Indice de Entrevista al Licenciado y General Aarón Saenz por Píndaro Urióstegui Miranda Su origen y formación. Germen de acción revolucionaria De cómo conoció a Álvaro ObregónBiblioteca Virtual Antorcha

ENTREVISTA
AL LICENCIADO Y GENERAL AARÓN SAENZ

Píndaro Urióstegui Miranda


FUI DE LOS PROPAGANDISTAS DE LA CANDIDATURA DE DON VENUSTIANO CARRANZA

PREGUNTA
¿Hicieron ustedes algún movimiento de simpatía por Madero?

RESPUESTA
Pues sí, inclusive yo fui de los propagandistas de la candidatura de don Venustiano Carranza; don Venustiano al hacerse cargo del gobierno del Estado de Coahuila, en 1911, se encontró con un problema muy serio en la escuela de leyes; ni había suficientes elementos que quisieran inscribirse ni había suficiente profesorado.

Su primer director fue don Ernesto Garza Pérez, que había sido uno de los estudiantes más brillantes en México; era originario de Coahuila y había sido nombrado secretario de gobierno por el señor Carranza; por ése motivo, don Venustiano, como gobernador del Estado, dijo: en vista de que no hay suficientes alumnos ni maestros, es mejor clausurar la Escuela de Leyes; éramos cinco alumnos, entre los cuales estaba Gustavo Espinosa Mireles. porque los demás compañeros se habían venido a continuar sus estudios a la Escuela Nacional de Jurisprudencia en México como Félix Flores y otros a la de Ingeniería como Manuel Pérez Treviño; entonces el señor Carranza obtuvo que fueran revalidados nuestros estudios y reconocidos por la Universidad de México, a donde me vine en 1912 becado por el gobierno de Coahuila para cursar el cuarto año.

Era presidente de la República, don Francisco I. Madero y vicepresidente y Secretario de Educación. don José Ma. Pino Suárez y como director de la Escuela de Leyes fungía don Luis Cabrera, contra quien en aquellos días hubo un gran movimiento de oposición.

El licenciado Cabrera era un hombre de extraordinaria inteligencia, de ideas definidas. muy revolucionarias; llamó a los alumnos, encabezados por Manuel Berrera y Lazo y Ezequiel Padilla entre otros, que iban un año adelante de mí, o sea que estudiaban el quinto, y les dijo: señores, ¿qué queja tienen ustedes de mí? estoy aquí para oírlos: éstos comenzaron a titubear y por fin con cierta timidez le dijeron: es que usted es un hombre de carácter muy rígido, no tiene consideración con los estudiantes y entre las medidas que ha tomado, hay una sobre la estricta vigilancia para que no se sustraigan los libros de la biblioteca de la facultad; entonces el licenciado Cabrera les dijo: ¡bueno señores, ustedes ya son estudiantes del último año de leyes, ¿quien sustrae unos libros no comete alguna falta? pues yo se los voy a decir, ¡es un hurto!.

Eso enardeció a los muchachos, se sublevaron determinando no volver a la escuela, inclusive varios maestros, prohijando así la fundación de la Escuela Libre de Derecho, que por cierto es una instilución que ha tenido resultados muy positivos.

Perdón, pero me adelanté a una cosa muy importante, en 1910 venimos como delegados al Primer Congreso Nacional de Estudiantes, del que fue presidente Atilano Guerra oriundo de Nuevo León; yo venía como delegado de Saltillo.

En el Congreso conocí al ingeniero Luis L. León, a Francisco Castillo Nájera y a Gustavo Serrano. por cierto que éste fue vicepresidente de la mesa directiva original del citado Congreso y es el único sobreviviente de ella.

En aquellos días se notaba gran efervescencia política y los que fuimos como delegados al Congreso nos inquietamos y exigimos la renuncia de don Porfirio Díaz; poco tiempo después se vino la Revolución, muchos de ellos se fueron a pelear y ya no fue posible reunir el segundo Congreso.

PREGUNTA
¿Usted terminó la carrera de licenciado en la Facultad de Derecho o en la Escuela Libre de Derecho?

RESPUESTA
Terminé mi carrera en la Facultad de Derecho, pero antes quiero referirle una cosa muy interesante; al fundarse la Escuela Libre de Derecho, varios de los maestros más significados y de más personalidad, se acercaron al licenciado Luis Cabrera que seguía como director de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, diciéndole que habían invitado a algunos maestros para que formaran parte del profesorado de la Escuela Libre de Derecho y que le suplicaban les diera el permiso correspondiente; el licenciado Cabrera les dijo que lo consultaría con sus superiores, fue a consultar este problema con el señor José Ma. Pino Suárez el cual a su vez lo hizo con el señor Francisco I. Madero, que les contestó: bueno señores, díganles a estos muchachos, que de lo que más carece México es precisamente de escuelas que promuevan la educación superior, ya que está muy limitada y las inscripciones son poquísimas; que no solamente se les da permiso a los maestros que lo solicitan, sino a todos los demás que lo quieran, con tal de que sigan siendo maestros de la Escuela Nacional de Jurisprudencia y que no vayan a fomentar la división y el antagonismo entre las dos escuelas; por eso creo que la Escuela Libre de Derecho fue una creación útil, aún cuando evidentemente originada por la inquietud que demostraba la reacción contra el gobierno del señor Madero, evidentemente haciendo blanco de esa inquietud a Pino Suárez.

Terminé el cuarto año y entonces, estando de vacaciones, nos fuimos a nuestros lugares de origen; yo salí para Saltillo que era donde radicaba mi familia.

Volví a la escuela al año siguiente o sea en 1913, pero ya en ese tiempo había venido el desconocimiento del gobierno dél señor Madero por el usurpador Huerta. Carranza, a su vez, había desconocido el gobierno espurio de Huerta, eso naturalmente provocó que casi todos mis compañeros de escuela se fueran con él, por sus ideas ya absolutamente afines a la Revolución.

Mi padre me pidió siguiera estudiando, ya que sólo me faltaba un año para recibirme, así es que le pedí permiso a don Venustiano para continuar mis estudios.

Aquí hay un caso muy curioso que le quiero platicar: en la primera clase a la que me presenté, cursando ya el quinto año, fue la de derecho constitucional, disertada por el licenciado Rodolfo Reyes, que era uno de los profesores más brillantes; al pasar lista, cuando llegó a Sáenz Aarón, le contesté: ¡presente!, a lo que el profesor replicó: coronel carrancista que se reintegra a la escuela.

¡No maestro, -le conteste- no soy coronel carrancista, pero a lo mejor para allá vamos!

En seguida el licenciado Reyes hizo una brillantísima disertación sobre las instituciones, sobre el respeto a la Constitución y sobre el estado de las cosas, lo que nos causó una gran decepción que tuviera tanta tranquilidad para hablarnos de instituciones y principios, sobre el cadáver de su padre el general Bernardo Reyes que había sido muerto al pretender tomar Palacio Nacional, apoyándose en el cuartelazo de la Ciudadela.

Esto que he relatado, unido a una serie de manifestaciones revolucionarias, provocó que varios estudiantes saliéramos a Piedras Negras, entre nosotros iba Alfonso Breceda, hermano de Alfredo; cuando llegamos nos presentamos al señor Carranza -en el mes de marzo de 1913-.

Estaba por celebrarse la firma del Plan de Guadalupe que fue el 26 de marzo de 1913, entonces ya estaba designado Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.

Debo destacar que el Estado de Sonora, sin previo acuerdo, pero simultáneamente con el de Coahuila, desconoció al general Victoriano Huerta el 5 de marzo de 1913 por decreto de la legislatura local.

Al pedir licencia el gobernador José María Maytorena para separarse temporalmente de su cargo, la Cámara de aquella entidad designó al diputado local Ignacio L. Pesqueira gobernador interino para que cumpliera con el decreto de desconocimiento.

Cuando me presenté en Piedras Negras ante el señor Carranza, si bien me encomendaba otra comisión que implicaba mi regreso a la ciudad de México, de acuerdo con el senador por Coahuila licenciado Eliseo Arredondo, que por cierto había sido comisionado por Victoriano Huerta para pedir al señor Carranza que lo reconociera como presidente y para invitarlo a que ambos -Carranza y Huerta- formaran el nuevo gobierno; don Venustiano recomendó al senador Arredondo que regresara a la capital y que personalmente le diera su respuesta, pues lo que trataba entonces el gobernador de Coahuila era ganar tiempo para organizar las fuerzas revolucionarias.

Ahora bien, el señor Carranza le contestó a Huerta con decisión, diciéndole que no quedaba otro camino que la Revolución para reinvidicar a las instituciones y castigar los oprobiosos asesinatos de los mártires Madero y Pino Suárez.

Puesto que mi determinación, al salir de la capital, había sido incorporarme a la Revolución, solicité al Primer Jefe que ordenara mi traslado al Estado de Sonora, cosa que me fue concedida.

Por eso marché desde luego a petición mía; el gobernador Pesqueira me comisionó con las fuerzas del entonces coronel Alvaro Obregón, incorporándome por acuerdo de este jefe, a su Estado Mayor con el grado de teniente, en la segunda quincena del mes de abril del año de 1913.

De esta manera ingresé a la Revolución y me convertí de oposicionista en ciudadano armado, como lo hicieron otros miles de mexicanos que bajo la dirección de Venustiano Carranza fuimos a la lucha contra el usurpador Victoriano Huerta.

Por mi parte, a las órdenes del general Obregón, concurrí a todas las grandes batallas que libró el Cuerpo de Ejército del Noroeste.

PREGUNTA
¿Antes de que fueran a incorporarse al movimiento de Carranza, cuál fue la impresión de ustedes, como estudiantes, de los acontecimientos conocidos como la Decena Trágica?

RESPUESTA
Pues mire usted, francamente nos causó una pesima impresión; eso lo digo por los estudiantes norteños, que éramos mal vistos en todas las escuelas por el hecho de haber inclinado nuestras opiniones a favor de la Revolución, ya que casi todos los demás, así como el profesorado habían apoyado el cuartelazo de Huerta en una forma completa y absoluta.

PREGUNTA
¿Hubo algunas actividades de los estudiantes dentro de la Universidad en contra del usurpador Victoriano Huerta?

RESPUESTA
Sí, como no; la incorporación de nosotros en Piedras Negras era una acción de protesta contra la usurpación de Huerta y además porque considerábamos que no podríamos tener tranquilidad en México. Don Venustiano había sido considerado, como hace unos momentos mencioné, de los que apoyaban la renovación del porfirismo por elementos como el general Reyes, gran amigo y protector de Huerta quien como usted sabrá desde que estaba en el Colegio Militar era un hombre atrabiliario y muy borracho; por ese motivo don Porfirio lo mandó retirar del servicio.

El general Reyes, que era paisano de Huerta, le pidió permiso a don Porfirio para llevárselo a Monterrey, donde lo tuvo como director de Obras Públicas.

Bueno, volviendo a lo anterior, el señor Carranza mandó llamar a Arredondo y le dijo: mire señor Arredondo, regrese usted a México y dígale a Huerta que no, que no hay transacción ni reconsideración ni acercamiento posible, entonces me dijo a mí: quiero que sepa que tengo un interés muy especial en que se mantenga un núcleo que apoye el movimiento de la Revolución y sobre todo que aliente al movimiento zapatista del sur, así es que, ¿por qué no vuelve usted a México de común acuerdo con el licenciado Arredondo y promueven la junta rutinaria de la ciudad de México?; yo le contesté: bueno señor, no creo que pueda volver a México, porque sin ser un muchacho muy destacado en la escuela, tuve un altercado con el profesor Rodolfo Reyes, así es que mejor no le prometo ir allá, pero voy a hacer lo posible; ya nos retiramos el licenciado Arredondo y yo, pero poco rato después el señor Carranza llamó a don Jacinto B. Treviño, que era su jefe del Estado Mayor y que aún vive, diciéndole: oígame, a ver si me localiza a este muchacho Aarón y dígale que estoy de acuerdo en que no regrese a México, que se vaya mejor a Sonora y se incorpore con el coronel Alvaro Obregón.

PREGUNTA
¿Perdone licenciado, usted en qué momentos considera que se incorpora al movimiento revolucionario?

RESPUESTA
Cuando me presenté al señor Carranza allá en Piedras Negras, en marzo de 1913; además, había pertenecido a una juventud inquieta dentro del movimiento maderista, siendo uno de los muchachos más o menos destacados; las juventudes de entonces nos salimos de las escuelas profesionales y fuimos a incorporarnos a las fuerzas de la Revolución, no como las juventudes de hoy que hacen barricadas, destruyen camiones, laboratorios y escuelas.

En los primeros días del mes de abril de 1913 fue cuando llegué a Hermosillo, Sonora, donde era gobernador interino don Ignacio L. Pesqueira, padre de un compañero mío, Fernando Pesqueira, que también fue del Estado Mayor del coronel Obregón y que por cierto él y yo somos los únicos que sobrevivimos.

Cuando llegué me presenté con el gobernador y le pedí una carta para el coronel Obregón y ya con ella, me presenté en Estación Ortíz, donde se encontraba el cuartel del coronel Obregón, para entregarle dicha carta por conducto de Francisco Serrano.

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