divinísimo los señores arzobispos Labastida, Munguía y Espinosa y los señores obispos Barajas, Verea, Colina, Ramírez, Ormaechea, Gárate y Guerra con hachas encendidas, rodearon el lecho del ilustre enfermo, y le acompañaron respondiendo en voz alta el símbolo de la fe católica (6).


Febrero, mediados.

Fusilamiento de Ghilardi en Aguascalientes.


Febrero 27.

Entrada del ejército liberal en San Juan Bautista y conclusión de la época de intervención en el Estado de Tabasco (7).


Febrero, fines.

Desembarco de Santa-Anna en Veracruz. Dio un manifiesto a la nación, en el que dijo en pro del Imperio las lindezas que cuando era dictador acostumbraba decir en sus proclamas. Su Alteza Serenísima fue reembarcado luego en Veracruz por orden de los regentes Almonte y Salas de acuerdo con Bazaine, Bonilla, Lares y demás monarquistas, que desconocieron a su padre.


Febrero, fines.

Maximiliano recibió en Bruselas varios cajones que contenían las actas originales levantadas en todas las poblaciones de México ocupadas por los franceses, según las prescripciones de Drouyn de Lhuys, de que se ha hablado en estos Anales, por las que, según decían los partidarios del Imperio, constaba que la mayoría de la nación mexicana lo postulaba para emperador. Lo mismo opinó Maximiliano, y estas actas fueron el gran fundamento que tuvo y lo decidió a aceptar la corona de México (8).


Febrero.

Suerte de los prisioneros de Puebla, que estaban desterrados en Francia. Desde su arribo a esta nación, el gobierno francés les estaba entregando 20 pesos mensuales, cantidad que satisfacía la necesidad de alimentos, pero no la de vestido, por lo que habían sufrido y sufrían mucho, máxime atendiendo a lo riguroso del invierno en Francia. En este mes de febrero recibieron 24,000 pesos que les envió Juárez, cantidad corta respecto del número de desterrados, y sin embargo, digna de agradecimiento en atención a las penurias y crítica situación que guardaba el Presidente en el Saltillo. En este mismo mes, el gobierno francés ofreció a los desterrados libertad de volver a su patria si firmaban el documento siguiente:

Yo, el abajo firmado, antiguo oficial del ejército mexicano, internado bajo palabra de honor a ... (el lugar de Francia en que vivía relegado), como prisionero de guerra: me comprometo, sobre nii honor, en el caso en que obtuviera mi libertad, por la gracia de S. M. el emperador de los franceses, a no combatir jamás, por ningún medio, cualquiera que sea, la intervención francesa en México, y a permanecer extraño a toda tentativa política opuesta al gobierno establecido en aquel país.

De 532 que eran a la sazón los desterrados, 352 firmaron el documento y fueron declarados libres, se embarcaron en un buque francés con pasaje concedido gratuitamente y llegaron a México; a excepción de José María González Mendoza, que era rico y permaneció algún tiempo en París, y de uno que otro que murió en el camino, y 180 que no firmaron el documento y continuaron relegados y cada día con mayores padecimientos. El más notable de los primeros fue el referido González de Mendoza, y el más notable de los segundos fue Epitacio Huerta. De los que volvieron a México, unos militaron en las filas republicanas, otros en las del Imperio y otros se retiraron a la vida privada.


Marzo 1°.

Vidaurri recibió una comunicación de Bazaine en la que le decía:

Dentro de breves días se moverán mis tropas, el Estado de Nuevo León será invadido, y entonces me será más difícil dar oído a la voz de la conciliación. Por consiguiente, hoy que aún es tiempo de evitar una lucha sin objeto, os ofrezco en una mano la paz y en la otra la guerra.


Marzo 2.

Circular que Vidaurri envió a todas las poblaciones de Nuevo León y Coahuila, mandando que en cada una votasen los vecinos la paz o la guerra a los franceses, y que le remitiesen todas las actas para, en vista de los votos de la mayoría, resolver él la guerra o la aceptación de la intervención francesa.


Marzo 5.

Decreto de Juárez:

Artículo único. Siendo un acto de manifiesta traición lo dispuesto por el general Santiago Vidaurri el día 2 de este mes, convocando a los habitantes del Estado de Nuevo León para que concurran a votar por la guerra o la paz y la sumisión a los planes del invasor; todos los que formen las juntas para la votación o concurran a votar, o de cualquier modo sostengan o favorezcan el cumplimiento de esa disposición, serán considerados como cómplices de la traición de aquél y quedarán sujetos en sus personas y bienes a las penas establecidas por las leyes.

Este decreto desmoralizó a los políticos y militares de Nuevo León y Coahuila, que apoyaban a Vidaurri, máxime sabiendo que el presidente estaba reuniendo fuerzas de consideración, e hizo al gobernador nuevoleonense perder la fuerza moral en su Estado (9).


Marzo 5.

Visita de Maximiliano y Carlota a Napoleón III en las Tullerías. Dice Zamacois:

El monarca francés fue al encuentro de sus augustos huéspedes hasta el sexto escalón de la escalera, donde se detuvo para abrazar al futuro emperador de México y estrechar afectuosamente la mano de la princesa Carlota, a quien ofreció el brazo para subir a la habitación de la emperatriz Eugenia. Esta, por su parte, salió a recibir a la archiduquesa, abrazándola cordialmente ... el futuro emperador de México y su esposa recibieron dos noches en la casa del príncipe de Metternich, embajador de Austria, la primera a los mexicanos que ya les habían sido presentados en Miramar y a quienes la archiduquesa Carlota llamaba los amigos viejos (10), y en la segunda, a todos los mexicanos que quisieron presentarse sin excepción, ésta fue la única vez que Maximiliano vio a mexicanos durante su estancia el general don José María González de Mendoza, hecho prisionero en Puebla, y que durante el sitio desempeñó el cargo de cuartelmaestre.

Dice Arrangoiz (y lo mismo dice Zamacois):

Con alguna rara excepción, esta fue la única vez que Maximiliano vio a mexicanos durante su estancia en París: hubo un estudio particular en tenerle separado de ellos, y sobre todo de los cuatro o seis a quienes más había tratado S. A., temiendo sin duda que sus consejos le hicieran vacilar para adoptar el Art. 19 del tratado secreto que verá el lector en el curso de esta obra, y el funesto plan político que se le aconsejó en las Tullerías, tan opuesto a las ideas de los conservadores, particularmente en la cuestión religiosa; plan que inmediatamente aceptó el archiduque, contra lo que se esperaba en las Tullerías. Para nada se contó con ningún mexicano en los arreglos hechos con los antiguos acreedores ingleses, ni con el onerosísimo empréstito nuevo que contrató al conde de Zichy, quien debió tan ilimitada confianza y la buena comisión que le produjo el negocio, única y exclusivamente al favor de que gozaba con el archiduque. Aunque aparecen dos mexicanos, firmaron como en un barbecho, después de terminado el negocio ... Salimos de París el 12 por la noche, acompañando a los archiduques hasta Calais el vicealmirante Jucien de la Graviere. Llegamos a Londres el 13 por la mañana; al día siguiente tuve la entrevista con lord Palmerston, que fue tan infructuosa como la primera. El mismo día 14 fueron SS. AA. II. a Claremont a despedirse de la reina Amalia, abuela de la archiduquesa, y del rey Leopoldo que estaba allí de visita. No fue muy tierna la entrevista de SS. AA. con la reina Amalia, pues esta señora manifestó hasta el último momento su aversión a la empresa.

El 23 del mismo marzo, llegaron los archiduques a Viena, acompañándolos siempre Arrangoiz.


Marzo 20.

Dice Zamacois:

Habiendo Mr. Kerner, ministro norteamericano cerca del gobierno de Madrid, anunciado el 20 de marzo a Mr. Seward, ministro de Negocios Extranjeros, que el archiduque Maximiliano, dejando su residencia de Miramar, se proponía visitar la corte de España con el título de Emperador de México, y preguntándole a la vez cuál debía ser en ese caso su regla de conducta respecto al futuro monarca, Mr. Seward le respondió: La política de los Estados Unidos les impide reconocer a los gobiernos revolucionarios; por lo tanto ... no sostengáis relación alguna oficial con el representante en Madrid de cualquier gobierno revolucionario que se haya establecido o que se establezca contra la autoridad del gobierno de los Estados Unidos de México, con los cuales mantienen los Estados Unidos relaciones diplomáticas.


Abril 3.

Entrada solemne de Juárez en Monterrey. Fuga de Vidaurri. Luego que éste supo que Juárez tenía en el Saltillo un ejército de más de siete mil hombres al mando de Doblado y de su subalterno Patoni, y que él no contaha más que con un ejército de dos mil hombres y éstos desmoralizados, envió al Presidente una comisión de paz compuesta de los generales Basadre y Pedro Hinojosa. El presidente Juárez ordenó que los comisionados no entraran en el Saltillo, porque no quería verlos y menos a Hinojosa, que había sido de los principales sostenedores del jefe rebelde, que tantos males había causado en las circunstancias más críticas para el gobierno de la República, y que expresaran por escrito lo que tuvieran que decir. Desde un rancho, Basadre e Hinojosa mandaron por escrito las proposiciones de Vidaurri, que eran las siguientes:

1° Que se olvide lo ocurrido entre el gobierno general y el del Estado.
2° Que a nadie se persiga por estos motivos.
3° Que se deje en libertad a la oficialidad y tropa para seguir en el servicio o retirarse.
4° Yo, por mi parte, ofrezco separarme del gobierno, retirándome a la vida privada.

Juárez no accedió y se dirigió con su ejército a Monterrey; de los del ejército de Vidaurri, unos se pasaron al de Juárez y otros se desertaron, el gobernador nuevoleonense se fugó, atravesó el río Bravo y se refugió en Texas, acompañado únicamente del coronel Julián Quiroga, y el Presidente con sus ministros, y otros empleados y su ejército entró en Monterrey en medio de la ovación de todos los republicanos y estableció allí su gobierno. Luego repartió el ejército, quedándose con una corta fuerza y mandando a las otras que formaran guerrillas en diversos Estados.

Retratos de Juárez y Lerdo de Tejada, hechos por José María Iglesias, cuya veracidad es generalmente reconocida. En su Autobiografía, pág. 55, dice:

El recuerdo del término de mi vida ministerial, me lleva como por la mano a manifestar el juicio que formé de los dos eminentes funcionarios a cuyo lado estuve tanto tiempo. Para que se comprenda bien el valor de los datos en que se funda mi opinión, me bastará advertir que el señor Juárez, el señor Lerdo y yo, hicimos vida de familia durante cerca de cuatro años, comiendo siempre a la misma mesa, durmiendo siempre bajo el mismo techo. Diariamente nos reuníamos los tres, ya para tratar en común de los negocios públicos correspondientes a todos los ramos de la administración, ya para las expansiones de la amistad, o el solaz de nuestras ocupaciones oficiales. Relaciones tan estrechas nos suministraron oportunidades de sobra para conocernos íntimamente. Aunque don Benito Juárez tenía notoria capacidad y no carecía de instrucción, ni su erudición, ni su inteligencia eran de primer orden. Su gran mérito, mérito verdaderamente excepcional, estribaba en las excelsas prendas de su carácter. La firmeza de sus principios era inquebrantable; por sostenerlos estaba siempre pronto a todo linaje de esfuerzos y sacrificios. La adversidad era impotente para domeñarle; la próspera fortuna no le hacía olvidar sus propósitos. Tan extraordinario era su valor pasivo, que para los observadores superficiales se confundía con la impasibilidad. Honrado a carta cabal, despreció cuantas ocasiones se le presentaron de enriquecerse en su larga dominación. Si mostró demasiado apego a su permanencia en el poder, obró constantemente a impulsos de motivos patrióticos. Cuando falleció el grande hombre, pronuncié su oración fúnebre con el carácter de orador oficial, y procuré hacer cumplida justicia al íntegro liberal, al ilustre reformista, al impávido defensor de la independencia nacional. Prominentes cualidades concurrían en don Sebastián Lerdo: inteligencia privilegiada, elocuencia avasalladora, firme entereza para la ejecución de sus determinaciones, finos modales, habilidad para ganar amigos. Pero, vista la medalla por el reverso, esos grandes méritos contrastaban con graves defectos: pretensiones a la infalibilidad, carácter dominante, desprecio a las opiniones ajenas, teológica inclinación a las sutilezas, afición exagerada a las minuciosidades. Entró a la Presidencia de la República bajo los mejores auspicios: tuvo en sus manos la suerte del país: hizo poco caso de la Constitución y de las leyes.


Abril 7.

Nota enviada por Seward a Dayton, ministro de los Estados Unidos en París.

Os envío copia de una resolución aprobada por unanimidad en la Cámara de representantes el 4 de este mes. Ella afirma la oposición de este Cuerpo al reconocimiento de una monarquía en México (11).


Abril 9.

Renuncia de Maximiliano a sus derechos a la corona de Austria. Instando Francisco José, emperador de Austria, hacía bastante tiempo, a su hermano menor Maximiliano para que antes que aceptara la corona de México, renunciara a sus derechos eventuales a la corona de Austria, en cumplimiento de los estatutos de la dinastía austriaca, resistiéndose Maximiliano, llorando Carlota y siendo ya la antevíspera de la aceptación de la corona de México por Maximiliano, se resolvió Francisco José a ir personalmente a Miramar a arreglar este negocio. Salió de Viena el día 8, acompañado de muchos dignatarios de su Corte, llegó a Miramar el día 9; después de muchas horas de conferencia, se celebró y firmó por ambos hermanos y por los referidos dignatarios, un convenio en virtud del que Maximiliano renunció a sus derechos a la corona de Austria, y el mismo día 9 Francisco José, con casi todos los de su comitiva, salió de Miramar para Viena (12).


Abril 10.

Aceptación de la corona de México por Maximiliano. Convenio de Miramar. Primeros decretos y despachos del emperador (13).

En la cabecera del salón principal del palacio de Miramar, estaba una mesa y sobre ella un crucifijo en medio de dos hachas encendidas y el libro de los evangelios. Al lado derecho de la mesa estaba en pie Maximiliano y al lado izquierdo estaba en pie Carlota. Detrás de Maximiliano estaban Herbet y otros dignatarios franceses y algunos dignatarios austriacos, y detrás de Carlota estaban sus damas de honor, a saber: la condesa de Kollonitz y la condesa Zichy. En medio del salón estaban los diez de la Comisión mexicana, formando un semicírculo, cuyo centro ocupaba Gutiérrez de Estrada (14). Detrás de la Comisión estaban algunos mexicanos, de los que los más notables eran don Francisco de Paula de Arrangoiz, el licenciado don Isidro Díaz y don Joaquín Manuel Rodríguez comandante de batallón, y estaban los empleados y la servidumbre de palacio. Gutiérrez de Estrada pronunció una larga arenga, en la que recordó a Maximiliano, que el primer gobernante de México, el ínclito Hernán Cortés, había sido el defensor de la Iglesia. Maximiliano contestó con otra arenga, en la que emitió unas ideas que parecían conservadoras y otras que parecían liberales. Luego apareció por una de las puertas del fondo un abad austriaco, con mitra y báculo, acompañado por fray Tomás Gómez, a quien ya conocen los lectores, y por el joven presbítero don Ignacio Montes de Oca y Obregón (actual obispo del Potosí). Maximiliano, de pie y puesta la mano sobre el libro de los evangelios, hizo en voz alta, ante el abad mitrado, el juramento de desempeñar bien el cargo de emperador de México, y luego que pronunció la última palabra, gritó Gutiérrez de Estrada: ¡Viva el emperador! ¡Viva la emperatriz! Y todos los concurrentes repitieron los mismos vítores; en el momento se izó en lo alto del castillo o palacio de Miramar el pabellón nacional mexicano, se dispararon en Miramar 21 cañonazos para saludar al pabellón mexicano, a los que correspondió el castillo de Trieste con 21 cañonazos, para saludar al pabellón mexicano en nombre del emperador y de la nación de Austria. Siguió un Te-Deum en la capilla del palacio y luego un suntuoso banquete, al que asistieron todas las personas notables que habían concurrido al acto de la aceptación de la corona (15).

El mismo día firmaron Mr. Herbet, como ministro de Napoleón III y Joaquín Velázquez de León, como ministro de Estado de Maximiliano, el famoso Convenio que algunas semanas antes habían celebrado el emperador de los franceses y Maximiliano en las Tullerías, y que por lo mismo se conoce en la historia con el nombre de Convenio de Miramar (16).

El mismo día 10 de abril expidió Maximiliano algunos decretos, despachos y otros documentos, de los que los más notables fueron los siguientes:

1° Nombró a Velázquez de León su ministro de Estado.
2° Nombró a Almonte su lugarteniente en México, mientras llegaba a esta nación y tomaba posesión del Imperio.
3° Nombró sus ministros plenipotenciarios, a Murphy en Austria, a Aguilar y Marocho en Roma, a Hidalgo en Francia y a don Francisco de Paula de Arrangoiz en Bélgica.
4° Ratificó el restablecimiento de la Orden de Guadalupe hecho por la regencia.
5° Nombró miembros de esta orden, a Gutiérrez de Estrada y a Almonte, grandes cruces; a Velázquez de León, a Aguilar y Marocho, Murphy, Hidalgo, Arrangoiz y el general Woll, comendadores.
6° Escribió una carta muy honorífica y satisfactoria a don Leonardo Márquez, a quien siempre tuvo como el primero de los militares mexicanos.
7° Comisionó al comandante don Joaquín Manuel Rodríguez, para que dentro de dos días saliese para México y fuese el portador de pliegos de importancia.

En fin, aquel memorable día 10 de abril de 1864, concluyó con la iluminación del palacio de Miramar con cazuelejas, iluminación del jardín con farolitos venecianos de variados colores, fuegos artificiales y serenata, es decir, luces pasajeras, humo, aire, faroles y truenos, presagios del Segundo Imperio.


Abril 11.

Aguilar y Marocho salió de Miramar para Roma y con él se fue Gutiérrez de Estrada.


Abril 12.

Todos los mexicanos y demás extranjeros que estaban en Miramar salieron para el respectivo lugar de su residencia, a excepción de Velázquez de León e Iglesias. El comandante Rodríguez salió para San Nazario y de allí para México, portando los pliegos que contenían la noticia de la aceptación de la corona por Maximiliano, de su próxima venida y otros de importancia. Con él se vinieron otros mexicanos (17).


Abril 14.

Salida de Maximiliano y Carlota, de Miramar, para Roma de paso para México, en la fragata Novara. El señor Vigil, dice: Formaban el séquito de los príncipes don Joaquín Velázquez de León, que fungía de ministro; don Angel Iglesias, que hacía de secretario; la condesa Collonitz, el conde y la condesa Zichy, el conde de Bombelles, el marqués de Corio, Sebastián de Schertzenlechner (18), Eloin (19) y fray Tomás Gómez (20).


Abril 18.

Llegada de Maximiliano y Carlota a Roma, en donde los hospedó Gutiérrez de Estrada en su palacio de Marescotti. A poco rato fueron a cumplimentarlos el cardenal Antonelli, secretario de Pío IX, en nombre de su santidad y el rey de Nápoles, que a la sazón estaba refugiado en Roma, huyendo de la revolución en que ardía su reino, encabezada por Garibaldi.


Abril 19.

Visita de Maximiliano y Carlota al Papa. En la noche dieron un banquete de cincuenta cubiertos a bastantes cardenales y otras muchas personas de las principales de la sociedad de Roma. Todos estaban muy contentos porque Maximiliano iba a devolver a la Iglesia mexicana sus bienes.


Abril 20.

Comunión eucarística de Maximiliano y Carlota. Oyeron la misa que celebró Pío IX en la capilla Sixtina. Zamacois, en su Historia de México, tomo 17, pág. 183, dice:

En seguida recibieron, con profundo recogimiento católico, la comunión de manos del mismo Santo Padre: He aquí (fueron las palabras del jefe de la Iglesia al darles la sagrada forma), el cordero de Dios que borra los pecados del mundo. Por El reinan y gobiernan los reyes; por El imparten los reyes la justicia; si a menudo permite que sean probados los reyes, por El, sin embargo, se ejerce todo poder. Os recomiendo, a nombre suyo, la dicha de los pueblos católicos que os son confiados. Grandes son los derechos de los pueblos, siendo por lo mismo, necesario satisfacerlos, y sagrados son los derechos de la Iglesia, esposa inmaculada de Jesucristo, que nos ha redimido al precio de su sangre, que dentro de un instante va a teñir vuestros labios. Respetaréis, pues, los derechos de la Iglesia; lo cual quiere decir que trabajaréis por la dicha temporal y por la dicha espiritual de aquellos pueblos. Así nuestro señor Jesucristo, a quien vais a recibir de mano de su vicario, os conceda sus gracias en la abundancia de su misericordia. Missereatur vestri, Omnipotens Deus, et dimissis peccatis vestris, perducat vos ad vitam aeternam (21).

A la misa siguió el desayuno en la biblioteca vaticana, y según nos cuenta Zamacois, puntual en muchos detalles, en una misma mesa se desayunaron Pío IX, Maximiliano, Carlota y Antonelli. La conversación fue expansiva y animada, haciéndose unas veces general y manteniéndose otras entre las personas inmediatas. A las doce del mismo día, el Santo Padre, con Antonelli, fue en su carroza dorada, tirada por seis caballos frisones negros, a visitar a Maximiliano y Carlota, la carroza entró al patio del palacio de Marescotti hasta el pie de la escalera, en donde le esperaban de rodillas el emperador y la emperatriz; dice Zamacois:

La conferencia privada entre los soberanos de México y el Santo Padre, duró como la verificada en el Vaticano, cosa de una hora. En ellas se trató de los asuntos pertenecientes a la religión católica en México; y Maximiliano manifestó al Papa, como había manifestado anteriormente al arzobispo don Pelagio Antonio de Labastida, así como a los demás prelados mexicanos, con quienes habló en Miramar, cuándo iban a embarcarse para su patria, su resolución de reparar los daños hechos a la Iglesia y a dar al clero toda la respetabilidad que le era debida.


Abril 21.

Salida de Maximiliano y Carlota de Roma para México.


Abril 21.

Carta de Maximiliano a Juárez invitándolo a aceptar el Imperio.


Abril, fines.

Despacho de Motley, ministro norteamericano en Viena a Seward, en el que le dijo:

El conde Rechberg hace notar al mismo tiempo, que los Estados Unidos verán siempre con disgusto la resurrección de la monarquía entre los mexicanos, a quienes por otra parte no se les puede negar el derecho de elegir la forma de gobierno que mejor les parezca. Este derecho, como yo lo he indicado, es uno de los primeros principios de nuestra política; pero tratándose de la forma de gobierno que una nación esté dispuesta a aceptar, su decisión nunca podrá considerarse como espontánea, si la toma en presencia de ejércitos y escuadras.


Abril, fines.

Don Bernardo Gárate, dignidad de la catedral de México, fue consagrado primer obispo de Querétaro.


Abril, fines.

Quemazón del pueblo de Ozuluama, situado cerca de la orilla derecha del Pánuco, por el coronel francés Dupin (22).


Mayo 15.

Se recibió en la capital de México la noticia de la aceptación de la corona por Maximiliano.


Mayo 17.

Acción de Matehuala ganada por Tomás Mejía con el auxilio de Aymard, a Doblado, quien se retiró a Monterrey (23).


Mayo 20.

Cesó la regencia y Almonte tomó posesión de su cargo de lugarteniente.


Mayo 28.

Llegada de Maximiliano y Carlota con su comitiva a Veracruz, donde fueron recibidos fríamente, por lo cual lloró la segunda.


Mayo 28.

Contestación de Juárez a Maximiliano.

Monterrey, mayo 28 de 1864.

Muy respetable señor:

Me dirige usted particularmente su carta del 22 del pasado, fechada a bordo de la fragata Novara, y mi calidad de hombre cortés y político me impone la obligación de contestarla, aunque muy de prisa y sin una redacción meditada, porque ya debe usted suponer que el delicado e importante cargo de Presidente de la República, absorbe casi todo mi tiempo, sin dejarme descansar de noche. Se trata de poner en peligro nuestra nacionalidad, y yo, que por mis principios y juramentos soy el llamado a sostener la integridad nacional, la soberanía y la independencia, tengo que trabajar activamente, multiplicando mis esfuerzos, para corresponder al depósito sagrado que la nación, en el ejercicio de sus facultades, me ha confiado; sin embargo, me propongo, aunque ligeramente, contestar los puntos más importantes de su citada carta.

Me dice usted que, abandonando la sucesión a un trono de Europa, abandonando su familia, sus amigos, sus bienes y lo más caro para el hombre, su patria, se han venido usted y su esposa doña Carlota a tierras lejanas y desconocidas sólo por corresponder al llamamiento espontáneo que le hace un pueblo, que cifra en usted la felicidad de su porvenir. Admiro positivamente por una parte toda su generosidad, y por otra parte ha sido verdaderamente grande mi sorpresa al encontrar en su carta la frase: llamamiento espontáneo, porque yo ya había visto antes, que cuando los traidores de mi patria se presentaron en comisión por sí mismos en Miramar, ofreciendo a usted la corona de México, con varias cartas de nueve o diez poblaciones de la nación, usted no vio en todo eso más que una farsa ridícula, indigna de ser considerada seriamente por un hombre honrado y decente.

Contesto a usted a todo eso exigiendo una voluntad libremente manifestada por la nación, y como resultado de sufragio universal: esto era exigir una imposibilidad; pero era una exigencia propia de un hombre honrado. ¿Cómo no he de admirarme ahora viéndole venir al territorio mexicano, sin que se haya adelantado nada respecto a las condiciones impuestas? ¿Cómo no he de admirarme viéndole aceptar ahora las ofertas de los perjuros, y aceptar su lenguaje, condecorar y poner a su servicio a hombres como Márquez y Herrán, y rodearse de toda esa parte dañada de la sociedad mexicana?

Yo he sufrido, francamente, una decepción; yo creía a usted una de esas organizaciones puras, que la ambición no alcanzaría a corromper.

Me invita usted a que vaya a México, ciudad adonde usted se dirige, a fin de que celebremos allí una conferencia, en la que tendrán participación otros jefes mexicanos que están en armas, prometiéndonos a todos las fuerzas necesarias para que nos escolten en el tránsito (24), y empeñando como seguridad su fe pública, su palabra y honor (25). Imposible me es, señor, atender a ese llamamiento: mis ocupaciones nacionales no me lo permiten; pero si en el ejercicio de mis funciones públicas yo debiera aceptar tal intervención, no sería suficiente garantía la fe pública, la palabra y el honor de un agente de Napoleón, de un hombre que se apoya en esos afrancesados de la nación mexicana, y del hombre que representa hoy la causa de una de las partes que firmaron el tratado de la Soledad (26).

Me dice usted que de la conferencia que tengamos, en el caso de que yo la acepte, no duda que resultará la paz, y con ella la felicidad del pueblo mexicano (27), y que el Imperio contará en adelante, colocándome en un puesto distinguido con el servicio de mis luces y el apoyo de mi patriotismo. Es cierto, señor, que la Historia contemporánea registra el nombre de grandes traidores que han violado sus juramentos y sus promesas; que han faltado a su propio partido, a sus antecedentes y a todo lo que hay de sagrado para el hombre honrado; que en estas traiciones, el traidor ha sido guiado por una torpe ambición de mando y un vil deseo de satisfacer sus propias pasiones y aun sus mismos vicios; pero el encargado actualmente de la Presidencia de la República, salido de las masas obscuras del pueblo, sucumbirá (si en los juicios de la Providencia está determinado que sucumba), cumpliendo con su juramento, correspondiendo a las esperanzas de la nación que preside, y satisfaciendo las inspiraciones de su conciencia.

Tengo necesidad de concluir por falta de tiempo, y agregaré sólo una observación: Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios propios una virtud. Peto hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la Historia. Ella nos juzgará.

Soy de usted seguro servidor.
Benito Juárez (28).


Junio 4.

En Acultzingo, haciendo seguramente un grande esfuerzo, almorzaron los príncipes mole de guajolote, tortillas con chile y pulque (29).


Junio 4.

Carta de cinco personas notables de Guadalajara al general López Uraga, que militaba en el sur de Jalisco, cuyos principales conceptos eran los siguientes:

Usted no puede llevar a la muerte esos soldados, ni prolongar los sufrimientos de las poblaciones, teniendo, como debe tener, la evidencia de la absoluta inutilidad de tales sacrificios. Si la cuestión, en el terreno de las armas, se presenta de una manera tan desventajosa, en el de la política la estimamos resuelta enteramente. Después de la derrota del señor Doblado, es seguro que el gobierno que rigió conforme a la Constitución de 1857 se habrá disuelto, quedando así disuelto todo centro de unión. Al tiempo que esto sucede, el príncipe Maximiliano acepta la corona, toma posesión del trono, y en esta hora quizá se encuentra en el suelo mexicano. La intervención francesa ha salido garante de que se conservarán las conquistas de la revolución. El nuevo emperador ha jurado sostener la Independencia, y ha ofrecido dotar a la nación de instituciones sabiamente liberales. ¡Ojalá se realicen estas promesas! Contando con ellas, los republicanos que tenemos el sentimiento de perder el sistema, bajo el que vivimos tantos años, al menos nos consolaremos con que se hayan salvado los bienos preciosos de la soberanía nacional y de la Reforma ... La conclusión que nos proponemos deducir y que ofrecemos al examen y deliberación de usted, es que deponga toda actitud hostil por parte del ejército de su digno mando, y que cese la resistencia en Jalisco.

Juan José Caserta (30).
Jesús López Portillo (31).
Vicente Ortigosa (32).
Antonio Alvarez del Castillo (33).
Rafael Jiménez Castro (34).

Uraga no accedió por entonces y siguió sobre las armas.


Junio 12.

Entrada solemne de Maximiliano y Carlota en la capital de México. Zamacois, testigo ocular, dice:

Los balcones de las calles de Plateros, Vergara y San Andrés fueron alquilados a precios fabulosos, llegando a valer, por sólo ese instante de la entrada, desde cien hasta quinientos pesos cada uno (35).


Junio 28.

Dos decretos notabilísimos del emperador. El primero fue asignándose un sueldo de millón y medio de pesos anuales y doscientos mil pesos anuales como sueldo de la emperatriz (36). El segundo fue mandando que los empleados de todas las oficinas del Imperio trabajasen todos los domingos y días festivos de guarda, a excepción de los días siguientes en que debían cerrarse todas las oficinas: jueves y viernes santo, domingo de Resurrección, domingo de Pentecostés, día de Corpus, 16 de Septiembre, 12 de Diciembre y día de la Natividad de Jesucristo; y a excepción de los tribunales y juzgados, que aun el jueves y viernes santo debían estar abiertos (37).



NOTAS

(1) Dice Arrangoiz: Me dijo S. A. que deseaba que le acompañara a Viena adonde iba con la archiduquesa, su secretario y todos sus empleados a arreglar sus intereses y asuntos particulares y de familia; que probablemente se le harían preguntas sobre las cosas de México, algunas de las cuales no sabría contestar, y quería tener a su lado un mexicano que hablara francés, para que le sacara de apuros, y a quien pudiera presentar a su hermano el emperador para que impusiera bien a S. M. de las cuestiones mexicanas. A su vez Arrangoiz, en razón de estar ausente de la República desde el tiempo de la dictadura, no conocía bien la situación de México en la época de Reforma. Continúa el historiador: Fuimos a Viena ... Me presentó S. A. al emperador de Austria: S. M. me hizo muchas preguntas sobre las cosas de México, a las cuales contesté con toda franqueza y sin ocultarle los peligros de la empresa ... Quince días estuvimos en Viena ... Volvimos a Miramar y de allí otra vez a Viena a principios de febrero. Ai día siguiente de nuestra llegada, me mandó S. A. con pliegos a París, y dispuso que para el diecisiete o dieciocho de aquel mismo mes, nos le reuniéramos en Bruselas el coronel don Francisco Facio, que había sido cónsul general en Hamburgo y agente de Hacienda en Londres, y los ex ministros Gutiérrez de Estrada, Velázquez de León, Murphy y yo, quedando Hidalgo en París por orden de S. A. para continuar siendo el conducto de comunicación con la Corte de Francia. Cumplimos todos con lo dispuesto por el archiduque, el cual llegó el veintidós a Bruselas, adonde le había precedido la archiduquesa.

(2) El bueno de Zamacois hace una bonita defensa de Doblado y de González Ortega, que si la hubieran leído se la habrían agradecido mucho. En su Historia, tomo 17, págs. 99 y 100, dice:

No; nadie creía de buena fe ya, que peligraba la Independencia ... Los generales Parrodi, Ampudia, Mendoza (José María González), Aramberri y otros distinguidos jefes del partido liberal, jamás se hubieran sometido a la intervención, ni nunca don Manuel Doblado y don JeSús González Ortega hubieran solicitado que don Benito Juárez abdicase la Presidencia para entrar ellos en negociaciones con aquélla si la hubieran juzgado aún con miras de conquista.

Mucho le habrían agradecido que los comparase con Parrodi, Ampudia, Mendoza, Aramberri, Vidaurri, Draga y O'Horan. El historiador monarquista dice que nadie creía que peligrase la Independencia. De modo que ni Juárez lo creía, y no se sabe quién combatió al Imperio ni quién tomó a Querétaro.

(3) Por renuncia que había hecho Higinio Núñez de la cartera de Hacienda, la desempeñaba Iglesias. Este, en su Autobiografia, pág. 35, dice: Desde entonces tuve a mi cargo los dos ministerios de Justicia y de Hacienda, hasta julio de 1867, o sea por el largo período de tres años y medio.

(4) México a través de los Siglos, tomo V, pág. 636.

(5) A la fecha estaban ocupadas por el ejército francés las principales poblaciones de la República, desde Mérida, inclusive, hasta Zacatecas, a excepción de los Estados de Oaxaca, Guerrero, Tabasco y Chiapas, que permanecían fieles al gobierno de Juárez; y aun en los Estados ocupados por los franceses había guerrillas republicanas.

(6) Pocos días después tuvo el doctor Miranda un aparente restablecimiento y se fue a Puebla, buscando la salud en los aires patrios; pero luego recayó muy gravemente y murió el día 7 de marzo. Poco tiempo antes había sido nombrado prebendado de la catedral de Puebla; pero la gravedad de la enfermedad no le permitió tomar posesión ni gozar del beneficio; y esta justicia y oportunidad de los canónigos de Puebla en el premio concedido a uno de los prohombres de la diócesis angelopolitana, hace recordar esta cuarteta, que dijo el doctor Covarrubias, canónigo de Guadalajara, en uno de sus escritos, aplicándola a un caso semejante:

Yo tenía mi burrioncito,
Que de hambre se me murió,
Y cuando ya estaba muerto,
Toma tu comer, burrión.

(7) Compendio Histórico, Geográfico y Estadístico del Estado de Tabasco, por el presbítero Manuel Gil y Sáenz, pág. 210. De manera que puede decirse que en el Estado de Tabasco no hubo Imperio.

(8) A mí me agradan detalles y no omitiré éste que refiere Arrangoiz: El resultado total del plebiscito de México lo supo en Bruselas el archiduque, a quien se enviaba n originales las actas de los pueblos. El último cajón en que se esperaban las que daban una mayoría grande, se extravió, porque un criado de la posada de Bellevue lo metió debajo de una cama, sin avisar que lo había recibido: entonces se pudo echar de ver los deseos que tenía S. A. de ser emperador, por la ansiedad y agitación de que estuvo poseído las horas que tardó en aparecer el cajón.

(9) Perdida por Vidaurri la fuerza moral, pronto iba a perder también la fuerza física, porque la Historia Universal atestigua que en todo pueblo, a la pérdida de la fuerza moral pronto se sigue ordinariamente la pérdida de la fuerza física, y al contrario, que adquirida la fuerza moral, pronto se sigue la adquisición de la fuerza física. Esta ley histórica se apoya en una ley fisiológica: En el hombre, la fuerza moral manda a la física: conociendo el entendimiento, se mueve la voluntad, y queriendo la voluntad se mueve la mano. Un ejemplo histórico entre mil. En 1818, los independientes habían perdido casi enteramente la fuerza física, y los realistas, con elementos incomparablemente superiores habían adquirido la fuerza física, la fuerza de las armas, con los que tenían sometidos a los independientes. Mas éstos habían adquirido la principal, la fuerza moral, la opinión nacional en pro de la Independencia. Los escritos de los independientes, desde el Manifiesto de Hidalgo en Valladolid, hasta los periódicos del doctor Cos y de Carlos María Bustamante, habían hecho conocer a todos los mexicanos la justicia de la Independencia y habían formado la opinión nacional en favor de aquélla. Conquistada por los independientes la fuerza moral en 1818, a los tres años conquistaron también la física. Esta verdad la reconoció el mismo Iturbide cuando en su proclama al publicar el Plan de Iguala, dijo: Y la general de todos los pueblos es la de la Independencia absoluta de la España y de toda otra nación. Así piensa el europeo, así los americanos de todo origen. Esta misma voz que resonó en el pueblo de Dolores el año de 1810, y que tantas desgracias originó al bello país de las delicias, por el desorden, el abandono y otra multitud de vicios, fijó también la opinión pública. Supongamos a un pueblo subyugado, explotado por innumerables malvados, empobrecido y enervado por una educación de siglos. Al ver un filósofo los hechos de este pueblo, se escapará de sus labios la palabra de Jerónimo de Praga, quien cuando iba a ser quemado, al ver a un pobre campesino que traía un haz de leña para echarlo en la hoguera, exclamó: ¡Oh santa estupidez! Pero supongamos que este pueblo acerca de muchas cosas ya tiene conocimientos que no tenía cincuenta años atrás. Hace cincuenta años hacía algunas cosas creyendo que eran buenas y justas, y ahora conoce que son injustas y todavía las hace por coacción moral. En un pueblo semejante se va formando la fuerza intelectual y moral; se va conquistando la opinión pública y hay esperanzas de que en tiempo no lejano se conquiste también la fuerza física. Virgilio cantó: ¡Feliz aquel que ha podido conocer las causas de las cosas!

Felix qui potuit rerum cognoscere causas.

Cuando todos los del pueblo conocen una verdad, se forma la opinión pública, y contra ésta nada valen palabrerías, ni seducciones, ni maldiciones, ni el dinero, ni los cañones, ni las cárceles, ni los patíbulos, porque dice Pascal: La opinión es la reina del mundo, y la sentencia del filósofo la confirma la historia. En tiempo de los manuscritos, la ciencia estaba monopolizada por unos pocos y las masas de los pueblos estaban sumidas en la ignorancia, no recibiendo más conocimientos sociales que los que le querían propinar los monopolizadores conforme a los intereses de éstos; masas que eran llevadas como rebaños adonde querían los monopolizadores de la ciencia. ¿Quién rompió estas cadenas de la civilización de los pueblos? Gutenberg. ¿Cuál es el medio principal para que todos los de un pueblo conozcan muchos hechos y verdades sociales? La imprenta: porque ella da a conocer a todos lo que es verdadero y lo que es falso, lo que es justo y lo que es injusto y forma la opinión pública, por lo que con razón cantó el autor de la oda clásica a la imprenta: La imprenta es omnipotente. Y todavía hay distancia entre imprenta e imprenta: así, por ejemplo los libros en folio sólo pueden leerlos (con provecho) los literatos: mas el periódico es el libro del pueblo, el libro universal, que entra en los palacios, en los talleres, en las pocilgas y en las chozas.

(10) Consonante de cangrejos y de viejas pelucas, como llamaban después en México Maximiliano y Carlota a los conservadores, como se verá adelante.

(11) Zamacois, Historia de México, tomo 18, pág. 73. El mismo historiador, en el mismo tomo, pág. 296, dice:

La norma de la conducta de los Estados Unidos era la famosa Doctrina del Presidente Monroe, el cual había dicho cuarenta años antes (1824) a los pueblos americanos: Ha llegado el tiempo en que no debéis sufrir que la Europa se mezcle en los asuntos de América.

César Cantú, en su historia de Los últimos treinta años, de (1848 a 1878), párr. 14, haciendo una descripción magnífica del estado social de los Estados Unidos, en la época contemporánea (sin olvidarse, empero, de referir sus defectos), dice: Muy útil y ventajosa ha sido para el doble continente (el continente de Europa y el continente de América), el programa Monroe, esto es, que la América sea sólo para los americanos.

(12) Los artículos más importantes de dicho convenio fueron los siguientes:

1° Su alteza iIustrísima el archiduque Fernando Maximiliano, renuncia por su augusta persona y en nombre de sus descendientes, a la sucesión de la corona del Imperio de Austria, así como a los reinos y países que de é] dependen, sin excepción alguna, a favor de todos los demás miembros, que se hallan en aptitud de suceder, de la línea masculina de la casa de Austria, y su descendencia de varón en varón ...
4° Su alteza imperial declara, además, que renuncia por sí y por sus descendientes masculinos y femeninos, a todos los derechos y pretensiones que les pertenecen o puedan pertenecerles, en virtud de parentesco, de nacimiento o de usos y costumbres, a ]a fortuna privada, presente y futura, mobiliaria o inmobiliaria, de la ilustrísima casa archiducal.

(13) En el espacio de veinticuatro años se han publicado algunas historias, bastantes compendios y muchísimos opúsculos sobre el Segundo Imperio, de los que diré aquí los principales:

México a través de los Siglos, tomo V.
Historia de México, por don Niceto de Zamacois, tomo 16 y siguientes.
México desde 1808 hasta 1867, por don Francisco de Paula de Arrangoiz.
Los Gobernantes de México, por don Manuel Rivera y Cambas.
Compendio de la Historia de México, por el señor licenciado don Luis Pérez Verdía.
Lecciones sobre la Historia de México, por el señor don Guillermo Prieto.
Compendio de la Historia de México, por don Manue] Payno.
Historia de la Guerra de México desde 1861 hasta 1867, por Pedro Pruneda. Zamacois dice que ése es seudónimo.
Apuntes para escribir la Historia de los Proyectos de Monarquía en México, desde el reinado de Carlos III hasta la instalación del Emperador Maximiliano, por don José Manuel Hidalgo.
Los últimos diez meses del Imperio de Maximiliano, por el doctor Basch, médico del emperador.
La Elevación y la Caída de Maximiliano, por el conde de Kératry.
La Intervención Francesa en México, por Masseras.
Breves Apuntes sobre la Guerra de Intervención en Sinaloa, por el licenciado don Eustaquio Buelna.
Apuntes para servir a la Historia de los Defensores de Puebla, por el general don Epitacio Huerta.
Mis Memorias sabre Querétaro y Maximiliano, por el príncipe don Félix de Salm Salm.
Maximiliano y los últimos sucesos del Imperio, por don Ignacio de la Peza y don Agustín Pradillo.
Reseña Histórica de la formación y operaciones del cuerpo de Ejército del Norte, por don Juan de Dios Arias.
Memorias de un oficial del Emperador Maximiliano, por Alberto Hans.
Ensayo histórico del Ejército de Occidente, por don Juan B. Híjar y Haro y don José M. Vigil.
Ultimas horas del Imperio, por el general don Manuel Ramírez de Arellano.
Estudios sobre la Historia General de México, por el licenciado don Ignacio Alvarez.
Documentos para la Historia Contemporánea de México. (Anónimo).
Apuntes sobre los sucesos ocurridos en Querétaro, en Mayo y Junio de 1867, por la princesa de Salm Salm.
Memorándum sobre el proceso de Maximiliano, por sus abogados don Mariano Riva Palacio y don Rafael Martínez de la Torre.

(14) El doctor Miranda había muerto.

(15) El señor Vigil hace la observación siguiente, en mi concepto juiciosa: que Maximiliano, por el solo hecho de ofrecerle la corona el partido conservador, debía de haber conocido la impotencia de ese partido. Dice: Una agrupación, cuya impotencia política se ponía de manifiesto con el hecho de apelar a un auxilio extraño, al cual se sometía incondicionalmente. Pero Maximiliano no pensaba permanecer en México: sólo quería, dice Arrangoiz, que le sirviera (México) de teatro de estreno para darse a conocer a los ultraliberales austriacos, César Can tú, en su historia de Los últimos treinta años, párrafo 6., dice: La Europa, que se ha mezclado varias veces en estos continuos conflictos (de las naciones hispanoamericanas), concibió la idea de tranquilizar las antiguas posesiones españolas, estableciendo en ellas la monarquía, empezando por México. Olvidándose del ejemplo de lturbide que, después de haber conseguido hacerse proclamar emperador, concluyó por ser fusilado, olvidando la dictadura de Santa-Anna, la España intentó colocar en el trono de México a un Infante; pero la expedición falló ... Con todos estos sucesos, la reputación de Napoleón quedó muy mal parada, con tanto más motivo, que la Francia entera se había mostrado muy opuesta a aquella expedición (de México), y además, se sentía un sordo rumor de guerra; de modo que, al terminarse el año de 1866, todas las potencias se encontraban armadas. En el párrafo 7., hablando de las guerras promovidas por Napoleón III, dice: En la de México, guerra imprudente en el fondo, baja en los motivos, se deshonró con el abandono en que dejó a su propia criatura. En el párrafo 23, dice: Agiotajes de banca conducen siempre a la guerra, como sucedió con la de México e inducen a cometer iniquidades sociales.

(16) Es indispensable que los lectores conozcan este Convenio, porque es la clave para explicar las principales peripecias y funesto desenlace del Segundo Imperio. Voy, pues, a presentarles aquí, al pie de la letra, los principales de los artículos manifiestos y los tres artículos secretos.

ARTICULOS MANIFIESTOS

1° Las tropas francesas que se hallan actualmente en México, serán reducidas lo más pronto posible a un cuerpo de 25,000 hombres, inclusa la legión extranjera. Este cuerpo, para garantizar los intereses que han motivado la Intervención, quedará temporalmente en México en las condiciones arregladas por los artículos siguientes:

2° Las tropas francesas evacuarán a México a medida que S. M. (Su Majestad) el emperador de México pueda organizar las tropas necesarias para reemplazarlas.

3° La legión extranjera al servicio de la Francia, compuesta de 8,000 homhres, permanecerá, sin embargo, todavía durante seis años en México, después que las demás fuerzas francesas hayan sido llamadas con arreglo al artículo 2°. Desde este momento, la expresada legión extranjera pasará al servicio y a sueldo del Gobierno de México. El gobierno mexicano se reserva la facultad de abreviar la duración del empleo de la legión extranjera en México.

9° Los gastos de la expedición francesa en México, que debe reembolsar el gobierno mexicano, quedan fijados en la suma de 270 millones por todo el tiempo de la duración de esta expedición hasta 1° de julio de 1864. Esta suma causará interés a razón de un 3 por 100 anual.

Del 1° de julio en adelante los gastos del ejército mexicano quedan a cargo de México.

10° La indemnización que debe pagar a la Francia el gobierno mexicano por sueldo, alimento y manutención de las tropas del cuerpo de ejército, a contar del 1° de julio de 1864, queda fijada en la suma de 1,000 francos anuales por plaza.

11° El gobierno mexicano entregará inmediatamente al gobierno francés la suma de 66 millones (de francos) en títulos del empréstito, al precio de emisión, a saber: 54 millones en deducción de la deuda mencionada en el artículo 9°, y 12 millones en abono de las indemnizadones debidas a franceses en virtud del artículo 14° de la presente Convención.

12° Para el pago del exceso de los gastos de guerra y para el cumplimiento de los cargos mencionados en los artículos 7°, 10° y 14°, el gobierno mexicano se obliga a pagar anualmente a la Francia la suma de 25 millones (de francos) en numerario. Esta suma será abonada: primero, a las sumas debidas en virtud de los expresados artículos 7° y 10°; segundo, al monto de intereses y capital de la suma señalada en el artículo 9°, tercero, a las indemnizaciones que resulten debidas a súbditos franceses en virtud de los artículos 14° y siguientes.

13° El gobierno mexicano entregará el último día de cada mes, en México, en manos del pagador general del ejército, lo debido a cubrir los gastos de las tropas francesas que hayan quedado en México, con arreglo al artículo 10°.

14° El gobierno mexicano se obliga a indemnizar a los súbditos franceses, de los perjuicios que indebidamente hayan resentido y que motivaron la expedición.

Hecho en el palacio de Miramar, el diez de abril de mil ochocientos sesenta y cuatro.
Firmado.
Herbet.
Joaquín Velázquez de León.

ARTICULOS ADICIONALES SECRETOS

1° Habiendo aprobado S. M. el emperador de México, los principios y las promesas anunciadas en la proclama del general Forey, de once de junio de mil ochocientos sesenta y tres, y las medidas adoptadas por la Regencia y por el general en jefe francés, con arreglo a esta declaración, ha resuelto S. M. hacer saber sus intenciones sobre el particular en un manifiesto a su pueblo.

2° S. M. el emperador de los franceses declara, por su parte, que la fuerza efectiva actual de treinta y ocho mil hombres del cuerpo francés, no la reducirá sino gradualmente y de año en año; de manera que el número de las tropas francesas que quede en México, comprendiendo la legión extranjera, sea de:

28,000 hombres en 1865;
25,000 hombres en 1866;
20,000 hombres en 1867.

3° Cuando con arreglo a lo pactado en el artículo 3° de la Convención, pase la legión extranjera al servicio de México y sea pagado por este país, como continuará sirviendo a una causa que a Francia le interesa, el general y los oficiales qUe forman parte de ella conservarán su calidad de franceses y su derecho a ascensos en el ejército francés, con arreglo a la ley.

Hecho en el palacio de Miramar, el diez de abril de mil ochocientos sesenta y cuatro.
Firmado
Herbet.
Velázquez de León.

Como en el 1° de los artículos secretos se dice que Napoleón y Maximiliano habían convenido y sancionado en las Tullerías los principios que había proclamado Forey en su manifiesto de 11 de junio anterior y la declaración de la regencia de México en la cuestión de los pagarés, es decir; que los bienes de manos muertas nacionalizados por Juárez no volverían a la Iglesia, y estos artículos secretos no los supo ninguno de los mexicanos que estaban en Miramar, a excepción de Velázquez de León, y fueron en los primeros meses del Imperio una cosa enteramente reservada entre Napoleón, Maximiliano, Carlota, Herbet y Velázquez de León, el historiador Zamacois, después de referir el Convenio de Miramar, añade: Como los mexicanos ignoraban, a excepción del ministro don Joaquín Velázquez de León, que existía aquel artículo adicional secreto, relativo a los bienes de la Iglesia, lejos de imaginarse que hubiese accedido (Maximiliano) en este punto a los deseos de Napoleón, esperaban que a su llegada a México se mostraría de acuerdo con las ideas religiosas de la mayoría de la nación. Y el historiador don Francisco de Paula de Arrangoiz, añade: El artículo 1° de los adicionales secretos, manifiesta claramente que, sin cuidarse de los principios conservadores, engañando a las personas que componían aquel partido, burlándose de los monárquicos y atendiendo únicamente Napoleón y Maximiliano cada uno a sus proyectos particulares, se habían tomado por ambos soberanos, resoluciones contrarias a la opinión del país, en las cuestiones más graves y trascendentales. Maximiliano se prestó a las indicaciones de Napoleón, porque convenían a sus proyectos ambiciosos respecto de Austria, y engañaba a Napoleón, haciéndole creer que aceptaba de buena fe el trono de México, cuando sólo quería que le sirviera de teatro de estreno para darse a conocer a los ultraliberales austriacos. El artículo de que me ocupo, comprendía todo lo actuado por los generales Almonte y Salas en el negocio de los pagarés, el tratado sobre Sonora y la concesión del Banco. El plenipotenciario mexicano (Velázquez de León), aunque hombre honrado, se condujo con una debilidad muy culpable, al firmar un Tratado que encerraba un artículo tan ambiguo como el 5° y otro tan contrario al programa del partido conservador, al cual se faltaba tan abiertamente.

No se olvide lo que he observado antes, esto es, que ninguno de los mexicanos que estaban en Europa, trató con tanta intimidad a Maximiliano ni lo conoció tan bien como Arrangoiz.

¡Y todavía muchos afirman que es inverosímil que Maximiliano haya dado a Miguel López la comisión secreta de entregar la plaza de Querétaro, sin que lo supieran Miramón, Mejía, ni otro alguno de sus compañeros en la misma causa!

(17) Cuando Aguilar y Marocho y Gutiérrez de Estrada le dieron a Pío IX la noticia de que Maximiliano llegaría pronto a Roma de paso para México y que aquí devolvería sus bienes a la Iglesia, fueron grandes la emoción y las bendiciones del pontífice, y cuando se abrieron en la capital de México los pliegos de que era portador Rodríguez, hubo un repique universal y fue estrepitosa la alegría de los señores arzobispos Labastida y Munguía y de todo el partido conservador en dicha capital y en toda la nación mexicana, porque Maximiliano iba a devolver sus bienes a la Iglesia, punto capital y blanco del partido conservador y la causa principal de haber solicitado la intervención extranjera, derribado a Juárez y llamado a Maximiliano. Fue entonces cuando muchos pertenecientes al partido liberal moderado, creyeron que estaba consolidado el Imperio y que iba a durar muchísimos años y nació en su corazón la inclinación hacia él; vino a poco Maximiliano, vieron sus modales muy amables, sus ideas liberales y su predilección por los liberales y acabaron de caer en la red.

(18) Anciano que estaba al lado de Maximiliano desde la niñez de éste en que había sido su ayo.

(19) Personaje que fue después de Carlota, el más influyente sobre Maximiliano, como después veremos.

(20) La fragata Novara era el buque predilecto de Maximiliano y diré la razón de esto. El Austria y la Italia han sido durante muchos siglos y son naciones vecinas. En 1849 se verificó entre estas dos naciones la fábula de El Lobo y el Cordero. Fedro no fuera un fabulista clásico si no hubiera expresado en sus fábulas verdades morales de grande importancia y utilidad por su frecuente aplicación en la vida del hombre y en la historia de todas las naciones. Como en 1849 el Austria era muy fuerte y la Italia bastante débil, por unas razones parecidas a las que le daba el Lobo al Cordero para comérselo, el Austria declaró que le pertenecía la provincia de Lombardía y la de Venecia, que por su topografía, por su idioma y demás condiciones físicas y morales, eran y debían ser pertenecientes a la nación de Italia. Declaró la guerra a los italianos, los venció en batalla decisiva de Novara, y se agregó la Lomhardía y la Venecia, poniendo a este territorio el nombre de reino Lombardo-vento, del que Maximiliano fue gobernador durante algunos años. De aquí provenía que el nombre de Novara fuera para Maximiliano un gran recuerdo y motivo de orgullo, cuando debía haber sido motivo de arrepentimiento y de rubor, por ser el recuerdo de la usurpación de una nación ajena contra el derecho de gentes. Diez años después, los italianos solicitaron el auxilio de Napoleón III para hacer la guerra a los austriacos y recobrar la Lombardía, y el emperador de los franceses se prestó a ello noblemente y en virtud de la batalla de Magenta, dada el 4 de julio de 1859, y de la de Solferino, dada el 24 del mismo mes, recobró la Lombardía y la devolvió a Italia. Napoleón III fue bastante inferior a Napoleón I; pero lo que es esta vez, estuvo no solamente a la altura del tío, sino (y perdóneseme la osadía), muy más arriba de él. En el orden militar, la batalla de Solferino fue igual a algunas de las principales de Napoleón I. En ella pelearon 150,000 hombres por una y otra parte con gran valor, perecieron 3 mariscales, 9 generales, 1,566 oficiales y 40,000 soldados. En el orden moral, las batallas Magenta y Solferino fueron tan justas, como injustas fueron las más de las batallas de Napoleón I, porque éstas tuvieron por objeto la conquista de naciones extranjeras contra el derecho de gentes, y aquéllas tuvieron por objeto auxiliar al débil contra el fuerte y restituir la Lombardía a Italia conforme al derecho de gentes. Al fin de este libro (si lo concluyo) diré el triste oficio que tuvo la fragata Novara.

(21) Corolario 1°. El Papa dio la comunión a Maximiliano y a Carlota en la inteligencia y con la convicción sine qua non de que venían a devolver los bienes de la Iglesia, y ellos recibieron el santísimo sacramento, lo más grande y respetable que hay en la religión católica, teniendo en el corazón la intención y firme propósito de no devolver dichos bienes a la Iglesia. Los lectores saquen la consequencia de cuál fue esa comunión conforme a los cánones de la Iglesia y a los principios católicos.
Corolario 2°. Por lo mismo esas palabras: recibieron con profundo recogimiento la comunión, es una chanza de Zamacois.
Corolario 3°. ¿Consta por la confesión de Maximiliano que dio comisión a Miguel López de entregar la plaza de Querétaro? No. ¿Consta este hecho por la prueba testimonial? Tampoco, porque el hecho fue secreto y no lo presenció ningún testigo, pues ni Miguel López ni el general Escobedo han sido testigos, sino partes. Este es, pues, un negocio de indicios. ¿Puede haber prueba plena de indicios? Sí, cuando en el hecho concurren las condiciones exigidas por las leyes, inspiradas por los cuatro cánones del jurisconsulto filósofo Filangieri. La cuestión sobre la entrega de la plaza de Querétaro, planteada en sus términos precisos, es la siguiente: ¿Hay o no los indicios suficientes para juzgar verosímil que Maximiliano dio a Miguel López la comisión de entregar la plaza de Querétaro, sin conocimiento de Miramón, Mejía, ni otro alguno de los jefes monarquistas? Tomen los lectores juristas en una mano los cánones de Filangieri y en otra los hechos de falsedad ejecutados por Maximiliano, patentes en la historia que he referido y los que referiré en lo de adelante, que no han de ser pocos, hasta el último, de la tentativa de fuga de su prisión de Capuchinas, tratando de cohechar con 200,000 pesos a los jefes que lo custodiaban inmediatamente, sirviendo de intermediaria la princesa de Salm Salm, sin que supieran nada de esto Miramón, Mejía, ni otro alguno de los jefes monarquistas, intriga por la cual fueron desterrados de Querétaro la misma princesa y los ministros extranjeros, hecho referido largamente por Zamacois y otros historiadores monarquistas; junten, repito, los lectores todos estos indicios, para ver si se completa o no la prueba indicial. Advirtiéndose que, para la prueba indicial en el orden histórico, se requiere bastante menos que para la prueba indicial en el orden forense, pues para ésta se necesita la luz meridiana, y para aquélla basta la verosimilitud. Nuestro don José Fernando Ramírez, grande autoridad en materias históricas, sienta esta regla: Una de las leyes de la historia es la verosimilitud. Si para la verdad de cada hecho histórico se necesitaran las delicadísimas condiciones que se requieren para una prueba plena y verdad en el orden judicial, moriría la historia y no quedaría más que un esqueleto de historia.

(22) Dice Zamacois: El conde de Kératry que perteneció a ella (la contraguerrilla Dupin), refiere perfectamente los elementos que la componían. Parecía en esta guerrilla, dice, que todas las naciones del mundo se habían dado cita; se codeaban franceses, griegos, españoles, mexicanos, americanos del Norte y del Sur, ingleses, piamonteses, napolitanos, holandeses y suizos. Casi todos estos hombres habían dejado su patria para correr tras una fortuna siempre fugaz: se encontraba allí al marino desengañado de la mar; al negro de la Habana, arruinado por el tifo destructor de su cargamento; al pirata, antiguo compañero de Walker, el filibustero; al buscador de oro escapado de las balas que habían muerto a Raousset de Boulbon; al cazador de bisontes, llegado de los grandes lagos; al manufacturero de la Luisiana, arruinado por los yankees. No sabía lo que era disciplina esta partida de aventureros: oficiales y soldados se emborrachaban bajo la misma tienda de campaña, los tiros de revólver eran muchas veces el toque de diana. (Tomo cit., pág. 241.) El mismo Zamacois, en las páginas 237 y 240, dice: El coronel Dupin debía haber sido llamado por el general en jefe Bazaine a dar cuenta de ese y de otros hechos de rigor no menos reprensibles; pero lejos de eso, continuó permitiendo que siguiese su conducta de rigor que los conservadores veían con sentimiento ... Nunca debieron permitir, en mi concepto, el mariscal Forey y el general Fazaine, que formasen cuerpos ligeros llamados contraguerrillas, los jefes y oficiales salidos del ejército francés, recibiendo en sus filas a hombres sin disciplina de todas nacionalidades, sin afecto ninguno hacia el país. El historiador vizcaíno deseaba que no militasen en México más extranjeros que los que le tuviesen afecto al pais.

(23) El anagrama de Tomás Mejía, publicado por los periódicos y referido por Zamacois, era el de Jamás Temió. Por dicha acción Mejía fue nombrado por Maximiliano comendador de la Orden de Guadalupe.

(24) Para la más completa garantía, el jefe de la escolta sería Leonardo Márquez.

(25) La palabra de honor de Maximiliano a los conservadores en Miramar, la palabra de honor de Maximiliano al Papa, etc., etc., etc.

(26) Ya Juárez había corrido un inminente peligro de ser fusilado en Guadalajara, y llamado ahora por Maximiliano, le dio la contestación que dio un médico. Una noche, unos de la plebe llevaron a un médico dizque a recetarle a un enfermo en un barrio de la ciudad, y al pasar por un río le dieron lo que vulgarmente se llama una bañada, y corrieron. Al poco tiempo, otros de la plebe fueron una noche a la casa del mismo médico, y le dijeron con el sombrero en las manos: Señor, un enfermo; y él les contestó: No me las doy tan seguido.

(27) Doña Oliva.

(28) Carta citada por el conde Kératry en su obra La Elevación y la Caída de Maximiliano, pág. 336, y publicada al pie de la letra por el periódico de Madrid La América, y por el general Manuel Santibáñez en su obra Reseña Histórica del Cuerpo de Ejército de Oriente, en dos tomos en folio, México, 1892, tomo I, Documentos justificativos, pág. 3.

(29) México a través de los Siglos, tomo, 5, pág. 638.

(30) Descendiente de barón, doctor teólogo de la Universidad de Guadalajara, canónigo de la catedral de la misma ciudad, de buen talento, de mucha energía y uno de los jefes del partido liberal radical en Guadalajara. Entre los hechos que indican la energía de esta persona, mencionaré los siguientes: Tratábase una vez de poner al doctor Caserta en la cárcel por no recuerdo qué trabacuentas en política, y como sus numerosos amigos procurasen evitado, les dijo: ¡No no, dejen ustedes que me lleven, que se imponga el pueblo a ver en la cárcel pública moraditos! (canónigos). Cuando Comonfort estuvo algunos días en Guadalajara después de la toma de Ciudad Guzmán, reunió una junta de comerciantes, suplicándoles que le hiciesen un préstamo de dinero: los más lo rehusaron, alegando uno una cosa y otro otra, y el jefe de la revolución de Ayutla aceptaba todas sus excusas con benevolencia; viendo esto el doctor Caserta, le dijo: señor general, ¡verbo áspero! y le repitió verbo áspero, y aunque Comonfort no entendía nada de los Salmos de David, de los que era tomada aquella frase, bien entendió que el canónigo le quería decir que tratase duramente a los comerciantes, y que de lo contrario no les sacaría nada. Estaban cambiados los papeles: el soldado tenía la sonrisa, los modales amables y la dulzura de carácter del que era en la República el jefe del partido liberal moderado; y el sacerdote tenía el semblante ceñudo, las frases osadas y el genio de un soldado. Pocos años sobrevivió el doctor Caserta a la caída del Imperio; se separaron de él eclesiásticos conservadores y liberales. A todos miraba con semblante hosco y con desdén. Y murió en la oscuridad.

(31) Mi muy respetable amigo, que vive; abogado, uno de los jefes del partido liberal moderado en Guadalajara, gobernador de Jalisco en 18S2, catedrático de Derecho teórico-práctico, primero en la universidad y después, durante muchos años hasta hoy, en el Instituto del Estado, autor de la obra muy estimada El Enjuiciamiento, y persona generalmente respetada por su gran saber y probidad.

(32) No lo conocí más que de vista, y sólo supe que era industrial y pertenecía al partido liberal moderado.

(33) Comerciante de talento, liberal moderado y hombre de buena fe.

(34) Médico de gran talento y saber, catedrático de la Escuela de Medicina de Guadalajara, y liberal radical.

(35) Tomo cit., pág. 323.

Cuenta de las sumas entregadas a varias personas para procurar la venida del emperador ... $104,902.32
Nota de los gastos en muebles y obras en el palacio de México de junio de 1863 a junio de 1864 ... $101,011.83
Muebles y objetos comprados para el Palmar y Orizaba ... $ 15,210.50
Gastos erogados en la recepción de Maximiliano de Veracruz a México ... $115,348.41
Suma: $336,473.06
México a través de los Siglos, tomo 5, pág. 637.

(36) Señor Pérez Verdía, Compendio de la Historia de México, pág. 330.

(37) Este fue el primer trueno de Maximiliano que aterró a todos los monarquistas y les disgustó profundamente. Zamacois, en el tomo citado, pág. 344, dice: No fue tampoco paso que revelaba profundo tacto político señalar como fiesta nacional el día 16 de septiembre y no hacer lo mismo con el 27 del mismo mes. Este decreto, lo mismo que el Convenio de Miramar, fue firmado por el piadoso Velázquez de León. De los republicanos no hay para qué hablar, puesto que les disgustaba el Imperio y todas las cosas pertenecientes a él.

Índice de Anales mexicanos de Agustín RiveraANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO 1863ANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO DE 1864 - Segunda parteBiblioteca Virtual Antorcha