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Documento Nº 23.

Asalto de gángsters.

Dos hombres muertos. Camión pagador de una cervecería balaceado.

Un grupo de bandidos que parecen ser refugiados españoles, lo atacó a balazos y con bombas de mano.

Hubo también varios heridos.

Los culpables huyeron.

Con perfiles verdaderamente trágicos de gangsterismo estilo Chicago, un grupo de refugiados españoles perpetró la mañana de ayer uno de los asaltos que harán historia en los registros de los más espeluznantes crímenes cometidos en México.Esta nueva escuela de bandidaje en nuestro suelo, la han empezado a implantar algunos de los elementos traídos al país que les abrió sus puertas y los acogió. El día de ayer, al asaltar el camión pagador de la Cervecería Modelo, durante el cual hubo un intenso tiroteo, resultaron muertos, desgraciadamente, dos hombres, en tanto que otros están gravemente heridos, entre éstos últimos se cuenta una señorita de dieciséis años. Hasta ayer, a avanzada hora de la noche y según informes fidedignos, la policía había logrado obtener las huellas precisas de los asaltantes. Muchos datos en relación a este asunto tiene nuestro redactor, pero nos abstenemos de publicarlos para que el Jefe de la Policía y sus hombres puedan desarrollar ampliamente su investigación.

Los hechos.

Hacia las once treinta el camión pagador de la Cervecería Modelo, manejado por el chofer Andrés Solís, salía de la fábrica, situada en Tacuba. En dicho vehículo, placas D-3264, viajaban los señores Adalberto Nieves, empleado; J. Jesús Cuellar, ayudante del Cajero; Eleodoro Herrera Salazar, empleado y J. Guadalupe Maldonado Pineda, mozo; escoltando el camión en el que llevaban la suma de treinta y ocho mil pesos, para depositarlos en el banco, así como documentos por valor de veintiséis mil pesos. Al llegar a la esquina de las calles de Mariano Escobedo y Saavedra, el chofer Solís frenó el camión para pasar con precaución un hoyanco producido por obras de drenaje que se están llevando a cabo en dicho lugar. Fue entonces cuando un grupo de cinco españoles (debidamente comprobado que son de esa nacionalidad), rodearon el vehículo disparando en el acto con pistolas, ametralladoras y lanzando bombas de mano. Los que viajaban a bordo del camión, respondieron al asalto también a balazos, suscitándose una tremenda balacera, de la cual inmediatamente resultó muerto Adalberto Nieves. Cuando los refugiados consideraron que no era fácil apoderarse del dinero, que era su objetivo, corrieron hacia el automóvil de alquiler en que iban y amenazando al chofer, Eliseo Oropeza, lo querían obligar a que los llevara de huida. Como este hombre, que al parecer inocentemente había sido contratado con su carro de ruleteo por tiempo, se negó a obedecer a los bandidos, éstos le dispararon dos balazos, matándolo, y apoderándose del coche, huyeron. El carro de ruleteo en que huyeron fue encontrado abandonado, horas después, en la esquina de las calles del Triángulo y Ejército Nacional, en la Colonia del Valle; tiene las placas 40916. El carro asaltado resultó con veintisiete impactos de bala y un gran boquete producido por bomba de mano.

La persecución.

Al darse cuenta de lo acontecido, intervino el Subjefe de los Motopatrulleros, Eleodoro Estrada Bernal, quien con los motociclistas 38, 49, 85, 97 y 84 y el agente Luis Romero Blanco siguió al automóvil, habiéndose producido una balacera cerca de las calles de Hamburgo a la altura de la casa 309, habiendo tocado una de esas balas a la señorita Antonia Suárez, quien se asomó por curiosidad a ver qué pasaba. Por su parte y desde cerca del lugar de los hechos, dos ruleteros espontáneos, Raúl Iriarte y Ramón Aguilera se agregaron a la persecución siguiendo a los asaltantes muy de cerca, hasta perderlos en la Villa de Coyoacán.

Heridos.

Resultaron heridos en la refriega, en los momentos del asalto, J. Jesús Cuellar, con un balazo en el ojo izquierdo y otro balazo que le atravesó el carrillo; J. Guadalupe Pineda, con un rozón de bala en la ceja; Arcadio Herrera, herido en el hombro, y después, la señorita Suárez. Por su parte y por las huellas que dejaron, dos de los cinco asaltantes deben de haber resultado gravemente heridos, pues el coche que dejaron abandonado presentaba impactos de balazos, producidos por la policía que los persiguió y a la que escaparon, y en el interior grandes cuajarones de sangre. En el lugar en donde dejaron el coche los asaltantes se dividieron, dos de ellos se internaron en una milpa, uno de los cuales iba seguramente tan mal herido, que dejó durante el trayecto grandes charcos de sangre; otros dos tomaron por una vereda, rumbo a la Quinta Rosa, que da a la Avenida Coyoacán, uno de estos individuos iba también herido, pues al decir de los vecinos de las cabañas que hay en ese llano, el otro, vestido de negro, lo sostenía. La Quinta Rosa es un lugar poblado por españoles, por lo que se supone desde luego que estos individuos vivían ahí. El quinto asaltante debe haberse bajado del automóvil antes, pues no se da razón de él. Se cree asimismo que el que manejaba iba bastante malherido y no pudiendo ya seguir, bajo del automóvil con los demás, dejando un sombrero de marca inglesa, así como un saco en el cual no se encontraron papeles de ninguna clase. El saco es rayado, y más tarde fue identificado por la policía como perteneciente a una persona que junto con otros individuos vivía en una casa frente a una gasolinera que da también a la Avenida Coyoacán.

Durante el día la policía estuvo trabajando haciendo numerosas pesquisas. El Jefe de los agentes de la Policía Federal, Señor Campos, fue llamado por el Jefe de la Policía del Distrito, a fin de pedirle su cooperación, y ambos funcionarios estuvieron en el lugar donde fue abandonado el coche, en tanto que el General Z. Martínez ordenaba la movilización de comandantes y agentes, quienes auxiliados por los vecinos del lugar, trataron, al parecer sin resultado concreto inmediato, de echar mano de los asaltantes. Sin embargo, la policía tiene datos preciosos sobre este asalto sin precedente.

El mismo tipo de asalto fue llevado a cabo hace tiempo por el español Sánchez Añón, prófugo de la justicia, en la calle de Oxford, en la Colonia Roma; presumiéndose que este mismo sujeto sea el director del gang de refugiados.

Un detalle curioso.

Según parece, la esposa de Cuellar, empleado de la cervecería, oyó que hace algún tiempo, un individuo español, a quien no conocía, trataba de investigar con su marido si aún la cervecería enviaba dinero a depositar al banco. Como era un hombre desconocido, no se trató de intimar con él en ningún sentido.El gerente de la cervecería, Pablo Diez, declaró que no tiene sospecha alguna de ninguna de las personas que trabajan en la factoría.

(De El Universal, El Gran Diario de México, Segunda Sección, México, D. F., Pág. 1, del sábado 27 de diciembre de 1941.).


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