Indice de En pos de la libertad de Enrique Flores Magón ¡Viva la anarquía!¿Mueran los gringos ...? No: ¡mueran los ricos!Biblioteca Virtual Antorcha

EN POS DE LA LIBERTAD

Enrique Flores Magón

IDEA Y ACCIÓN



No vengo a rogar.

Soy anarquista; y, por lo tanto, no sé doblegarme.

Vengo, pues, no a rogar; vengo a razonar; y, si es preciso, a fustigar también.

En mi corazón anidan ternuras y amores para los que sufren y para los buenos; pero también hay en él odios acerbos para los que oprimen, explotan o embaucan, y profundo asco para los que obstruyen.

De estos últimos, a los que por error obstruyan es a quienes hablo hoy; importándome poco si lastimo sus susceptibilidades, sus resabios de la educación burguesa que recibieran en sus tiernos años. Si ellos son verdaderos anarquistas, reconocerán honradamente su error y corregirán los males que han hecho.

Enamorado de la verdad, le rindo culto. Poco me preocupa que por ello caiga yo en desgracia. Sé resistir de pie y de frente las recias tempestades. Mi honradez acrisolada, la verdad y la razón me asisten y me hacen invulnerable.

De ahí que ame yo provocar las tempestades; porque de ellas surge el rayo que destruye a lo malo; y porque, después, la calma, la armonía, la buena inteligencia vienen.

Y es preciso que haya armonía y buena inteligencia entre los que realmente somos anarquistas, si queremos que de nuestros esfuerzos resulte algo práctico.

Si no queremos que el triunfo e implantación de nuestras ideas se dilate, es preciso que haya buena armonía e inteligencia entre los que por ellas sinceramente luchamos, y, de acuerdo, nos esforcemos por crear la acción que las apoye.

Si despreciamos hacernos viejos predicando estérilmente rebeldías entre las cuatro paredes de un salón, precisa que haya armonía y buena inteligencia entre los que soñamos con una sociedad justa e igualitaria y fomentemos la acción.

Si no queremos perder lastimosamente nuestro tiempo en inútiles discusiones académicas que no sirven más que para echarse a roncar oyéndolas o leyéndolas, hagamos los buenos anarquistas que haya armonía entre nosotros y buena inteligencia, y esforcémonos porque las teorías que predicamos y amamos se traduzcan en hechos.

Se llevan ya lustros y más lustros de hablar, de hablar, de hablar, no más que hablar como unos papagayos. Precisa ya la acción, esforzarnos todos porque nuestras ideas se cristalicen en acción redentora.

Si queremos que el proletariado se salve, urge que este siglo XX del cristianismo, sea el siglo de la acción de la anarquía.

Tanto han hablado y discutido ya los señores académicos de la anarquía, que han acabado por hacer un enredo lastimoso de las teorías ácratas y por sembrar divisiones profundas entre individuos que no han podido comprender tantos tecnicismos académicos; con lo que dichos académicos obstruyen lnconscientemene el camino a la libertad, igualdad y fraternidad.

Tanto han disentido y teorizado los senores académicos que han terminado por sugestionarse a sí mismos y creer que la acción debe ser llevada solamente del modo que ellos la han discutido en los salones tan gallardamente que, en menos de cinco minutos se han apoderado de París, en otros cinco de toda la Francia y en un cuarto de hora de todo el mundo.

Han discutido tanto, tanto, que, con resabios burgueses, mareados por los aplausos de las multitudes que lo mismo aplauden al clown, que a una frase que no entienden pero que sea declamada dramáticamente, se creen superiores, y a los indios mexicanos, por ser indios y no combatir académicamente, nos creen incapaces de hacer una revolución social, y nos boycotean; hacen el silencio acerca de nuestros esfuerzos supremos por exterminar, por lo pronto en México, al sistema capitalista, y cuando nos hacen el honor de hablar de la revolución mexicana, con sin igual desdén aseguran que el indio mexicano, rudo e ignorante, es incapaz de aceptar el anarquismo y saber emanciparse, y que la revolución social mexicana sólo existe en las calenturientas cabezas (algo así como de los locos), de un grupo de Los Angeles. ¡Y se llaman anarquistas quienes hablan así, con más prejuicios que un burgués!

Otros hay que, incapaces de sacrificarse ellos por la causa del proletariado hasta matarse de hambre por ella si es necesario, no creen que seamos capaces de amarrarnos la tripa y vivir con cuatro o cinco pesos semanarios; de ahí deducen estúpidamente que estamos robando a los proletarios, (como si tanto necesitáramos de robar tres cuartillas para hacernos ricos si quisiéramos ser traidores), y a pesar de que esos cándidos son de los convencidos, con hechos, de que la revolución social existe en México, por cuestión tan personal y como un inconsciente obrara, han hecho el vacío al bello movimiento emancipador mexicano. ¿Es eso obrar como anarquistas? Que porque se dude de nuestra lealtad y honradez (lo que es cuestión personal que me importa poco, pues no busco los aplausos de nadie, ni con nadie quedar bien más que con mi propia conciencia), porque se duda de nuestras personas, digo, ¿es correcto hacer el vacío a la revolución mexicana, tan sólo porque somos de sus más activos, más abnegados y, (pese a quien pese), unos de sus más honrados iniciadores, propagandistas y organizadores?

¿Es de anarquistas hacer el vacío a la revolución mexicana, cuando se está convencido de que existe ahí un movimiento social o de que, cuando menos, hay un puñado de hombres (algo así como locos), en Los Angeles, que se esfuerzan por orientar aquella revolución hacia la social?

En mi opinión, es deber ineludible de todo verdadero anarquista, hacer a un lado inclinaciones personales o gustos académicos, y no obstruir sino ayudar con su pluma o con su verbo, en el periódico o en la tribuna y por cuantos medios haya, a popularizar los verdaderos ideales de la revolución mexicana, los que de ello estén plenamente convencidos con hechos, y a dar a conocer por todas partes que en esta revolución, los que componemos una organización obrera llamada Partido Liberal Mexicano, estamos interesados por orientarla hacie el triunfo de las ideas anárquicas comunistas, los que así lo saben por medio de nuestro órgano Regeneración. Y todos dedicarse concienzudamente como debe ser, a crear la simpatía obrera mundial para aquél movimiento, y a despertar el espíritu de rebeldía de los proletarios de la Tierra dando a conocer los actos justicieros del indio mexicano, para preparar así si no apresurarla, la revolución social universal.

Ese, en mi concepto, es el deber de todo anarquista de corazón, sea quien fuere, y cualquiera que sea su renombre u obscuridad. Pues si no queremos perder nuestro tiempo en inútiles discusiones académicas, o hacernos viejos predicando estérilmente rebeldías, precisa que todos nos aprovechemos de cualquiera insurrección en cualquier punto del globo terráqueo, y nos esforcemos todos porque nuestras ideas se cristalicen ya en acción redentora.

(De Regeneración, del 4 de abril de 1914. N° 183).
Indice de En pos de la libertad de Enrique Flores Magón ¡Viva la anarquía!¿Mueran los gringos ...? No: ¡mueran los ricos!Biblioteca Virtual Antorcha