Indice de Entrevista al General Amador Acevedo por Píndaro Urióstegui Miranda Zapata no tenía ambiciones políticas A Eufemio lo mató el loco CelerinoBiblioteca Virtual Antorcha

ENTREVISTA
AL GENERAL AMADOR ACEVEDO

Píndaro Urióstegui Miranda


CHINAMECA

PREGUNTA
¿Y cómo estuvo la muerte de Zapata?

RESPUESTA
Mire usted, yo estaba como jefe del 66°. Batallón, lo tenía yo repartido entre Zacatepec, San Nicolás y Jojutla.

Entonces se le había ido uno de sus jefes que eran precisamente de un lado de Huitzuco, Victorino Bárcenas y que se hizo allegar a Zapata mucho, mandando matar a sus mismos compañeros en Guerrero.

Este Victorino fue el que mató a Santana Crespo, mató a Chón Díaz, al rifle, que le decían y a otros generales de los zapatistas para quedarse él con las confianzas, pero se vino la situación tan dura para el zapatismo que tuvo que salir Victorino de ahí.

Entonces, yo no sé por qué motivo se organizan éstos mal y con temores y todo eso y se le voltea en Tlalquiltenango y se va para Guerrero, reconociendo al gobierno carrancista.

Como con cuatrocientos hombres pasó por el campamento de Zapata y por ahí les fue haciendo destrozos en todos los campamentos; conocía perfectamente la región y se fue para Guerrero.

Con ese motivo Zapata le agarró odio. Victorino dio la vuelta y lo mandan a Morelos ya estando con el gobierno de Carranza y le manda Pablo González a que se uniera con Guajardo. Entonces fue cuando ya Zapata se comunicó con Guajardo queriendo que éste reconociera el Plan de Ayala.

PREGUNTA
¿Guajardo anduvo primero buscando a Zapata, verdad?

RESPUESTA
Guajardo persiguió bastante a Zapata, cuando estuvo en Tlaltizapán, con un regimiento que les decíamos los gorras negras.

No sé por qué después Zapata le tomó confianza. Entonces no recuerdo cómo estuvieron los principios de esa cosa pero le escribió Zapata a Guajardo, por conducto de amigos, en que le decía se uniera a él y ya entonces Guajardo lo comunicó a Pablo González y lo autorizó para que hiciera la traición, que hiciera el juego de que se iba y entonces empezaron a comunicarse que iba a irse con él.

Yo leí todas las cartas, todas las que se publicaron después, en las que se comunicaba Guajardo con Zapata y no había una carta en que no le recomendara Zapata a Guajardo que le llevara a Victorino, que hiciera lo posible y que no dejara de llevárselo; en todas las cartas, catorce o quince cartas que publicaron, ¡quería echárselo!

Bueno, ante esa cosa Guajardo tuvo que ir con él, hizo el juego que traicionaba al gobierno y se fue a la hacienda de Rancho Nuevo, de ahí se fue a Tepalcingo; pero al presentarse con Zapata se llevó a Margarito, un general zapatista, con cincuenta hombres. Ese Margarito era de Mezcala, no recuerdo el apellido de Margarito pero era general de Chón Díaz y de Victorino a última hora.

Se los entregó Guajardo en la mesa del Cerro Prieto y mero Zapata mató a Margarito a caballazos y ordenó que agarrara cada quien uno de los cincuenta y lo que se comentó en aquella época fue que de los cincuenta hombres que agarraron para matarlos, uno de ellos arrancó y ni a balazos ni a caballo lo alcanzaron y se fue: el único que se salvó, uno nada más.

Cincuenta muertos fueron los que entregó Guajardo; costó cincuenta muertes la muerte de Zapata.

Este hecho le dio confianza a Zapata y junto con Guajardo va a Tepalcingo y fueron a atacar a Jonacatepec que estaba defendida por tropas de Guajardo y de Victorino.

Como ya estaban de acuerdo con Guajardo, a los primeros tiros arrancaron y se vinieron para Cuautla y tomaron la plaza, ahí fue donde terminó de tener confianza.

Ya de ahí se regresaron a Tepalcingo.

Y me platicaba uno que la hacía de médico con Zapata y cuyo apodo era el ranchero; después me platicó a mí cómo estuvo todo, porque él lo presenció; pasó esa cosa de que en todos los pueblos, como Tepalcingo, le decían a Zapata: ¡te va a matar!; iban mujeres a verlo para decirle ¡lo van a matar general, es un traidor!; el mismo ranchero también se lo dijo, a lo que le contestó Emiliano Zapata, tal por cual, pendejo, ahora me siento más fuerte que nunca, porque éste sí es partidario mío.

Y el día de la muerte, el jefe de la escolta era precisamente el general Castrejón.

Estando allí oyeron un tiroteo por San Pablo; Zapata y Castrejón estaban en Piedra Labrada y Guajardo estaba en la hacienda. Entonces Zapata le mandó decir a Guajardo que venían tropas federales, a lo que le contestó Guajardo que las dejara llegar que al fin eso era lo que quería y junto con esa respuesta le mandó un ayate con cervezas. Zapata se tomó algunas y las demás las repartió. En eso entró la necesidad de tomar más y que Zapata le manda pedir más a Guajardo; nuevamente Guajardo le manda otro ayate; esto me lo dijo a mí personalmente el ranchero.

Ya tomándoselas y todo eso, pues ya entró la picazón, Guajardo le había mandado decir a Zapata que si quería más cerveza que fuera a la hacienda que ahí tenía la que quisiera.

Ya estando picado, Zapata le dijo al ranchero: vamos a la hacienda de Chinameca.

No vayas, te van a matar.

Anda a ..., si no quieres tomar lo haré solo -contestó Zapata y montándose en su caballo colorado, se le pegó su Estado mayor; el indio Castrejón venía tras de él.

Entre los que acompañaban a Zapata había uno al que le decían el mole.

Todo esto sucedía como a las diez de la mañana, cuando lo mataron.

Habían estado tomando sin haber desayunado y se vinieron a Chinameca, pero ya se habían tomado dos ayates de cervezas, así es que ya venían un poco mal.

Zapata venía montado en un caballo que se llamaba As de Oros que le había regalado Guajardo.

En la puerta de la hacienda estaba formada la guardia, que eran puros oficiales disfrazados de soldados, armados por Guajardo y ya de acuerdo.

Zapata venía como con treinta, pero al entrar sólo entraron dos o tres.

Entrando entrando lo tumbaron; Castrejón venía atrás y en cuanto escuchó los disparos ya no entró. Dicen que al acercarse Zapata a la puerta de la hacienda, las cornetas empezaron a tocar la generala, la guardia presentó armas y en cuanto iba pasando junto a ellos, todos empezaron a tirarle y lo mataron junto con otros dos que lo iban acompañando.

Ya los demás que iban atrás ya no entraron, sino que empezaron inmediatamente la retirada.

Mire, se lo platjcaba yo a Castrejón, porque este general Castrejón se indultó en Jojutla en donde yo estaba como presidente municipal y el general Salvador González como jefe del sector; él lo indultó.

Luego que mataron a Zapata, inmediatamente Guajardo ordenó que tocaran a reunión.

Echaron el cadáver de Emiliano sobre una bestia y se lo llevaron hasta Cuautla en donde lo exhibieron.

Ahí también se encontraba el general Pablo González. Entonces mandaron traer a un muchacho Jáuregui, que había sido del Estado Mayor, muy consentido de Zapata, para que reconociera el cadáver. Llegando lo vio y empezó a llorar diciendo que era él.

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