Índice de Psicología del socialista-anarquista por A. HamonPrefacioCapítulo I: Generalidades sobre el anarquista y su mentalidad específicaBiblioteca Virtual Antorcha

INTRODUCCIÓN

De la existencia de una mentalidad nacional, profesional y filosófica

Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.
Evangelio, según San Juan.

Una raza, escribió Gustavo Le Bon en la Revue scientifique, posee una constitución mental de una manera tan fija, como su constitución anatómica. Que la primera está en relación con una cierta estructura particular del cerebro, no cabe duda; pero como la ciencia no está lo suficiente adelantada para demostrarnos esta estructura, no tenemos por qué preocuparnos. Por otra parte, el conocimiento de esta estructura no podría modificar ni un ápice la descripción de la constitución mental que se desprende y que nos revela la observación... Este agregado de caracteres psicológicos comunes constituye lo que con razón se llama el carácter nacional... Su conjunto forma el tipo medio que permite caracterizar un pueblo. Mil franceses, mil ingleses, mil chinos, tomados al azar, difieren notablemente entre ellos; pero no obstante, poseen, a causa de la herencia de su raza, caracteres comunes que permiten construir un tipo ideal del francés, del inglés, del chino, análogo al tipo ideal que el naturalista presenta cuando describe de una manera general el perro o el caballo. Aplicable necesariamente a las diversas variedades de perros o de caballos, una descripción semejante comprende naturalmente tan sólo los caracteres comunes a todos y de ningún modo los que permiten distinguir sus numerosas especies... Un inglés, un gascón, un flamenco, un normando, corresponden a un tipo bien definido en nuestro espíritu y que podemos describir fácilmente. Aplicada a la mayoría de estas razas, lo pintará a la perfección. El trabajo inconsciente que se establece en nuestro espíritu para determinar el tipo físico y mental de un pueblo, es en un todo idéntico en su esencia al método que permite al naturalista clasificar las especies...

Existe, por lo tanto, una mentalidad nacional. Si tomamos algunos individuos, partes de una misma nacionalidad, presentan caracteres psíquicos comunes especiales a su nacionalidad. Según el doctor Le Bon, esto es debido a la herencia de su raza; nosotros pensamos que esto mejor se debe a las influencias climatéricas, telúricas y sociales que son similares para todos los individuos de una misma nacionalidad. Ciertamente que la herencia juega un papel en esta preparación de la mentalidad nacional, pero es en menor grado del que desempeñan los ambientes psíquicos y sociales.

El mismo raciocinio que emplea el doctor Le Bon para demostrar la existencia de una mentalidad nacional, puede emplearse para demostrar la existencia de una mentalidad profesional.

En una nación existen profesiones bien caracterizadas, como la militar, la magistratura, la policía, el clero, etc. Se concibe fácilmente que bajo la influencia del ejercicio continuo de una profesión, en encéfalos predispuestos hereditariamente, se determina la producción de caracteres mentales particulares a dicha profesión. Estas características psíquicas son, indudablemente, efectos de una estructura cerebral particular, pero nosotros lo ignoramos, dado el estado poco adelantado de la ciencia.

Decimos que los encéfalos están hereditariamente predispuestos porque el hecho mismo de adoptar una profesión con preferencia a otra indica que el ejercicio de esta profesión place al que la adopta. Su mentalidad es tal, que halla agradable esta profesión, o menos desagradable que otra. Es opinión general, que en la mayor parte de las profesiones los que las ejercen hubieran podido, a consecuencia de otras circunstancias, dejar de ejercitarlas, que, en una palabra, la mayor parte de los hombres no poseen predisposiciones congenitales a la adopción de una carrera con preferencia a otra. Creemos que éste es un concepto erróneo que tiene su origen en la ausencia o en la insuficiencia del análisis de las cerebraciones humanas.

El hombre busca siempre el placer; todos sus actos, todos sus pensamientos tienen por objeto gozar. Todas las modalidades del goce se diferencian según los individuos, pero el objetivo es siempre el mismo. Una pena menor es también una de estas modalidades; así, cuando decimos que el hombre busca el placer, queremos decir asimismo que busca evitar el sufrimiento y que entre dos penas elige la menor. Si las necesidades vitales le obligan a adoptar una profesión que le es penosa, buscará la que pueda serle menos penosa, la que más se acerque a lo que el concibe como una profesión agradable, en una palabra, la que mejor satisfaga sus tendencias hereditarias.

Entonces adopta esta profesión, y sus predisposiciones congenitales para el ejercicio de esta profesión se desarrollan y se fijan. Los hombres predispuestos a la actividad física y a la violencia, serán militares, aventureros, viajeros; los predispuestos a soñar, al reposo físico, se dedicarán con preferencia a los trabajos intelectuales. Y si a estas tendencias se juntan disposiciones a los procedimientos de astucia, a la ambición de riquezas o a los placeres groseros, los hombres serán diplomáticos, políticos, comerciantes o banqueros.

En los individuos que adoptan una profesión hay, ciertamente, predisposición a la producción de los actos o de las ideas que esta profesión necesita para ser ejercida. Mientras el individuo no encuentra esta profesión, a la que tiende o la que está más cerca de su concepción, irá errante en su busca. Cambiará de profesión continuamente, anhelando el día en que encuentre la que le parece más cercana de su ideal, o sea, la que mejor satisfaga sus tendencias. Existen hombres cuyas tendencias son tan diversas, a menudo tan contrarias y tan pronunciadas, que no pueden fijarse en una profesión, y van siempre en busca de lo que mejor les agrada, sin poder obtenerlo nunca, pues lo que les satisface en ciertas tendencias, les desagrada en otras, y viceversa. Los hay, también, cuyas tendencias congenitales están poco desarrolladas en cantidad y en calidad, y éstos se fijan fácilmente y se doblan no menos fácilmente ante las circunstancias externas. Sus tendencias al reposo, al misoneísmo, son más poderosas que las demás, y les fijan en una profesión, sin que haya gran reacción por parte de otras tendencias suyas para provocar la busca de otra profesión menos desagradable o más agradable.

Así, pues, hay una predisposición hereditaria por una profesión determinada. Importa, no obstante, hacer observar que esta predisposición por herencia sufre múltiples influencias que pueden contrariar o acentuar el desarrollo de las tendencias congenitales.

Durante todo el periodo educativo, el niño sufre poderosamente la acción del ambiente familiar, social, climatérico, etc. Una vez hombre, estas acciones subsisten, pero generalmente con menor fuerza, a causa de que el individuo adulto es menos plástico que el niño o el adolescente. Las acciones de estos ambientes dan por resultado en las cerebraciones de los individuos, inhibir ciertas tendencias y desarrollar otras. Mutuamente reaccionan unas sobre otras, algunas se atrofian, y otras se hipertrofian. Las condiciones mesológicas impulsan, en cierta medida, los individuos por caminos que de otro modo no hubieran seguido si las condiciones del medio hubiesen sido diferentes. No olvidemos, sin embargo, que las tendencias congenitales son, asimismo, un factor, y factor importante en esta orientación de los seres.

Así, un individuo, por herencia violento y arrebatado, si es educado por individuos apacibles y fríos, si recibe una alimentación apta para atenuar su violencia, se convertirá en un adulto menos violento, menos arrebatado que si hubiese sido educado en un ambiente de arrebatos y de violencias. En el primer caso hay inhibición del crecimiento de las tendencias, y en el segundo caso, desarrollo de estas tendencias.

Todas las condiciones mesológicas obran de este modo. Agregadas a las condiciones hereditarias aguijonean al individuo empujándole hacia un determinado camino, el que, a su vez, ayuda al desarrollo de ciertas tendencias en detrimento de otras.

El adulto que ejerce una profesión bien caracterizada, concibe como un bien las ideas y los actos necesarios en aquella, puesto que no quiere abandonarla, complaciéndose en ella mejor que en otra. Estamos, por consiguiente, autorizados para decir que bajo la influencia de las diversas condiciones mesológicas, se acentúan las tendencias congenitales o que éstas privan a pesar de las contrariedades del ambiente. Existe siempre el germen de las tendencias; toca los diversos ambientes hacer que aborte o hacerle crecer y fructificar.

El ejercicio de una profesión provoca durante periodos de tiempo más o menos largos, la repetición de los mismos receps, de los mismos perceps, de los mismos concepts, de los mismos actos. Gracias a esta incesante repetición, se forma un estado psíquico especial a todos los que ejercen una misma profesión. Los órganos crecen y se desarrollan con el ejercicio; la función crea, por una parte, el órgano, y el no funcionamiento provoca el decrecimiento, la atrofia, la desaparición. Lo mismo debe suceder en los caracteres somáticos del encéfalo, que el estado poco avanzado de la ciencia no permite comprobar, pero cuya existencia se manifiesta por los caracteres psíquicos que la observación descubre.

El acostumbrarse a las mismas percepciones, a las mismas concepciones, a los mismos actos, fija unas y otras en el individuo agente. El hábito obra sobre la cerebración y el individuo se encuentra poco a poco poseedor de caracteres mentales específicos de su profesión, insuficientes para diferenciarle de sus cofrades, suficientes para diferenciarle de los individuos de otra profesión. Por la costumbre del ejercicio de la profesión se engendran estas mentalidades específicas del militar, del magistrado, del policía, etc., mentalidades que la observación descubre, aunque los caracteres románticos, probablemente correspondientes, no pueden ser actualmente descubiertos.

En resumen, al lado de la mentalidad nacional coexiste la mentalidad profesional. Sus principales rasgos se encuentran en grado variable de intensidad en todos los que ejercen una misma profesión, sea cual fuere el país en que vivan estos individuos.

Paralelamente, no tan sólo existen las mentalidades nacional y profesional, sino que existe también una mentalidad filosófica, agregado de caracteres psíquicos comunes a los individuos que profesan la misma doctrina filosófica.

Se concibe fácilmente, que el hecho de poseer cierto número de individuos concepciones filosóficas comunes, indica en ellos la existencia de un estado psíquico específico, al que yo doy el nombre de mentalidad filosófica, para distinguirlo del estado psíquico específico de la nacionalidad.

Los individuos adeptos de una doctrina filosófica determinada, demuestran, por el mero hecho de ser discípulos de ella, que la encuentran justa, verdadera, que satisface el ideal más o menos preciso, más o menos confuso que ellos concebían. Esta concordancia, en la adopción de un mismo cuerpo de teorías, prueba que hay similitudes cerebrales entre todos sus adeptos. Conciben de un mismo modo; consideran los hechos de una misma manera; tienen de la cosa visiones similares. Esta similaridad en las concepciones y en las apreciaciones de las cosas, resulta de las disposiciones psíquicas comunes a todos estos individuos. Teniendo las mismas tendencias, no pueden dejar de concebir de un mismo modo, no pueden dejar de apreciar las cosas de la misma manera.

Si los individuos no poseen caracteres psíquicos comunes, no pueden tener una idéntica manera de ver. Su diferenciación psíquica se revelará por una apreciación diferente sobre teorías idénticas.

Inconcebible nos parece pueda haber dos individuos de una misma mentalidad juzgando diferentemente una misma doctrina. Parece, al contrario, muy racional, que dos individuos juzgando parecidamente una doctrina posean puntos semejantes en su mentalidad.

Lejos de nosotros la idea de sostener que estos puntos de similitud serán tales y tan numerosos que habrá identidad en las mentalidades de estos individuos. Sostenemos únicamente que, en el análisis psicológico, se encontrarán caracteres comunes que permitirán diferenciar este grupo de individuos de otro grupo. Al contrario, con estos caracteres comunes, será imposible diferenciar los individuos de este grupo.

Este conjunto de caracteres comunes, conjunto variable con la doctrina de la que son adeptos los individuos, es lo que constituye una mentalidad que denominamos filosófica. Esta mentalidad filosófica es netamente específica del estado de alma, del estado esencial de los adeptos de una determinada doctrina.

Sin duda que esta constitución mental está en relación con una cierta estructura del encéfalo. La ciencia no está aún lo suficientemente adelantada para darnos a conocer estas estructuras. Por otra parte, su conocimiento no nos importa en este momento, pues no podría modificar la descripción de la constitución mental que de ella resulta y que revela la observación. No importa ignorar el estado somático del cerebro, si podemos valernos del método de observación para conocer el estado psíquico del individuo.

Cada adepto de una doctrina determinada posee, en grados variables de desarrollo, un cierto número de caracteres psíquicos comunes. El agregado de estos caracteres constituye una mentalidad filosófica específica de la colectividad de los partidarios de una misma doctrina. De este modo puede establecerse un tipo psíquico de estado esencial filosófico, como puede establecerse uno de estado esencial nacional o profesional. Este tipo psíquico medio es ideal, puramente ideal, como es ideal el tipo caballo, perro, lobo, etc. Aplicada a un caballo determinado, la descripción del caballo será insuficiente para pintarlo y distinguirlo de los demás caballos; pero aplicada a la mayoría de la raza caballar, la descripción será suficiente para pintarla y distinguirla de las otras razas animales. Lo mismo puede decirse respecto de la descripción de un tipo mental filosófico. Insuficiente para permitir la distinción de los adeptos, es suficiente para la diferenciación de los adeptos del resto de los hombres.

Una doctrina determinada es internacional, quiero decir, que es la misma, en sus líneas generales, sea cual fuere el país en el que la enseñen. Así, pues, en todos los países encuentra o puede encontrar adeptos. En todos los países, los hombres que adoptan esta doctrina presentarán los mismos caracteres psíquicos comunes.

Sea cual fuere el país de origen, de educación e instrucción, sea cual fuere la profesión que ejerza, la clase social a que pertenezca, cada individuo de un mismo cuerpo de teorías tiene, con el conjunto de los demás discípulos, concepciones comunes, creencias comunes, una fe común. La mentalidad filosófica es, por consiguiente, independiente de la nacionalidad, de la profesión; es internacional.

De esto no es necesario deducir que los ambientes climatéricos, sociales, profesionales, etc., no tengan alguna acción en el génesis de la mentalidad filosófica. Sería éste un punto de vista inexacto de las cosas. Estos ambientes obran sobre el éncefalo, exasperando o atenuando ciertos caractereses. Así, cada adepto, con todo y tener una neta relación mental con sus correligionarios, posee una individualidad más o menos caracterizada.

Todo hombre posee una mentalidad nacional, agregado de los caracteres mentales comunes a todos los individuos de la misma nación. Todo hombre posee una mentalidad profesional, agregado de los caracteres mentales comunes a todos los individuos de la misma profesión. Todo hombre posee una mentalidad filosófica, agregado de los caracteres mentales comunes a todos los individuos adeptos de una misma doctrina.

La observación debe revelar y, en efecto, nos revela la existencia de estas mentalidades específicas; para la primera, en todos los hombres de la nación, sea cual fuere su profesión, su clase social, sus concepciones filosóficas, etc.; para la segunda, en todos los hombres de la profesión, sea cual fuere su nacionalidad, su clase, sus concepciones filosóficas, etc.; para la tercera, en todos los individuos adeptos de una misma doctrina, sea cual fuere su nacionalidad, su profesión y su clase.

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