Índice de Utopia de Tomás MoroAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

De las ciudades y señaladamente de Amaurota

Puede decirse que quien conoce una ciudad las conoce todas, tan semejantes son unas a otras en lo que consiente la naturaleza del lugar. Os describiré una cualquiera de ellas, mas ¿por qué no escoger Amaurota? Es la más digna de ello, pues, con el consenso de las restantes ciudades, es ]a sede del Consejo. Yo es la que más amo, por haber vivido allí cinco años seguidos. La ciudad de Amaurota está asentada sobre la ladera de una colina no muy alta y su forma es casi cuadrada. Su anchura empieza un poco más abajo de la cumbre de la colina y se extiende aún dos millas hasta llegar al río Anhidro. Su largura es algo mayor que la de la orilla de este río. Nace el Anhidro de una pequeña fuente que está veinticuatro millas más arriba de Amaurota, pero es engrosado por otros ríos pequeños y arroyos, entre los cuales hay dos de bastante caudal. Delante de la ciudad tiene media milla de ancho y luego se ensancha más. Cuarenta millas más allá de la ciudad desagua en el océano. En todo el espacio que separa el mar de la ciudad, y hasta algunas millas más arriba de ésta, asciende y desciende el agua con rápido movimiento durante seis horas. Con la marea alta el mar llena de agua salada Anhidro en una largura de treinta millas, empujando hacia arriba el agua dulce, a la que cambia de dulce en salobre. Luego el agua va dejando de ser salada y torna a tener su prístino sabor dulce cuando atraviesa la ciudad; la que llega al mar con la marea menguante es ya potable. Sobre el río, y situado en el punto más alejado del mar, hay un puente hecho, no de madera, sino de piedra y con preciosos arcos, para que puedan pasar los barcos sin estorbos. Tienen también otro río, que en verdad no es muy grande, pero que es manso y agradable. Nace de la misma colina en que está asentada Amaurota, baja por una ladera, pasa por en medio de la ciudad y desemboca en el Anhidro. Y porque nace un poco fuera de la ciudad, los amaurotanos han rodeado su fuente principal de obras de defensa, y lo han unido así a la ciudad. Hacen esto para que su enemigos, si hay guerra, ni puedan detener ni cambiar su curso, ni envenenar sus aguas. Han construído canales de ladrillo que desde allí llevan el agua en diversas direcciones hacia la parte baja de la ciudad. Donde esto no es posible, por no consentirlo el terreno, recogen el agua de lluvia en grandes cisternas, que les hacen un gran servicio. Ciñe la ciudad una alta y recia muralla de piedra con muchas torres y bastiones. Un foso seco, ancho y profundo, lleno de zarzas, circunda la muralla por tres lados; en el cuarto, el propio río sirve de foso. Las calles de la ciudad han sido arregladas de modo que son muy cómodas para transitar por ellas; son además muy hermosas y están al abrigo de los vientos. Las casas son bellísimas, y están juntas, sin separación alguna, formando una larga hilera en el lado de la calle. Las calles tienen una anchura de veinte pies; hay vastos jardines, que quedan cerrados por las partes traseras de los edificios de otra calle. Todas las casas tienen dos puertas, una que da a la calle y otra al jardín. Las puertas no están nunca cerradas; sus dos hojas se abren con sólo empujarlas y luego se cierran solas. Entra en las casas quien quiere, porque nada hay en ellas que sea de alguien. Los moradores han de mudarse de casa cada diez años, lo que se decide por insaculación.

Cuidan mucho de sus jardines los utópicos. Tienen en ellos vides, árboles frutales, hierbas y flores. En parte alguna he visto nada tan hermoso. Su afición a ocuparse de sus jardines no les viene solamente del gusto que de ello reciben, sino también del afán de emulación, de la lucha que se emprende entre los vecinos de calle y calle por ver quién tiene el más bello jardín. El mismo Rey Utopo quiso desde el principio que la ciudad tuviera la hechura que ahora tiene, mas, viendo que no bastaría para ello la vida de un hombre, dejó el trabajo de hermosearla en manos de sus sucesores. Sus anales, que describen la historia de 1760 años - desde la conquista - dan testimonio de que las moradas eran en los primeros tiempos casas muy bajas o míseras chozas de pastor, malamente construídas con maderos, con las paredes de barro y las techumbres de paja. Las casa de ahora tienen todas tres pisos, uno encima de otro; las paredes externas son de piedra o de ladrillos. Los techos son planos y cubiertos con cierto género de estuco que cuesta poco dinero, el cual no deja que el fuego los dañe o los destruya; estos techos resisten mejor las inclemencias del tiempo que el plomo. Los utópicos usan mucho el cristal, y ponen cristales en las ventanas para que no pase el viento, y a veces un lienzo flnísimo empapado en aceite o ámbar, lo que tiene las dos ventajas de que entre más luz y menos aire.

Índice de Utopia de Tomás MoroAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha