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Documento 3

Apuntes sobre propaganda anarquista.

Es indudable que una causa fructifica de acuerdo con el grado de justicia social que contienen sus teorías, medios con que cuenta para su propagación, métodos expositivos y calidad de elementos que la impulsan. Pero, además, por la claridad y objetividad de los problemas que encuadra. Sus teorías deben ser comprendidas por el pueblo.

La lírica, y la teoría más o menos hermosa, pero sin un objetivo apreciable al sentido del profano, no podrá nunca interesar a las multitudes, que es lo que toda tendencia trata de conquistar. El interés, a veces ilógico, de nuestros teóricos de querer hacer a los hombres superarse a fuerza de composiciones que se escapan de la realidad, es menospreciado, y se prefieren soluciones menos bellas, pero más prácticas; por eso no hemos logrado estructurar un movimiento robusto y capaz en parte alguna. Ya hemos comprobado que ni fuertes minorías son un vehículo seguro de interesar en una insurrección a los pueblos, y menos de conservar la iniciativa en los acontecimientos. Los hombres que hemos vivido tantos siglos bajo la educación del sistema capitalista, encontramos a veces absurdo alcanzar metas para las que hay que contar con enorme buena fe y con abnegación sin límites, cosas, ambas, bien escasas en la mayoría de los componentes de la sociedad actual; y nos parece atinado por tanto, tratar de empapar a las multitudes con una propaganda activa y objetiva, es decir, expresar con sencillez nuestros conceptos, el contenido social de la teoría anarquista, de tal manera que el hombre de la calle lo capte y acepte sin reservas.

Es común en casi todas nuestras publicaciones, hacer literatura y composiciones críticas, que sólo agradan a los convencidos y simpatizantes, pero que no atraen a los individuos sin formación ideológica definida.

Esa carencia de composiciones precisas ponen a veces a nuestros militantes impreparados, en situaciones difíciles cuando tienen que enfrentarse con propagandistas de tendencias contrarias y se trate precisamente de dar soluciones prácticas para los pueblos. En este terreno existen a la fecha grandes resabios en nuestra propaganda. No obstante, y por estar viviendo momentos de un mundo convulsionado por fermentos revolucionarios, consideramos necesario dar soluciones inaplazables, si queremos pesar en la balanza de los acontecimientos. Dudamos que exista algún militante que no sienta fervor porque las inquietudes actuales tomen la inclinación necesaria hacia el establecimiento de una organización social en que las satisfacciones ciudadanas sean un hecho, pero eso no puede venir por el impulso propio de las cosas, alguien tiene que dar las fórmulas y empujar; fórmulas no acabadas ni definitivas, pero si fundamentales para montar el andamiaje de la nueva estructura social. Y ellas deben ser lo más claras posible para ser entendidas por cualquiera.

No sólo es necesario ser objetivos en nuestra propaganda, sino que, también nuestra militancia debe echarse a cuestas la obligación inaplazable de capacitarse, de ejercitar una mayor compenetración del problema social, para que puedan manifestarse en un hecho de tal naturaleza; para tener a la mano los conocimientos expeditivos o el argumento de sentido realista que pueda llevarles a presentar soluciones libertarias en cualquiera de sus aspectos. Hay que tener en cuenta que, no sólo con buena fe es posible alcanzar el éxito. El propagandista debe tener, además de su buena fe, profundos conocimientos, valor y convicción.

El usar y abusar de ciertos términos de cajón, o estribillos gastados ya por el tiempo, no pueden llevarnos al término de una revolución. Surgen cada día temas por demás complejos con la evolución moderna de la mecánica y de los nexos industriales, que no hemos tocado siquiera, y que no obstante pueden, en un caso dado, ser el nudo gordiano de la revolución. Ninguno debemos confiar sólo al azar de las circunstancias o al descontento de los pueblos la realización de una subversión social. Eso puede ser, a lo sumo, un motivo, pero no la llave del triunfo; para alcanzarlo se precisa de una militancia activa y de buena fe, volcada sobre los acontecimientos en toda su intensidad y profundidad.

Resumimos: propaganda activa, orientación objetiva hecha hacia el mundo exterior del anarquismo; es decir, hacia el hombre de la calle, realizada por una militancia preparada en los diferentes aspectos que confronta la revolución social, manera única de conquistar una posición preponderante desde los procesos iniciales de toda acción subversiva. Después, las propias necesidades irán dando los toques finales del nuevo ordenamiento.

México, 26 de diciembre de 1945.

La delegación de Espartaco.


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