Indice de Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu de Maurice JolyDiálogo décimoDiálogo duodécimo.Biblioteca Virtual Antorcha

Diálogo en el infierno entre
Maquiavelo y Montesquieu
Maurice Joly

LIBRO SEGUNDO

DIÁLOGO UNDÉCIMO


Maquiavelo

En El espíritu de las leyes observáis, con sobrada razón, que a la palabra libertad se le atribuyen los significados más diversos. Tengo entendido que en vuestra obra puede leerse la siguiente proposición: La libertad es el derecho de hacer aquello que está permitido por las leyes. (El espíritu de las leyes, libro XI, capítulo III).

Encuentro justa esta definición y a ella me acomodo; y puedo aseguraros que mis leyes sólo autorizarán lo que sea imprescindible permitir. Pronto veréis cuál es su espíritu. ¿Por dónde os gustaría que comenzáramos?

Montesquieu

No me disgustaría saber ante todo cómo os defenderéis frente a la prensa.

Maquiavelo

En verdad, ponéis el dedo en la parte más delicada de mi tarea. El sistema que a este respecto he concebido es tan vasto como múltiple en cuanto a sus aplicaciones. Felizmente, en este caso tengo el campo libre; puedo hacer y deshacer con plenas garantías y casi diría sin suscitar recriminación alguna.

Montesquieu

¿Puedo preguntaros por qué?

Maquiavelo

Porque en la mayoría de los países parlamentarios, la prensa tiene el talento de hacerse aborrecer, porque está siempre al servicio de pasiones violentas, egoístas y exclusivas, porque denigra por conveniencia, porque es venal e injusta; porque carece de generosidad y patriotismo; por último, y sobre todo, porque jamás haréis comprender a la gran masa de un país para qué puede servir.

Montesquieu

¡Oh! si vais a buscar cargos contra la prensa, os será fácil hallar un cúmulo. Si preguntáis para qué puede servir, es otra cosa. Impide, sencillamente, la arbitrariedad en el ejercicio del poder; obliga a gobernar de acuerdo con la constitución; conmina a los depositarios de la autoridad pública a la honestidad y al pudor, al respeto de sí mismos y de los demás. En suma, para decirlo en una palabra, proporciona a quienquiera que se encuentre oprimido el medio de presentar su queja y de ser oído. Mucho es lo que puede perdonarse a una institución que, en medio de tantos abusos, presta necesariamente tantos servicios.

Maquiavelo

Sí, conozco ese alegato; empero, hacedlo comprender a las masas, si podéis; contad el número de quienes se interesan por la suerte de la prensa, y veréis.

Montesquieu

Es por ello que creo preferible que paséis ahora mismo a los medios prácticos para amordazarla; creo que ésta es la palabra.

Maquiavelo

Es la palabra, en efecto; no sólo me propongo reprimir al periodismo.

Montesquieu

Sino a la prensa misma.

Maquiavelo

Veo que comenzáis a emplear la ironía.

Montesquieu

De momento me estará vedada, puesto que vais a encadenar la prensa en todas sus formas.

Maquiavelo

No es fácil encontrar armas contra una jovialidad de rasgos tan espirituales; sin embargo comprenderéis muy bien que no valdrá la pena ponerse a salvo de los ataques de la prensa si fuese necesario seguir estando expuestos a los del libro.

Montesquieu

Bien, comencemos con el periodismo.

Maquiavelo

Si decidiera pura y simplemente suprimir los periódicos, enfrentaría con grave imprudencia la susceptibilidad del público, y es peligroso desafiarla abiertamente; mi intención es proceder por medio de una serie de disposiciones que parecerían simples medidas de cautela y vigilancia.

Decreto que en el futuro no se podrá fundar ningún periódico sin la previa autorización del gobierno; ya tenemos el mal detenido en su desarrollo; pues es fácil imaginar que los periódicos que en el futuro autorizaré serán en todos los casos órganos leales al gobierno.

Montesquieu

Mas, ya que entráis en todos estos detalles, permitidme una objeción: el espíritu de un periódico cambia con el personal de su redacción; ¿cómo podréis evitar una redacción hostil a vuestro poder?

Maquiavelo

Vuestra objeción es bastante débil, porque, en resumidas cuentas, no autorizaré, si me parece conveniente, la publicación de ninguna hoja nueva; no obstante, como veréis, tengo otros planes. Me preguntáis cómo neutralizaré una redacción hostil. A decir verdad, de la manera más simple; agregaré que la autorización del gobierno es necesaria para cualquier cambio en el personal de los jefes de redacción o directores del periódico.

Montesquieu

Pero los periódicos antiguos, los que seguirán siendo enemigos de vuestro gobierno, y cuyo cuerpo de redactores no habrá cambiado: ellos hablarán.

Maquiavelo

¡Oh, aguardad! Aplico a todos los periódicos presentes o futuros, medidas fiscales que frenarán en la medida necesaria las empresas de publicidad; someteré la prensa política a lo que hoy llamáis finanzas y timbres fiscales. Muy pronto la industria de la prensa resultará tan poco lucrativa, merced a la elevación de estos impuestos, que nadie se dedicará a ella sino cuando en realidad le convenga.

Montesquieu

El remedio es insuficiente, pues los partidos políticos no escatiman el dinero.

Maquiavelo

Tranquilizaos, tengo medios para taparles la boca, pues aquí aparecen las medidas represivas. En algunos Estados europeos se defiere al tribunal el conocimiento de los delitos de prensa.

No creo que exista medida más deplorable que esta, pues significa agitar a la opinión pública con motivo de la mínima pamplina periodística. Los delitos de prensa son de una naturaleza tan elástica, el escritor puede disfrazar sus ataques de maneras tan variadas y sutiles, que hasta le resulte imposible deferir a los tribunales el conocimiento de estos delitos. Los tribunales estarán siempre armados, por supuesto, pero el arma represiva de todos los días debe encontrarse en las manos del gobierno.

Montesquieu

Habrá entonces delitos que no podrán juzgar los tribunales, o más bien, castigaréis con ambas manos: con la mano de la justicia y con la del gobierno.

Maquiavelo

¡Vaya calamidad! Nada más que simple solicitud para algunos periodistas malos y malintencionados que todo lo atacan, todo lo denigran; que se conducen con los gobiernos como esos salteadores de caminos que aguardan a los viajeros empuñando la escopeta. Viven constantemente fuera de la ley; ¡bien merecen que se les ponga de algún modo dentro de ella!

Montesquieu

¿Sólo sobre ellos recaerán entonces vuestros rigores?

Maquiavelo

No puedo comprometerme a ello, pues esas personas son como las cabezas de la hidra de Lema, se cortan diez y crecen cincuenta. Atacaré principalmente a los periódicos, en tanto que empresas de publicidad. Les hablaré de la siguiente manera: Pude suprimiros a todos, no lo hice; aún puedo hacerlo y os dejo vivir, mas, por supuesto, con una condición: no entorpeceréis mi marcha, ni desacreditaréis mi poder. No quiero verme obligado a iniciar procesos todos los días, ni a interpretar la ley sin cesar para reprimir vuestras infracciones; tampoco puedo tener una legión de censores encargados de examinar hoy lo que editaréis mañana. Tenéis pluma, escribid; mas recordad lo que voy a deciros: me reservo, para mí mismo y para mis agentes, el derecho de juzgar en qué momento me siento atacado. Nada de sutilezas. Si me atacáis, lo sentiré, y también vosotros lo sentiréis; en ese caso, me haré justicia por mis propias manos, no en seguida, pues mi intención es actuar con tacto; os advertiré una vez, dos veces; a la tercera, os haré desaparecer.

Montesquieu

Observo con asombro que, de acuerdo con este sistema, no es precisamente el periodista el atacado, sino el periódico, cuya ruina entraña la de los intereses que se agrupan en torno de él.

Maquiavelo

Que vayan a agruparse a otra parte; con estas cosas no se comercia. Como acabo de deciros, mi gobierno, pues, castigará; sin prejuicio, por supuesto, de las sentencias pronunciadas por los tribunales. Dos condenas en un año implicarán, con pleno derecho, la supresión del periódico. Y no me detendré aquí, sino que diré también a los periódicos, por medio de un decreto o de una ley, desde luego: Reducidos como estáis a la más estricta circunspección, no pretendáis agitar la opinión por medio de comentarios sobre los debates de mis Cámaras; os prohibo informar sobre esos debates, hasta os prohíbo informar con respecto a los debates judiciales en materia de prensa. Tampoco intentéis impresionar el espíritu público por medio de noticias supuestamente venidas del exterior; las falsas noticias publicadas, ya sea de buena o de mala fe, serán penadas con castigos corporales.

Montesquieu

Vuestro rigor parece excesivo, pues en última instancia ningún periódico podrá ya, sin exponerse a los peligros más graves, expresar opiniones políticas; vivirán a duras penas de las noticias. Ahora bien, me parece en extremo difícil, cuando un periódico publica una noticia, imponerle su veracidad, pues la más de las veces no podrá responder a ello con absoluta certeza, y aun cuando esté moralmente seguro de decir la verdad, le faltará la prueba material.

Maquiavelo

En tales casos, lo que hay que hacer es pensarlo dos veces antes de inquietar a la opinión pública.

Montesquieu

Veo otro problema, sin embargo. Si no es posible combatiros desde los periódicos de dentro, os combatirán los de afuera. Todos los descontentos, todos los odios se expresarán en las puertas de vuestro reino; a través de sus fronteras se arrojarán periódicos y líbelos inflamados de pasiones políticas.

Maquiavelo

¡Ah! Tocáis un punto que me propongo reglamentar con sumo rigor, pues la prensa extranjera es, en efecto, peligrosa en extremo. Ante todo, cualquier introducción o circulación en el reino de periódicos o escritos clandestinos se castigará con prisión, y la pena será lo bastante severa como para evitar reincidencias. Luego, aquellos de mis súbditos convictos de haber escrito contra el gobierno en el extranjero, serán a su regreso al reino, buscados y castigados. Es una verdadera indignidad escribir, desde el extranjero, contra el propio gobierno.

Montesquieu

Eso depende. De todos modos. La prensa extranjera de los Estados fronterizos hablará.

Maquiavelo

¿Creéis eso? ¿No suponemos acaso que soy el rey de un poderoso reino? Os juro que los pequeños Estados que bordean mis fronteras temblarán. Los obligaré a promulgar leyes que persigan a sus propios nacionales, en caso de ataques contra mi gobierno a través de la prensa o por cualquier otro medio.

Montesquieu

Veo que tuve razón al decir, en El espíritu de las leyes, que las fronteras de un déspota debían ser asoladas. Es preciso impedir que penetre por ellas la civilización. Vuestros súbditos, estoy persuadido de ello, ignorarán su propia historia. Con las palabras de Benjamin Constant, convertiréis vuestro reino en una isla donde se desconocerá lo que acontece en Europa, y la capital en otro islote donde nadie sabrá lo que sucede en las provincias.

Maquiavelo

No deseo que mi reino pueda ser perturbado por rumores y conmociones provenientes del extranjero. ¿Cómo llegan las noticias del exterior? Por intermedio de un reducido número de agencias que centralizan las informaciones que son transmitidas a su vez desde las cuatro partes del mundo. Pues bien, se puede sobornar a esas agencias, y a partir de ese momento sólo darán noticias bajo el control del gobierno.

Montesquieu

Maravilloso; podéis pasar por ahora a la vigilancia que ejerceréis sobre los libros.

Maquiavelo

Éste es un problema que me preocupa menos, pues en una época en que el periodismo ha alcanzado una difusión tan prodigiosa, ya casi no se leen libros. No tengo, empero intención alguna de dejarles la puerta abierta. En primer lugar obligaré a quienes quieran ejercer la profesión de impresor, de editor o de librero a proveerse de una licencia, es decir de una autorización que el gobierno podrá retirarle en cualquier momento, ya sea directamente o por medio de decisiones judiciales.

Montesquieu

Pero entonces, estos industriales serán en cierto modo funcionarios públicos. ¡Los instrumentos del pensamiento convertidos en instrumentos del poder!

Maquiavelo

No os quejaréis de ello, me imagino, pues en vuestros tiempos, bajo los regímenes parlamentarios, las cosas no eran de otra manera; las antiguas costumbres, cuando son buenas, vale la pena conservarlas. Volviendo a las medidas fiscales: haré extensivo a los libros el impuesto que grava a los periódicos, o mejor dicho, impondré el gravamen fiscal a aquellos libros que no alcancen a tener un determinado número de páginas. Por ejemplo, un libro que no tenga doscientas, trescientas páginas, no será un libro, no será más que un folleto. Supongo que percibís perfectamente las ventajas de esta combinación; por un lado ratifico mediante el impuesto esa legión de líbelos que son algo así como apéndices del periodismo; por el otro, obligo a quienes quieran eludir el timbre fiscal a embarcarse en composiciones exentas y costosas que, escritas en esa forma, casi no se venderán, o se leerán apenas. En nuestros días nadie, sino los pobres diablos, piensa en escribir libros; renunciarán a ello.

El fisco desalentará la vanidad literaria y la ley penal desarmará a la imprenta misma, porque haré al editor y al impresor responsables, criminalmente, del contenido de los libros. Es preciso que, en el caso de que haya escritores lo bastante osados corno para atreverse a escribir obras en contra del gobierno, no encuentren nadie que se las edite. Los efectos de esta intimidación saludable restablecerán una censura indirecta que el gobierno no podría ejercer por sí mismo, a causa del desprestigio en que ha caído esta medida preventiva. Antes de dar a luz obras nuevas, los impresores y editores deberán consultar, solicitar informaciones; presentarán aquellos libros cuya impresión les haya sido requerida, de esta manera, el gobierno estará siempre convenientemente informado acerca de las publicaciones que se preparan contra él; procederá, cuando lo juzgue oportuno, al secuestro preliminar de las ediciones y entablará querella contra los autores ante los tribunales.

Montesquieu

Me habíais dicho que no tocaríais los derechos civiles. No os percatáis, al parecer, de que por medio de esta legislación acabáis de atacar la libertad de industria; hasta el derecho de propiedad se encuentra en peligro, supongo que le llegará su turno.

Maquiavelo

Ésas son simples palabras.

Montesquieu

Entonces, si no me equivoco, habéis terminado con la prensa.

Maquiavelo

¡Oh, no! No todavía.

Montesquieu

¿Qué os queda por hacer?

Maquiavelo

La otra mitad de la tarea.
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