Índice de Introducción a la teoría de la ciencia de Johann Gottlieb FichteSegunda introducción a la teoría de la ciencia (Segunda parte)Biblioteca Virtual Antorcha

Notas

(1) He evitado hasta aquí esa expresión para no inducir a la representación de un yo como cosa en sí. Mi cuidado era vano. La recojo por ende ahora, puesto que no veo a quien había yo de ahorrársela.

(2) De aquí viene el que Kant no haya sido entendido, ni la teoría de la ciencia haya encontrado aceptación ni haya de encontrarla pronto. El sistema kantiano y el de la teoría de la ciencia son idealistas, no en el habitual sentido indeterminado de la palabra, sino en el sentido determinado acabado de indicar, pero los filósofos modernos son en su totalidad dogmáticos y están firmemente resueltos a seguir siéndolo. Si Kant ha sido tolerado, ha sido meramente porque era posible hacer de él un dogmático. La teoría de la ciencia, con la que no puede emprenderse una semejante transformación, es necesariamente intolerable para estos filósofos. La rápida propagación de la filosofía kantiana después de haber sido entendida como lo ha sido, no es una prueba de la profundidad, sino de la superficialidad de la época. En parte, es en esta forma el más aventurado engendro que haya sido producido nunca por la fantasía humana, y hace poco honor a la sagacidad de sus defensores que no vean esto. En parte, puede mostrarse fácilmente que esta filosofía sólo ha triunfado porque gracias a ella se ha dejado a un lado toda especulación seria y se ha creido estar provista o de una real carta para seguir cultivando el dilecto empirismo superficial.

(3) Un idealismo crítico de esta índole ha sido defendido por el profesor Beck en su Única posición posible, etc. mas aun cuando yo encuentro en este aspecto las deficiencias censuradas, ello no debe impedirme el testimoniar públicamente la alta estimación que se merece al hombre que en medio de la confusión de la época se ha elevado por sí solo a la idea de que la filosofía kantiana no enseña ningún dogmatismo, sino un idealismo trascendental, y que según ella el objeto no es dado ni en total, ni a medias, sino hecho, y el esperar del tiempo que se eleve más alto todavía. Yo tengo la obra citada por el presente más adecuado que se podía haber hecho a nuestra época y la recomiendo a quienes quieran estudiar en mis obras la teoría de la ciencia como la mejor preparación. La obra no conduce por el camino de este sistema, pero destruye el obstáculo más poderoso que se lo cierra a tantos. Se ha pretendido sentirse agraviado por el tono de la obra y aún recientemente pide un benévolo crítico en una célebre revista con claras palabras: crustula, elementa velit ut discire prima. Yo, por lo que a mi respecta, encuentro todavía su tono demasiado blando. Pues no comprendo, verdaderamente, que gratitud se debe a ciertos escritores porque durante un decenio y más hayan embrollado y degradado la doctrina más aguda y más elevada, ni por qué se haya de solicitar su anuencia antes de poder tener razón. En cuanto a la ligereza con que en otro medio social, para el cual es demasiado alto, se produce el mismo escritor cuando habla de libros de los que su propia conciencia debe decirle que no los entiende y que no puede saber bien hasta qué profundidades puede llegar el asunto, no puede hacer sino deplorarla por él mismo.

(4) En la Sobre el concepto de la teoría de la ciencia, Weimar, 1794.

(5) En la misma confusión de las dos series del pensar en el idealismo trascendental se fundaría el que alguien puede encontrar posible al lado y fuera de este sistema otro sistema realista igualmente fundamental y consecuente. El realismo que se nos impone a todos, incluso el más decidido idealista, cuando se trata del actuar, es decir, el admitir que existen fuera de nosotros objetos totalmente independientes de nosotros, reside en el propio idealismo y se explica y deduce de él; y la deducción de una verdad objetiva, tanto en el mundo de los fenómenos cuanto en el mundo inteligible, es la única finalidad de toda filosofía. El filósofo se limita a decir en su nombre: todo lo que es para el yo, es por el yo. Pero el yo mismo dice en su filosofía: tan cierto como que yo soy y vivo, existe fuera de mí algo que no existe por mí. Cómo se llega a una afirmación semejante, lo explica el filósofo partiendo del principio de su filosofía. La primera posición es la puramente especulativa; la segunda, la de la vida y de la ciencia (la ciencia tomada en oposición a la teoría de la ciencia). Esta última posición sólo es comprensible desde la primera. Fuera de esto, no carece el realismo de fundamento, puesto que se nos impone necesariamente por obra de nuestra propia naturaleza, pero carece de todo fundamento conocido e inteligible; más si la primera posición existe, es simplemente para hacer comprensible la segunda. El idealismo no puede ser nunca modo de pensar, sino que es sólo especulación.

(6) Es lo que hace, por ejemplo, en la Allgemeine Literatur Zeitung El rafael de los críticos en la reseña de la obra de Schelling acerca Del Yo.

(7) El agudo autor de las reseñas de los cuatro primeros tomos de este Philosophiisches Journal en la Allgemeine Literatur Zeitung, que pide igualmente la prueba de aquella afirmación, calla su propia opinión sobre la concordancia o no concordancia de ambos sistemas. No se habla aquí de él, por consiguiente, en ningún respecto.

(8) Herr Forberg, a quien la Allgemeine Literatur Zeitung, la Salzburger Literatur Zeitung, etc., llaman el autor de los Fragmentos de mis papeles (Jena, 1796), puede (pág. 77) asegurar de la mejor fuente (probablemente una carta de kant a él) que Kant es de la opinión que mi sistema es totalmente distinto del kantiano. A mí, la verdad, me ha resultado hasta ahora imposible saber de la mejor fuente o de cualquier otra la opinión de Kant sobre la teoría de la ciencia. También estoy muy lejos de pedir al venerable anciano, que ha pagado verdaderamente su puesto en este mundo, que profundice en una serie de ideas totalmente nuevas, para él totalmente extraña y totalmente distinta de su manera, meramente para que pronuncie un juicio que, sin duda alguna, el tiempo pronunciará sin él; y que Kant no suele juzgar lo que no ha leído, lo sé harto bien. Empero, debo en justicia creer a Herr Forberg hasta que yo pueda probar lo contrario. Es posible, pues, que Kant haya manifestado una opinión semejante. Pero la cuestión es, entonces, si ha hablado de la teoría de la ciencia reamente leída y realmente entendida o de los aventurados engendros que le plugo al crítico exponer bajo el nombre de teoría de la ciencia en los Philosophische Annalen. Annalen que, como su editor sabe, han llamado la atención sobre los puntos flacos de la teoría de la ciencia.

(9) Y si se quisiera pasarles por alto esto, siendo tan gordo, con la reunión de estas múltiples representaciones se produciría sólo un pensar múltiple con un pensar en general, pero en modo alguno un presente en este múltiple pensar.

(10) Por ejemplo, Crítica de la Razón Pura, pág. 108: De la definición de estas categorías me dispenso expresamente en esta obra, aún cuando pudiera estar en posesión de ellas. Las categorías sólo pueden ser definidas cada una por su determinada relación a la posibilidad de la conciencia de sí, y quien está en posesión de estas definiciones, está necesariamente en posesión de la teoría de la ciencia. Página 109: En un sistema de la razón pura se le podrá exigir de mi con razón (aquella definición); pero aquí no haría más que quitar el punto capital de delante de los ojos. En este pasaje se oponen al sistema de la razón pura y el aquí (la crítica de la razón pura) y este último no se toma por el primero. No se comprende bien cómo, desde el momento especialmente en que Reinhold suscitó la cuestión del fundamento y de la integridad de la investigación kantiana, y no habiendo aparecido por parte de Kant ningún sistema de la razón pura, habia de convertirse por su mera vejez la crítica en un sistema, ni por qué las demás cuestiones ciertamente permitidas según este pasaje, después de haberse planteado realmente, han sido abandonadas un poco rudamente. Para mí no le faltan a la Crítica de la Razón Pura en modo alguno fundamento. Este se halla ahí muy claramente. Tan sólo no se ha edificado sobre él y los materiales de construcción -aunque ya pulcramente separados- yacen amontonados y revueltos en un orden muy arbitrario.

(11) A explicar por el espíritu, se está forzando cuando no se quiere ir muy lejos con la explicaión por la letra. Kant mismo, al hacer la modesta confesión de que no cree poseer singularmente el don de la claridad, no concede gran valor a su letra, y en el prólogo a la segunda edición de la Crítica de la Razón Pura, pág XLIV, recomienda él mismo explicar sus obras, atendiendo a la coherencia y a la idea en conjunto, o sea por el espíritu y la intención que puede tener distintos pasajes. El mismo da notable muestra de la explicación por el espíritu (Sobre el descubrimiento, etc. pág. 119 y siguientes) en la interpretación de Leibnitz, cuyas proporciones parten en su totalidad de esta premisa: ¿es creible que Leibnitz haya querido decir esto, y esto, y esto? Pág. 122, dice: es menester no dejarse perturbar por la explicación (dada con palabras expresas por Leibnitz) de la sensibilidad como una especie de representación confusa, sino poner en su lugar una adecuada a su intención, porque en otro caso su sistema no concordaría consigo mismo. Igualmente entiende con total inexactitud el afirmado caracter innato de ciertos conceptos, cuando se lo toma a la letra. Estas últimas son palabras de Kant. Se viene, pues, a parar en esto que se debe explicar un escritor filosófico original (de los meros intérpretes no puede hablarse aquí, pues éstos debe comparárseles con el autor, si éste no se ha perdido todavía) por el espíritu que lleva realmente en él, pero no por uno que se presuma haber en él.

(12) A Herr Schelling no le cuento entre los intérpretes de Kant, así como yo tampoco he aspirado nunca a este honor por otra cosa que por aquella afirmación y por lo que aquí digo.

(13) Aquí está la piedra básica del realismo kantiano. Algo existente como cosa en sí, esto es, independientemente de mí, el empìrico, tengo que imaginármelo desde el punto de vista de la vida, en la cual solo soy lo empírico, y no sé nada de mi actividad en este pensar precisamente porque no es una actividad libre. Sólo desde el punto de vista filosófico puedo concluir esta actividad en mi pensar. De aquí pudiera provenir que el más luminoso pensador de nuestra época, a cuya obra apelé antes, no admitiera el idealismo trascendental tan justamente comprendido, e incluso creyera aniquilarlo con la mera exposición, por no haber pensado claramente esta diferencia de los dos puntos de vista y haber supuesto que se exige el modo de pensar idealista en la vida; una exigencia que basta exponer para aniquilarla. Así como, en mi opinión, de aquí viene precisamente que otros que profesan este idealismo admitan un sistema realista además del idealista, al cual no encontrarán nunca el acceso.

(14) En su análisis de los momentos capitales de la teoría de la ciencia, en las Obras Misceláneas citadas anteriormente.

(15) Para resumir brevemente lo que interesa: Todo ser significa una limitación de la actividad libre. Mas o bien esta actividad es considerada como la de la nueva inteligencia (como la del sujeto de la conciencia). A lo que es puesto como limitando sólo esta actividad, le conviene simplemente un ser ideal, mera objetividad en relación a la conciencia. Esta objetividad existe en toda representación, incluso la del yo, la de la virtud, la de la ley moral, etc., o en completas ficciones, un círculo cuadrangular, una esfinge, etc. Objetos de la nueva representación.

O bien la actividad libre es considerada como actuando, como teniendo causalidad. Entonces conviene a lo que la limita una existencia real. Un mundo real.

(16) He dicho esto ya varias veces. He declarado que con ciertos filósofos no tengo absolutamente ningún punto común y que donde yo estoy nunca están ni pueden estar ellos. Parece haberse tenido esto más como una hipérbole lanzada en un momento de enojo que por una afirmación completamente seria, pues no se cesa de repetir la petición de que les demuestre mi teoría. Yo debo asegurar solemnemente que tomo aquella afirmación en el sentido más riguroso de los términos, que la digo con la mayor seriedad y que encierra mi más acabada convicción. El dogmatismo parte de un ser considerado como absoluto y un sistema no se eleva por ende nunca sobre el ser. El idealismo no conoce absolutamente ningún ser como algo existente para sí. Con otras palabras: el primero parte de la necesidad; el último, de la libertad. Ambos se encuentran, por consiguiente, en dos mundos totalmente distintos uno de otro.

(17) Un agudo resumen de la esencia de la filosofia leibnitziana en comparación con la spinoziana, se encuentra en la última obra de Schelling, Idea para una filosofía de la naturaleza (Leipzig, Breitkopf, 1797), en la Introducción, págs. XXIV y siguientes y XLI y siguientes.

(18) ¿No ha desaparecido aún este modo de argumentar?, podía preguntar una persona bondadosa que no tuviese perfecto conocimiento de los más recientes acontecimientos en el mundo de la literatura. Respondo: No, es más usual que nunca y se emplea preferentemente contra mí, por ahora sólo oralmente, en catédras, etc., pero pronto se empleará también en las obras escritas. Los pertrechos para él se encuentran en la respuesta del crítico de la obra de Schelling Del yo en la Allgemeine Literatur Zeitung a la anticrítica de Herr Schelling, contra la cual anticrítica, sin duda, tampoco podía intentarse mucho más que hacer al autor y a su sistema objeto de una mala calumnia.

Índice de Introducción a la teoría de la ciencia de Johann Gottlieb FichteSegunda introducción a la teoría de la ciencia (Segunda parte)Biblioteca Virtual Antorcha