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Capítulo 4

Asalto y expugnación de la ciudad de Zacatecas.

Doblemente histórica es la fecha del 23 de junio de 1914, en que fue tomada por asalto la ciudad de Zacatecas y entraron victoriosas a la misma las fuerzas de la División del Norte, a las órdenes del General Francisco Villa. Esa fecha marca el irremisible colapso del gobierno espurio presidido por el General Victoriano Huerta y la iniciación de una cruenta lucha intestina que habría de prolongarse por varios años, con resultados funestos para el país.

Ya las fuerzas que mandaba el General Obregón dominaban en las tierras de Sonora y Sinaloa, con excepción de Guaymas y Mazatlán, quien dejando destacamentos de observación frente a estas plazas avanzaba por Tepic y Jalisco. Las fuerzas revolucionarias a las órdenes del General Pablo González, se habían apoderado de las importantes plazas de Monterrey y de Tampico y todo el norte de Coahuila y la totalidad de los territorios neoleonés y tamaulipeco se encontraban en poder de las fuerzas constitucionalistas.

Ya el General Francisco Villa, que había entrado por el norte del Estado de Chihuahua con siete hombres armados, tras una brillantísima campaña, había ocupado las plazas de Ciudad Juárez, Chihuahua, Ojinaga, Torreón, San Pedro de las Colonias y Saltillo y obtenido triunfos espléndidos en Tierra Blanca y en Paredón, y tenía a sus órdenes un cuerpo del ejército de más de veinte mil hombres aguerridos y más de cincuenta piezas de artillería, todas quitadas al enemigo.

Victoriano Huerta había reconcentrado en Zacatecas casi todos los mejores elementos que le restaban del Ejército Federal: doce mil soldados, entre ellos tres mil irregulares norteños a las órdenes del valiente General Benjamín Argumedo, que tenía como segundo al General Antonio Rojas. El General en jefe de los defensores de Zacatecas lo era el divisionario Luis Medina Barrón, que no había ganado una sola batalla y únicamente había ejercitado sus mediocres conocimientos en la pequeña guerra hecha en los últimos tiempos contra los yaquis rebeldes. Su segundo era el General Antonio Olea, muy anciano. Militaba a sus órdenes un jefe valeroso y competente, antiguo oficial del cuerpo de ingenieros, el General Jacinto Guerra, bajo cuya dirección se fortificó la plaza de Zacatecas y fueron emplazadas las doce piezas de artillería destinadas a su defensa.

Las suspicacias de Carranza.

Ya hemos visto en los capítulos anteriores, cómo en los precisos momentos en que Villa obedeciendo órdenes de Carranza, marchaba desde Torreón hacia el Oriente, para tomarle su capital -Saltillo- a don Venus, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista mandaba que los Generales Natera, Arrieta y Triana prepararan desde Sombrerete y Durango, la expugnación de la plaza de Zacatecas; cómo los jefes acabados de mencionar fueron rechazados con grandes pérdidas; cómo, entonces, ordenó don Venustiano a Villa mandara refuerzos a Natera; cómo Villa propuso respetuosamente, marchar él con toda su división; cómo don Venustiano insistió en su orden y cómo, tras un cambio violento de mensajes, los Generales de la División del Norte anunciaron al Primer Jefe su decisión de marchar todos a Zacatecas encabezados por el General Villa.

¿Cuál era el motivo de la oposición de Carranza para que Villa marchara a la expugnación de Zacatecas? Se ha atribuido a celos o suspicacias del Primer Jefe. Siguiendo nuestra norma de imparcialidad, acudimos al testimonio de alguien que en aquel entonces estaba muy cerca del Primer Jefe, fue uno de sus más allegados y con toda lealtad lo acompañó hasta la tétrica celada de Tlaxcalantongo. Nos referimos al General Juan Barragán, el que en su bien documentado libro Historia del Ejército y de la Revolución Constitucionalista, primera época, refiriéndose a estos escabrosos incidentes, en las páginas 477-478, escribió:

La idea del señor Carranza de apoderarse de Zacatecas con fuerzas de los Generales Natera y Arrieta, que no dependían de la División del Norte, era la de restar elementos a Villa y poder demostrar a la opinión pública que no únicamente este jefe estaba en posibilidad de obtener triunfos de importancia, sino también los demás caudillos de la Revolución, pues era mucha y muy peligrosa la propaganda que se hacía tanto en el país como en los Estados Unidos, mostrando a Villa como el único capaz de dominar, la situación y, sobre todo, ya él mismo había dado muestras e sus ambiciones.

El General Barragán no expresa cuáles fueron: esas muestras. Más adelante dice en las páginas 537-538 de su citado libro:

Villa, a pesar de su insubordinación hacia la Primera Jefatura, envió al señor Carranza un telegrama dándole parte de la toma de Zacatecas y al final lo felicitaba y le protestaba sus respetos. Con esta nueva victoria y con su actitud de sumisión, pensaba, sin duda, desagraviar al Primer Jefe. Por último, al ocupar Zacatecas, dejó que Natera asumiera el mando militar y civil en su calidad de gobernador y Comandante Militar del Estado, habiendo rendido éste el parte oficial correspondiente.

A confesión de un subordinado fidelísimo del señor Carranza, relevo de pruebas: ¿puede darse en lo que a Villa se refiere, mayores muestras de subordinación?

El primer parte de la toma de Zacatecas.

Sin embargo, el primer parte no fue el del General Natera, que lo rindió hasta el 30 de junio. En efecto, desde el 24 del mismo mes, el General Orestes Pereyra, a quien Villa había dejado como Comandante militar de la plaza de Torreón, telegrafió al señor Carranza lo que sigue:

Hónrome en comunicar a usted que ayer, a las 6 de la tarde, fue tomada la importante plaza de Zacatecas por la División del Norte, habiendo hecho muchos prisioneros, y capturado grandes cantidades de pertrechos de guerra. Por nuestra parte, resultaron algunos heridos, contándose desgraciadamente entre ellos los Generales Trinidad Rodríguez, de alguna gravedad, y Maclovio Herrera. Salúdolo afectuosamente.

El parte del General Pánfilo Natera está fechado en Zacatecas, el 29 de junio de 1914. Desdichadamente no se refiere a las operaciones de sus tropas anteriores al arribo de las primeras fuerzas de la División del Norte, el 17 de junio. Puntualiza las actividades de las fuerzas a sus órdenes a partir de la fecha indicada, en que expresa que el General Tomás Urbina al llegar a Fresnillo con sus fuerzas ordenó la marcha de todas ellas sobre Zacatecas, las que el 18 llegaron a Calera y el 19 avanzaron hasta Morelos, marchando a la vanguardia la brigada de este último nombre, que derrotó a las avanzadas orozquistas. Agrega que el 19 se movieron las tropas para tomar posiciones y se registraron combates en los que el enemigo hubo de replegarse.

Agrega que a él -Natera- le tocó con las fuerzas de su mando cubrir Guadalupe, Mesas de Guadalupe y del Aguila, cerro del Padre, minas Hermanas y El Orito. Expresa que el día 21 mandó al General Arrieta se posesionara de río Tinto y del sudeste de la Bufa y que la brigada del General Calixto Contreras hiciera lo mismo de Guadalupe. Hizo avanzar la brigada al mando del General Tomás Domínguez y al quinto y sexto regimientos de la división a sus órdenes para que se apoderaran de la Mesa de Guadalupe, ocupada por mil quinientos orozquistas a las órdenes de Antonio Rojas, cosa que logró al oscurecer, ocupando también la Mesa de Enmedio y la del Aguila, quedando en el campo más de cien muertos del enemigo.

Las fuerzas del General Contreras se posesionaron del bordo norte de las Mesas de Guadalupe; las fuerzas del General Domínguez, reforzadas con las del General Toribio Ortega, desde el sureste del cerro de las Bolsas hasta el suroeste de Guadalupe; la brigada del General Cervantes y el cuarto regimiento de la División Natera, desde el sur de El Padre hasta El Grito, en combinación con las fuerzas del General Herrera. Agrega que el 22 se procedió a estrechar el cerco de la plaza para dar el ataque general a las 10 de la mañana del día siguiente, entablándose algunos combates, siendo notables los de las fuerzas mandadas por el General Herrera sobre las posiciones enemigas del Capulín y de Cinco Señores.

A la hora indicada del día 23, se inició el asalto: sucesivamente se fueron tomando al enemigo las posiciones siguientes: El Padre, Cinco Señores, cerro del Refugio, Lete y anexas, cerro de las Bolsas. A las 3 de la tarde las fuerzas de Natera y de Herrera tomaron los fortines de la Encantada, el cementerio, las bodegas de Gómez Gordoa y la estación ferroviaria. Luego cayeron los fortines del Rayo y del Capulín; a las 4 fue volado el palacio federal, perecieron entre los escombros dos oficiales y treinta y cinco soldados revolucionarios, así como ochenta y nueve federales. Todos los soldados federales fueron obligados a concentrarse en el cerro de la Bufa.

Agrega el General Natera:

Como a las 4.30 p.m. el enemigo que había sido obligado por las fuerzas de la División del Norte a replegarse al cerro del Grillo al quitarle las posiciones de Quebradilla, norte del Bote, avanzada Zacatecas, Loreto, Mala Noche, Las Mercedes, fue desalojado por los certeros disparos de la artillería del valiente General Felipe Angeles que notablemente se distinguió durante todo el combate, por su hábil y eficaz manejo de ella, yendo a concentrarse a la Bufa.

El enemigo trató de retirarse por Guadalupe, movilizando una columna de más de quinientos dragones. Esta fue rechazada por las tropas de Natera. Desalojado el grueso del cerro de la Bufa, por la ocupación, por parte de los soldados de la División del Norte, de la serie de fortines; la Cebada, Cantarrana y nordeste de la Bufa, se precipitaron sobre el camino que conducía a Guadalupe en número de seis mil, salvándose solamente un millar.

Termina el General Natera su parte oficial con las siguientes palabras:

El enemigo dejó en poder de nuestras fuerzas más de dos mil máusers, doce cañones, algunas ametralladoras y regular cantidad de municiones; alrededor de seis mil prisioneros y otros tantos muertos, pues hasta la fecha sólo se ha podido levantar el campo en el perímetro de la ciudad y entre ésta y Guadalupe, recogiéndose cuatro mil ochocientos treinta y siete cadáveres ... Las bajas de las fuerzas de mi mando fueron un Capitán Primero y cincuenta y nueve de tropa muertos y heridos ...

El boletín del General Villa.

Los datos que suministró el General Villa el 26 de junio son más concisos y difieren de los proporcionados por Natera. Dice que después de cuatro días de encarnizados ataques, se sostuvo otro que fue decisivo. El enemigo tenía catorce mil hombres al mando de Medina Barrón y de otros cinco Generales, que fueron derrotados enteramente por mis tropas en cooperación eficaz y efectiva con las del General Natera. Hasta este momento se han capturado cinco mil prisioneros, doce cañones, nueve trenes, doce carros con parque de fusil y cañón y granadas y materiales de guerra.

Agrega que las pérdidas del enemigo fueron cuatro mil muertos y dos mil heridos. Y que las pérdidas de los soldados a su órdenes ascendieron a quinientos muertos y ochocientos heridos. Entre los primeros, se encontraba el General Trinidad Rodríguez; entre los segundos, el General Maclovio Herrera.

El diario del General Angeles.

Para terminar la descripción de la decisiva batalla de Zacatecas, nada mejor que transcribir los apuntes del Diario del General Angeles, asentados después del citado hecho de armas. Escribió:

Y en el desarrollo de la acción: qué corrección y qué armonía en la colaboración de la infantería y la artillería. La artillería obrando en masas y con el casi exclusivo objeto de batir y neutralizar las tropas de la posición que deseaba conquistar la infantería, pues apenas si se empleaba una batería como contra batería, y la infantería marchando resueltamente contra la posición desde que la neutralización se realizaba ... ¡Y haberla realizado con tanta perfección, al grado de que todo el mundo sienta la necesidad de esa cooperación armónica!

Y volvía a ver la batalla condensada en un ataque de frente, de las dos armas en concierto armónico, la salida al Sur, tapada, y la reserva al Este, para dar el golpe de mazo al enemigo en derrota.

Y sobre esa concepción teórica que resumía en grandes lineamientos la batalla, veía yo acumularse los episodios que más gratamente me impresionaron: la precisión de las fases; el ímpetu del ataque; el huracán de acero y plomo; las detonaciones de las armas multiplicadas al infinito por el eco que simulaba un cataclismo; el esfuerzo heroico de las almas débiles para marchar encorvadas contra la tempestad de la muerte; las muertes súbitas y trágicas tras las explosiones de las granadas; los heridos llenos de espanto que con horror inmenso ven venir la implacable muerte ... o los heridos que de golpe quedan inhabilitados para continuar la lucha y que se alejan tristemente del combate, como el intrépido Trinidad Rodríguez, a quien la muerte sorprendió cuando la vida le decía enamorada no te vayas, no es tiempo todavía ... y finalmente, la serena caída de la tarde, con plena seguridad de la victoria que viene sonriente y cariñosa a acariciar la frente de Francisco Villa, el glorioso y bravo soldado del pueblo.

El camino estaba expedito para que las tropas constitucionalistas entraran a la capital de la República. Sólo encontrarían ligera resistencia en las cercanías de Guadalajara.


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