Índice de Relaciones entre la Iglesia y el Estado y otros artículos de Ponciano ArriagaAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

RELACIONES ENTRE LA IGLESIA Y EL ESTADO
y otros artículos

Ponciano Arriaga

Selección de Chantal López y Omar Cortés

RELACIONES IGLESIA - ESTADO
Noveno artículo



No estamos conformes, a nuestro pesar con la calificación que dan los señores editores del Telegrafo oficial a los alzados de Cordoba y Orizaba, llamando los insurreccionados, a causa del decreto núm. 94 de la H. Legislatura del Estado de Veracruz, que mandó cerrar los conventos de religiosos que no tengan ocho Sacerdotes de asistencia en la comunidad, ni estamos conformes con la opinión de que no puede el Ejecutivo general tomar providencias interín las Cámaras no declaren, si el decreto es opuesto a la Constitución y leyes generales. Los de Orizaba y Cordoba son unos verdaderos conspiradores contra las instituciones, pues, no tienen el derecho de insurrección unos cuantos para desobedecer una ley, han incurrido en el crimen de suversión, y deben clasificarse por unos verdaderos amotinados. El Ejecutivo general tiene por uno de sus deberes la obligación de reprimir todo acto que perturbe la tranquilidad pública, sea cual fuere el motivo que lo mueva, pues de lo contrario no habria Gobierno subsistente, y el sentar principios opuestos es combatir el origen de todas las sociedades y sancionar la rebelión de los súbditos: es engendrar feroces hidras, y destruir de un golpe todos los elementos que constituyen y obligan al hombre a sacrificar lo más precioso de su libertad en el depósito común para conservar el resto de los ataques del más fuerte ¿dónde iriamos a parar con la doctrina de no reprimir una asonada hasta que se califique si es o no contraria a alguna ley? ¿Hay quien ignore que sobran leyes que prohiben a los hombres la inobediencia a las autoridades reconocidas por tales? ¿Que otra cosa es la Constitución, sino un pacto solemne de obedecer a los poderes y funcionarios constituidos? ¡Dios Santo que le ha sucedido al Ministro actual! ¡Habrá reflexionado el abismo de perdición que ha abierto? ¿Cómo sostendrá sus órdenes con tan absurdos principios? Mañana dará una, y se le dice, no obedezco por que ocurro a las cámaras para que digan si es opuesta a la Constitución y leyes. Un Estado dicta las que cree convenientes usando de su facultad legislativa y algunos súbditos dicen no obedezco, hasta que se declare si son o no opuestas a la Constitución o leyes generales; forman reuniones, se preparan y hacen de recursos, buscan proselitos, y conspiran hasta destruir el gobierno establecido en el seguro de su impunidad. ¿El sostener tamañas aberraciones, se llamará constitucional? En buen castellano es destruir la Constitución y un poco más, desmoralizar al pueblo y socavar los cimientos de toda sociedad.

Las Cámaras, ni han tenido, ni tienen poder para revocar las leyes de los Estados, y el único que les concede la Constitución es el de conocer como gran jurado de las acusaciones contra los gobernadores por publicar leyes y decretos contrarios a la Constitución y leyes generales; estas leyes generales deben atenderse no todas las que dicten las Cámaras, sino las que tiendan a los asuntos generales de la Nación que es cosa muy distinta, y el que un Estado arregle los religiosoS que debe haber para tener casa abierta, o mande cerrar estas nada tiene que ver con los asuntos generales, es particular del Estado, la Constitución no habla nada de ello, ni podia hablar, ni se ha dado ley alguna por el Congreso de la Unión prohibiendo a los Estados legislar en esta materia; ¿de donde la duda? esta no existe y si existe el delito de sublevación que no tiene duda, y dejarlo correr y no reprimirlo es un crimen contra la Constitución. Perdónesenos este lenguaje que nace del amor mas puro a las instituciones a la paz y al buen nombre de la República.

El hombre público no debe confundir sus opiniones y miras particulares con los asuntos de Estado, porque no tomará sus resoluciones con toda la determinación que necesiten; elegirá medios términos y se apartará del camino más corto que le prescriba la naturaleza y la verdad de las cosas; debe evitar todo pensamiento que no se dirija al bien del Estado desconfiar del mismo y despojarse de todo aquello que sólo sea útilidad particular; esto exijimos de nuestros funcionarios, diremos algo a los gazmoños.

Los religiosos son unos axiliares de la Iglesia Católica y los gobiernos de los Estados pueden o nó admitirlos segun les convenga, y si está en su facultad recibirlos, en ella misma existe el reducirlos o cesar en la admisión; de este derecho usaron los Reyes de Francia; España, Portugal y las dos Sicilias al expulsar los Jesuitas, y lo reconoció en tan alto grado el sabio y justificado Papa Clemente XIV, que en la bula de extinción de la compañía de Jesus dada cinco años después de la expulsión, en lugar de reprehender, o censurar la conducta de los príncipes cristianos, y de imperar sobre ellos, invocó su auxilio para que tuviese efecto su disposición con estas términantes palabras: Exhortamos a todos los príncipes cristianos que con la fuerza, autoridad y potestad que tienen y que Dios les ha concedido para defensa y protección de la Sta. Iglesia Romana, y también con el obsequio y reverencia que profesan a esta silla Apostólica, concurran con sus providencias, y cuiden de que estas nuestras letras, surtan su pleno efecto, y que ateniendose a todo lo contenido en ellas, expidan y publiquen los correspondientes decretos, para que se evite enteramente que al tiempo de ejecutarse esta nuestra disposición, se originen entre los fieles contiendas, disenciones o discordias. ¿Se parece algo esta católica doctrina, a permitir la asonada de Orizaba y Córdoba? ¿No hay notable diferencia en reducir a que vivan conforme a su instituto algunos religiosos, que expulsar a centenares como se hizo con los Jesuitas? ¿Se ofendió en algo la religión de Jesucristo? ¿Acaso esta pende de los frailes? Clemente V extinguió a los templarios en dos de Mayo de 1312 y el Rey de Francia quemó a muchos. San Pioquinto extinguió a los humillados. Urbano VIII suprimió perpetuamente la congregación de los religiosos conventuales. El mismo Pontifice suprimió perpetuamente, extinguió y abolió la órden regular de San Ambrocio, y S. Bernavé Ad nemus. Inocencio X redujo a los regulares de la órden de pobres de la madre de Dios de las escuelas pias a simple congregación sin obligación de hacer voto alguno. El mismo Inocencio suprimió la órden de S. Basilio de Armenes y la congregación de los presbíteros regulares del buen Jesús extinguió perpetuamente. Clemente IX suprimió y extinguió las tres órdenes regulares que fundó San Juan Colombino, es a saber, la de los Canónigos regulares de San Jorge in Alga, la de los Gerónimos de Fiesolí, y la de los Gesuatos, dando sus considerables bienes y rentas a la República de Venecia. Todos estos Papas eran vicarios de Jesucristo y extinguieron las religiones por que de ellas no pende la conservación del Evangelio.

Los límites de nuestro periódico no nos permiten dar íntegras las reflexiones del magno Pontifice Clemente XIV dirigidas a un obispo sobre el celo de los falsos devotos, y apuntaremos algunas de ellas, dice este digno sucesor de S. Pedro: La ley antigua castigaba muchas veces de muerte a los prevaricadores, por ser ley de terror dada en medio de relampagos y truenos para intimidar al pueblo judio que necesitaba ser conmovido con castigos extraordinarios; pero la ley nueva que nació en el Calvario, a beneficio de la Sangre misma del hombre Dios, que rogó allí por sus propios verdugos, y que murió por sus enemigos, enseña á todos los hombres que el cristianismo verdaderamente es la obra de la paz, de la mansedumbre y de la caridad; que nadie puede pertenecer a Jesucristo si está animado de un espiritu de odio y de persecución; que para ser celoso según reglas del evangelio es necesario conducir con el ejemplo y la instrucción a los que impugnan los dogmas de la Iglesia y la moral.

Jesucristo nos trazó las mejores reglas que se pueden dar sobre el celo, por el modo como se portó con los Saduceos y Publicanos. Comió con los unos, y toleró a los otros, exasperándose sólo contra los Escribas y Fariceos por que estaban adictos únicamente a la Corteza de la ley, careciendo de su espíritu valiéndose de su exterioridad para menospreciar y aborrecer a todos los que no practicaban sus devociones pueriles, gloriandose impunemente de sus propios méritos. De aqui es que ellos fueron los primeros que hicieron morir a Jesucristo, mientras que los Saduceos que negaban la inmortalidad de las almas y la resurrección de los cuerpos tuvieron menos parte en aquel cruel atentado; un falso celo es más peligroso que la incredulidad misma. No se puede esperar acto alguno de humanidad de un fanático, que sacrificando a su odio creé hacer una obra agradable a Dios. S. Pablo antes de su converción respiraba contra los cristianos estragos y sangre poque estaba poseido del espiritu de un falso celo. Fue complice en la muerte de S. Esteban y era el más furioso perseguidor de la Iglesia a causa del fanatismo que le animaba.

El Salvador recibia con bondad a los pecadores y toleraba con paciencia a los Samaritanos y Saduceos. Las preocupaciones son causa del fanatismo, y si no se corrigen hechan raices que pasan a ser la propia naturaleza; en los tiempos de la ignorancia se anatematizaba y degollaba por pareceres y dictamenes que de ningun modo eran de la Iglesia universal. El espíritu de intolerancia y persecusión nace de una total ignorancia. La conducta de Jesucristo nos obliga a tolerar a los hombres de cualquier comunion que sean a vivir pacíficamente con ellos, y a no molestarlos cualquiera que sea la creencia que adoptaren. El verdadero celo sólo se anuncia con la persuación y mansedumbre. El Salvador del mundo quiere que un verdadero pastor busque a la oveja perdida que la lleve sobre sus espaldas y que tenga cuidado de no apagar la mecha que todavia humea, ni romper del todo la caña quebrantada; el verdadero celo, que va conforme con la ciencia de Dios sólo se inflama con la caridad, y siempre se muestra con exterioridades de mansedumbre y se explica con bondad. Jesucristo rogando por sus verdugos nos enseña como debemos vengar su causa. Los primeros padres de la Iglesia predicaban en sus escritos concordia y caridad, y se hacian medianeros de los culpados para obtener perdon de los jueces. La fe es como las buenas obras que sólo son agradables a Dios en cuanto son voluntarias. Obligar a un hombre a hacer penitencia, hacer oración, o abrazar contra su voluntad una religión que él no quiere, es hacerse culpable para los ojos del Sr: no es permitido vejar las conciencias habiendo dicho Jesucristo a sus Apostoles: no habeis de hacer vosotros lo que hacen los que dominan las naciones; en todo el curso de su vida mortal no se le vió forzar a persona alguna para que oyese su palabra, y dijo que su religion era para los que tenian buena voluntad.

El espiritu de partido es otro más peligroso por que toma todas las formas y basta el exterior de la piedad para ejercer su tiranía. Los que están poseidos de este espíritu realmente sólo quieren dominar: no es el interés de la religión quien los arrastra, sino su soberbia que se reciente herida; hace trastornar las cosas, tiene por inspiradas las ilusiones, y por mártires los más ciegos fanáticos. La religión cristiana es la efusión del amor de Dios, de aquel amor que perdona sobre la cruz a los mismos que blasfemaban de él; de aquel amor que amaba tiernamente a todos los hombres; de aquel amor que ejerce la hospitalidad, lo mismo con el Turco que con el indiano; de aquel amor finalmente, que todo de todos, jamás pide la muerte del pecador sino su conversion.

¡Qué contraste de esta doctrina con la conducta del clero alto de nuestra República! Los Obispos han cerrado Templos por que se baja la compra de sacramentos, han seducido a algunos del bajo pueblo para que conspiren contra las Autoridades, han desobedecido las leyes que arreglan la prohibición de Curatos, han procurado alarmar a los ignorantes, infundiéndoles las opiniones supersticiosas de que la religión consiste en exterioridades, y han trabajado y trabajan para que la Nación mexicana no conozca la esencia de la Religión del divino Salvador, y que viva en los vicios vinculados por los españoles para una eterna opresión.

Clemente XIV habló a nuestro clero, e hizo que la divina religión del crucificado dijera al pueblo mexicano: no soy yo la que os he atormentado; yó he nacido del padre de las misericordias, no encargo otra cosa que la caridad; (ya vemos la que tienen los curas) yo que siendo fruto del amor de un Dios para los hombres, no deseo sino su salvación, (los Obispos quieren lo contrario, pues mandan cerrar las parroquias por que se minora el precio de sacramentos, y excomulgan a los sacerdotes que quieren ser útiles a la administración de los Curatos), yo que no respirando sino abnegación y humildad, me pongo como mi divino maestro a los pies de todos, y no predico a imitación suya, sino un espíritu de mancedumbre y de paz, (los Obispos procuran escandalizar figurando persecuciones que no tienen, protegen sublevaciones y dan dinero para que se derrame la sangre mexicana) yo aunque inexorable para los vicios y para los errores no tengo otras armas que lágrimas y censuras puramente espirituales para convertir a los pecadores. Ya estamos viendo que buscan las lágrimas de plomo, y las censuras de lanza, que es decir el mahometismo práctico.

El mismo Santo Pontífice aconseja que tomen el ejemplo de Roma, Metropoli del mundo cristiano, que permite a los judios el ejerciciO público de su religión, y que imiten a los soberanos Pontífices, que reciben a los protestantes con las mayores demostraciones de amistad; no quiere que se sostenga la religión con penas de muerte a los que la contradigan, y que aquella se reserve para los que exiten sediciones y turben el culto divino. De estas dos condiciones que fija el sumo Pontifice, deduciremos que los cruzados por opinión del mismo Papa deben morir por sediciosos, y la misma pena alcanza a los que turban el culto cerrando las parroquias; esto no es nuestro sino de un digno sucesor de San Pedro ¡cuidado señores apostolicos!

(De El Yunque de la Libertad, San Luis Potosí, Núm. 110, del 10 de mayo de 1834)

Índice de Relaciones entre la Iglesia y el Estado y otros artículos de Ponciano ArriagaAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha