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RELACIONES ENTRE LA IGLESIA Y EL ESTADO
y otros artículos

Ponciano Arriaga

Selección de Chantal López y Omar Cortés

CLERO Y EJÉRCITO



La guerra de armas debe darse por concluida y no hay el menor cuidado aunque permanezca por algunos meses; los cruzados y sus sectarios confiaron en la fuerza de la mayor parte del Ejército, y esta a guiza de conquista emprendió sus operaciones que no debian corresponder al objeto que se propucieron, por que el Pueblo defiende su propiedad y persona de toda invasión, y sin mayores esfuerzos del gobierno contribuye a sostenerlo con multitud de recursos que jamás pueden proporcionar los hombres más acreditados en la ciencia de regir los pueblos. Esta es una verdad, y si la revolución no tuviera otros elementos que los de las bayonetas, ya cantariamos himnos de paz, y en los brazos de ella pudieramos buscar el descanso; empero, todo lo contrario es lo evidente, aunque nos pese el confesarlo.

Los Españoles en su conquista desmejoraron las costumbres, de los Mexicanos, y como dice Montesquieu que podian darles una religión de mansedumbre, y les llevaron una superstición furiosa; pudieron hacer libres a los esclavos, y hicieron esclavos a los hombres libres. Superstición, esclavitud, he aqui el sieno en que se hallaba sumergida la Nación Mexicana por más de trescientos años; aparecio un genio benefico por los años de 1810, y temiendo que el pueblo obrase contra su misma libertad no quizo declararle sus designios y con profundo saber proclamó la independencia aparentando respeto al tirano que subyugaba desde aquel lado de los mares, y procuró destruir los brazos que lo sostenian. Duró la lucha once años; se desmoralizaron los pueblos por consecuencia precisa de la guerra civil; perdió el prestigio toda clase de Gobierno y los horrores de la anarquia vinieron a substituir la paz sepulcral en que viviamos bajo el despotismo español.

En 1821 se realizó la independencia, y para contener la insubordinación pensaron los políticos asirse de dos poderes destructores, el de un monarca, y el del clero: equivocaron el calculo, pero dieron fuerza a estos monstruos con quienes se ha estado combatiendo. La Federación, esta clase de Gobierno que puede llamarse de invención divina fue adoptada por los años de 24 y los Legisladores no tuvieron el valor suficiente para dar una Constitución conforme a los principios que sancionaron; fijaron en ella artículos que destruian su obra edificando con la bateria enemiga dentro de la misma fortaleza. Estos artículos son los de la intolerancia, y fueros, y son los elementos que subsisten manteniendo una oposición abierta a las instituciones y alejando la paz de la Nación.

Ese Ejercito regido por la ordenanza española, que no es otra cosa que unos asesinos a la voluntad del Sr, ¿podrá ser compatible con los derechos del hombre asegurados en la Constitución? Esos comandantes generales revestidos de facultades virreinales, y a manera de Capitanes de guerra de los tiempos de Cortés ¿podran ser compatibles con la Soberanía de los Estados? ¿Qué papel representan en ellos? ¿Forman una pequeña soberanía armada con la que amenazan el poder de un Estado? Parece que si, y este es uno de los elementos de revolución continua.

El Clero, con su intolerancia y prerrogativas, es otro elemento más maléfico que el precedente, pues el daño del soldado se percibe, y se resiste, y el del Sacerdote malo, se venera y se oculta. Los Militares aforados constituyen su soberania, independiente de los Estados pero sujeta al primer Magistrado de la República, no así el Clero que cuando la personifica, la sujeta al obispo de Roma, y cuando le conviene ensancharla sienta el trono en el Cielo divinizando lo humano, y reserva la calificación de sus actos para la mansión de los difuntos.

Todas las Naciones han sido esclavas, por la fuerza armada, y por la superstición, si queremos ser libres hagamos que la primera sea del Pueblo y destruyamos la segunda con brazo firme. El soldado sirva bajo de leyes secundarias del sistema de Gobierno Federal y los Sacerdotes bajo del evangelio que es su constitución inalterable y la única que puede hacer el bien verdadero.

(De El Yunque de la Libertad, San Luis Potosí, Núm. 102, del 12 de abril de 1834)

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