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Al Sr. Torres

Villa Cecilia, Tamps., octubre 18 de 1928

Sr. Torres:

Muy estimado compañero: Salud.

Voy a referirme a tu apreciable carta fechada el 15 del presente mes que acabo de recibir juntamente con un giro postal por valor de $14.00 para ayuda de la publicación de nuestro vocero Avante, ayuda que saldrá publicada en este mismo número, pues el anterior creo que a esta fecha ya deben ustedes haberlo recibido.

En tu misma carta noto el interés que tienes para que discutamos la conveniencia de adoptar el comunismo de Estado como medio más práctico para llegar al fin, o sea, al comunismo anárquico.

Pero lo que yo deduzco por todo lo que me dices que has leído, es tu marcada inclinación comunista-autoritaria:

Tal vez exista en tu mente el sano propósito de desengañarte respecto del más lógico procedimiento que habrá que seguir para llegar al establecimiento de una sociedad anarquista, pero juzgo hermano, que lo que te arrastra a entrar en la discusión es el convencimiento que ya tienes acerca de la necesidad de establecer primeramente la dictadura del proletariado; te ha mareado en verdad la lectura de El Machete y todas las obras que ese periódico recomienda, y poco te has ocupado de leer obras de reconocidos autores anarquistas que te despejen el camino para llegar al establecimiento de la sociedad de nuestros sueños, obras donde podrías encontrar material de sobra para disipar tus dudas y en donde encontrarías la imposibilidad de alcanzar la libertad por medio del comunismo de Estado o comunismo de cuartel como yo le llamo.

Y la dictadura del cuartel es la dictadura del sable, la dictadura de la fuerza bruta que es la que domina en Rusia; con la agravante de que la dictadura del proletariado es la dictadura más cruel que se haya visto. ¿Qué no has oído decir que no hay peor cuña que la del propio palo? Pues prácticamente lo estamos viendo en Rusia, en donde no existe la libertad de pensar, mucho menos de obrar como uno piense.

¿Sabes por suerte en donde se encuentran los anarquistas en Rusia? Pues todos se encuentran encerrados tras las rejas de las prisiones heladas de Siberia. Por supuesto que no los encontrara nadie acusados de ser revolucionarios, sino acusados con cargos denigrantes, como acontece en los demás países dominados por la burguesía.

Frescos están todavía los restos de nuestros queridos camaradas Nicolás Sacco y Bartolomeo Vanzetti quienes fueron acusados de asesinato y robo.

Lo mismo o peores cosas acontecen en Rusia actualmente bajo la dictadura del proletariado. Y sin embargo, acá entre nosotros nos aparentan lo contrario. Se mezclan entre los trabajadores para conmemorar el 1º de mayo; trabajaron contra la burguesía norteamericana para obtener la libertad de los camaradas Sacco y Vanzetti; y ahora pretenden dirigir a las multitudes para conmemorar el aniversario de la muerte de aquellos inolvidables camaradas, a quienes en Rusia bajo la dictadura del proletariado se habría cometido con ellos el mismo crimen. Por eso los llamo jesuitas discípulos de Loyola.

Pero haciendo a un lado estos cargos y otros muchos que podría yo hacer a los comunistas de Estado, vamos, hermano, ¿crees tú poderte enseñar a nadar sin disponer de un estanque de agua?

Es claro que me dirás que se necesita el agua para hacer la práctica indispensable para saber nadar. Pues sucede lo mismo para los que ansiamos ser libres. Nos enseñaremos a ser libres y a amarnos los unos a los otros no bajo la dictadura que nos priva de toda libertad, que nos ata las alas, sino bajo un ambiente de completa libertad donde nuestra imaginación y nuestros sentidos tengan amplia libertad de obrar de acuerdo con nuestros deseos y necesidades.

Y las dictaduras nunca enseñan a los pueblos a ser libres; las dictaduras los conducen a la esclavitud, a ser sumisos y obedientes, a ser buenos soldados dispuestos al sacrificio, pero no los conducen a obrar y pensar según su voluntad, porque los pueblos sujetos al yugo de la disciplina no tienen voluntad propia; bajo las dictaduras sólo se les enseña a obedecer.

Con el cambio de personajes en la maquinaria oficial, ningún beneficio recibe el pueblo trabajador, como ya lo hemos visto en la historia de todos los pueblos sometidos a la esclavitud de los gobiernos, de todos los gobiernos, desde el más despótico o absoluto hasta el más benigno que será para ti el gobierno de la dictadura bolchevique o comunista estatal.

No, hermano, no es posible enseñar al pueblo a ser libre estableciendo una dictadura. El pueblo tiene buen sentido y una admirable iniciativa en casos de emergencias encaminada a su propia conservación.

Cuando se han encontrado atacados por todas las calamidades nunca han sido los gobiernos quienes hayan sacado de sus apuros a los pueblos, los pueblos mismos se prestan mutua ayuda; los gobiernos no sirven más que de estorbo, hasta impedir la marcha progresiva de su propio mejoramiento hacia una vida mejor y humana.

Para llegar al comunismo anarquista es preciso comenzar por la completa abolición de la propiedad privada, y el comunismo de Estado es el primer acaparador de todo. Prohibe la propiedad individual para absorberlo después él todo. El Estado debe ser el único dueño, el único dictador y el único que manda. La ley tiene que ser enemiga, es la cadena de los pueblos atados al yugo, y el comunismo de Estado tiene que funcionar conforme a la ley.

Voy a dar término a esta carta no sin mencionarte la idea que tuve desde un principio de decirte que no te había contestado tu primera misiva porque tenía ya el propósito de darte a conocer primero los notables artículos que sobre anarquismo está publicando Avante firmados por G. C. Clemens, americano también pero de ideas muy contrarias a las de los americanos que tú has leído.

Los brillantes artículos de Clemens tienen además la gran ventaja de hablar claro la verdad desnuda de todo ropaje poético o metafísico. Pero por tu última carta veo que no los has leído, o al menos no te han llamado la atención, cuando esos artículos disipan las dudas de todo luchador bien intencionado.

Sin tiempo para más, se despide fraternalmente tu compañero y amigo,

Librado Rivera

Del periódico Avante, 15 de noviembre de 1928.


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