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CAPÍTULO V

Justicia y policía en una sociedad comunista libertaria.

El derecho comunista libertario

Existen pocos problemas a propósito de los cuales reine en los medios de los comunistas y anarquistas, tanta confusión y tanta divergencia de ideas como en lo que atañe al derecho, a la justicia y al mantenimiento del orden público por una policía cualquiera.

Muchas veces nos ha ocurrido oír a un camarada individualista exponer que la existencia de toda justicia y de toda policía es inmoral y condenable, porque constituye un abuso de poder que un individuo ejerce sobre otro y por lo cual sería imposible mejorar una u otra institución o perfeccionar y hacer más humanos los diversos medios de protección de la civilización existente:

Abolición de toda justicia y de toda policía en una sociedad nueva. En vez de mejorar el sistema penal, no hay más que demoler todas las cárceles o transformarlas en hospitales.

Ningún individuo tiene derecho a emplear la violencia contra otros individuos.

Y si hay individuos que ejercen violencia contra otros individuos -hemos replicado con frecuencia- ¿qué hacer si nuestras hijas o nuestras mujeres son atacadas en plena calle por vagabundos, no sólo a la caída de la noche, sino quizá también a plena luz del día, no estando seguros los caminos ni las calles?

Buscáis dificultades: el noventa y cinco por ciento de los crímenes, en la socieda actual, se cometen contra la propiedad.

Hay camaradas anarquistas con quienes es imposible discutir semejantes problemas. Y no obstante, debían de reconocer que, si los delitos contra la propiedad disminuyen y desaparecen en sociedad comunista, pueden existir otros delitos, los de naturaleza sexual, por ejemplo, que se triplican o duplican en número. Pues cuando todo obrero y todo campesino encuentre más bienestar material y más horas dlsponibles para el reposo y para el goce, cuando hombres y mujeres ya no sean viejos desde la edad de cuarenta años a causa de un trabajo demasiado duro, es natural que los casos se multipliquen donde dos o tres hombres deseen poseer a la misma mujer, y allí donde las jóvenes corran peligro por razón de su belleza y de su frescura.

¿Por qué negar las dificultades que podrán y deberán presentarse en vez de tratar de resolverlas?

Nos acordaremos siempre de aquel joven camarada individualista -que desearía que las dificultades así surgidas fuesen resueltas espontáneamente.

No tenemos más que hacer sucesivamente la ronda por la noche -opinaba-, cuando las calles están muy poco seguras. Sólo tenemos que hacernos justicia espontáneamente, pero no en forma de una policía y de una justicia profesionales.

Nos hemos atrevido a responder que ese nuevo regimen espontáneo se llama en América el linchamiento y que, comparada con esa solución, preferiríamos mucho más la sociedad existente donde el delincuente tiene al menos derecho a defenderse ante un tribunal, en lugar de ser ahorcado espontáneamente por gentes que se han impuesto ellas mismas como jueces.

Y para probar que Derecho y Justicia, así como la Policía, son perfectamente propios de ser mejorados y perfeccionados, y que, nuevamente en estos dominios, no se trata en el fondo más que de quitar a esas instituciones su carácter capitalista, parcial y arbitrario, hemos expuesto con frecuencia cuestiones como las que siguen y que están tomadas en la vida de todos los días:

¿Tenemos algo que decir contra la presencia de guardianes en los museos públicos? ¿Guardianes que vigilan para que los cuadros no sean estropeados o destrozados por locos o por granujas?

Esto no sucederá en una buena sociedad.

Por lo tanto, ¿negáis no solamente los delitos sexuales, sino que negáis quizá también los delitos cometidos por celos o por odio? ¿Negáis que un artista celoso tenga entera ocasión, en ausencia de guardianes, de destruir la obra de un colega más afortunado que él?

¡Buscáis dificultades!

¿Y negáis quizá también que puede haber personas que se embriaguen en la sociedad del porvenir? ¿Tendrán derecho a cometer actos de vandalismo con los objetos de Arte en sociedad comunista libertaria?

También hemos expuesto la cuestión de saber si es posible hacer objeciones contra los guardas de nuestros parques públicos o contra los agentes de policía que dirigen la circulación de los automóviles en las encrucijadas a fin de evitar accidentes.

En cuanto a la primera cuestión, hemos podido observar que ningún camarada individualista niega la posibilidad de la exsitencia de niños en una sociedad comunista libertaria; pero, desgraciadamente, existen todavía camaradas que suponen que todos los pilluelos y todas las pilluelas del porvenir serán correctos y prudentes como angelitos y no tendrán necesidad de guardianes.

Con el fin de poder aclarar los problemas que nos ocupan aqui y de exponer por qué la sociedad comunista libertaria tendrá su propio Derecho, su propia Justicia, así como sus propias instituciones penitenciarias y su propia Policía, examinemos un poco el origen de todo Derecho y de toda Justicia:

El instinto de la sociabilidad lleva al hombre a una vida regular en compañía de sus semejantes. Para sostener esta vida, debe obrar conforme a ciertas reglas generales que, poco a poco, han llegado a ser en la Historia el origen de un Derecho usual.

Considérese ese Derecho usual entre los pueblos más primitivos o estudiese el Derecho escrito de los pueblos modernos más avanzados, siempre y por doquiera, se ven las tendencias egoístas y las tendencias altruístas existentes en la naturaleza humana llegar a cierto equilibrio, el cual se llama Justicia, porque es la expresión de todo lo que es considerado como justo en cierta época y en cierto grado de civilización.

Es ese equilibrio, esa Justicia lo que permite la coexistencia de los individuos más distintos en una misma aglomeración de hombres, y es así la base de toda vida en sociedad.

El Derecho refleja siempre el desarrollo natural de una cierta forma de sociedad, y no existe Derecho absoluto. El Derecho cambia con la forma de la sociedad, el Derecho es el conjunto de las reglas que una comunidad determinada se prescribe a sí misma, así como a cada uno de sus miembros en particular, para que sea mantenido su equilibrio social.

En la base de todo Derecho -Derecho habitual o Derecho escrito- se descubren factores fundamentales de orden económico. Es la forma con que los hombres vense obligados a subvenir a su existencia material que preside a su Moral y que domina, en última instancia, sus usos y costumbres, así como sus concepciones de la Justicia y del Derecho que de ello se derivan.

Por tanto, si los pueblos modernos logran cambiar de manera fundamental, por medio de una Revolución Social, la estructura económica de la sociedad humana, si logran abolir la propiedad privada y substituirla por la propiedad en común al menos bajo sus formas predominantes: tierras, casas, medios de producción y de comunicaciones, etc., etc.; ese cambio económico tendrá necesariamente como consecuencia un cambio correspondiente en el Derecho público y en la Justicia.

Habremos de defender, en un porvenir comunista, los principios de la propiedad común de igual manera que la sociedad actual defiende la propiedad privada.

En sociedad comunista libertaria, una infracción de la regla general de la propiedad en común, o la explotación de un hombre en servicio particular de otro hombre, pueden constituir un delito social con la misma razón que actualmente el robo o los casos de esclavitud mantenidos por un lado y por otro.

Estaremos obligados a defender, en una sociedad comunista, los principios de la propiedad en común y de la abolición del salariado, porque, sin esta defensa, el nuevo orden social no podría continuar existiendo.

Del mismo modo que una religión nacida de una organización económica y étnica determinada, puede reaccionar sobre esa organización, como el Efecto reacciona sobre la Causa, de igual manera el Derecho y la Justicia una vez creados y desarrollados en una forma precisa, reaccionan sobre los usos y costumbres y sobre la organización económica de la sociedad cuya expresión constituyen.

Las reglas del Derecho en sus formas de evolución modernas, se dividen en reglas de órden negativo, esto es, represivo o defensivo, y en reglas de orden positivo, es decir, preventivo o reformador.

El progreso de la civilización está a la vista, desde luego, para tranquilizarnos sobre ese punto: que los actos represivos por parte de la comunidad serán cada vez menos severos y crueles en una sociedad comunista libertaria, al menos cuando haya pasado el período agitado de los comienzos.

En la Europa occidental, las masas han evolucionado hasta el punto de que ya no tolerarán, después de una revolución social, la prisión celular de la sociedad capitalista, ni los trabajos forzados, ni las crueldades cometidas contra los revolucionarios en la Rusia sovíética, donde reina el capitalismo de Estado.

Una combinación de individuos reunidos en casta, en clase social o en partido político, puede poseer la potencia material y económica que le permita imponer su voluntad, por la fuerza, al resto de la sociedad. Que esta fuerza sea bautizada con el nombre de Justicia capitalista o Dictadura del proletariado, ello no cambia en modo alguno la realidad: la opresión de las grandes masas por una minoría de la población.

Esta minoría puede lograr entonces la modificación del equilibrio social en el sentido de que Justicia será llamado en lo sucesivo todo lo que se halla en el interés de la minoría dominante de la población, e injusticia todo lo que se opone a los intereses de esa minoría.

La mayoría de la población puede reaccionar, en semejantes casos, contra la dominación ejercida por la minoría y tratar de restablecer un estado de equilibrio social mejor adaptado al respeto de los derechos de todos. Sus tentativas con ese propósito se llaman una revolución.

La Historia de la Humanidad está llena de ejemplos semejantes de la existencia de un doble Derecho: un Derecho para los vencedores y un Derecho para los vencidos; privilegios sinnúmero para la casta, la clase o el partido político dominante, o para el pueblo vencedor en su totalidad, y pesadas cargas que soportar para las masas dominadas.

El progreso de la Humanidad no puede existir más que con esfuerzos continuados hechos para uniformar el Derecho y para obtener la Justicia igual para todos.

Mas seamos justos: admitamos que lográramos, en sociedad comunista, transformar las cárceles en hospitales, conforme a las exigencias de una civilización fuertemente evolucionada hacia el progreso. Continuará siendo cierto, a pesar de todo, que los criminales que sean allí tratados, no tendrán derecho a salir de allí sino bajo severas condiciones, del propio modo que ahora los locos no salen de sus asilos más que excepcionalmente y bajo una estricta vigilancia.

En la Edad Media, era costumbre tratar a los alienados como se trata aún en nuestros días a los criminales, es decir, encerrarlos en jaulas o en celdas sin ocuparse de su porvenir ni de su curación.

Los criminales de nacimiento, herederos de los defectos físicos y psíquicos de sus antepasados, son en suma enfermos, lo mismo que los locos; y el castigo tiene tan poco influjo sobre unos como sobre otros. La Moral moderna reclama, por tanto, el tratamiento de los criminales por criminologuistas y por psicólogos especializados, y no exclusivamente por carceleros más o menos despiadados.

Mas todo eso no impide que la comunidad deba defender siempre a los individuos sanos de cuerpo y de espíritu, tanto contra los criminales como contra los locos. Y llegamos a la conclusión de que, si una sociedad comunista libertaria lograse reformar por completo, en el porvenir, todo el sistema de encarcelamiento existente en nuestros dias, y tratase, mejor de lo que lo hace la clase capitalista dominante actual, de salvar para la Humanidad a todos los individuos utilizables, esa sociedad del porvenir se verá obligada, no obstante, a poner tanto a los criminales como a los locos en estado de no causar daños a los demás hombres y mujeres.

El mejoramiento y la humanización del sistema penitenciario actual es tan posible, en sociedad cornunista líbertaría, como el perfeccionamiento de la policía.

El mayor progreso, tanto en una de esas direcciones como en la otra, será obtenido probablemente con el ensanchamiento de las medidas preventivas y con la restricción de las medidas represivas.

La reforma completa de la enseñanza y de la educación, que deberán responder mejor a la vida que en la actualidad; una vigilancia severa ejercida sobre los níños abandonados, que la comuna del porvenir deberá adoptar como pupilos suyos; los progresos de la ciencia médica y de la higiene, todas esas reformas y esos progresos serán aptos, en su conjunto, para disminuir intensamente el riúmero de los criminales y -esperémoslo así- también de los locos.

El maestro-educador y el médico velarán por la salud de los cuerpos y de los espíritus, y mejor asegurada la vida material de las grandes masas de la población hará lo demás.

Si el sistema penitenciario de nuestro tiempo tiene necesidad de ser suavizado y si la policía tiene que ser civilizada y modernizada, lo mismo ocurre con las instituciones jurídicas.

En una sociedad comunista libertaria debe crearse un nuevo sistema judicial, un sistema basado principalmente en el principio de los jurados.

A pesar de todos sus defectos actuales, los jurados representan con mayor fidelidad que los jueces de carrera, la opinión pública y la nueva moral, ambas en constante evolución.

El porvenir comunista libertario corresponderá a los jurados criminales para todos los crímenes y delitos serios o graves. Corresponderá a jurados especiales el arbitrar los conflictos ordinarios entre ciudadanos y en el seno de las familias, los casos de divorcio, de infracción a los derechos de los menores, etc.

El Derecho internacional será igualmente desarrollado y ampliado en una sociedad comunista, a fin de que los conflictos entre los pueblos puedan ser resueltos constantemente por medio del arbitraje y sin recurrir a la guerra, sin la dominación de las grandes naciones sobre las pequeñas.

En efecto, la sociedad comunista será más internacionalista de lo que lo ha sido nunca en parte alguna la sociedad burguesa y capitalista, en la cual los intereses particulares de las clases dominantes han impreso toda la vida social de un carácter estrechamente nacionalista y poco humanitario en el amplio sentido de la palabra.

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