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DUODÉCIMA SESIÓN
Jueves 29 de agosto - Sesión de la noche.

Hacia las nueve, la sesión inicia con la traducción al holandés del discurso de Malatesta. Luego la discusión prosigue.

Friedeberg. Estoy de acuerdo con Malatesta sobre la cuestión de las relaciones entre el anarquismo, por una parte, el sindicalismo y la huelga general por otra, abusaría de los instantes del Congreso si no renunciase a la palabra.

Con Malatesta, pienso que el anarquismo no se propone solamente la emancipación de una clase, por muy interesante que sea, sino de la humanidad entera, sin distinción de clase, de sexo, de nacionalidad, o de raza. Hacer sostener toda la acción anarquista en los límites del movimiento de la clase obrera, es entonces, a mi parecer, desconocer gravemente el carácter esencial y profundo del anarquismo.

Deposito en el escritorio una moción inspirada en esta idea y la someto a la aprobación del Congreso.

Henri Fuss. Quiero afirmar a Malatesta que aún existen anarquistas, quienes por muy comprometidos que estén con el movimiento obrero, siguen siendo abiertamente fieles a sus convicciones. La verdad es que les es imposible no ver más que un terreno fértil de propaganda en el proletariado organizado. Lejos entonces de considerarlo como un simple medio, le atribuyen un valor propio y no desean ser otra cosa que la vanguardia del ejército del trabajo en marcha hacia la emancipación.

Luchamos contra la burguesía, es decir contra el capital y contra la autoridad. Ahí está la lucha de clase; pero a diferencia de las luchas políticas, ésta se ejerce esencialmente en el terreno económico, alrededor de estos talleres que se tratará de volver a tomar mañana. Ya pasó el tiempo en que la revolución consistía en hacerse de algunas alcaldías y a decretar, desde lo alto del balcón, la sociedad nueva. La revolución social hacia la que marchamos consistirá en la expropiación de una clase. Desde entonces, la unidad de combate, ya no es, como antaño, el grupo de opinión, sino el grupo profesional, unión obrera o sindicato. Éste es el órgano más apropiado a la lucha de clase. Lo esencial es orientarlo progresivamente hacia la huelga general expropiadora, y es a ésto que convidamos a los camaradas de todos los países.

I. I. Samson. Entre los medios de acción obrera que recomiendan a la vez los sindicalistas revolucionarios y los anarquistas, el sabotaje ocupa uno de los mejores lugares. Quiero, sin embargo, emitir ciertas reservas al respecto. El sabotaje no alcanza su fin; desea perjudicar al patrón, pero perjudica ante todo a quien le emplea, al mismo tiempo que predispone al público en contra de los trabajadores.

Debemos tender con todas nuestras fuerzas al perfeccionamiento moral de la clase obrera; ahora bien, estimo que el sabotaje va en contra de este fin; si sólo degradase la herramienta, dañaría a medias, pero como degrada sobre todo la moralidad profesional del obrero, por eso me opongo a éste.

Benoit Broutchoux. Estoy muy lejos de compartir los temores del camarada Malatesta en relación al sindicalismo y al movimiento obrero. Como ya lo he dicho, pertenezco a un sindicato de obreros mineros absolutamente ganados a las ideas y a los métodos revolucionarios. Este sindicato ha sostenido huelgas enérgicas y violentas cuyo recuerdo no está borrado; sostendrá otras, más adelante; sabemos, demasiado, en nuestro sindicato, a donde llevan las hipócritas tácticas de conciliación y de arbitraje que predican los apóstoles de la paz social, y sólo creemos en la lucha, en la reivindicación violenta y en la rebeldía. Me parece que la evolución que se dibuja entre nosotros, en los medios obreros, proporciona un desmentido formal a las teorías de Malatesta.

Vohryzek. Tengo la intención de proponer al Congreso una moción especial relativa a la huelga general política. La idea de esta huelga general gana todos los días terreno en los países alemanes, sobre todo desde que los socialdemócratas la hicieron suya, creyendo perjudicar, sin duda, la huelga general económica postulada por los anarquistas.

Los anarquistas deben oponerse a la propaganda a favor de una huelga general destinada no a poner fin a la explotación del proletariado por la burguesía, sino a salvaguardar la institución del sufragio universal amenazada por los gobiernos o aún más a conquistar al poder político.

Sin embargo si una huelga de tal naturaleza estallase, el papel de los anarquistas sería entonces de participar para empujar enérgicamente a los trabajadores en la vía revolucionaria y para imprimir un carácter de reivindicación económica al movimiento.

Pierre Ramus. Aunque el camarada Monatte, al colocarse desde el punto de vista exclusivo del sindicalismo revolucionario, haya justificado de antemano todas las reservas que luego Malatesta hizo valer, no puedo asociarme plenamente con estas últimas.

Me parece absolutamente necesario nunca perder de vista que el sindicalismo, la huelga general, la acción directa con todas sus variantes, sólo pueden ser considerados como medios de acción propiamente anarquistas. Se puede decir que el sindicalismo está contenido en el anarquismo; pero sería inexacto decir que el sindicalismo contiene el anarquismo.

El mérito superior del sindicalismo, de la acción sindical, consiste esencialmente en este hecho evidente que se opone prácticamente al parlamentarismo burgués. Pero de la misma forma que no puedo mirar la huelga general como un sucedáneo de la revolución social, de la misma forma no puedo admitir, como los sindicalistas, que el sindicalismo se basta a sí mismo. El anarquismo ya le ha proporcionado todas sus armas de guerra; cuando haya recibido de éste una filosofía y un ideal, entonces, sólo entonces, admitiremos que el sindicalismo se basta a sí mismo. ¡Se bastará a sí mismo porque se habrá vuelto -el anarquismo!

Para terminar diré: Seamos anarquistas primero, y por encima de todo; luego, seamos sindicalistas. ¡Pero recíprocamente, no!

(Ya son las 12 de la noche cuando el camarada Ramus termina su discurso. La fatiga es grande en todos los congresistas, y poco a poco, la sala cuya atmósfera se calienta, se ha vuelto tumultuosa. Se quiere terminar a toda costa el debate sobre el sindicalismo y es en vano que Dunois pide el aplazamiento de la réplica de Monatte para el día siguiente.)

Pierre Monatte. Al escuchar esta noche Malatesta dirigir ásperas críticas a las concepciones revolucionarias nuevas, creí oír resonar la voz de un pasado lejano. A estas concepciones nuevas cuyo brutal realismo le asustan, Malatesta sólo opuso, resumiendo, las viejas ideas del blanquismo el cual alardeaba renovar el mundo mediante una insurrección armada triunfante.

Por otra parte, se ha reprochado mucho esta noche a los sindicalistas revolucionarios que están aquí de sacrificar deliberadamente el anarquismo y la revolución al sindicalismo y a la huelga general. Y bien, yo les declaro: nuestro anarquismo vale el suyo y no tenemos pensado, tanto como ustedes, poner nuestra bandera en nuestro bolsillo. Como para todo el mundo aquí, la anarquía es nuestro fin último. Sólo, porque los tiempos han cambiado, hemos modificado también nuestra concepción del movimiento y de la revolución. Ésta ya no puede hacerse sobre el molde del Cuarenta y ocho. En cuanto al sindicalismo, si su práctica pudo, en ciertos países engendrar errores y desviaciones, la experiencia está ahí y nos impedirá volver a caer. Si, en vez de criticar desde arriba los vicios pasados, presentes o incluso futuros del sindicalismo, los anarquistas se mezclasen más intimamente a su acción, ¡los peligros que el sindicalismo puede encubrir, podrían evitarse para siempre!

Georges Thonar. Aunque lo haya dicho Monatte, no hay aquí jóvenes y viejos, unos defendiendo ideas nuevas, otros viejas ideas. Muchos jóvenes, entre los cuales me cuento, se enorgullecen de no abandonar ni un ápice las ideas anarquistas, las cuales están protegidas contra las injurias del tiempo.

Además, creo que entre los jóvenes por una parte, y los viejos por otra, sólo existen diferencias de apreciaciones, insuficientes para dividir en dos campos rivales el ejército anarquista.

La sesión se levantó a la una de la mañana.

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