Índice de Determinismo y voluntarismo de Benjamín Cano Ruíz y José PeiratsPresentación de Chantal López y Omar CortésCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Introducción

En el número extraordinario de Tierra y Libertad de México (No. 165 - 166, del 19 de Julio de 1956), aparecía un trabajo firmado por B. Cano Ruiz bajo el título de La genética contra el concepto clásico de la justicia, en el que el animador de aquella publicación anarquista azteca defendía abiertamente el determinismo.

En octubre del mismo año, en el número 70 de Cénit, publicación también libertaria que se edita en la Tolosa de Francia, José Peirats replicaba a Cano Ruiz en su trabajo titulado El proceso de la justicia - Reflexiones sobre la condición humana, defendiendo en el mismo la posición voluntarista.

En otras tres entregas, esta vez a Cénit, Cano Ruiz se extendió en la defensa de su tesis, y en otras tantas Peirats, también desde Cénit, ofreció a sus lectores nuevas argumentaciones en favor del voluntarismo.

No es inaugural, en los medios libertarios, esta polémica sobre determinismo y voluntarismo. Intermitentemente ha asomado en nuestras publicaciones la discusión sobre el tema, y las citas que B. Cano Ruiz y José Peirats hacen de Kropotkin, Bakunín, Malatesta, Han Ryner, Rocker, Fabbri y otros teóricos ácratas demuestran que ha sido debate de todos los tiempos entre nosotros.

Estimamos, empero, que pocas veces ha sido tan prolongada y didáctica la polémica, como la que ha motívado esta publicación, y es por esta razón que la ofrecemos al estudioso, convencidos de que la lectura del pensamiento de Cano Ruiz y Peirats tiene que enriquecer el acervo ideológico del que se sumerja en ella.

Las decisiones, según el determinismo, son resultado de costumbres, cromosomas, medio ambiente, educación, circunstancias exteriores, etc. La voluntad, como factor independiente capaz de expresarse en oposición a la ley de herencia y al medio, no existiría. Lo que llamamos voluntad no sería otra cosa más que el efecto de determinadas causas. Nada en el mundo, según el determinismo, nada en la vida, escaparía a la ley de no hay efecto sin causa. Es el principio de causalidad. La voluntad de los voluntaristas, para los deterministas, sería una acción sin causal, es decir, un absurdo.

En los voluntaristas, las decisiones, las acciones volitivas, son libres, independientes. Descartan toda secuencia entre la inmutabilidad de las leyes físicas y las ideas o los sentimientos. No hay vara que pueda medir, con la rigidez con que se calibran los pesos específicos, las cotas altimétricas o la resistencia de los metales, la intensidad sentimental o el poder volitivo del ser humano. La voluntad se transforma repetidamente y asume diferentes intensidades según el objetivo, según el carácter.

Salvo excepciones, los anarquistas son partidarios de la moral. Una moral racionalista, que Guyau calificó sin obligación ni sanción. La moral impone obligaciones, deberes, todo lo cual no tendría sentido, siempre según los voluntaristas, si en el ser humano no existiera la facultad de decidir en cuanto a la acción, a la voluntad.

Malatesta convirtió a Kropotkin, sin éste haberlo deseado nunca, en adalid del determinismo. La fe ciega que el anarquista eslavo tenía en la ciencia lo llevaba a apoyarse solo y exclusivamente en ella para augurar el advenimiento de la anarquía como hecho inevitable al que inexorablemente debería conducirnos la ciencia. Malatesta, que consideraba a Kropotkin como un poeta de la ciencia, atacó en repetidas ocasiones el cienticismo kropotkiniano, y hay trabajos exclusivamente dedicados a ello, como los que publicara en Volontá el 22 de noviembre de 1913 (Determinismo e Volontá), el 27 de diciembre del mismo año (Scienza e Riforma Sociale) y el 3 de enero de 1914 (La Volontá). Siguieron otros muchos, algunos de expresión dura: la idea (de Kropotkín manifestada en una conferencia dada el 6 de marzo de 1896), para mí arbitraria y absurda, que la anarquía sea una concepción del universo basada en la interpretación mecánica de los fenómenos (Pensiero e Volontá. 1 Sept. 1925), y varios años después de muerto Kropotkin, todavía machacaba Malatesta el tema en un trabajo titulado: Pietro Kropotkin - Ricordi e critiche di un vecchio amico (Studi Sociali, de Montevideo, 15 abril 1931): Kropotkin, pues, que era muy severo con el fatalismo de los marxistas, caía en el fatalismo mecánico que es mucho más paralizante ... Se afianzaba en su convicción sosteniendo que todos los recientes descubrimientos en todas las ciencias, de la astronomía hasta la biología y la sociología, concurrían para demostrar cada vez más que la anarquía es el modo de organización social que ha sido impuesto por las leyes naturales.

De los ataques llevados a cabo por Malatesta contra la panacea científica kropotkiniana se surtieron, con empacho la mayoría de las veces, los exégetas del anarquismo que ignorando los atenuantes que en favor de Kropotkin existían, trataron de lapidarIo en la Roca Tarpeya de la exageración. Y así, de la misma manera que Malatesta cargó con los atributos de voluntarista a ultranza, a pesar de reconocer en repetidas ocasiones, como la lógica exige, el determinismo de las leyes naturales: Consideradas las cosas así, es tarea de la ciencia el descubrir lo que es fatal (leyes naturales) y establecer los límites donde termina la necesidad y comienza la libertad; y su mayor utilidad consiste en liberar al hombre de la ilusión de poder hacer todo aquello que quiere y ampliar siempre más su libertad efectiva (Pensiero e Volontá, 1 de febrero de 1926.) De la misma manera se orillaron los cuantiosos atisbos voluntaristas que Kropotkin cargaba en sus alforjas y que inclusive Malatesta ponía de relieve: Kropotkin olvidaba, como si tal cosa, su concepción mecánica y se lanzaba a la lucha con el brío, el entusiasmo y la confianza de uno que cree en la eficacia de su voluntad y espera lograr, con su actividad, obtener o contribuir a obtener lo que se desea (Studi Sociali, artículo ya citado).

El propio Peirats pareciera sumarse a esta corriente de orilladores cuando dice en su último artículo que tanto Godwin como Kropotkin son ... científicos, materialistas y deterministas rabiosos. Sin embargo Malatesta tiene razón cuando señala que Kropotkin cree en la eficacia de su voluntad y hay obras, entre las de Kropotkin, que son más voluntaristas que deterministas. Una de ellas, La Moral Anarquista, aparecida en La Révolte de París, en los números comprendidos entre e! 1 de marzo y el 9 de diciembre de 1891, y publicada el mismo año en folleto de 74 páginas, nos descubre al hombre que cree en la responsabilidad y el libre albedrío: La moral que se deduce de todo el conjunto del reino animal, superior en grado sumo a la precedente (la cristiana), puede resumirse así: Haz a los demás lo que tú desearías que los demás te hicieran en idénticas circunstancias. La idea del bien y del mal existe en la humanidad. El hombre, sea cual fuere el grado de desarrollo intelectual que haya logrado, por confusas que sean sus ideas debido a los prejuicios y a los intereses personales, considera generalmente como bien aquello que es útil a la sociedad en la que vive, y como malo aquello que es nocivo a la misma. En esta obrita, desgraciadamente orillada por muchos, Kropotkin se yergue en abogado de Sofia Perovskaya y los que con ella in-tervinieron en el atentado que acabó con el zar: Este derecho de hacer uso de la fuerza, la humanidad no lo niega nunca a aquellos que lo han conquistado -sea que el mismo se emplee en las barricadas o en la sombra de una encrucijada. Empero, para que este acto produzca en los espíritus una impresión profunda, es necesario conquistar este derecho. Los párrafos finales cierran con broche de oro el voluntarismo que Kropotkin ha dejado suelto: Si sientes la fuerza de la juventud, si quieres vivir y gozar la vida toda, plena, exuberante, sé fuerte, sé grande sé enérgico en todo lo que hagas.

Siembra en torno a tí ... Rebélate contra la iniquidad, la mentira, la injusticia. Lucha. La lucha es vida, que será tanto más intensa cuanto más la lucha sea viva. Lucha para permitir a todos el vivir esta vida rica y exuberante y puedes estar seguro que encontrarás en esta lucha placeres tan grandes como no te sería posible hallarlos en no importa qué otra actividad.

Es cuanto puede decirte la ciencia de la moral. A tí de escoger.

Otro gran anarquista contradictorio, mucho más que Kropotkin, en este zigzagueo que coloca a los anarquistas del determinismo ai voluntarismo, resulta serIo Bakunín. En su pensamiento hallan apoyo, indistintamente, Cano Ruiz y Peirats, el primero para fortalecer su tesis determinista, el segundo para apuntalar la voluntarista. Ello obedece al hecho de que Bakunín es un puente de transición que une dos períodos bien precisos del socialismo europeo: en el primero profundamente marcado por el materialismo científico de Marx, a quien reconoce categoría de maestro inclusive y llega a traducirle Das Capital, en ruso, y en el segundo cuando ya anda por sus propios pasos y Marx ha sido derribado del pedestal en que lo elevara previamente.

Indudablemente Bakunín se inclinará, hasta el último día de su vida, frente a las leyes naturales y su autoridad: que regulan todos nuestros movimientos, todos nuestros pensamientos, todos nuestros actos como inteligentemente Cano Ruiz lo destaca al citar unos largos párrafos de Dios y el Estado, que es un largo fragmento sacado de L'Empire Knouto-Germanique et la Revolution Sociale, Iléme. livraison" (1871), por Eliseo Reclus y Cafiero sin el consentimiento de Bakunín. Pero ello anda muy lejos de ser el pensamiento uniforme del gran revolucionario ruso. En Federalisme, Socialisme et Antitheologisme, escrito dos años antes, en 1869, ya nos advierte que: Es necesario reconocer los límites de la ciencia y recordar que no es el todo sino una parte y que el todo es la vida. En las Considerations Philosophiques que es un apéndice a L'Empire Knouto-Germanique, (1870), nos afirma que: El hombre sólo adquiere su verdadera condición de hombre y conquista la posibilidad de su emancipación interna cuando logra romper las cadenas de esclavitud que la naturaleza externa hace pesar sobre todos los seres vivos.

En realidad, y a pesar de la influencia innegable del determinismo científico de Marx, Bakunín se manifiesta más veces voluntarista, en sus escritos, que determinista: Esta tendencia -la satisfacción de las propias necesidades-, manifestación esencial y suprema de la vida, constituye la base misma de lo que llamamos voluntad: fatal e irresistible en todos los animales, incluido el hombre más civil, instintiva, podríamos decír mecánica casi, en las organizaciones inferiores; más inteligente en las especies superiores, ésta alcanza conciencia plena de ella misma en el hombre que -gracias a su inteligencia que lo eleva por encima de sus propios movimientos instintivos y le permite parangonar, criticar y ordenar sus necesidades-, es el único, entre todos los animales de la Tierra en poseer una conciencia consciente de sí misma, una voluntad libre. (Federalisme, Socialisme et Antitheologisme). De hecho, además, todos los revolucionarios se han inclinado ante las leyes naturales bien que en el campo anarquista han sido siempre minoritarios los que han querido abrazarse al determinismo.

B. Cano Ruiz sabía sobradamente que su osadía iba a merecer la réplica de parte de la ortodoxia anarquista, pero ha demostrado en repetidas oportunidades que no teme la polémica (recientemente lanzó un gran desafío desde las columnas de Tierra y Libertad al publicar un trabajo titulado Inutilidad del Sindicalismo), que la sabe mantener dentro de los cánones de la corrección y que tiene argumentos para defender sus puntos de vista. El lector se irá dando cuenta de que a pesar de las brillantes contestaciones de Peirats, la exposición de Benjamín Cano Ruiz llega airosa hasta el final y, como en tantas otras veces, la controversia determinismo-voluntarismo no ha podido declarar vencedor y vencido. A pesar de ello, la lectura de las páginas que siguen ofrecerá unos momentos de aguda y cáustica filosofía que todos sabrán apreciar.

Por último, las declaraciones de los Premios Nobel Taung Dao y Chen Ning Yang: Debemos estar preparados ante la revelación de un fenómeno llamado a reconsiderar las llamadas leyes naturales, que cita Peirats al final de la obra, ponen de manifiesto que no es superfluo revisar todo el andamiaje filosófico de las ideas sociales, y en nuestro caso las anarquistas, pues la ciencia, esta diosa idolatrada por Kropotkin -y por B. Cano Ruiz-, anda a galope vertiginoso por el mundo, y son muchos los científicos -el 99 por ciento de los hombres de ciencia que ha tenido la humanidad están vivos, ha dicho Oppenheimer- que hurgan los arcanos para depararnos sorpresas a cada amanecer.

El impacto del quanta, lanzado por Planck en la mesa de estudio de los científicos, factor de relieve que utilizara el propio Einstein para su Teoría de la Relatividad, obligó a arrinconar las leyes de Newton en el desván. La mecánica cuántíca está expulsando el determinismo de la ciencia en favor de la probabilidad. Uno de los científicos que, armado de los conceptos de Planck, ha dado gran impulso a la Mecánica Cuántica, Werner Heisenberg, ha llegado a afirmar que: El determinismo ha muerto. Las causas no provocan, irremisiblemente, determinados efectos. La ciencia prefiere, cada vez más, apoyarse en la Estadística que es la que abastece las leyes de probabilidad.

Víctor Garcia


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