Índice del Los héroes de Thomas CarlyleAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

PRIMERA CONFERENCIA

El héroe como divinidad
Odín
El paganismo: mitología escandinava

Tercera parte

(Martes, 5 de mayo de 1840)

Las Runas de Odin son su rasgo significativo. Las Runas y milagros de magia que obraba con ellas, son grandes rasgos tradicionales. Las Runas son el Alfabeto escandinavo; supongamos que Odin inventó las Letras, como la magia, entre aquel pueblo; es el mayor invento humano: marcar el pensamiento invisible existente en el hombre con caracteres gráficos, una especie de idioma secundario, tan milagroso como el primero. ¿Recordáis la sorpresa e incredulidad de Atahualpa, el Rey del Perú? Hizo que el soldado español que le vigilaba grabase la voz Dios en la uña de su pulgar, para ver si el que le reemplazaba le comprobaba aquel milagro. Si Odin dió las Letras a su pueblo, bien pudo pasar por mago.

Escribir con Runas empleando un alfabeto escandinavo propio, y no el fenicio, es prueba de originalidad escandinava. Dice Snorro que Odin inventó también la Poesía, música de la voz humana, así como la milagrosa manera rúnica de perpetuarla. Remontémonos a la primitiva infancia de los pueblos, cuando apareció la primera luz viva matutina de nuestra Europa, cuando todo irradiaba la frescura juvenil de un gran amanecer y nuestra Europa comenzaba a pensar, a ser. Maravilla, esperanza, infinita irradiación de esperanza y maravilla, como los pensamientos infantiles, alojados en los corazones de aquellos hombres fuertes, vigorosos hijos de la Naturaleza, que tenían un esforzado Capitán y Luchador que descubría con sus brillantes ojos lo que había que hacer, con su indómito corazón de león que osaba llevarlo a cabo; que además era poeta, lo que expresamos con la palabra Poeta, Profeta, gran Pensador devoto e Inventor, como el verdadero Gran Hombre siempre lo es. El Héroe es Héroe en todos aspectos, ante todo en espíritu y entendimiento. Este Odin, en su lenguaje rudo semiarticulado tenía algo que decir; era un gran corazón dispuesto a hacerse cargo del inmenso Universo y la Vida del hombre, diciendo grandes cosas sobre él. Héroe a su manera tosca, como digo, hombre sabio, de talento, de noble corazón, al que admiramos todavía sobre todos los otros, ¿no es comprensible le creyesen y admirasen mucho más aquellos impetuosos espíritus escandinavos a los que inició en el Pensamiento? Considerándole noble, noble entre los más nobles, a pesar de no tener nombre para ello: Héroe, Profeta, Dios: Wuotan, el más grande de todos. El pensamiento es Pensamiento, se llame o escriba como se quiera. Opino que este Odin debió ser de la misma sustancia que la estirpe más excelsa de hombres. Su profundo e indómito corazón abrigaba un pensamiento. ¿No son las toscas palabras que articulaba rudimentarias raíces de las inglesas que empleamos? Así laboraba en aquel oscuro elemento como luz que brillaba en él, luz del Intelecto, ruda Nobleza de corazón, la única luz que nos ilumina; era Héroe y tenía que resplandecer, aclarando algo su oscuro elemento, deber que todos tenemos.

Lo imaginamos al Escandinavo Arquetípico, el mejor Teutón producido por la raza. El rústico corazón escandinavo estalló, rodeándole de admiración ilimitada, adorándolo. Él es raíz de muchas cosas grandes; su fruto se desarrolla desde las profundidades de miles de años sobre el campo de la Vida Teutónica. ¿No es acaso nuestro Wednesday el Día de Odin? Tenemos los nombres de Wednesday, Wansborough, Wanstead, Wandsworth: Odin se desarrolló también en Inglaterra, siendo esto brotes de aquella raíz. Fue el Dios Principal de todos los Pueblos Teutónicos, su Escandinavo Ejemplar, de tal modo admiraron a su Escandinavo Ejemplar; tal fue su destino en el Mundo.

Si el hombre Odin desapareció totalmente, queda esa vasta Sombra suya proyectada sobre la Historia de su Pueblo; porque este Odin, aceptado como Dios, nos permite comprender que todo el Esquema escandinavo de la Naturaleza, o confuso No-esquema, fuera lo que fuera, inicia su desarrollo diversamente y se dilata de nueva manera. Lo que Odin vislumbró y enseñó con sus runas y rimas arraigó en el corazón del Pueblo Teutónico progresando y pensando como él pensaba; ésa es la historia de todo gran pensador, amoldándose a nuevas condiciones. ¿No es la Mitología escandinava en cierto modo el Bosquejo del humano Odin en gigantescos y confusos trazos, como enorme sombra de cámara oscura proyectada desde las inertes profundidades del Pasado que ocupan el Firmamento Nórdico? La gigantesca imagen de su rostro natural, legible o no legible entonces, dilatada y confundida de esa manera. La Inteligencia es siempre Inteligencia. No hay gran hombre que viva en vano. La Historia del Mundo es la Biografía de sus grandes hombres.

Para mí hay algo muy conmovedor en esta figura primitiva del Heroísmo, en esa ingenua, desamparada, pero cordial aceptación del Héroe por sus congéneres. Por desamparada que sea en su forma, es el más noble de los sentimientos, sentimiento perenne, tan duradero como el hombre en una u otra forma. Si pudiera evidenciar lo que hace ya tiempo siento profundamente, que Ése es el elemento vital de la humanidad, el espíritu de la historia del hombre, ésta sería la principal utilidad de mi conferencia. Hoy no llamamos Dioses a nuestros grandes hombres, ni admiramos sin límite, sino al contrario. Pero, no tener grandes hombres o no admirarlos, eso es lo peor.

Este humilde Culto escandinavo a los Héroes, la manera nórdica de considerar el Universo ajustándose a él, tiene indestructible mérito para nosotros. Es manera ruda e infantil de reconacer la divinidad de la Naturaleza, la del Hombre; muy tosca, pero cordial, robusta, gigantesca, que evidencia la inmensurable altura a que llegaría este niño cuando fuese hombre; era verdad, no siéndolo ahora. Puede considerarse la semimuda voz de las desaparecidas generaciones de nuestros Predecesores que nos grita desde las profundidades de los tiempos, en cuyas venas corre aún su sangre: Esto es lo que hicimos del mundo, la imagen y noción que nos formamos de este gran misterio, de una Vida y del Universo. No lo despreciéis. Estáis por encima de ello, en el extenso campo de vuestra visión, mas no habéis llegado todavía a la cumbre. La noción que tenéis, aunque más amplia, es parcial e imperfecta, por ser cosa que el hombre no comprenderá jamás, ni en el tiempo ni fuera de él: pasarán miles de años, se intensificará, mas el hombre continuará luchando por comprender parte de ella, porque lo supera, porque no puede comprenderla, pues es infinita.

La esencia de la Mitología escandinava, como la de todas, es el reconocimiento de la divinidad de la Naturaleza; sincera comunión del hombre con los Poderes misteriosos invisibles, cuya operación observa a su alrededor. Hay que decir que esto se opera con mayor sinceridad en la Mitología escandinava que en cualquier otra. La Sinceridad es su gran característica. Sinceridad superior (muy superior), que nos consuela de la carencia total de la clásica gracia griega, pues creo que la sinceridad vale más que la gracia. Opino que aquellos antiguos Nórdicos miraban la Naturaleza con el alma y los ojos abiertos, anhelantes, sinceros, infantiles, pero viriles, con franca sencillez, profundidad e ingenuidad, de modo confiado, amante, admirativo y sin temor. Era raza valiente y fiel. En el reconocimiento de la Naturaleza hallamos el elemento principal del Paganismo: reconocimiento del Hombre, y su Deber Moral, del que no carece, que constituye el elemento principal en las formas más puras de religión. Eso es lo que establece gran distinción y forma época en las Creencias Humanas; es el gran jalón en el desarrollo religioso de la Humanidad. El hombre entra primeramente en contacto con la Naturaleza y sus Potencias, maravíllase ante ella y la adora, no comprendiendo hasta época posterior que todo Poder es Moral, que el punto importante es la distinción entre el Bien y el Mal, entre el Debes y No Debes.

En cuanto a los fabulosos relatos de la Edda creemos probable sean más recientes; quizá fueren desde un principio pasatiempos para los antiguos noruegos, fantasías poéticas. La Alegoría y la Fabulación Poética nunca son Fe religiosa, pues ésta tiene que existir anteriormente, incorporándosele la Alegoría como el cuerpo se aplica al alma. Cabe suponer que tanto la Fe noruega como las demás, era más activa durante su período de estado silente, por tener poco que decir entonces y menos que cantar.

De las confusas materias de la Edda, de los fantásticos cúmulos de asertos y tradiciones de sus Mitologías musicales, parece desprenderse la probabilidad de que aquellos primitivos creían principalmente en las Valkyrias, la Mansión de Odin, el inflexible Destino, y, ante todo, que el hombre debe ser valeroso. Las Valkyrias eran las Electoras de los Muertos: Destino inexorabie que inútilmente intentaremos desviar o suavizar, que indica al que tiene que morir; éste era uno de los puntos fundamentales para el creyente nórdico, como lo es ciertamente para los más celosos en todas latitudes, para Mahoma, Lutero, Napoleón, punto básico en hombres como ellos, siendo la trama del tejido de su manera de pensar. Las Valkyrias eran las Electoras que conducían a los valientes a la celeste Mansión de Odin; los cobardes y viles iban a otra parte, al reino de Hela, Diosa de la Muerte; eso es lo que considero espíritu de la Creencia nórdica. En su corazón comprendían que era preciso ser valiente; que Odin no los favorecería, que los despreciaría y rechazaría, si no eran bravos. Consideremos su importante significación: Es un deber, lo será siempre, hoy como entonces: hay que ser valeroso. Valeroso quiere decir tener Valor. El primer deber del hombre es vencer el Temor. Precisa rechazar el Temor, pues hasta entonces no podremos obrar. Los actos del hombre son serviles, hipócritas, especiosos; sus pensamientos son falsos, pensamientos de esclavo y de cobarde hasta que logra tener a raya al Temor. El credo de Odin continúa siendo cierto, si logramos llegar hasta su núcleo. El hombre debe y tiene que ser valiente, avanzar siempre, portarse como hombre, fiando sin pestañear en lo dispuesto y preferido por las Potencias superiores, sin temer a nada. Lo que determina siempre su hombría es su decisiva victoria sobre el Temor.

Esa clase de valor de los antiguos nórdicos es sin duda muy salvaje. Dice Snorro que creían afrenta y vergüenza no morir en las batallas, y, si veían acercarse la muerte natural, se herían en sus carnes para que Odin los recibiese como guerreros muertos en lucha. Los viejos reyes moribundos se hacían llevar a un buque, el cual se alejaba con las velas desplegadas, llevando en sus flancos un fuego lento, de modo que cuando llegaba a alta mar se encendía en llamarada, y así el viejo héroe gozaba de digna sepultura, tanto en el firmamento como en el océano. Era valor sanguinario, pero valor, mejor que carencia absoluta de él. Los antiguos Vikings poseían indomable energía. Silenciosos, apretados los labios, los imagino inconscientes de su bravura, desafiando al encrespado Océano con sus monstruos, a todos los hombres y a todas las cosas, progenitores de nuestros Blakes y Nelsons sin Homero que los cantase; equiparadas a las suyas las hazañas de Agamenón fueron pequeñas audacias infecundas, equiparadas, por ejemplo, a las de Hrolf de Normandía. Hrolf, o Rollo, Duque de Normandía, el feroz Viking participa en el gobierno actual de Inglaterra.

Algo fue aquella vida marítima, errante y batalladora a través de tantas generaciones. Lo que había que zanjar era cuál era la estirpe mds vigorosa de homhres; quién era el que había de reinar. Entre los Soberanos Nórdicos veo algunos que obtuvieron el título de Leñador, Reyes Taladores. Eso significa mucho. Supongo que en el fondo muchos de ellos fueron leñadores y guerreros, aunque los Skalds hablan mucho de los últimos, descarriando a ciertos críticos, porque no hay pueblo de hombres que pueda vivir guerreando solamente, porque no produce bastante. Supongo que el buen guerrero era también buen talador de bosques, bueno y justo, perfeccionador, perspicaz, activo y trabajador en muchos órdenes; porque el verdadero valor es la base de todo, difiriendo bastante de la ferocidad. El valor mostrado contra la indómita sclva y oscuro Poder brutal de la Naturaleza para conquistarla es valor más legítimo. También nosotros, sus descendientcs, hemos ido lejos en ese valor; ¡ojalá lo conservemos eternamente!

Creo que Odin declaró a su Pueblo con voz heroica y cordial, con celestial solemnidad, la infinita importancia del Valor que trocaba en dios al hombre y que su Pueblo sintió la respuesta en el corazón, creyendo en sus palabras como venidas del Cielo, considerándolo como Divinidad por ser el Mensajero; opino fue ésa la semilla de la Religión nórdica, de la que germinaron naturalmente todas las milologías, prácticas simbólicas, especulaciones, alegorías. cánticos y sagas. ¡Cuán extraño fue su desarrollo! Fue lucecita que brillaba agrandándose en la inmensa voragine de las tinieblas; pero hay que considerar que las tinieblas gozaban de vida, que eran el ávido Entendimiento inarticulado e ignorante del entero Pueblo del Norte, que ansiaba articularse cada vez más. La doctrina iba desarrollándose como el árbol banyano, porque lo esencial es la semilla y la rama que se clavaba en la tierra convertíase en nueva raíz, originando infinita complejidad y formando un bosque, una manigua producto de aquella semilla. ¿No podemos afirmar que la Religión noruega sea en cierto sentido la enorme sombra de este hombre? Los críticos descubren alguna afinidad entre algunos mitos noruegos sobre la Creación y los hindúes. La Vaca Adumbla, que lamía la escarcha en las rocas, tiene un aspecto hindú: una Vaca hindú trasladada a las heladas regiones. Es probable; hemos de reconocer que esto está relacionado con las más lejanas tierras, los más remotos tiempos. El pensamiento no perece, lo que hace es variar. El primer hombre que pensara en este Planeta fue el iniciador de todo, siguiéndole el segundo y así sucesivamente, de modo que todo Pensador sincero hasta hoy es una especie de Odin que emeña al hombre su manera de pensar, que proyecta sombra semejante a él sobre las épocas de la Historia del Mundo.

No dispongo de tiempo para extenderme sobre el carácter poético distintivo o mérito de esta Mitología nórdica, que tampoco nos concierne en gran manera: algunas feroces profecias, como la Völuspa de la Edda Vieja, un rapto de género sibilino, que no pasaban de ocioso añadido, pues los últimos Eskaldos parece fantaseaban algo; lo principal que quedó fueron sus cánticos. Supongo que durante los últimos siglos cantaron, simbolizando, como pintan los pintores de hoy, cosas no originadas en las profundidades de su corazón. Tengámoslo presente.

Los fragmentos de Gray sobre el Saber nórdico no nos informan sobre él, como Pope no nos informa sobre Homero. No se trata del sólido y sombrío palacio de sillares de mármol negro, que inspira espanto y horror, brindado por Gray, sino de algo tosco como las Rocas nórdicas, como los desiertos Islándicos, con la cordialidad, la sencillez, y hasta cierto matiz de buen humor y vigorosa alegria residente en esas pavorosas cosas. El fuerte y clásico corazón nórdico no admitía sublimidades teatrales, pues no tenía tiempo para temblar. Gusto mucho de esta robusta sencillez, de su veracidad y directa concepción. Thor frunce el entrecejo animado por ira nórdica y, agarra su martillo hasta que se agarrotan sus dedos. Bellos rasgos de piedad, de sincera conmiseración también. Balder, el Dios blanco, muere, el hermoso, el benigno, es el Dios del Sol. Revuelven la Naturaleza en busca de remedio, mas está muerto. Frigga, su madre, envía a Hermoder a buscarle, cabalgando nueve días y nueve noches por profundos valles y lóbregos laberintos hasta llegar al Puente entoldado de oro; , dice el Guardián, Balder pasó por aqu{; mas el reino de los Muertos está más allá, en la lejanía septentrional. Hermoder continúa su carrera, salta el Portón Infernal, el de Hela, ve a Balder y le habla, Pero no pueden libertar al dios; Hela se muestra inexorable, negándose a entregarlo, ni por Odin ni por otro dios, y el bello y amable Balder tiene que quedarse. Su esposa quiso acompañarle, morir con él; allí quedarán eternamente. Envía su anillo a Odin; su esposa Nanna remite a Frigga su dedal como recuerdo.

También el valor es manantial de Piedad, de Verdad, de todo lo grande y bueno existente en el hombre. El sencillo y robusto vigor del corazón noruego atrae en gran manera en estas narraciones. ¿No es rasgo de fuerza leal y justa, dice Uhland (que escribió un delicado Ensayo sobre Thor), que el viejo corazón nórdico halle a su amigo en el dios del Trueno? Que no se atemoriza ante su ruido, sino que cree que el calor del Verano, el hermoso y noble verano, se apoderará necesariamente de él. El corazón nórdico ama a Thor y a su centelleante martillo, jugando con él. Thor es el calor veraniego, dios del apacible Trabajo, y también es el Trueno. Es amigo del Campesino; su fiel hechura y servidor es Thialfi, el Trabajo Manual. El mismo Thor se ocupa en toda clase de toscos trabajos manuales, sin despreciar tarea alguna por su plebeyez; de vez en cuando va a la región de los Jötuns, acosando a los caóticos Monstruos de Hielo, subyugándolos, apretujándolos y arruinándolos. En estas cosas hay mucho humor.

Thor, como ya hemos visto, va a la región de los Jötuns por el Caldero de Hymir, para que los Dioses hagan cerveza. Hymir, el enorme Gigante, aparece con su barba gris cubierta de escarcha, hendiendo columnas con sólo su mirada; Thor, tras gran tumulto, agarra el Caldero, metiendo la cabeza en él, llegándole sus asas a los tobillos. El Skaldo nórdico juguetea amablemente con Thor. Los Icebergs son el rebaño de Hymir, según los críticos. El enorme y feroz genio de Brobdignag sólo requiere ser amansado por los Shakespeares, Dantes y Goethes. Hoy ha desaparecido aquella primitiva labor nórdica y Thor, el dios Tronante, se trocó en Juan matón de Gigantes, mas la mente que lo creó vive todavía. ¡Manera sorprendente de nacer y morir las cosas, y de no morir! Aun podemos descubrir curiosos retoños de aquel árbol del mundo en que creían los nórdicos. Este pobre Pulgarcillo que está en el cuarto de los juguetes, con sus milagrosas botas de siete leguas, manto de oscuridad, afilada espada, es uno de ellos. Hynde Etin, y Red Etin de Irlanda, de las Baladas escocesas, derivan de Noruega; Etin es claramente un Jötun. El Hamlet de Shakespeare es vástago de ese mismo árbol, indudablemente. Hahlet, Amleth, es personaje mítico, y su Tragedia, la del envenenamiento del Padre, emponzoñado en su sueño por unas gotas vertidas en el oído, y lo demás, es mito noruego. El antiguo Saxo hizo de ello una leyenda danesa; Shakespeare hizo la suya inspirándose en Saxo, como retoño del árbol del mundo, desarrollado natural o accidentalmente.

Esos viejos cantos escandinavos encierran una verdad y grandeza internas y perennes, como debe encerrar cuanto se conserva tradicionalmente. No es mera grandeza de cuerpo y gigantesco volumen, sino ruda grandeza de alma; en aquellos corazones descubrimos sublime e ingenua melancolía; es ojeada sincera que lanzamos a las profundidades del pensamiento. Parece que aquellos bravos viejos nórdicos vieron lo que la Meditación enseñó al hombre en todos los tiempos; que el mundo bien mirado es manifestación, fenómeno o apariencia. mas no realidad. Tanto el Mitólogo Hindú, como el filósofo Germánico, Shakespeare, el más activo pensador, todos los espíritus profundos, allá en donde vivieren, consideran que:

Estamos hechos de la misma materia que los sueños.

La excursión de Thor a Utgardi (jardín exterior, centro de Jötunlandia), es notable. Thialfi y Loke estaban con él. Tras diversas aventuras se internaron en la Tierra de los Gigantes, vagando por las llanuras incultas, entre peñas y bosques. Al anochecer vieron una casa abierta y entraron en ella. Era una sencilla sala, grande y vacia. En ella estaban, cuando en la oscuridad de la noche oyeron grandes y alarmantes ruidos. Thor agarró su martillo y plantóse en la puerta pronto a defenderse, mientras sus compañeros corriendo por aquel salón atemorizados en busca de sahda, hallaron al fin un armario y se refugiaron en él. Thor no tuvo que luchar, pues ál día siguiente descubrieron que el ruido provenía del ronquido de cierto Gigante enorme, pero padfico; era Skrymir, que dormía plácidamente cerca de allí; lo que habían creído casa era meramente su Guante, que dejó caer; la puerta era su abertura, el armario su pulgar. ¡Observemos que no tenía dedos, sino sólo pulgar, y el resto de una pieza; antiguo y primitivo guante!

Skrymir llevó todo el día el equipaje de los dioses; pero Thor abrigaba sospechas, no agradándole el aspecto del Gigante, por lo que determinó deshacerse de él durante su sueño. Levantó el martillo, dejándolo caer sobre la cara de Skrymir con la energía del rayo que calcina las rocas. Aquél despertó rascándose la mejilla, diciendo: ¿Cayó alguna hoja? Al dormirse de nuevo Thor descargó otro golpe más vigoroso todavía; entonces el Gigante musitó: Algún grano de arena. Cogió Thor el martillo a dos manos, con los dedos agarrotados, descargando tremendo golpe en pleno rostro; lo único que consiguió fue interrumpirle el ronquido, oyendo que decía: En ese árbol debe haber gorriones; ¿qué cae? Entonces Skrymir pasó el portón de Utgard, tan alto que para mirarlo hay que echar atrás la cabeza. Thor y sus compañeros entraron también, invitados a tomar parte en los juegos. Entregáronle un cuerno para que bebiese, diciéndole era costumbre vaciarlo de un trago; Thor bebió ávidamente, descansando tres veces sin que bajase el nivel; eres tan débil como un niño, le dijeron; prueba a levantar ese gato. La empresa no parecía difícil; mas Thor no lo logró, a pesu de poner a prueba su deifica fuerza; el animal arqueó el lomo sin que pudiese despegar sus patas de tierra, ni una sola. ¡Cómo! ¡Si no eres hombre!, arguyeron los de Utgard; ahí hay una anciana que te desafía. Thor, afrentado, animoso, agarró aquella macilenta vieja sin poder derribarla.

Al salir de Utgard, dijo el Jötun Principal a Thor, acompañándole cortésmente: Estás vencido; pero no te afrentes, pues en todo eso hubo artificio. El cuerno era el mar, lo agitaste un poquillo, mas ¿quién es capaz de secar ese abismo? El Gato era el Migdardsnake, la Gran Culebra que circunda el Mundo mordiéndose la cola y reteniendo todo lo creado; si la hubieses desplazado, el mundo se habr{a desplomado. En cuanto a la anciana, era el Tiempo, la Yejez, la Duración, ¿quién puede luchar con él? Ni el hombre ni los dioses, pues prevalece siempre. Esos tres golpes que diste hicieron esos tres valles que ves. Thor miró al Jötun que le acompaña, Skrymir, del que dicen los críticos noruegos era la antigua Tierra rocosa y caótica personificada, y el guante-casa una caverna. Desapareció Skrymir, desvanecióse Utgard con sus altísimos portones cuando Thor agarró el martillo para deshacerlo, oyendo solamente la burlona voz del Gigante que deda: No te aconsejo que vuelvas a Jötunhein.

Esto pertenece al período alegórico; es infantil, no del perioda profético y fervoroso; mas, como mito, ¿no encierra algo del antiguo oro noruego, con más metal en bruto que muchos de los famosos mitos griegos elaborados? En este Skrymir vemos una gran mueca de verdadero humor a lo Brobdignag, jubilosa, basada en la gravedad y la tristeza, como arco iris posado sobre negra tormenta: sólo un corazón valeroso es capaz de eso. Es el ceñudo humor de nuestro Ben jonson, que corre por nuestras venas; en él vemos otros matices, en forma distinta, que surge de las Negras Selvas americanas.

La concepción del Ragnarök, consumación, o Crepúsculo dé los Dioses, es sorprendente. Figura en el Canto Völuspa, idea antiquísima, profética. Tras larga lucha entre los Dioses y los Jötuns (las divinas Potencias y las caóticas y feroces), en la que vencieron parcialmente los primeros, desafiáronse de nuevo, entablando horrorosa y decisiva batalla universal que desquició el mundo; la Serpiente Mundial lanzóse contra Thor; la fuerza se opuso a la fuerza, extinguiéndose mutuamente, aniqúilándose, desplomándose, el crepúsculo en las tinieblas, que tragaron el Viejo Universo con sus Dioses; mas esto no fue eterna muerte: es preciso que haya otro Cielo y otra Tierra, un supremo Dios y una justicia que reinen sobre los hombres. Lo curioso es que esta ley de mutación, grabada en el más recóndito pensamiento del hombre, fue descifrada por aquellos viejos y graves Pensadores en su ruda manera: que si bien todo perece, hasta los Dioses, toda muerte es como la del fénix: renacimiento en algo Más Grande y Mejor. Es la Ley fundamental del Ser para la criatura formada por el Tiempo, que vive en este Lugar de Esperanza. Todos los hombres de buena fe lo comprendieron y lo comprenderán.

Esto se relaciona con el último mito de la aparición de Thor, que acaba con él. Creo es la postrera de todas estas fábulas: protesta triste contra el avance del Cristianismo, opuesta como reproche por algún Conservador Pagano. Mucho se criticó al Rey Olaf por su celo en implantar el Cristianismo (yo le hubiera censurado por lo contrario); mas lo pagó muy caro; en 1033 rebelóse su pueblo pagano y, al querer sofocar la rebelión, murió en Stickelstad, cerca de Dronthein, en cuyo lugar erigieron la catedral principal del Norte hace muchos siglos, dedicada a su memoria y conocida por San Olaf. El mito de Thor se refiere a eso. Olaf, el rey reformador cristiano, se hizo a la vela con buena escolta a lo largo de la costa noruega, entrando en sus fondeaderos, dispensando justicia, ejerciendo otras reales funciones; al salir de cierta bahía observaron que un desconocido de grave mirada, roja barba y cuerpo robusto, se hallaba a bordo. Los cortesanos le interrogaron, sorprendiéndoles sus respuestas por su pertinencia y profundidad, conduciéndolo al fin ante el Rey. La conversación del desconocido durante el viaje por aquellas hermosas riberas no perdía interés; pasado algún tiempo interpeló al Rey diciendo: Sí, Rey Olaf, ¡qué hermosa es cuando brilla el sol esa verde, fructífera, digna tierra tuya! Thor tuvo días tristes, feroces luchas con los duros Jötuns, para lograr hacerla tal como es. Parece que ahora te propones desplazar a Thor. ¡Cuidado, Rey Olaf!; el desconocido frunció el ceño y desapareció. Ésta fue la última aparición del Dios en el teatro del mundo.

Ved cómo se origina la Fábula sin falta de veracidad de parte de nadie. Así aparecieron los dioses entre los hombres; en tiempos de Píndaro vieron a Neptuno una vez en los Juegos de Nemea, en forma de desconocido de noble y grave aspecto, como cumplía verlo. En esta última voz del Paganismo hay algo patético trágico. Se esfuma Thor y con él el entero mundo escandinavo para no volver ya; así desaparecen las grandes cosas. Todo cuanto fue, es y será en el mundo perece en su día; nuestro adiós es siempre triste.

La Religión noruega, ruda, pero seria, severa e impresionante Consagración del Valor (pues así hemos de definirla), bastaba a los viejos y valientes nórdicos. La Consagración del Valor no es mala cosa; en su alcance la consideramos buena. Tampoco es inútil saber algo sobre el antiguo paganismo de nuestros Antepasados, pues su rancia Fe reside aún en nosotros inconscientemente, combinada con cosas superiores, y, el conocerla bien, nos une con el Pasado más íntima y claramente, con lo que nos concierne del Pasado; porque el Pasado, repito, equivale a poseer el Presente, pues siempre encerró alguna verdad, siendo preciada posesión algún otro aspecto de nuestra Naturaleza Humana común que se ha perfeccionado en época y lugar diferente. La Verdad actual es suma de todas ellas, porque ninguna de por sí constituye la perfección alcanzada hasta hoy en la naturaleza humana. Mejor es conocerlas que ignorarlas. ¿A cuál de esas Tres Religiones da usted la preferencia?, pregunta Meister a su Preceptor; a las Tres, porque con su unión inician y constituyen la Verdadera Religión.

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