Índice de La capacidad política de la clase obrera de Pierre-Joseph ProudhonNota introductoria por Gustavo ChandeyCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

El autor contesta a algunos obreros de París y de Ruán que le habían consultado sobre las elecciones.

Ciudadanos y amigos:

Ustedes me han inspirado esta obra y, por ello, les pertenece.

Me preguntaban hace diez meses qué pensaba del manifiesto electoral publicado por sesenta obreros del departamento del Sena (*). Deseaban, sobre todo, saber si después de haberse decidido en las elecciones de 1863 por el voto negativo, debían seguir en la misma línea de conducta o si, en razón de las circunstancias, podían apoyar con sus votos y su influencia la candidatura de un compañero digno de su confianza.

Sobre el pensamiento mismo del manifiesto no podía ser dudosa mi opinión, expresada con toda franqueza al acusar recibo de su carta. Mucho me he alegrado ciertamente de ver despertar el socialismo: ¿quién tenía en Francia más derecho a alegrarse que yo? No lo duden; estaba también de acuerdo con ustedes y con los Sesenta en que la clase obrera no está representada y tiene derecho a estarlo: ¿cómo no había de ser ésta mi manera de ver y de pensar? ¿La representación de la clase obrera -si fuese posible que la hubiera- no sería acaso hoy, como en 1848, bajo el punto de vista político y económico, la consagración oficial del socialismo? Pero de aquí a tomar parte en elecciones que hubieran comprometido la conciencia, los principios y el porvenir de la democracia, no se los he ocultado, ciudadanos, había un abismo. Y puedo añadir ahora que esa reserva que ustedes recibieron perfectamente, ha tenido después la sanción de la experiencia (1).

¿Cuál es hoy la situación de la democracia francesa, en otro tiempo tan arrogante y pura, que creyendo a algunos ambiciosos se ha imaginado de improviso que mediante un falso juramento iba a marchar de victoria en victoria? ¿Qué conquista hemos obtenido? ¿Qué nueva idea ha revelado nuestra política? ¿Qué triunfo ha venido después de dieciocho meses a señalar la energía de nuestros abogados ni a recompensar su oratoria? Hemos sido testigos de sus perpetuas derrotas, de sus debilidades. Engañados por su vano parlamentarismo, los hemos visto derrotados en casi todas las cuestiones por los oradores del gobierno. Y cuando no hace mucho, acusados ante los tribunales por delito de asociación y de reunión, se han tenido que explicar a la vez ante el país y ante el poder, ¿no se han confundido por esa misma legalidad a qué nos convidaban y de qué se hacían intérpretes? ¡Qué defensa más miserable! Después de tantos y tan ruidosos debates, ¿podemos negar al fin que en el fondo no tienen nuestros representantes otras ideas, otras tendencias ni otra política que la política, las tendencias y las ideas del gobierno?

Así, gracias a ellos; le sucede a la joven democracia lo que al viejo liberalismo, con el que se pretende que está en consorcio: el mundo empieza a separarse de ambos. La verdad, la libertad, el derecho no están más en uno que en otro partido. Se trata, pues, de revelar al mundo, Con testimonios auténticos, el verdadero pensamiento del pueblo; de legitimar sus aspiraciones de cambio y su derecho a la soberanía. ¿El sufragio universal es una verdad o una ficción? Se ha pensado en restringirlo nuevamente y es indudable que, fuera de los trabajadores, muy pocos lo toman en serio.

Se trata de manifestar a la democracia obrera -puesto que ha dado sus votos a hombres que no la representan, por carecer de la suficiente conciencia de sí misma y de su idea- bajo qué condiciones entra un partido en la vida política; cómo habiendo perdido las clases superiores de una nación el sentido y la dirección del movimiento, toca a las inferiores apoderarse de esa dirección y darle sentido; cómo, por fin, un pueblo que es incapaz de regenerarse por medio de la sustitución en el poder de unas clases por otras, está condenado a muerte. Se trata de hacer comprender a la plebe francesa que, si en 1869 tiene aún la peregrina idea de ir a ganar por cuenta de sus patronos otra batalla como la que les ganó en 1863, puede muy bien quedar aplazada su emancipación para dentro de medio siglo.

Porque, no lo duden, amigos míos: esa protesta mediante boletas en blanco, tan poco comprendida y tan mal recibida, de que el público, sin embargo, se preocupa siempre y el mundo político practica en todas partes; esa declaración de absoluta incompatibilidad entre un sistema vetusto y nuestras más caras aspiraciones; ese estoico veto, al fin lanzado por nosotros contra presuntuosas candidaturas, eran nada menos que el anuncio de un nuevo orden de cosas, nuestra toma de posesión como partido del derecho y de la libertad, el acto solemne de nuestra entrada en la vida política y la notificación al viejo mundo de su próxima e inevitable caída.

Les había prometido, ciudadanos, explicarme acerca de estas cosas; cumplo hoy mi palabra. No juzguen el libro por su extensión; hubiera podido reducirlo a cuarenta páginas. No encontrarán en él más que una idea: la Idea de la nueva democracia. Pero he creído útil presentar esta idea en una serie de ejemplos, a fin de que amigos y enemigos sepan de una vez lo que queremos y con quién tienen que entendérselas.

Reciban, ciudadanos y amigos, mi fraternal saludo.

P. J. Proudhon.




Notas

(*) Véase el Apéndice.

1) Proudhon imagina que el triunfo de la oposición, lejos de desagradar al gobierno, le resulta al contrario secretamente simpático. ¿No es en efecto el mejor expediente para disciplinar las fuerzas revolucionarias y evitar los peores desórdenes aceptar en el Cuerpo Legislativo una oposición cuyas manifestaciones no podrían ser peligrosas? Proudhon, en un trabajo suyo titulado, Los demócratas juramentados y los refractarios, pone en boca de la oposición esta sugestión dirigida al gobierno: Vuestra prudencia, Señor, sabrá comprender nuestra reserva y tener cuenta del sacrificio de esta fiel oposición. Nosotros hacemos algo mucho mejor en este momento que prestar juramento a vuestra Majestad; nosotros le damos seguridad de librarlo de molestias, restricciones y anomalías que paralizan el sufragio universal. (pág. 73).


Índice de La capacidad política de la clase obrera de Pierre-Joseph ProudhonNota introductoria por Gustavo ChandeyCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha