Índice de Sacco y Vanzetti, sus vidas, sus alegatos, sus cartasAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

UN LINCHAMIENTO PERIODÍSTICO

Bartolomé Vanzetti

Fuimos arrestados en la noche del 5 de mayo de 1920. En la mañana que siguió a esa noche, todos los diarios de Boston y de Cape Cod anunciaron nuestra detención, en la primera plana, con el título siguiente a toda página y en tipos enormes: Se arrestó anoche a los bandidos de Braintree. Ni más ni menos. Y había que leer qué cuento espeluznante tejieron bajo ese título para satisfacer la morbosidad del público. Este había sido informado inmediatamente que los presuntos bandidos de Braintree son rojos italianos canocidísimos y directores de huelgas. Todo esto fue realizado por los diarios de la mañana, en la primera edición del 6 de mayo.

Después de una noche horrible, sin descanso, soportando tormentos, amenazas, burlas e insultos fuimos, maniatados y escoltados por varios policías, a su oficina de fotografías en Main Street, Brockton, en la mañana del 6 de mayo. Estábamos enfermos, disgustados, ofendidos y lastimados; nuestra ropa estaba sucia y arrugada, nuestro cabello desgreñado. Sólo los que han soportado el proceso que nosotros estábamos entonces sufriendo pueden darse cuenta en qué estado físico y moral nos encontrábamos. Ya en el estudio fotográfico, mientras la policía nos escarnecía, éramos fotografiados varias veces y en diversas posiciones. Con el sombrero puesto y sin él, de perfil y de frente, parados o sentados en sillas sin respaldo. Entonces la policía eligió las dos peores fotografías para entregarlas a la prensa. El fotógrafo, un empleado de policía, fijó intencionaImente los negativos con su magistral retoque, añadiendo así su granito de arena en ayuda de la justicia. En el mismo día se reprodujeron las dos fotografías en toda la prensa; dos caras que habrían rehabilitado una galería de bribones, con nuestros nombres bajo de ellas. Todo hombre bien nacido se habría estremecido al mirar esas dos fotografías, y todo individuo que no nos haya conocido en persona, debe haber pensado: ¡qué tipo de asesinos tienen estos hombres! Este expediente de horribles fotografías es una artimaña empleada a menudo contra los extranjeros que la policía tiene entre ceja y ceja.

Las últimas ediciones nocturnas de los diarios fueron aún más virulentas y frenéticas contra nosotros. Los tipos rojos del encabezamiento se hacían cada vez más venenosos; la historia, más sensacional y aun más incierta.

La prensa capitalista, temerosa de Dios y acatadora de la ley, estaba excitando sádicamente, provocando locamente contra nosotros, y eso se creía a ciencia cierta por una población conmovida hasta el pánico por una serie de robos y de asesinatos, histérica ya contra los rojos y los extranjeros, con el instinto de la propia defensa, las morbosidades psicopáticas, los impulsos primitivos, degeneración, miedo, odio, prejuicio, patriotismo, celos; y se estaba haciendo todo eso con un martilleo tan violento y persistente que hubiera echado abajo una montaña. Y todo ello en el segundo día de nuestra detención.

Fue en la noche del segundo o del tercer día de nuestro arresto cuando leí en la primera plana de un diario, un título a toda página y en tipos rojos: El pueblo trató de linchar a Sacco y Vanzetti.

Brevemente contado lo que ocurrió fue que por la mañana un poco antes de que los presuntos bandidos fueran llevados al tribunal, muchos ciudadanos rabiosos se habían reunido cerca de la comisaría y la asaltaron intentando linchar a los detenidos, pero fueron rechazados por la policía. Estas nuevas me asombraron.

En esa mañana, antes de ser llevados al tribunal, no habíamos oído nada de extraordinario, nada que pudiera haber inducido a uno a pensar o a sospechar en un linchamiento, ningún grito de una multitud rabiosa, ningún ruido de una lucha colectiva. En el tribunal vimos muchas caras abiertamente amigas y llenas de simpatía, pero no vimos ni notamos nada hóstil en los que se hallaban presentes. Al ir y al volver de los tribunales no vimos ni oimos nada anormal, y hasta ese mismo momento ni una palabra se nos había dicho acerca del frustrado linchamiento. Dos veces, a partir de ese momento, pregunté a dos de mis amigos si eso era verdad. El primero permaneció triste ante mi pregunta y respondió negativamente. El segundo también lo negó. No sé si este último me dijo la verdad o si la negó a propósito para ahorrarme la pena de saber que el pueblo había tratado de lincharnos. Sé que el segundo la hubiera negado aun si hubiera sido un hecho para no herir mi vanidad. De modo que todavía no sé, después de seis años, si ese intento de linchamiento fue verdadero o falso. Si fue cierto, diré que esa gente había sido azuzada para lincharnos por la campaña de la prensa contra nosotros. El hecho de que éramos casi desconocidos para el pueblo de Brockton, que ninguno de aquellos que nos conocían se hubiera unido con la multitud frenética, así como lo probó su pronta y constante solidaridad; que nadie nos había identificado en ese momento como los bandidos; que cuando Sacco y Orciani fueron llevados después a South Braintree y obligados a reconstruir el robo en el lugar y ante la vista de toda la población, ninguno de ellos fue amenazado ni insultado, todo prueba irrefutablemente que si el anunciado intento de linchamiento fue un hecho, había sido pura y llanamente determinado por la prensa.

Por otra parte, si el pueblo no intentó lincharnos, entonces las falsas noticias de ello, propaladas y contadas por todas partes por la prensa capitalista demuestra que el fin de la prensa era determinar nuestro linchamiento y, habiendo fracasado en obtenerlo por medio de su lenguaje violento contra nosotros, por sus espeluznantes historias, recurrió a una cuestión directa, a una invitación al linchamiento, por medio de noticias falsas, como si dijera al pueblo: Todavía no habéis linchado a los bandidos -hacedlo ahora.

No creo que todos los que colaboraron en el linchamiento periodístico fueran manifiestamente sinceros y conscientes de lo que estaban haciendo. La policía había forjado una teoría, basando nuestra culpabilidad en el hecho de nuestra presencia en Johnson House, y de esa casa, de una especulación mental a la otra, nos llevaron al crimen de Braintree. Ahora bien, desde que era cierto que estuvimos en Johnson House, y desde que, cuando uno acepta la base de una teoría también acepta todos sus accesorios y superestructuras, es probable que alguno de nuestros posibles linchadores obraran de buena fe en el comienzo. Pero es cierto también que algunos de ellos fueron hombres de mala fe y lo han seguido siendo contra nosotros.

Por un número indefinido de causas y motivos, la policía y todo el elemento social que vive a salto de mata y tienen su pasar al margen del código criminal, husmeó instintivamente una condena en nuestro caso. Por lo que ha llegado hasta nosotros, sabemos que se ha dado en concepto de premios $70.000 a los ... que fraguaron nuestro proceso. Por supuesto, cada bribón de nacimiento, cada venal, cada rufián, cada ambicioso se dio cuenta en seguida que no tenía nada que perder y todo que ganar en abusar de nosotros y dañarnos, de modo que ocurrió, que la peor policía fue ayudada por la peor escoria; que cada uno ayudó a los mercenarios de la prensa capitalista; la peor policía y escoria social se ayudaron recíprocamente para obtener nuestra condena. No conocía limites.

Era como si cada pícaro y cada bribón tuviera su propia historia para echámosla encima. La prensa recogía todo, perfeccionando, corrigiendo, magnificando cada cuento, haciéndolo coherente y puliéndolo tanto como le fuera posible, divulgándolo a los cuatro vientos, alimentando en esta forma al público así como se alimenta a ciertos animales con pasto elegido.

(...)

Y así, durante una semana, la prensa capitalista estuvo machacando. Los títulos a toda plana se hacían cada vez más envenenados, las historias relacionadas con nosotros, cada vez más sensacionales, procesables y pasibles de pena; su lenguaje más despreciativo y virulento, más sádico y feroz. Cada detalle de esas historias con las que la prensa alimentaba al público, nos relacionaba a nosotros de un modo u otro con el crimen.

Ninguno de los ordinarios lectores y creyentes de la prensa capitalista hubiera podido resistir tal campaña y no creer cierta nuestra culpabilidad. Este linchamiento periodístico fracasó al querer determinar nuestro linchamiento físico por medio de una multitud frenética, pero, en cambio, tuvo éxito en determinar un linchamiento legal como ha sido nuestro caso, porque es esto lo que nos ha condenado en el corazón y la mente de los entonces futuros jurados.

Sé que nuestros enemigos podrían responder: Ustedes no fueron juzgados por la prensa capitalista, ustedes fueron juzgados por un proceso basado en la ley; ustedes han tenido amplia publicidad en su ayuda. Y también sé que los ladrones y rufianes, los estafadores y bribones que gobiernan el mundo y el destino humano abrirán la boca como papanatas y aprobarán tácitamente la presunción de los fraguadores de nuestro proceso y futuros verdugos. Pero los que tienen experiencia, los que por desgracia han sido juzgados y han comprendido, saben perfectamente que los prejuicios, la pre-impresiones y las pre-simpatías de los jurados son factores primordiales en su decisión subsecuente, porque ellos, los jurados, oyen, ven, perciben y comprenden a través de ellos mismos, y obraron en consecuencia cuando fueron citados y empezó el proceso.

Recordad que la lapidación moral periodística tuvo lugar en una época anormal y patológica de pánico colectivo y en estrecha relación con el ambiente antirrojo y antiextranjero, cuando todos creían que los adherentes a tendencias avanzadas eran capaces hasta de cometer crímenes; más aun, esas ideas eran consideradas en sí mismas como crímenes. Recordad que la fiscalía había rehusado insistentemente citar como jurados a todos aquellos en quienes, la parte acusadora lo sabía, no se podía tener confianza para que se sentaran junto con los hombres seleccionados por la policía de la región y que eran enemigos mortales nuestros, caracterizados e inteligentes ciudadanos. Ciudadanos inteligentes y caracterizados. Americanos cien por cien, que creían y apoyaban a la prensa patriótica y defensora del linchamiento.

Hoy en día, después de seis años de proceso, estamos convencidos de que solamente el hecho de que haber estado trabajando para una firma capitalista en el momento del crimen, nos podía haber salvado, como salvó a Orciani de las consecuencias mortales de la fotografía criminal de la prensa, haciendo campaña para que se nos condenara, comportándose cada vez en forma más ignominiosa. Hoy en día, solamente la voluntad de los trabajadores, de los revolucionarios puede detener la mano de los verdugos, quienes anhelan nuestra pronta ejecución, deleitándose en exasperarnos, apasionándose por nuestra muerte.

En la realidad histórica, realidad que es el orden del tiempo y de la naturaleza de las cosas -esta conspiración periodística de quietud, que va a ser el tema de este capítulo, fue la inevitable consecuencia del linchamiento periodístico descrito en el anterior: una necesidad de lo que en su conjunto ha sido un asesinato periodístico, perpetrado en nuestras personas por la hostilidad de la prensa reaccionaria de Boston y de Cape Cod, en particular.

Un hombre inteligente e ilustrado, pero joven y, por consiguiente, inexperto, con el que yo argumentaba sobre este asunto, meneó la cabeza y dijo:

Todo esto no ha sido premeditado ni hecho por resentimiento personal u hostilidad, sino por nada más que el interés profesional y el deber, independieptemente de planes anteriores o ulteriores consecuentes.

Si esta fuera toda la verdad, el periodismo no sería más que puro sensacionalismo, hecho exclusivamente por el afan de lucro; la campaña mortal contra nosotros llevada a cabo con la única intención de hacer dinero; los periodistas serían hombres privados de todo sentido de responsabilidad, de humana solidaridad, de justicia, de conciencia, prosperando meramente sobre la aberración humana, las desgracias, la miseria y la desdicha- una imposibilidad.

Admitimos que el periodismo amarillo es en nuestros días de galopante e histórica transición, una enorme fuente de ingresos y de perversión, por consiguiente de conservatismo y reacción, porque todo lo que degrada a los seres humanos o impide su perfección o la verdad es, por consiguiente, antirrevolucionario y regresivo. Pero nosotros negamos que la declaración de nuestro amigo sea toda la verdad sobre el periodismo; no es más que una fracción de él, porque aun el periodismo sensacional es algo muy diferente del sensacionalismo. Y, de otro modo: ¿Cómo explicar que muchos de los diarios que se dicen francos, decentes, honestos, serios, sanos, respetuosos de si mismos, fueran más rabiosamente sádicos y deshonestos contra nosotros -y eso editorialmente- que los amarillos? Esto puede ser explicado solamente por un conocimiento exacto de los fines y funciones principales de la prensa plutocrática y reaccionaria.

El tema de nuestro escrito es el comportamiento de la prensa en nuestro caso y ahora hemos alcanzado un punto en que el periodismo se hace un tema transitorio, pero que se impone; por otra parte, los dos asuntos son tan afines, están tan relacionados y entrelazados que el lector no podría comprender la significación real de nuestras palabras sin tener una idea exacta de lo que nosotros creemos que es el periodismo.

Esto nos pbliga a explicar la concepción que nos hemos formado de la prensa, para aclarar de este modo la significación de nuestras propias palabras y evitar alguna eventual falta de comprensión.

El tema es vasto como el mundo, complejo e intrincado como las probabilidades de la misma existencia humana; merecedor de que lo trate un genio. Pero nosotros solo somos bajos tipos de trabajadores italianos y nos limitaremos a lo que es más estrictamente necesario para nuestro tópico.

Sentemos la idea de que el nombre general, colectivo de prensa significa todos los periódicos, semanarios, magazines, revistas y boletines del mundo y que cada uno de ellos defiende el interés o los intereses de los individuos, o de los grupos, locales, regionales, nacionales, internacionales o mundiales; sustentando alguna profesión, comercio, secta, partido, religión o fisolofía -sea lo que fuere.

Si esto es verdad, y nos parece irrefutable, aquí estámos: Todos los intereses en conflicto, desde los locales a los mundiales, todo lo que está en conflicto, localismo, regionalismo, patriotismo, nacionalismo, imperialismo, internacionalismo y mundialismo, todos los grupos, sectas, partidos, religiones y filosofías que se entrechocan, todas las rivalidades y antagonismos y diferencias del mundo son voceadas en seguida y en seguida aprobadas o desaprobadas, combatidas o defendidas, ensalzadas o condenadas por la prensa, considerada como un todo.

A todo esto, añadid el irrebatile hecho de que cada localismo, regionalismo, nacionalismo, etc., etc., cada secta en pugna del mundo, tienen sus propias alas de la izquierda o de la derecha, su centro, sus propias diferencias internas, antagonismos y rivalidades, de mOdo que no sólo hay un conflicto general entre las unidades que forman la prensa, sino también el propio antagonismo, confusión, el propio conflicto en cada unidad y debemos concluir que la prensa, considerada en conjunto, es la Babel del siglo XX, el campo de lucha del intelecto, el Eco de esta edad de confusión.

Colaboradores ocasionales y excepcionales solo hacen más grande la confusión, por medio de insinuaciones y sugestiones cuyo significado sólo ellos conocen.

Esto es suficiente para nuestro propósito, como la prensa tomada en un conjunto. Ahora consideramos un diario particular relacionado con el propósito, fin y política hacia los que endereza su comportamiento y norma de conducta.

La publicación de varios diarios es una empresa comercial ya sea de un individuo, de un grupo, de un partido, una religión o un gran poder financiero, comercial o industrial. Todas estas diferentes posibilidades no implican diferencias apreciables en cuanto al carácter y conducta de un diario. Cada diario tiene un director, un cuerpo editorial, un cuerpo de corresponsales y reporteros. Ahora bien, todos estos deben emitir juicios y opiniones de acuerdo con lo que exige el director; el material de las crónicas es seleccionado, pulido y expuesto de acuerdo con los propósitos, política y prédica del diario; los corresponsales deben ser de tal naturaleza, manejar tales tópicos y encararlos desde el punto de vista que necesitan los directores. El director, en su plano, obedece al partido, la secta, la religión o el interés para el cual se le empleó. No presentamos pruebas en beneficio de la brevedad, pero desafiamos a cualquiera a que nos pruebe lo contrario. Es menester considerar que cada periodista tiene intereses y pasiones, que tiene una personalidad y que, como ser humano, Dante habría dicho que puede ser influíble, versátil de mil modos y maneras.

Siendo cierto todo lo que más arriba se dice, resulta:

1) Que cada publicación tiene su propia política, clara y definida, sus propios fines, intereses y propaganda.

2) Que los partidos, religiones o intereses poderosos tienen una gran prensa propia, que obedece a sus órdenes.

3) Que, por la fuerza de las circunstancias y de las cosas, y por la voluntad humana ninguna publicación puede ser neutral respecto de cosas, acontecimientos, ideas o personas con las que se trata o discute. Es menester que sea contraria o favorable a ellos.

4) Que un gran número de incoherencias, de excepciones a la regla, de inconsecuencias y contradicciones son posibles en la prensa.

Esta es nuestra opinión general del periodismo, en la que basamos nuestro pensamiento, inducción y deducción. Cerramos el paréntesis y volvemos a nuestra narración.

¿Hay uno solo que, conociendo los hechos, pueda en buena fe negar que fuimos arrestados en 1920, cuando la persecución roja estaba en su apogeo, cuando la terrible ola criminal se acrecentaba cada vez más, cuando el procurador general Palmer sacaba del erario público cien millones de dólares para una campaña periodística antirroja bajo el falso pretexto de salvar al país de la revolución, pero en realidad para el fin secreto de obtener la candidatura y ser elegido presidente de los Estados Unidos?

¿No es verdad, acaso, que una comisión de periodistas, sacerdotes, penalistas, sociólogos, etc., etc., se reunieron recientemente para estudiar las causas del crimén y los medios para prevenirlo y llegó a la única, verdaderamente risible conclusiÓn de horca y cárcel, a un sistema de penalidad aterrador como la única panacea para la creciente criminalidad esto es suprimir sin conmiseración los efectos para eliminar las causas?

¿No es verdad, acaso, que uno de los principales papeles de la prensa plutocrática y reaccionaria es combatir la idea socialista y libertaria? ¿No es cierto, acaso, que la plutocracia teme más al radical que al criminal y que está más interesada en suprimir al primero que al segundo? ¿Que el pueblo, la prensa, las autoridades y la plutocracia estaban locos por sentar un ejemplo? - ¿Quemar a alguien para escarnecer a los otros y detener la crimina1idad?

Dijimos que en cada caso de radicales llevados a los estrados de la justicia, desde los mártires de Chicago al de Ettore Giovaneti (para no sa1ir de casa) la prensa reaccionaria ha estado siempre mortalmente contra ellos, excepto el cambio de su actitud cuando era forzada a ella.

Si todo esto no es pura falsedad, entonces la prensa capitalista no tenía otros motivos y propósitos en lincharnos cuando se produjo nuestro arresto, en mantenerse quieta cuando nada malo era posible decir en contra de nosotros -nada, salvo lo que imponía el deber profesional.

Por supuesto que nadie conoce mejor que los escribas mercenarios cómo ayudar a perjudicar a una persona detenida y que va a ser procesada. Hay cientos de medios para beneficiar o dañar a un acusado. Uno de ellos consiste, considerado en conjunto, en presentar el caso al público -del que serán elegidos los futuros jurados- en un sentido favorable o contrario al detenido.

Ahora bien, sin recurrir a más razonamientos, decimos que en la época de nuestro arresto la prensa presentó el caso y a nosotros mismos al público en el peor aspecto posible. Añadid a esto el otro hecho de que los elementos sociales, de los que iban a ser elegidos los jurados, leen solamente la prensa plutocrática y creen ciegamente en ella, que no nos conocían personalmente ni comprendían nuestras ideas, que consideraban nuestros principios como una doctrina de terror y a nosotros como la personificación de la criminalidad, y convendréis que el linchamiento periodístico nos ha condenado. En efecto, Mr. Ripley, presidente de nuestro jurado, no sabía absolutamente nada de nosotros ni del crimen; nunca nos ha visto. No había visto nada del crimen ni de algo que se refiriera a él, lo que no obstó para que antes de venir al tribunal, citado como jurado, dijera, discutiendo con otro americano: Al diablo con ellos, de cualquier modo, deben ser colgados. ¿De dónde, si no de la prensa, pudo extraer ese deseo y punto de vista tan cívico, cristiano e imparcial?

Pero ¿qué sucedía mientras la prensa desarrollaba esa innoble campaña contra nosotros? La policía local, del Estado y federal, trabajaba día y noche para preparar el caso. Fuimos exhibidos a cientos de personas que vinieron a la comisaría de Brockton. No fuimos exhibidos ante grupos de personas sino ante una por una y eso bajo todos los aspectos, excepto el desnudo. Orciani y Sacco fueron llevados en un camión, enteramente cargádo con policías, a Braintree y su vecindad, y obligados allí a efectuar una reconstrucción en el mismo lugar en el que se había cometido el crimen y eso bajo los ojos de la población reunida aHí con anticipación y extremadamente trabajada por la policía. Todos los que habían visto o creyeron ver algo relacionado con el crimen, vinieron a ver, (¡Y de qué modo!). Esta reconstrucción duró una semana más o menos.

¿Y con qué resultado?

Con el resultado de que el Estado fracasó en su deseo de obtener un solo testigo que identificara a Sacco como participante en el asalto de Bridgewater, o un solo testigo que identificara a Vanzetti como participante del crimen de Braintree.

Durante el transcurso de toda la reconstrucción una sola persona identificó a Vanzetti como participante del asalto de Bridgewater; fue Mrs. Georgina Brooks, la testigo casi ciega, y dos o tres testigos identificaron a 5acco como participante del crimen de Braintree. Pero medita en esto, caro lector, no estaban seguros, en modo alguno de que Sacco fuera el hombre; tampoco lo estuvieron el próximo septiembre, en la audiencia preliminar de Sacco; sólo negaron a la completa seguridad de ello 13 meses después, en el proceso de Dedham. También, uno o dos de ellos habían identificado positivamente a otro hombre antes de venir a vernos e identificar a Sacco. Pero de los testigos del Estado hablaremos más tarde.

Aquí sólo deseamos decir esto:

¿Qué valor tiene la incierta identificación de una mujer casi ciega, cuando cientos de personas de vista normal dicen: no, no es este hombre?

¿Qué valor tiene la incierta identificación de un hombre por dos, tres o cuatro personas, cuando cientos de personas, muchas de las cuales tuvieron una mejor oportunidad que aquellas para ver el asunto, dicen: no, este no es el hombre?

Pues bien, el linchamiento periodístico ha fracasado en su deseo de finiquitar el caso por el linchamiento de la multitud. La demostración ha terminado; el Estado no tiene nada contra nosotros -excepto la determinación de condenarnos. La libertad de acción, la pública tranquilidad, la indiferencia y el tiempo son necesarios para crear y engendrar la evidencia y los perjuros. ¡Hay algo peor que todo eso! Sacco y Vanzetti no están tan absolutamente abandonados como le había parecido a sus perseguidores. Mr. Vahey y su agente Govoni, nuestros defensores (¡?!?!), informan al enemigo que nuestros amigos corren en nuestra ayuda, formando comités de defensa.

Es más difícil de lo que pareció al principio. De modo que fue necesario detener la batahola indecente del periodismo para dar a nuestros amigos la impresión de que el caso se instruía normalmente, para ocultar la hostilidad de nuestros perseguidores, para así, sin ser molestados, seguir fraguando el innoble proceso.

De otro modo, ¿qué hubiera sido capaz de decir la prensa? ¿que sus historias anteriores no fueron más que falsedades? ¿o que el Estado no tenía nada contra noostros? Esto no nos hubiera llevado a la silla eléctrica ni perdido el desarrol1o del vil proceso.

De ahí que la conspiración del silencio que siguió a su anterior tole tole, fue imperiosamente requerida por el interés de la parte acusadora.

La audiencia preliminar y el proceso grotesco de Plymouth, excepto su veredicto y su sentencia, así como también la audiencia preliminar de Sacco, pasaron casi en silencio. ¡Y sin embargo, cuántas cosas verdaderas y favorables hubieran podido y debido publicar la prensa sobre estas fases de la tragedia! Y precisamente por esta razón, para derrotarnos, la prensa reaccionaria mantuvo silencio, cuando el silencio era una necesidad de lo que en su conjunto había sido un crimen periodístico, perpetrado en nuestras personas por la prensa reaccionaria americana en general, y la prensa de Boston y de Cape Cod en particular.

Bartolomé Vanzetti

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