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XIV

El equilibrio de la población.

Entre las inconsecuencias y aturdimientos de la política moderna, nada más chocante que el olvido de reglamentar el equilibrio de la población, relacionando proporcionalmente el número de consumidores con las fuerzas productivas. En vano se descubrirían medios de alcanzar el cuádruplo y aun el céntuplo de productos si el género humano estuviese condenado a pulular como hoy, amontonándose una masa del pueblo triple y cuádruple del número que se debe fijar para mantener el bienestar graduado entre las diversas clases sociales.

En todo tiempo, el equilibrio de la población ha sido el escollo o uno de los escollos de la política civilizada. Ya los antiguos, que tenían tantas regiones incultas que colonizar, no veían otro remedio para la exuberancia de población que tolerar la exposición, el infanticidio, la degollación del superfluo, de los esclavos, como lo hacían los virtuosos espartanos, o hacerlos perecer en fiestas para la diversión de los ciudadanos de Roma, envanecidos con el pomposo nombre de hombres libres, pero muy lejos de ser hombres justos.

Más recientemente se ha visto a los políticos modernos confesar su incapacidad para resolver el problema, y puedo citar en corroboración de ello a Stewart, Wallace y Malthus, únicos publicistas dignos de atención al respecto, porque confiesan la impotencia de la ciencia. Sus sabias opiniones sobre el círculo vicioso de la población son ahogadas por los juglares economistas, que descartan ese problema como tantos otros. Stewart, más leal, lo ha tratado muy bien en su hipótesis de una isla que podría alimentar fácilmente a 1.000 habitantes de fortuna desigual; pero -dice- si esta población se eleva a 3 o 4, 10 o 20.000, ¿cómo mantenerla?

Se responde que se necesitaría entonces colonizar, enviar caravanas de emigrantes; pero esto es desviar la cuestión; porque si el globo entero estuviese poblado por completo, ¿qué iba a colonizarse?

Los sofistas responden que el globo no está poblado y no lo estará tan pronto; es uno de los subterfugios de la secta Owen que, prometiendo la dicha, elude el problema del equilibrio de la población, diciendo que se necesitarían 300 años lo menos antes del lleno completo. Se engaña; no se necesitan más que 150; pero como quiera que sea, es ridículo relegar la solución de un problema para dentro de tres siglos, y sin garantir que se solucione en esa época. Por otra parte, aunque faltasen los 300, sería siempre una teoría muy defectuosa esa de una dicha o pretendida dicha que, al cabo de tres centurias, había de desvanecerse por una culpa de la política social: por exceso de población.

Además, como es evidente que ese azote no tardará 300 años sino 150, en el caso de paz universal y abundancia general que proporcionará el estado socialista, necesítase que la teoría de este nuevo orden facilite medios muy eficaces de prevenir el exceso de población, limitando el número de los habitantes del globo a la justa proporción de los medios y necesidades, a 5.000 millones aproximadamente, sin peligro de verla elevarse aún a 12.000 millones, exuberancia que sería inevitable bajo la organización civilizada.

La naturaleza, en el estado socialista, opone cuatro diques al exceso de población:

1° El vigor de las mujeres;

2° El régimen gastrosófico;

3° Las costumbres panógamas;

4° El ejercicio integral.

1° El vigor. Estamos viendo ya la influencia entre las mujeres de la ciudad. De cada cuatro estériles, hay tres robustas; mientras que las mujeres delicadas son de una fecundidad demasiada y fastidiosa. Las estériles son de ordinario las que se hubieran creído más aptas para procrear. Se me replicará que en el campo las robustas no son estériles. Ya lo sé. Es una prueba de que se debe obrar por encadenamiento de los cuatro medios combinados, y no por la aplicación de uno de ellos aisladamente.

2° Régimen gastrosófico. ¿De dónde nace esa diferencia de fecundidad en favor de las campesinas robustas? Es la consecuencia de la vida sobria, de los alimentos groseros, predominando los vegetales. Las ciudadanas tienen alimentos delicados; es un medio de esterilidad que resultará muy poderoso en la Armonía, donde todos son gastrónomos refinados. Desde luego, combinando el extremo vigor de las damas armónicas, con lo delicado de los manjares de que gozarán, se tienen ya dos medios que encaminan a la esterilidad. Paso por alto las objeciones cuyo examen llenaría un artículo más largo que éste. Recuérdese que hago sólo un resumen.

3° Las costumbres panógamas (Sobre este punto, Fourier lo desarrolla en un ensayo especial denominado De la condición de la mujer).

4° El ejercicio integral, distribuído sobre todas las facultades corporales por medio de sesiones cortas y alternado de funciones. No se han observado nunca los efectos que causa en la pubertad y en la fecundidad una diferencia de ejercicios corporales; los contrastes a este respecto son asombrosos; vemos a los campesinos llegar a la pubertad más tarde que los ciudadanos o los hijos de los ricos que viven en el campo; la fecundidad está del mismo modo subordinada a esas influencias gimnásticas. Si el ejercicio corporal es integral, extensivo a todos los músculos del cuerpo, alternativa y proporcionalmente, las partes genitales se desarrollan más tarde. Se ve la prueba en los hijos de los príncipes que se casan a los catorce años, mientras los hijos de los aldeanos trabajadores no son frecuentemente núbiles a los deciséis.

Cuando se sepan emplear combinadamente los cuatro medios expuestos más arriba, los riesgos de fecundidad y esterilidad se tornarán lo contrario de hoy; es decir, que en vez del exceso de población se tendrá que temer el déficit; y se tomarán medidas para excitar esa fecundidad que todo hombre prudente teme hoy. El hombre sensato sólo desea tener un pequeño número de hijos, a fin de asegurarles la fortuna sin la cual no hay dicha; el hombre irracional y carnal procrea hijos por docenas como Fath Alí, sha de Persia; excusándose con que es Dios quien los envía y jamás habrá demasiadas personas honradas, Dios quiere, por el contrario, limitar el número en proporción con los medios de subsistencia; y el hombre social se rebaja al nivel de los insectos cuando crea esos hormigueros de niños que serán reducidos a devorarse mutuamente entre ellos por exceso de número; no se comerán materialmente como los insectos y los peces, o las bestias feroces; pero se devorarán políticamente por medio de las rapiñas, las guerras y las perfidias de esta civilización perfectible.

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