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Capítulo 44

El botafuego de las hostilidades. Divergentes actitudes de don Venustiano Carranza y del General Francisco Vllla.

Como hemos visto en el capítulo anterior, ya en la sesión del 1° de noviembre habíase designado Presidente interino de la República al General Eulalio Gutiérrez, cesando con antelación en sus respectivos cargos a don Venustiano Carranza, como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo, y al General Francisco Villa, como Jefe de la División del Norte. Algunos creyeron de buena fe, que esta decisión traería la paz al país y solucionaría todas las dificultades que se cernían sobre la Patria. Sin embargo, a última hora, los augurios eran siniestros, por el empeño de Carranza en conservar el mando y el poder y por sus órdenes dictadas a todos sus adictos para que desconocieran los acuerdos de la Convención. En aquellos momentos aciagos se avizoraba el gravísimo peligro de una guerra civil con la agravante de que la misma sería empeñada entre las fuerzas revolucionarias que habían derrocado a Victoriano Huerta.

Fijación de la fecha de la toma de posesión del nuevo Presidente.

A las 11 de la noche del 2 de noviembre de 1914, la Convención aprobó un artículo transitorio que fijó la fecha en que entrarían en vigor los ceses y demás acuerdos aprobados tras tormentosos debates. Decía:

Los acuerdos a que se refiere el dictamen de Gobernación y Guerra empezarán a regir el día 6 del actual. Comuníquese así a los gobernadores y demás autoridades de la República.

Ambiente de pesimismo.

Hasta las 11:30 de la mañana se inició la sesión del 3 de noviembre. Entre los delegados reinaba el más grande pesimismo. Sabíase que en Puebla, sus amigos le habían preparado a Carranza una gran manifestación, en la que hablaron muchos, entre otros el celebérrimo Heriberto Barrón, quien vociferó a plenos pulmones:

¡Viva Venustiano Carranza, nuestro libertador! ¡Viva el Presidente interino de la República, General don Venustiano Carranza, porque es el pendón de las libertades públicas!

Después habló un Mayor de apellido Yáñez. Excitó a los concurrentes a preparar un rifle y una tortilla para sostener al reivindicador don Venustiano Carranza.

El Primer Jefe habló también. Expresó que los delegados de la Convención habían aceptado una renuncia que él no había presentado, agregando irónicamente: Esos valientes Generales la han hecho efectiva y nombraron un Presidente interino. Han caído en una red digna de tomarse en consideración. Los que tacharon a los diputados que no salieron a la defensa del sefior Madero, buscan hoy mayores dificultades a la Patria ... Terminó con las siguientes palabras: Si los jefes me abandonan, entonces me retiraré de mi patria; en caso contrario, lucharemos hasta morir.

El General Francisco Coss dijo con voz estentórea: Que ya había ordenado a su representante se retirara de la Convención.

Diluvio de protestas.

Entre la mayor expectación, la Secretaría dio lectura a numerosos telegramas, uno de ellos procedente de Querétaro en que el General don Pablo González preguntaba si las tropas de la División del Norte habían llegado a la ciudad de Aguascalientes, en cuyo caso, él consideraba violados los pactos anteriores y enteramente nulos los acuerdos de la Convención.

Después se dio lectura a otros mensajes del General Coss, que implicaba un tajante desconocimiento de la Convención. Terminaba con lo siguiente:

Invitamos a todos los Generales constitucionalistas que se precien de ser honrados, subordinados y leales y de cumplir con los sagrados compromisos contraídos con la nación, a secundar nuestra actitud; invitamos igualmente a todos los gobernadores, al Ejército Constitucionalista, a los ayuntamientos, a las autoridades y a los ciudadanos no militares afiliados a nuestro partido, así como al pueblo en general de la República a secundar nuestra actitud, dirigiendo sus adhesiones por escrito, a los ciudadanos General Francisco Coss, gobernador y Comandante militar del Estado de Puebla, y General Máximo Rojas, gobernador y Comandante militar de Tlaxcala, haciendo a la vez públicas esas adhesiones por medio de la prensa.

Ruptura de hostilidades.

Algunos delegados, entre ellos el que representaba al General Coss, leyó un telegrama del mencionado jefe en que le ordenaba que inmediatamente se retirase de la Convención. Manifestó que él había jurado en nombre de su poderdante, cumplir y hacer cumplir los acuerdos de la asamblea. Agregó que él no creía que su representado faltaría a sus promesas y que no sabía qué hacer: si irse o quedarse.

El General Eduardo Hay, que había suscrito el famoso dictamen junto con el General Obregón, que formaba parte de la Comisión que debería participar su cese a Carranza y permanecía aún en Aguascalientes, en espera del pliego respectivo, señaló el grave peligro que se registraba en aquellos momentos, si los Generales representados en la asamblea continuaban llamando a sus representantes hasta dejar a la Convención desintegrada. Y terminó con esta terrible imprecación:

Yo arrojaré a la cara a los que falten a sus compromisos el anatema de hombres sin honor y de malos hijos de la República.

También se leyeron varios telegramas de algunos gobernadores y Generales que desconocían a la Convención en obedecimiento -así lo expresaban-, de un telegrama-circular que les dirigió Carranza, entre ellos, los de los Generales Cándido Aguilar, G. Novoa y Nicolás Flores, este último gobernador del Estado de Hidalgo.

Las condiciones de Carranza.

Ya hemos visto que don Venustiano Carranza había impuesto dos condiciones para separarse del poder: la eliminación de Villa del mando de la División del Norte y la continuación del gobierno preconstitucional -eufemismo de la palabra dictadura-, que él había establecido no obstante titularse Primer Jefe del Ejército Constiiucionalista. La Comisión de Gobernación y la de Guerra unidas, accedieron a estas dos condiciones y la asamblea las ratificó. Trece días después aumentó dichas condiciones con una más: la eliminación de Emiliano Zapata.

En la memorable sesión del 3 de noviembre se leyó, por fin, el difuso memorial que mandó el Primer Jefe, fechado en Tlaxcala el día anterior. Decía entre otras cosas:

He dado a ustedes mi palabra de honor, firmada y publicada de que renunciaré los cargos de que me hallo investido tan pronto como se cumplan los requisitos que exijo; y nadie tiene derecho a dudar de mí, pues deseo que se entienda que, una vez cumplidas las tres condiciones puestas, no vacilaré ún instante en presentar mi renuncia; pero también quiero que sepan que mientras yo no las vea cumplidas, nada me apartará del cumplimiento de mi deber como Jefe del Ejército Constitucionalista y como Encargado del Poder Ejecutivo ...

Después de otras consideraciones, terminaba la nota de Carranza:

Suplico, por lo tanto, a esa junta, se sirva dedicar preferente atención a las condiciones mencionadas en mi nota fecha 23 y en particular, le encarezco me informe por telégrafo, respecto de los pasos que se hayan dado para proveer una forma de gobierno provisional (la obsesión del período preconstitucional, o dictatorial), así como támbién sobre si el General Villa ha resuelto de un modo categórico acerca de su retiro del mando de la División del Norte, y sobre las probabilidades de que Zapata esté dispuesto a hacer otro tanto en el Sur.

La contestación de Villa.

Otro de los Secretarios dio lectura al siguiente documento:

El día 30 de octubre de 1914, a bordo del carro del señor General José Isabel Robles, que tiene instalada su oficina telegráfica en uno de los departamentos de ese carro, y estando presentes los señores Generales José Isabel Robles, Orestes Pereyra, Severino Ceniceros y Matías Pazuengo, el General Angeles en conferencia telegráfica con el General Villa, informó a éste de que el señor don Venustiano Carranza, en un documento dirigido a la Convención Revolucionaria de Aguascalientés, puso entre otras condiciones para que el señor Carranza dimitiera las jefaturas del Ejército Constitucionalista y del Poder Ejecutivo, la de que el señor General Villa fuera retirado del mando de la División del Norte, y aconsejó el mismo General al señor General Villa, pusiera al señor General Robles el siguiente telegrama:

De Guadalupe (Zacatecas) a Aguascalientes. Señor General José Isabel Robles.

Sé que don Venustiano Carranza impone, entre otras condiciones, para retirarse del Poder Ejecutivo y de la Jefatura del Ejército Constitucionalista, que yo abandone el mando de la División del Norte. Siendo tan grande el bien que resultará al país con la eliminación del señor Carranza, al grado de que para lograrlo estaba yo resuelto a que se derramara más sangre de compatriotas, sírvase usted declarar, a mi nombre, ante esa Convención, que estoy dispuesto a separarme del mando de mi División y que espero respetuoso las órdenes de esa Convención. General Francisco Villa.

Villa dispuesto a que lo fusilaran.

Y agregaba el señor General Angeles -según la misma acta-, que tuviera la bondad el señor General Villa de meditar detenidamente su resolución en este asunto de tanta trascendencia. Segundos después, el señor General Villa contestó con el siguiente telegrama:

Buenos días, mi General, y demás compañeros:

Quedo enterado de lo que se sirven manifestarme sobre las condiciones que trata de imponer el señor Carranza para retirarse del poder, y yo, por mi parte, propongo para la salvación de la patria, no sólo retirarme de la División, sino que presto mi consentimiento para que la Convención, que tiene los destinos de mi patria en sus manos, ordene que nos pasen por las armas tanto a mí como al señor Carranza, para que los que quedan a salvar a la patria conozcan los sentimientos de sus verdaderos hijos. Francisco Villa.

Después de deliberar breves instantes, los Generales reunidos en el carro, acordaron levantar un Acta de lo acontecido, y entregarla bajo sobre cerrado, para que se abriera en la Convención al conocerse la respuesta que el señor Carranza diera a la Convención de separarlo de las jefaturas del Ejército Constitucionalista y del Poder Ejecutivo. Consultaron en seguida al señor General Villa su parecer acerca de este acuerdo, recibiendo en contestación el siguiente telegrama:

Querido General: Pueden levantar el Acta a que se refiere, haciendo constar lo que les he manifestado, para que hagan uso de ese documento en la forma que consideren conveniente. Lo saludo cariñosamente. Francisco Villa.

Antes de recibirse este telegrama, llegó al carro del señor General Robles el señor General Julián Medina, quien fue impuesto también del repetido telegrama.

Y para que la Convención se entere de estos acontecimientos, se levantó la presente, para que sea abierta por la mesa y en presencia de la Convención en la oportunidad ya señalada. J. Isabel Robles. Felipe Angeles.

Al terminar la lectura del Acta anterior, estalló una tempestad de aplausos. Muchos delegados y el público prorrumpieron en gritos de ¡Viva Villa!

Filípica de don Paulino Martínez.

Hablaron después muchos delegados, entre ellos, el General Angeles, quien expresó que estimaba que el señor Carranza, después de conocer la conducta del General Villa, no se obstinaría en desconocer la voluntad de la asamblea.

También lo hizo don Paulino Martínez en forma violentísima. Atacó con dureza a Carranza, a quien llamó ambicioso vulgar. Enderezó una ruda filípica contra el Plan de Guadalupe, que constituía -dijo-, un plan ranchero con la clásica cantilena de quítate tú para ponerme yo, calificándolo como el plan más absurdo que registra la historia de México. Entre muchas protestas, llamó a Carranza antiguo senador porfirista de consigna, eminentemente conservador, enemigo de todas las reformas sociales, autócrata y dictador sin talento.

¿Por qué -preguntó el propio don Paulino- Carranza pide la destitución del caudillo Emiliano Zapata? Zapata no es ambicioso, no quiere nada para él. Sólo el que busca el medro personal puede querer que desaparezca el Jefe del Ejército Libertador.

Breve sesión verpertina.

A las 7 de la noche, se inició la sesión vespertina, que fue muy breve. Se dio lectura a varios mensajes, algunos felicitando a la Convención por sus determinaciones, y otros, como el del General Máximo Rojas, desconociendo los mismos acuerdos. Se leyó otro del General Benjamín G. Hill, en que exigía a su representante Julio Madero, pidiera la inmediata renuncia de Zapata. Por encontrarse enfermo el Vicepresidente Natera, se levantó la tormentosa sesión a las 8 de la noche.


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