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División de los delitos

Hay delitos que destruyen inmediatamente la sociedad o a quien la representa; otros ofenden la seguridad particular de un ciudadano, en su vida, sus bienes o su honor; y algunos otros son actos contrarios a lo que cada cual está obligado a hacer o a no hacer en vista del bien público.

Cualquiera acción que no esté comprendida dentro de estos límites, ni puede ser llamada delito ni castigada como tal, sino por aquéllos que tengan algún interés en llamarla de tal modo. La incertidumbre de estos límites ha producido en las naciones una moral que contradice a la legislación, por ser diversas las legislaciones que se excluyen recíprocamente, con el ejemplo de una multitud de leyes que al más prudente le exponen a las más rigurosas penas. Por ello son tan vagos y oscilantes los nombres de vicio y virtud, con la incertidumbre consiguiente que produce el letargo y el sueño fatal en los organismos políticos. La opinión que debe tener todo ciudadano de poder hacer cuanto no sea contrario a las leyes, sin temer otro inconveniente más que el que pueda nacer de la acción misma, tal es el dogma político en que los pueblos deberían creer, así como sus supremos magistrados. con la incorrompible custodia de las leyes, debidamente predicada: sacro dogma sin el cual no puede haber sociedad legítima, justa recompensa del sacrificio que los hombres hicieron de aquella acción universal sobre todas las cosas, que es común a todo ser sensible y que no tiene otros límites más que las fuerzas propias. Tal es el convencimiento que forma las almas libres y fuertes y las mentalidades luminosas lo que hace vigorosos a los hombres, virtuosos, con aquella virtud que sabe resistir al temor, y no con la prudencia acomodaticia, digna tan sólo del que puede sufrir una existencia precaria e incierta.

Todo el que lea con mirada filosófica los códigos y anales de las naciones, hallará casi siempre que los nombres de virtud y de vicio, de buen ciudadano y de reo, cambian con las revoluciones de los siglos, no en razán de las mutaciones que acaecen en las circunstancias de los países, y, por consiguiente, siempre conformes al interés común, sino en razón de las pasiones y de los errores que agitaron sucesivamente a 1o's distintos legisladores. Y muy a menudo verá que las pasiones de un siglo forman la base de la moral de los siglos venideros; que las pasiones fuertes, hijas del fanatismo y del entusiasmo, debilitadas y roídas, digámoslo así, por el tiempo, que reducen todos los fenómenos físicos y morales al equilibrio, poco a poco forman la prudencia del siglo y el instrumento útil en manos de los fuertes y hábiles.

De este modo nacieron las obscurísimas nociones de honor y de virtud, pues así como la acción del tiempo hace que se cambien los nombres de las cosas igual que se cambia el de los ríos y las montañas, dentro de los confines de la física; así sucede también con la geografía moral.


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