NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA

En nuestro México lindo, este año que recién empieza, no parece pintar nada bien porque con el fin de darnos una sacudida, las autoridades comienzan el año pasándonos la factura de su falta de previsión y, claro está, también de sus aceleres, al decretar un aumento desproporcional en el costo de las gasolinas, generado, entre otras cosas, por la terquedad de buscar acelerar un proceso que normalmente necesita de más tiempo y, por ende, de más previsión. Nos referimos, por supuesto, al proceso de liberalización del mercado de la gasolina.

Por motivos que realmente no están claros, a las autoridades competentes se les ocurrió adelantar todo, y parece que están que se les queman las habas por llevar a cabo determinados proyectos. Y así, lo que originalmente estaba previsto para ponerse en marcha en el 2018, se adelantó un año, y como es lógico, se armó un desbarajuste de pronóstico reservado, máxime si tomamos en cuenta que en nuestro México lindo el mercado de la gasolina siempre ha estado manejado bajo un criterio monopólico, por lo que toda la infraestructura pertenece a una sola empresa, y como no es asunto de enchilame otra el crear de la noche a la mañana una infraestructura que responda al criterio de libre mercado que pretende instaurarse, pues ello generó un corto circuito de considerables proporciones, manifestándose, principalmente, en el desabasto del producto en una gran parte de la República. Y paralelo a esto, las autoridades pusieronse a hacer cuentas alegres, lo que les llevó a decretar un desproporcional aumento en la gasolina que ha generado un enorme descontento público.

Quemar artificialmente etapas, no es necesariamente el mejor camino para alcanzar, de manera sana y correcta, los objetivos fijados, y esto parecen no entenderlo nuestras autoridades. Todo proceso necesita, forzosamente, de un tiempo mínimo para llevarlo a buen puerto, por lo que el acelerarse y querer que las cosas transcurran de golpe y porrazo no es, para nada, lo correcto.

La decisión que han tomado las autoridades es incorrecta en todos los aspectos, porque parece más producto de la desesperación que de la prudencia y el sentido común que siempre deben de privar en este tipo de asuntos.

El problema no es si sube o baja la gasolina; si aumenta demasiado de precio o no, sino el hecho de que parece haberse perdido la brújula, y da la impresión de que las autoridades están dando auténticos palos de ciego, sin ton ni son.

No somos tan estúpidos como para no entender que el cambio que se está planteando es de enorme trascendencia, y que por lógica, por simple sentido común, no puede manejarse bajo una perspectiva de inconsciente acelere.

Es entendible, es lógico, el preveer que ese cambio genera de por sí un alto costo. Nadie, en su sano juicio, puede llegar a suponer que un cambio como el planteado puede lograrse sin tener que enfrentar un agudo problema de elevación de costo del producto, máxime en los momentos actuales cuando nuestra moneda esta siendo prácticamente vapuleada en el campo internacional y el precio del petróleo tiende a la alza. Lógico resulta, pues, que el costo de la gasolina tienda a elevarse. Pero este no es realmente el problema, el problema es que las cosas están haciendose a lo loco, sin metas claras, salvo, quizá, la de buscar quedar bien con las empresas o compañías inmersas en el asunto del negocio de la gasolina. En pocas palabras, pareciera ser que la preocupación de las autoridades es la de garantizar una buena ganancia a quienes inviertan en la conformación de la infraestructura necesaria para la liberalización del mercado de la gasolina, dejando al garete a la nación en su conjunto. De ser atinada nuestra suposición, no sería la primera vez que las autoridades actuasen en tal sentido. Ya existen en el pasado reciente varios ejemplos al respecto.

Ahora bien, ante el hecho, aparentemente consumado, del aumento al precio de la gasolina, deberemos actuar a la altura de las circunstancias, esto es, comportarnos como personas maduras y sensatas. Nada vamos a lograr mentando madres a diestra y siniestra, ni denostando e insultando abiertamente a las autoridades respectivas. Debemos, eso sí, estructurar estrategias y organizarnos para lo que puede venir. Como siempre, no contaremos más que con nosotros mismos, asi que no salgamos pidiendole peras al olmo. Por desgracia vivimos momentos en los que las autoridades han estado dando muestras de un infantilismo increible, usando un doble discurso y mintiendo de manera descarada cada que oportunidad tienen.

Incapaces para consultar a la población buscando que, entre todos, encontremos las soluciones mejores a los problemas que vivimos, actúan de manera autoritaria bajo impulsos y berrinches inauditos. Como si no existieran más que ellos y su santa voluntad en el mundo. Hacen, en pocas palabras, lo que se les pega la gana sin consultar ni pedir la opinión de nadie, creyéndose muy, muy, cuando en la realidad dan lástima por lo patético de su accionar. Pero como bien dice el dicho popular: no hay mal que por bien no venga, y ojalá uno de los beneficios de todo este sainete sea que, por fin, la mayoría de la población tomemos consciencia y logremos construir un futuro más efectivo para todas y todos.

Enero 2017
Omar Cortés