¡¡¡AGUAS!!! LA PRESIÓN ESTÁ SUBIENDO

De unas semanas a la fecha algo está sucediendo, puesto que una serie de movimientos especulativos han colocado el precio del dólar muy por arriba de las espectativas. Dicen, los que de ello saben, que tales movimientos se deben al nerviosismo que está generando el posible cambio de política por parte del Tesoro norteamericano, el cual, en cualquier momento determinará el paulatino retiro de inyección de capital a los mercados, lo que de inmediato acarreará un movimiento al alza en las tasas de interés. Esto que, en efecto, puede ser una causa de la volatilidad que el mercado cambiario ha presentado, la verdad que no nos convence del todo. Mas bien pensamos que la señalada volatilidad va relacionada con la discusión que habrá de generarse en el Congreso en torno a la distribución y monto del presupuesto de egresos para el año fiscal de 2015. Ahí, en nuestra humilde opinión, es quizá posible encontrar la razón del movimiento al alza en el valor del dólar.

El presupuesto de egresos, hasta donde sabemos, viene acompañado de una serie de medidas muy poco ortodoxas, y que en cierto sentido revientan o dejan de lado la trayectoria seguida en sexenios pasados, relativa al manejo de los dineros.

Prácticamente, hasta donde podemos entender, la tendencia de mantener a capa y espada la machacona idea del famoso déficit cero, es de plano abandonada, acrecentandose el déficit sobre el producto interno bruto, lo que en lenguaje común se traduce en la tendencia a cimentar los proyectos de inversión sobre la adquisición de deuda.

Este cambio, por supuesto que pone los pelos de punta a cualquiera que haya vivido una parte importante de su vida profesional, como fue nuestro caso, durante las décadas de 1980 y 1990.

Quienes en aquellas décadas de triste memoria desarrollábamos nuestras actividades profesionales, bien conocimos, en carne propia, los desastrosos efectos del sobre endeudamiento en la administración pública, ya que muchísimos de nuestros proyectos y labores fueron truncados por un panorama económico espantoso de terribles devaluaciones.

Por supuesto que no deseamos que eso vuelva a repetirse, porque no queremos ver a nuestros hijos o nietos pasando por los tragos amargos y las desilusiones por las que nosotros transitamos. No se trata, pues, de un asunto de discusión teórica de la economía, se trata de algo sumamente práctico: ¡queremos garantías plenas de que la administración pública no caera en los excesos del pasado, endeudándose en pos de quimeras, de sueños guajiros!

Ya conocemos a lo que llevan los aceleres, las cuentas faciles, en pocas palabras, las estupideces de los políticos que se empeñan en tratar de ver todo color de rosa. Igual conocemos el actuar de los oportunistas que buscan sacarle partido a todo lo que pueden, aprovechando determinadas coyunturas.

Las cosas no están para andar nuevamente recreando mundos fantásticos, asi que hay que tener mucho, muchísimo cuidado en lo que hacen los señores del poder, muy dados a la costumbre de hacer lo que les viene en gana dejando que los efectos negativos de sus aceleres caigan ni mas ni menos que sobre las espaldas de las personas comunes.

¡Que se nos entienda bien, que no se nos malinterprete! No nos oponemos a la adquisición de deudas, siempre y cuando las mismas estén claramente presentadas y sobre todo muy bien determinado el uso de esos recursos, y por supuesto, que tales deudas, no rompan la lógica de lo posible, y por posible entendemos que sean manejables, que no pongan en riesgo los dineros y posibilidades de la nación.

Insistimos en esto porque, a guisa de ejemplo, no viene mal el recordar todo el escándalo y acelere que produjo el dasatinado anuncio en relación a la construcción de un nuevo aeropuerto para la ciudad de México.

Se presentaron maquetas, se hicieron programas promocionales, bueno, hasta se determinó un encargado del proyecto.

Ahora bien, el que haya un nuevo aeropuerto parece algo razonable, pero ... de golpe y porrazo se soltó el baile de los presupuestos, y los costos se fueron por las nubes. Incluso, el señor al que, quien sabe por qué motivos, se adelantó como director de esa obra, tiene fama de ser en exceso gastalón en sus proyectos, o sea que parece que es de esos arquitectos que al inicio calculan en 15 el costo, pero que al final resulta que el mismo se elevó a 200. Y de ser eso cierto, entonces, por supuesto, ese señor no debería, por ningún motivo, ser el encargado de la elaboración de tal proyecto, porque de seguro que nos llevaría al baile. Y preciso que nos llevaría al baile, porque ese aeropuerto se construiría con dinero público, esto es, con dinero de todos, por lo que si salen con sus bobadas de abismales diferencias entre el presupuesto de origen y el que resulte al final, pues los que tendremos que pagar la diferencia seremos nosotros, las personas comunes.

Ahora que quien sabe qué enjuagues se traigan con el susodicho presupuesto, y quien sabe que maldades o a lo mejor bondades, anden ideando nuestros representantes populares. Por supuesto que en algún momento deberemos de enterarnos, aunque por desgracia eso casi siempre sucede cuando ya nos dieron una revolcada de pronóstico reservado. Ni modo, asi están por el momento las cosas en México y no nos queda más que apechugar.

Sin embargo, no está de más el señalar que hay en el ambiente un sentimiento muy fuerte de recelo en relación con el actuar de la administración pública.

Hay en el aire algo que presagia tormenta. Como que la gente ya esta llegando a su tope, y además, cosas raras están sucediendo.

Aparte de lo del dólar hay otros indicativos que dan pábulo de que algo se está moviendo debajo del agua. Espero equivocarme pero ... ¿quién sabe?

En fin, es de esperar que las cosas transcurran por senderos benéficos para todos, abandonándose las tentaciones de los aceleres que a nada bueno conducen.

Octubre de 2014
Omar Cortés