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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Enero 24 de 1922.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Tengo en mi poder tu querida carta del 18 del corriente, así como las hermosas flores que me remitiste, y el recorte y carta de la señorita Alicia Stone Blackwell.

Sí, mi querida Elena, tan pronto como muera una esperanza, nace otra ... y es un deleite que sea así, pues ¿qué sería la vida sin esperanzas? No habría vida en primer lugar, puesto que la esperanza, en último análisis, no es más ni menos que un deseo; la misteriosa fuerza que impulsa a la planta a dirigir sus raíces hacia las entrañas de la tierra, con la esperanza de encontrar alimento; la fuerza creadora que hizo alargar el cuello de la jirafa, para deleitar y complacer su paladar con hojas más tiernas; el maravilloso estímulo que incita al hombre para construir alas, con la esperanza de arrebatar la soberanía del aire al cóndor y el águila; las divinas vibraciones de los nervios que se transforman en el cerebro en sueños de gloria ... La esperanza fomenta el progreso, y sus hijas legítimas son la protesta, la ciencia y el arte; mientras que la desesperación es la madre diminuta del estancamiento y la sumisión. ¡Esperanza! ¿No fue de ella la misteriosa mano que hizo a Colón navegar hacia al oeste? ¡Esperanza! ¿No es ella la hada que ha revelado al alma asombrada el universo comprendido en un simple átomo?

¡Esperanza!, la impresión de tu dedo está clara en los escombros de la Bastilla. ¡Esperanza!, tu aliento saludable arroja a los vientos altares y tronos, cetros y coronas ... El corazón humano necesita esperanza y por esto es que tan pronto como una esperanza muere, nace la siguiente. Yo he tenido tantas esperanzas Muchas de ellas están ahora muertas, y mi corazón está cargado con el peso de sus cadáveres; pero otras nuevas las han reemplazado, bellas y rosadas; las esperanzas son siempre bellas, son siempre color de rosa, y yo continúo esperando, esperando, esperando.

Ricardo Flores Magón

P. D. En vez de esa literatura que se propone enviarme la Srita. Alicia Blackwell, yo desearía libros muy bien escritos, traducidos al inglés, de los mejores y más modernos escritores franceses, alemanes, escandinavos, rusos, italianos y húngaros. Puedo leer francés e italiano y, por lo tanto, no son absolutamente necesarias las traducciones de esos idiomas.


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