Índice de Elecciones y anarquismo de Saverio Merlino y Errico MalatestaAnteriorBiblioteca Virtual Antorcha

Conclusión

Por una deferencia personal, que alguno ha querido reprocharnos y de la que no nos arrepentimos, y por el honesto deseo de hacer oír a nuestros lectores las dos campanas y ponerlos en condición de poder juzgar con pleno conocimiento, abrimos a Merlino nuestras columnas.

El prefirió declararse ofendido por la critica de Malatesta y cortar la polémica ... para ir luego a atacar, incidentalmente, en nota a un artículo suyo publicado en la revista de Colajanni (Revista Popolare).

Está en su derecho. Él puede atacarnos y criticarnos cuando y donde le parezca; pero no deberia creerse con el derecho a falsear nuestras ideas, que él conoce, ya que no hace todavía mucho tiempo que junto con nosotros las profesaba y defendía.

En la nota a que hacemos alusión él dice: Sólo algún anarquista amorfista puede decir con Malatesta: Nosotros los anarquistas queremos que el pueblo conquiste la libertad y haga la que quiera.

Dejemos estar, porque no importa a la cuestión, si se trata de algunos, o de muchos o de todos los anarquistas. ¿Pero por qué Merlino nos llama amorfistas?

Históricamente, esta palabra ha sido empleada o para indicar un modo especial de concebir las relaciones entre hombres y mujeres, o más comúnmente, para distinguir a los partidarios de ciertas concepciones individualistas de la vida social, que estuvieron de moda en los años pasados entre anarquistas y que a nosotros nos parecieron, de acuerdo entonces con Merlino, aberraciones. Y en aquel sentido el apelativo de amorfistas, en boca de Merlino y dirigido a nosotros, no es sino un insulto gratuito.

Etimológicamente, amorfista quiere decir que no admite formas. ¿ Qué autoriza a Merlino para pensar que nosotros hemos perdido la razón al punto de creer posible la existencia de una sociedad que no tenga forma?

¡Amorfistas, porque creemos que las formas que asuma la vida social sean el resultado de la voluntad popular, de la voluntad de todos los interesados! ¿Pero entonces Merlino quiere que alguien las imponga al pueblo contra o sin la voluntad del pueblo mismo? ¿Y que las conserve con la fuerza incluso cuando hayan cesado de responder a las necesidades y a la voluntad de los interesados?

Discutamos desde ahora de los variados problemas que pueden presentarse en la vida social y de las varias soluciones posibles; hagamos proyectos sobre el modo de administrar los intereses generales e indivisibles del consorcio humano; preparemos en las asociaciones y federaciones obreras los elementos de la reorganización futura; todo esto es útil, es indispensable, para que el pueblo tenga una voluntad clara y pueda ponerla en práctica. Pero insistamos en que la reorganización social se haga de abajo hacia arriba, con el concurso activo de todos los interesados, sin que nadie, individuo o grupo, minoría o mayoría, déspota o representante, pueda imponer con la fuerza a la gente la que la gente no quiere aceptar.

Merlino nos presenta una especie de esquema de constitución política.

Hay que distinguir dice, los asuntos más importantes y de los cuales todos más o menos entienden, y hacerlos decidir directamente por el pueblo en los clubs o asociaciones, cuyos delegados se reunirían, como en las convenciones americanas, únicamente para concretar la solución definitiva en conformidad con los mandatos recibidos. Para asuntos menos importantes y para aquellos que requieren conocimientos especiales, constituir administraciones especiales -sin lazos jerárquicos entre ellas- sujetas al mandato popular. Antes que nada el pueblo debe concurrir al nombramiento de los administradores públicos; luego éstos deben ofrecer garantías de capacidad, además de haber reglas de administración que impidan las arbitraríedades y los favoritismos; los administradores deben permanecer iguales a todos los demás ciudadanos y recibir en compensación por su trabajo un tratamiento aproximadamente igual al que los ciudadanos todos obtienen de su trabajo; en fin, los interesados deben poderse oponer a los actos injustos de los administradores públicos y llamar a estos últimos a rendir cuenta públicamente de su gestión. Es necesarío, sobre la base de la igualdad de las condiciones económicas, elevar un sistema de administración pública emanante directamente del pueblo y no sujeto a ningún centro de gobierno.

¿Pero cómo se debe llegar a esta y a cualquier otra manera de administración de los intereses colectivos? He aquí para nosotros la cuestión importante.

¿Debe la nueva constitución social ser formulada brotando de una constituyente nacional o internacional e impuesta a todos? ¿O debe ser el resultado gradual, siempre modificable, de la vida misma de una sociedad de individuos económica y políticamente iguales y libres?

¿Debe el pueblo, después de abatido el gobierno, nombrar otro, el cual luego debe, según la utopía de los socialistas democráticos, eliminarse a sí mismo; o debe destruir completamente el mecanismo autoritario del Estado y formar un régimen libre por medio de la libertad?

Esto Merlino no la dice y éste es el punto de división entre socialistas democráticos y socialistas anárquicos.

En su conferencia del domingo en Roma, Merlino habría, según el resumen del Avanti!, combatido a los anarquistas libertarlos absolutos (¡de nuevo apelativos de sabor equívoco!), porque con su sistema los prepotentes tendrían modo de aplastar a los más débiles y a los más dóciles ...

Por tanto Merlino, para ponerles un freno a los prepotentes querría ... ¡Mandarlos al poder! ¿O cree él que al poder irían los más débiles y los más dóciles?

¡Oh, santa ingenuidad!

Malatesta

De, L´Agitazione, del 13 enero 1898.

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