Indice de Los seis libros de la República de Jean BodinLIBRO SEGUNDO - Capítulo sextoLIBRO TERCERO - Capítulo primero.Biblioteca Virtual Antorcha

Los seis libros de la República
Jean Bodin

LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO SÉPTIMO
Del Estado popular.


El Estado popular es aquella forma de República en la que la mayor parte del pueblo unida manda con poder soberano sobre los demás, en nombre colectivo, y sobre cada uno del pueblo, en particular. La principal característica del Estado popular consiste en que la mayor parte del pueblo tiene imperio y soberanía, no solo sobre cada uno en particular, sino también sobre la parte menor de todo el pueblo en corporación ... De tal modo, que si hay treinta y cinco tribus o partes del pueblo, como en Roma, dieciocho tienen poder soberano sobre las diecisiete restantes y les dan ley ... Cuando digo que la mayoría del pueblo ostenta la soberanía en el Estado popular, me refiero al caso en que los votos se cuenten por cabezas, como en Venecia, Ragusa, Génova y Luca y en casi todas las Repúblicas aristocráticas. Pero si los votos se cuentan por tribus, curias o comunidades, basta que haya más tribus, curias o comunidades, aunque comprendan menor número de ciudadanos; así se practicó casi siempre en las antiguas Repúblicas populares ...

En Roma, la primitiva división del pueblo, ordenada por Rómulo, era de tres tribus; posteriormente fue dividida en treinta curias, cada una de las cuales tenía por jefe un curio, el cual -dice Tito Livio- daba su voto. El rey Servio dividió al pueblo en seis clases, de acuerdo con los bienes y rentas de cada uno. La primera clase, constituida por los más ricos, tenía tanto poder como todas las demás, con tal que sus centurias -es decir, ochenta, que representaban ocho mil ciudadanos- estuviesen de acuerdo; las cuatro siguientes clases representaban el mismo número de ciudadanos. Por tanto, bastaba hallar en la segunda clase tantas centurias como faltaban en la primera, de manera que, a menudo, no se llegaba a la tercera clase, ni a la cuarta, y menos aún a la sexta. En esta se encontraba la hez del pueblo y los ciudadanos pobres, que eran, entonces, más de sesenta mil personas, según el censo que se hizo de ellos, sin contar los ciudadanos de las cinco primeras clases.

Si la ordenanza del rey Servio hubiese continuado en vigor después de ser proscritos los reyes, el Estado no hubiera sido popular, porque la menor parte del pueblo ostentaba la soberanía. Pero pronto la plebe se rebeló contra los ricos y quiso tener sus Estados aparte, con el fin de que todos tuviesen voto igual, tanto el pobre como el rico y el plebeyo como el noble. No contentos con esto, al ver que los nobles manejaban a sus clientes, se resolvió que la nobleza no asistiese a los Estados de la plebe. El pueblo fue dividido entonces en dieciocho tribus, que, poco a poco, por el paso del tiempo, llegaron a ser treinta y cinco. Gracias a las maniobras e intrigas de los tribunos, se concedió a los Estados de la plebe el poder que tenía la asamblea de los grandes Estados de las seis clases. Dado que los libertos y otros ciudadanos naturalizados en virtud de sus méritos, divididos y mezclados entre todas las tribus del pueblo romano, constituían, sin comparación, mayor número que los antiguos ciudadanos naturales, se apoderaron de la fuerza de los votos ... Pero el censor Fabio Máximo hizo inscribir a todos los libertos y a sus descendientes en cuatro tribus separadas, con el fin de conservar los derechos de las antiguas familias de los ciudadanos naturales ... Así fue hasta que el tribuno Servio Sulpicio quiso, trescientos años después, llevar de nuevo a los libertos a las tribus de sus antiguos patronos, siendo matado antes de conseguirlo. Poco después se realizó el cambio, en tiempos de las guerras civiles de Mario y Sila, para dar un carácter más popular al Estado y disminuir la autoridad de la nobleza y de los ricos ...

Cuanto he dicho servirá de respuesta a quienes sostienen que no hay, ni quizá ha habido nunca, República popular en la que todo el pueblo se reúna para hacer las leyes, instituir las magistraturas y hacer uso de los atributos del poder soberano, sino que, por el contrario, una gran parte de él suele estar ausente, en tanto que la menor parte da la ley. Basta que la voluntad de la mayoría de las tribus prevalezca, aunque solo hubiese cincuenta personas en una tribu y mil en otra, siempre que la prerrogativa del voto se garantice a todos los que quieran asistir. Es cierto que, para evitar las intrigas dirigidas a influir sobre los principales miembros de las tribus, cuando se hacía alguna ley importante, se le añadía un artículo según el cual, una vez promulgada, podría ser anulada por los Estados del pueblo, en los que estuviesen presentes, al menos, seis mil ciudadanos ...

En los cantones de Uri, Schwyz, Unterwalden, Zug, Glaris y Appenzell, que son verdaderas democracias y conservan mejor la libertad popular por ser montañeses, los ciudadanos se reúnen, a partir de los catorce años, todos los años en algún lugar público, aparte los Estados extraordinarios, y allí eligen el senado, el amán y los demás magistrados ... También en las ligas de grisones, gobernadas más popularmente que cualquier otra República, los ciudadanos celebran sus asambleas para elegir el amán, que es, en cada pequeño cantón, el magistrado supremo; qu:en ha sido amán durante tres años se pone en pie y, ante el pueblo, demanda perdón por las faltas que pueda haber cometido, tras lo cual nombra tres ciudadanos, entre los cuales el pueblo escoge uno ...

Afirmamos, pues, que la República es popular cuando la mayor parte de los ciudadanos, sea por cabezas, tribus, curias o comunidades, ostenta la soberanía. Sin embargo, Aristóteles sostiene lo contrario ... Según él, el Estado popular es aquel en el que los ciudadanos pobres tienen la soberanía y el aristocrático aquel en el que los ricos poseen el poder, sin que en uno y otro importe el número. De este modo, Aristóteles echa por tierra la común opinión de todos los pueblos, e incluso de los legisladores y filósofos, la cual ha sido siempre, es y será, señora en materia política ...

Tal absurdo deriva de que Aristóteles ha confundido la forma de gobierno con el Estado de una República ... Consideramos, pues, como indiscutible que el Estado de una República es siempre simple, si bien su gobierno puede ser contrario al Estado. Así, la monarquía es en todo opuesta al Estado popular, y, sin embargo, la majestad soberana que reside en un solo príncipe puede gobernar su Estado popularmente. En tal caso, no se tratará de una mezcla de Estado popular y monarquía, que son incompatibles, sino de una monarquía con gobierno popular, la monarquía más segura posible ... Aunque el gobierno de una República sea más o menos popular, aristocrático o real, el Estado en sí no es susceptible de comparación relativa, porque siempre la soberanía, indivisible e incomunicable, residirá en uno solo, en la parte menOr de todos o en la mayor parte ...
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