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Capítulo 41

La elección presidencial del General Eulalio Gutiérrez.

Mientras don Venustiano Carranza continuaba azuzando a sus Generales más adictos para que desconocieran a la Convención, el día 1° de noviembre de 1914; los delegados de la misma Convención dormían profundamente en Aguascalientes, materialmente rendidos por la palabrería de una larga sesión que se prolongó hasta las 6 de la mañana de la fecha acabada de citar.

Aprobación del artículo segundo del dictamen.

Faltaba un cuarto de hora para las 4 de la tarde, cuando el Presidente General Antonio I. Villarreal declaró abierta la sesión. Todas las dependencias del Teatro Morelos estaban llenas a reventar. Uno de los Secretarios anunció que continuaba a discusión el artículo 2° del dictamen de las Comisiones unidas de Gobernación y Guerra, que ya había sido discutido durante seis horas. Este decía:

Procédase a nombrar por esta Convención un Presidente interino de la República.

El General Hay pidió que desde luego se procediera a la votación del mismo. Se recogieron setenta y nueve votos por la afirmativa y cuarenta y nueve por la negativa. Todos los representantes de la División del Norte votaron por la negativa y explicaron que lo hacían así en virtud de su alianza con los zapatistas. Roque González Garza explicó que sus compromisos anteriores lo obligaron a votar en contra. Agregó que por su boca hablaba el General Villa que no podía ser inconsecuen1e con sus actos, e hizo notar que la asamblea lo había sido porque habiendo aprobado el artículo 12 del Plan de Ayala, no podía aceetar el 2° del dictamen.

El texto de dicho artículo era el siguiente:

Una vez triunfante la revolución que llevamos a la vía de la realidad, una junta de los principales jefes revolucionarios de los diferentes Estados, nombrará o designará un Presidente Interino de la República, que convocará a elecciones para la organización de los Poderes Federales.

Los zapatistas libres de todo compromiso.

Luego se registró un incidente penoso. Soto y Gama pidió la palabra. Villarreal se la negó en forma violenta. Se suscitó un airado diálogo entre los dos. Soto y Gama increpó a Villarreal acusándolo de parcialidad por su desmedida ambición para apoderarse de la silla presidencial. Villarreal, irritado, abandonó la Presidencia de la asamblea.

Habló Soto y Gama con extremada violencia. Declaró que desde el momento en que no se respetaba el artículo 12 del Plan de Ayala, el Ejército Libertador del Sur se consideraba libre de todo compromiso y rompía todas las ligas que tenía con la Convención.

Lo interrumpió el Coronel Carlos Prieto. Con voz sonora, dijo:

¿Ese vociferador vulgar puede decir qué compromisos o qué ligas tienen los zapatistas con la Convención?

Desacuerdo entre los zapatistas.

El General José Inocente Lugo expresó que el artículo 12 del Plan de Ayala no estaba en desacuerdo con el artículo que se acababa de aprobar. Don Paulino Martínez, jefe de la delegación zapatista, con palabras ponderadas, declaró que la Convención a que se refería el artículo 12 del Plan de Ayala, tal como se había aceptado por la asamblea, era precisamente la junta ante la cual tenía el honor de hablar y que la delegación que presidía estimaba que la asamblea no había pisoteado sus acuerdos.

El General Obregón hizo ver que al tratarse de la eliminación de Carranza y de Villa, entonces no se tomó en cuenta si estaban representados en la asamblea los miembros del Ejército Libertador del Sur, y agregó que el día anterior se había considerado que la asamblea era soberana y podía quitar al encargado del Poder Ejecutivo, y era claro que también podía substituirlo por otro.

Quizá con la mira de limar asperezas y de acabar con aquella discusión que parecía Interminable, se presentó una proposición aparentemente conciliadora con la clara finalidad de que los zapatistas no continuaran presentando objeciones. La firmaron los delegados Julio Madero y Alfredo Rodríguez, este último representante del General Pablo González. Decía:

Proponemos que se adicione el artículo 2° recientemente aprobado en el siguiente sentido:

Inciso B. La elección que conforme al inciso A de esta Ley se haga, será rectificada o ratificada el día 20 del actual con asistencia de treinta delegados del Ejército Libertador.

La exposición de motivos de la anterior proposición era extremadamente melosa para los zapatistas. Decía:

Considerando necesario que el Ejército Libertador forme parte importante de las fuerzas que combatieron al usurpador. Considerando necesario que el Ejército Libertador se halló representado en esta Convención, ya que ha demostrado los mejores deseos de contribuir a la resolución de los problemas nacionales.

Pedían los firmantes se hiciera luego la elección y que transcurridos veinte días, se rectificaría o ratificaría con la concurrencia de 30 delegados zapatistas.

Seguramente pensaron: hoy elegimos a Villarreal por más de 100 votos. Dentro de 20 días ratificaremos esta elección por el mismo número de votos contra 37 de los villistas más 30 de los zapatistas. Soto y Gama sonreía irónicamente.

Las reservas de los surianos.

Habló Castillo y Tapia y sus palabras extraviaron la discusión por senderos perjudiciales para los intereses de los villarrealistas. Expresó que en la mente de todos los delegados estaban los nombres de los candidatos viables: Juan C. Cabral, José Isabel Robles y Antonio I. Villarreal. Agregó que atacaría a los tres y que era necesario saber cuál de los citados candidatos era el más grato para los grupos disidentes. Julio Madero hablo sobre el papel que en la elección debían desempeñar los delegados zapatistas, e interpeló a Soto y Gama para que dijera qué le parecían los candidatos que se acabahan de mencionar. El interpelado contestó:

La delegación del Ejército Libertador tiene instrucciones expresas de oponerse a la candidatura del General Antonio I. Villarreal. No lo acepta como Presidente de la República.

Obregón, con muy buen sentido, adujo que mientras los delegados surianos no hicieran suya la proposición, no podría resolverse el asunto en forma satisfactoria. Hablaron Marciano González, Buelna, Gutiérrez de Lara, Josué Sáenz, Vela y García Vigil. El último esgrimió las mismas razones que Obregón. Soto y Gama expresó que eso sólo podía hacerse después de saber quién era el candidato o candidatos.

Los candidatos gratos a los zapatistas.

Don Paulino Martínez echó por tierra la candidatura de Villarreal. Manifestó que le habían sido presentados los nombres de varios candidatos y que ellos -los zapatistas- estarían absolutamente conformes con tres de ellos.

¿Cuáles son? -inquirieron a gritos muchos delegados.

Don Paulino, con cierta solemnidad, recalcando las sílabas, contestó:

Los Generales Juan C. Cabral, José Isabel Robles y Eugenio Aguirre Benavides.

A las 9:35 de la noche fue aprobada, por mayoría de votos, la absurda proposición Madero-Rodríguez.

Otra candidatura frustrada.

El Vicepresidente Robles invitó a la asamblea para que sus miembros presentaran candidatos presidenciales. La ansiedad era enorme. La delegación de la División del Norte, por boca de uno de sus más serios delegados, el General Eugenio Aguirre Benavides, manifestó que ellos, de acuerdo con el General Villa, no estaban dispuestos a ser candidatos, y en prueba de desinterés, proponían como candidato a la Presidencia de la República al General Juan C. Cabral, antiguo revolucionario, hombre probo y ponderado, que era miembro de la División del Noroeste. La proposición fue recibida con una salva de ensordecedores aplausos. De todos los sectores de la asamblea partieron gritos. ¡A votar! ¡A votar!

Los aplausos se prolongaron por mucho tiempo y en vista de que nadie proponía otros candidatos, la Presidencia anunció que iba a procederse a la elección.

Pidió la palabra el General Obregón. Manifestó que la elección no debería hacerse por sorpresa, que era indispensable que los delegados cambiasen impresiones y proponía que la Mesa dispusiera un receso de treinta minutos. La Presidencia, a las 10 de la noche, anunció que se suspendía la sesión durante media hora y que la elección se iniciaría a las 10:30.

Y entonces pudo verse que Obregón conferenció con don Paulino Martínez y con Soto y Gama, y luego con premura y agilidad de ardilla recorría una por una las curules ocupadas por los carrancistas. Convenció a los zapatistas de que no deberían presentar objeciones a la candidatura del General Eulalio Gutiérrez y se ganó fácilmente los votos de los comprometidos previamente con Villarreal.

Así, Obregón hizo naufragar momentos antes de la elección, la candidatura de Cabral, que se consideraba enteramente segura, y afirmó el triunfo de la candidatura del General Eulalio Gutiérrez, que ni siquiera había pensado en ser candidato presidencial.

La elección por escrutinio secreto.

A las 10:30 en punto se reanudó la sesión. A interpelación especial del General Obregón, don Paulino Martínez declaró:

La delegación del Ejército Libertador acepta como candidatos a los Generales Juan C. Cabral, José Isabel Robles y Eulalio Gutiérrez.

Desde luego se procedió a efectuar la votación. Al hacerse el escrutinio, el Secretario Samuel M. Santos leyó los nombres de los favorecidos por cada uno de los votos.

El triunfo de Eulalio Gutiérrez.

Hecho el cómputo, resultó electo el General Eulalio Gutiérrez por ochenta y ocho votos. El General Juan C. Cabral, por quien votaron todos los delegados de la División del Norte, obtuvo treinta y siete. El General José Isabel Robles, dos y el General Eduardo Hay, uno.

Al conocerse el resultado de la votación, todos gritaban con entusiasmo: ¡Viva el General Eulalio Gutiérrez! ¡Viva la Convención! jViva la Revolución! ¡Viva Carranza! ¡Viva Villa! ¡Viva Zapata! ¡Viva México!

El Vicepresidente General Pánfilo Natera, irguiéndose con su alta estatura y empuñando con la diestra la histórica bandera de la Convención, hizo la declaratoria:

Es Presidente Provisional de la República Mexicana el General Eulalio Gutiérrez, que obtuvo la mayoría de votos.

Se escuchó una tempestad de aplausos y de vítores. Todos estaban jubilosos y felicitaban con efusivos abrazos al General Gutiérrez.

La arenga de Gutiérrez.

Eran las 11:30 de la noche. El licenciado Soto y Gama, a nombre de la delegación suriana, declaró que el Ejército Libertador del Sur aceptaba con toda lealtad al candidato triunfante.Eulalio Gutiérrez, visiblemente conmovido, ascendió al escenario. Antes de que pudiera hablar fue ruidosamente ovacionado. Al fin, con frases entrecortadas por la emoción, expresó:

Agradezco la muestra de confianza que se me ha dispensado; y protesto aquí, en este lugar, cumplir y hacer cumplir todas las disposiciones que emanen de esta honorable asamblea.

En los pocos días que yo esté aquí, los señores del Sur, todos los bandos, menos los reaccionarios, tendrán todas las garantías posibles con que deben contar todos los hombres honrados que buscan el bien de la Patria.

Espero que ustedes me ayuden, y creo que así lo harán con todos los elementos de la revolución y de esta asamblea.

Se repitieron las ovaciones y los vivas. Don Paulino Martínez hizo un encomio de las prendas de honradez y del espíritu revolucionario del General Gutiérrez, ofreciendo que el Ejército Libertador lo apoyaría con todo entusiasmo. El General José Isabel Robles habló de la intensa vida revolucionaria del General Gutiérrez y ofreció que toda la División del Norte, como un solo hombre y con el espíritu en alto, obedecería al nuevo Presidente.

Alegría general y nubarrones de tormenta.

A las 12 de la noche abandonaron los delegados el Teatro Morelos, llenos de júbilo y pletóricos de optimismo. Todos consideraban asegurada la paz y garantizado el bienestar del país. Los carrancistas habían propugnado la candidatura del General Gutiérrez y habían votado por él, obteniendo un gran triunfo. Los villistas y zapatistas habían reconocido honrada y lealmente, la victoria de Gutiérrez. Entre todos reinaba gran optimismo.

En aquella fresca noche de noviembre brillaban esplendorosamente las estrellas. Celebrando la reciente elección se escuchaba el imponente coro formado con los repiques a vuelo de las campanas de todos los templos, los silbatos de las fábricas y de las locomotoras, las notas bélicas de los clarines y tambores, que tocaban diana, y las salvas de fusilería.

Sin embargo se advertían en el oriente, en el occidente y en el norte densos nubarrones preñados de tormenta. Era seguro que Carranza y muchos Generales adictos no acatarían la elección hecha por la asamblea, pero el optimismo imperaba entre todos los delegados.

Una curiosa manifestación.

Muchos delegados acompañaron al General Gutiérrez hasta su alojamiento y después algunos de ellos, se dirigieron al alojamiento del General Antonio I. Villarreal, en una curiosa manifestación de desagravio por no haber votado por él los que estaban comprometidos a sufragar por su candidatura presidencial. Esta manifestación la conceptuaron indispensable porque en la asamblea se supo como a las 8 de la noche, antes de que naufragara la candidatura de Villarreal a causa del voto de la delegación zapatista, que ya el General nuevoleonés estaba vestido con un largo levitón cruzado, alba pechera y cruzada sobre ella la banda presidencial, listo para acudir al primer llamado de la asamblea.

Esta versión la llevaron a la hora indicada los periodistas Carlos Quiroz y Arturo Cisneros Peña y el fotógrafo Muñana, quienes aseguraron haberlo visto vestido en esa forma y hasta que el fotógrafo Muñana pretendió, aunque inútilmente, tomar una fotografía.

Al llegar los manifestantes al alojamiento del General Villarreal, éste salió desconcertado. Tomaron la palabra los delegados Aguirre Benavides y García Vigil, Villarreal agradeció la manifestación de aprecio que se le dispensaba, protestando por la infame imputación que se le había hecho de que se aprovechaba de la Presidencia de la Convención para afianzar su candidatura.

La alegría era inmensa en Aguascalientes. Los manifestantes se dirigieron a la plaza principal y allí hubo nuevos discursos. Se hicieron votos fervientes por la felicidad de la Patria. Toda la noche se repitieron las descargas de fusilería.


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