Índice de El falansterio de Charles FourierSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Presentación.

El 7 de abril de 1772, en el seno de una prospera familia de comerciantes, nace, en la población de Besançon, Francia, Charles Fourrier, quien posteriormente decidirá eliminar una r a su apellido.

Fourier quedaría huérfano de padre a los nueve años, recibiendo una cuantiosa herencia, la cual, por su corta edad, sería administrada por su madre, quien muchísimo empeño pondría por intentar que su hijo abrazara de lleno la tradición familiar del comercio, lo que para su desgracia no llegaría a ocurrir.

La juventud de Charles Fourier transcurriría en una Francia terriblemente convulsionada por el macro movimiento revolucionario que cimentaría las bases de un nuevo orden y, paralelamente, se convertiría en la tumba de un regimen oprobioso.

Su inexperiencia en el terreno comercial le conllevaría a perder toda la fortuna heredada de su padre cuando, sin preveer que los tiempos que vivía (1793) no eran propicios para cierto tipo de inversiones, decidió realizar una alocada inversión poniendo en juego todo su capital, mismo que, para su desgracia, terminaría perdiendo.

No obstante lo traumático que para él habrá sido aquella experiencia, dada su juventud, puesto que en aquellos momentos tan sólo contaba con diecinueve años, Charles Fourier no se amilanó y buscó afanosamente abrirse su propio camino en la vida.

Tocóle enfrentar la tristísima realidad social de una Francia sumida en una muy severa crisis económica, ante la fortísima presencia de los intentos contrarrevolucionarios que desesperadamente buscaban la reinstauración del antiguo régimen.

Todo ese marco social que cotidianamente enfrentaba, fue convirtiéndose en su materia de inspiración, y así, para 1804, publicaría sus primeros artículos en el Boletín de Lyon, autopresentándose como el descubridor de un infalible método de reorganización social, por medio del cual podría implantarse la felicidad común.

Para 1808 publicaría su primer libro, La teoría de los cuatro movimientos, libro que pasaría por completo desapercibido.

Catorce años más tarde, en 1822, publicaría su Tratado de la asociación agrícola doméstica o Teoría de la unidad universal, en la cual desarrollaria la institución que devendría en la idea central de su pensamiento: El falansterio.

Posteriormente, en 1829, publicaría un nuevo libro con el título, El nuevo mundo industrial y societario, y para 1831, daria a conocer sus lacerantes opiniones sobre sus utópicos competidores Saint-Simon y Robert Owen.

Finalmente, un año antes de morir, en 1836 escribiría su última obra, La fausse industrie, morcelée, mensongère et l´anidote, l´industrie naturelle, combinée, attrayante, véridique.

Charles Fourier moriría a los sesenta y cinco años de edad, el 10 de octubre de 1837.

La obra que aquí publicamos, El falansterio, constituye uno de los ensayos que más influencia tuvieron, dentro del conjunto de textos de la corriente conocida como, de los socialistas utópicos.

Ciertamente, el estilo y las concepciones de Charles Fourier, no son, que digamos, accesibles para cualquier tipo de lector, sino que más bien el estilo rebuscado, aunado a una concepción algo complicada y confusa, terminológicamente hablando, hacen poco accesible al común de los lectores, los conceptos del armonismo social pregonados por este filósofo de Besançon.

Mas no obtante lo señalado, la importancia de las ideas fouriorianas, en lo particular las relativas al Falansterio, es algo que está fuera de toda discusión.

Las tesis de Fourier expresadas a través del Falansterio, permearon por completo al mundo occidental de la primera mitad del siglo XIX, no obstante que, curiosamente, en su momento constituyó la manera en como ciertos sectores del catolicismo social militante, buscó enfrentar la profusión del protestantismo social militante representado en las tesis cooperativistas divulgadas por el británico Robert Owen.

En efecto, aunque parezca cosa de risa, una de las causas de la amplia difusión del ideario falansteriano, tuvo su base, precisamente, en competencias ideológico-religiosas entre católicos y protestantes. En la obra que aquí publicamos queda palpable ese choque de trenes entre las tesis del armonismo de Fourier y las de la cooperaciòn de Owen, puesto que el primero arremete con todo en contra del británico.

Ahora bien, mucho más allá de los celos debidos a indigestas rivalidades de interpretación religiosa, encontramos en esta obra de Fourier datos sumamente importantes, que marcarán definitivamente su huella en el devenir histórico de la cultura europea. Nos estamos refiriendo, por ejemplo, al realce que otorga Fourier al derecho al trabajo.

Sin duda la reivindicación del derecho al trabajo es de hechura fourioriana, ya que fue precisamente este filósofo quien más empeño mostró en divulgar la enorme importancia que, para el desarrollo de sociedades armónicas, tiene el estricto cumplimiento del más sagrado de todos los derechos: el derecho al trabajo.

También no está de más el señalar, la gran trascendencia que en opinión de esta corriente social filosófica, tiene, para el desarrollo armónico tanto del individuo como de la comunidad, el mantener una gran diversidad de actividades, esto es, no estar dedicado únicamente a un solo tipo de trabajo.

Esta idea, que claramente hoy la podriamos circunscribir dentro del campo de la psicología laboral u ocupacional, dió, en su momento, un gran sello de originalidad a las tesis armonicistas de esta escuela.

Hoy, a casi dos siglos de que fueron divulgadas, mucho se avanzaría si empresas, sindicatos e instituciones gubernamentales, releyeran las tesis de Charles Fourier sobre tópicos como éste, máxime si tomamos en cuenta toda la cantaleta que se traen en relación a la mil veces mentada pero, a la par, no entendida, productividad.

Puntos anecdóticos, más no por ello sin importancia son, por ejemplo, los horarios de actividad diaria expuestos por Fourier en esta obra, en donde señala, entre otras cosas, el levantarse a las tres de la mañana (!!!), afirmando, no quedando claro si lo hace en broma o en serio, que si se siguiera ese tipo de horarios y actividades, todos seríamos mucho más felices (???).

Igualmente, cuando aborda el punto de las por él consideradas, pequeñas hordas, llama poderosamente la atención el papel que les otorga en cuanto vigilantes de los ordenamientos protectores de los animales, enfatizando que el infractor de los mismos debería comparecer ante los tribunales de las pequeñas hordas, esto es, los tribunales infantiles, ya que éstos sí serían capaces de corregir la negativa conducta de los infractores, lo que jamás lograrán hacer tribunales comunes, puesto que la sensibilidad infantil es, en temas como éste, mucho más juiciosa y sabia. ¡Ni duda cabe que en esto, tiene plenamente la razòn!

Esperamos que la presente edición virtual sea de utilidad para comprender un poco a esta, hasta cierto punto desconocida, corriente del socialismo utópico, corriente sobre la cual, en la actualidad, mucho nos beneficiaría conocer.

Chantal López y Omar Cortés

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