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XIII

De los deberes para con los animales.

Los animales son felices en la Armonía por la dulzura y unidad de los métodos empleados para dirigirlos, por la elección y la variedad de los alimentos, por los cuidados de los sectarios, que observan todas las precauciones propias para embellecer la especie. Ninguno de esos cuidados pueden tomarse en la brutal civilización que no sabe ni disponer cómodamente los establos. Se puede asegurar, sin exageración, que los asnos estarán mejor alojados y mantenidos en la Armonía que lo están hoy los campesinos en la bella Francia.

¿No es estar por bajo los animales el desconocer las deferencias que se deben a sus instintos? No son provechosos para nosotros sino en tanto como aseguremos su bienestar. Las pequeñas hordas tienen la alta policía del reino animal; el que maltratase a un cuadrúpedo, ave, pez o insecto, sería sometido al juicio de las pequeñas hordas; y fuere su edad la que fuere, se vería juzgado ante un tribunal infantil, como inferior en razón a los niños mismos; porque, teniéndose por regla en la Armonía que no son productivos los animales, sino a condicíón de ser bien tratados, el que maltrata a esos seres que no pueden vengarse, es considerado como más animal que las bestias a quienes persigue.

Una verdad muy desconocida hasta ahora es que los animales domésticos son seres apacibles, de armonía mesurada y que su educación no puede ser provechosa al hombre, síno en tanto que sean criados según este método. He aquí un problema de enriquecímiento colosal, bien digno de fijar la atención de un siglo que, más que nunca, juzga todo a peso de oro.

Entre los cuadrúpedos apenas hay una vigésima parte que se alíe a nosotros, exceptuando las especies sugestivas, como ciervo, gamo, ardilla, que sin servirnos, cooperan a nuestros placeres; entre las aves apenas contamos con un centésimo de aliados; y entre los insectos apenas un milésimo.

Esto constituye una creación subversiva de las leyes de la Armonía; no se unen más que a las ramas débiles que forman la excepcíón o transición del mal presente al bien futuro. Estos anímales útíles son una imagen del sistema que reinará en pleno en las próximas creaciones, en que se verá en cuadrúpedos y aves lo menos unas siete octavas partes de aliados al hombre, tales como lo están la oveja, el gusano de seda, la cochinilla (1).


Notas

(1) En nuestra civilización se refinan las crueldades con los animales. El carnicero los arrastra a latigazos y a mordiscos de perros a los macelos inundados de sangre tibia, cuyo olor les hace sufrir una muerte anticipada. Todo cocinero soltaría una carcajada si se le pidiese que matase los pescados antes de abrirles el vientre y arrancarles las escamas. ¿Para qué son bueyes? ¿Por qué son pollos? ¿Por qué nacieron peces?

La serie de los carniceros armónicos refina, por el contrario, las preocupaciones todas que puedan evitarles la idea de la muerte, lavando, aseando y perfumando las macelos, llevando a las bestias en masa para sacrificarlas de una vez, etc. El afecto de los armónicos por los animales da gran relieve a las funciones de los carniceros, cuya profesión se clasifica como primera entre las de necesidad. (Nota de C. Fourier).

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