Presentación

El ensayo de Walter Bagehot (1826-1877), La Constitución inglesa, que aquí publicamos, fue escrito entre 1865 y 1867, en artículos para la revista The Fortnightly Review, mismos que finalmente fueron editados en libro.

La tesis de Bagehot se centra en precisar que el éxito de estabilidad logrado por el sistema político británico devenía, no como generalmente se suponía, de una estricta observancia de la división de poderes sino, por el contrario, de la estrechísima unión entre los poderes Legislativo y Ejecutivo, a través del denominado gobierno de gabinete.

El meollo del alegato de Bagehot parte de la comparación que realiza entre el sistema presidencialista norteamericano y el parlamentarismo británico.

Bagehot, fiel a su temperamento inglés, tiende a defender e incluso, en nuestra opinión, a sobrevalorar los alcances del parlamentarismo británico poniéndole muy por encima del sistema presidencialista norteamericano.

El discurso que utiliza, impregnado por un, a veces insoportable tufillo de supremacía inglesa, conlleva a situaciones bastante curiosas e incluso interesantes. En efecto, Bagehot llega a sentenciar que el sistema parlamentario británico tan sólo puede entenderse y rendir los óptimos frutos que ha rendido, porque ha ido conformándose a través de los siglos en estrecha comunión con el desarrollo de un país, Inglaterra. Tan contundente afirmación pasa por alto el cúmulo de influencias políticas de otros países y regímenes, que el sistema político británico ha tenido a lo largo de su historia. Así pues, lo exagerado de esta afirmación nos conduce a guardar reservas sobre ella.

La casi obsesiva tendencia a sobrevalorar el sistema monárquico constitucional con las características propias de su desarrollo en Inglaterra, comparándolo con el sistema imperante en los Estados Unidos de Norteamérica, no necesariamente conlleva a la denostación del regimen presidencialista, sino más bien lo que sucede es que Bagehot tiende a elevar al séptimo cielo la unicidad del sistema monárquico británico, enfatizando en todas y cada una de sus bondades, y repitiendo hasta la saciedad el estribillo de que ese sistema, el monarquismo constitucional británico, tan sólo puede funcionar en Inglaterra.

La lectura de La Constitución inglesa, de seguro enriquecerá notoriamente el acervo jurídico y político del lector, viniendo a ser casi obligada para todo aquel interesado en la historia del derecho constitucional.

Chantal López y Omar Cortés