Índice de Los caminos de la libertad de Bertrand RussellCAPÍTULO SEGUNDO - Bakunin y el anarquismoCAPÍTULO CUARTO - El trabajo y el sueldoBiblioteca Virtual Antorcha

LOS CAMINOS DE LA LIBERTAD
El socialismo, el anarquismo y el sindicalismo

Bertrand Russell

CAPÍTULO TERCERO
LA REBELIÓN SINDICALISTA


El sindicalismo nació en Francia como una rebelión contra el socialismo político; para comprenderlo debemos hacer un boceto de la posición que los partidos socialistas habían conseguido en diferentes países.

Después de un gran retroceso causado por la Guerra Franco-alemana, el socialismo revivió poco a poco, y en todos los países de la Europa occidental los partidos socialistas han ido aumentando su fuerza numérica casi constantemente durante los últimos cuarenta años; pero, como pasa siempre con una secta crecida, la intensidad de la fe ha ido disminuyendo a medida que el número de los creyentes ha ido aumentando.

En Alemania, el partido socialista se hizo el sector más fuerte del Reichstag y, a pesar de algunas diferencias de opinión entre sus miembros, preservó su unidad formal con aquel instinto de disciplina militarista que caracteriza a la nación alemana. En la elección del Reichstag en 1912, el partido socialista consiguió una tercera parte del número total de votos: tenía 110 diputados en un total de 397. Después de la muerte de Bebel, los revisionistas, que recibieron su primer impulso de Bernstein, vencieron a los marxistas más estrictos, y el partido se convirtió, en efecto, solamente en un partido de radicalismo avanzado. Es ahora demasiado pronto para especular sobre cuál será el efecto de la escisión entre los socialistas de la mayoría y los de la minoría, que se produjo durante la gran guerra europea. En Alemania no hay casi indicios de sindicalismo; su doctrina característica, es decir, la preferencia por la acción industrial a la acción política, no ha encontrado apoyo casi en nadie.

En Inglaterra. Marx no ha tenido nunca muchos discípulos. En este país el socialismo ha sido inspirado principalmente por los fabianos (datan de 1883), que abandonaron la defensa de la revolución, la doctrina marxista del valor y la guerra de clases. Lo que quedó era el socialismo de Estado y la doctrina de la penetración. Los funcionarios del Estado debían compenetrarse de que la realización del socialismo aumentaría enormemente sus poderes. Las Asociaciones de trabajadores debían comprender la idea de que ya había pasado el día para una acción puramente industrial y debían esperar que el gobierno (secretamente estimulado por los funcionarios simpatizantes) efectuaría poco a poco las partes del programa socialista que despertaban más hostilidad entre los ricos. El Partido Laborista Independiente (formado en 1893) estaba casi completamente inspirado al principio de las ideas de los fabianos, a pesar de haberse sostenido hasta hoy, y especialmente después del comienzo de la guerra, con mucho más entusiasmo que en un principio los socialistas. Siguieron teniendo como ideal la cooperación con las organizaciones industriales de los jornaleros, y principalmente gracias a sus esfuerzos, el Partido Laborista se formó en 1900 por la combinación de las Uniones de trabajadores y los socialistas políticos. Después del año 1909 todas las Uniones importantes han pertenecido a este partido; pero a pesar de que su fuerza procede de las Uniones de trabajadores, ha representado más la acción política que la industrial. Su socialismo ha sido de un orden teorético más que académico, y en la práctica, hasta el comienzo de la guerra, los diputados laboristas en el Parlamento (en 1904 fueron elegidos treinta, y en diciembre de 1910, cuarenta y dos) pueden ser considerados casi como una parte del partido liberal.

Francia, distinta de Inglaterra y Alemania. no se contentó solamente con repetir las viejas palabras de las consignas con una continua disminución de la convicción. En Francia (1) un nuevo movimiento, conocido en su origen con el nombre de sindicalismo revolucionario y después sencillamente con el de sindicalismo, mantenía vivo el vigor del primer impulso y se conservó leal al espíritu de los viejos socialistas, aunque alejándose de la letra. El sindicalismo, distinto del socialismo y del anarquismo, partió de una organización existente y desarrolló sus propias ideas, mientras que el socialismo y el anarquismo empezaron con ideas y tan sólo después desarrollaron las organizaciones que les sirven de medio. Para comprender el sindicalismo tenemos primero que describir la organización de los Sindicatos en Francia y su ambiente político. De este modo las ideas del sindicalismo aparecerán como el resultado natural de la situación política y económica. Apenas si alguna de estas ideas es nueva: casi todas son derivadas del grupo bakunista de la vieja Internacional (2).

La vieja Internacional tenía un éxito considerable en Francia antes de la guerra francoalemana; en efecto, en 1869 se estima que tenía unos 250.000 afiliados franceses. En el mismo año, un delegado francés en el Congreso de la Internacional en Bale hizo una proposición casi idéntica al programa sindicalista (3).

La guerra de 1870 terminó por algún tiempo con el movimiento socialista en Francia. Fue con Jules Guesde con quien empezó el renacimiento socialista en 1877. Los franceses, distintos de los socialistas alemanes, se han dividido en muchos grupos. Cerca del año 1882 hubo una escisión entre los socialistas parlamentarios y los anarquistas-comunistas. Estos pensaban que la primera actuación de la revolución social debía ser la destrucción del Estado, y preferían no tener relación alguna con la política parlamentaria. Los anarquistas, desde 1883 en adelante, tuvieron éxito en París y en el Sur.

Los socialistas afirmaban que el Estado desaparecerá seguramente cuando la sociedad socialista se establezca. En 1882 los socialistas se dividieron entre los discípulos de Guesde, que pretendían representar el socialismo revolucionario y científico de Marx, y los discípulos de Paul Brousse, quienes eran más oportunistas y se llamaban positivistas y no hacían mucho caso de las teorías de Marx. En 1890 hubo una escisión de los broussistas, que seguían a Allemane, y, nutriéndose de los elementos más revolucionarios del partido y de algunos de los Sindicatos más fuertes se convirtieron en las principales fuerzas. Otro grupo lo constituían los socialistas independientes, entre quienes se hallaban Jaurés, Millerand y Viviani (4).

Las disputas entre las varias secciones de los socialistas causaron dificultades a las Uniones de trabajadores y ayudaron a efectuar la resolución de excluir la política de las Uniones. De esto al sindicalismo no había más que un fácil paso.

Después del año 1905, y de la unión entre el Partido Socialista de Francia (Parti Ouvrier Socialiste Revolutionnaire Francais, bajo el caudillaje de Guesde) y el Partido Socialista Francés (bajo la jefatura de Jaurés), quedaron solamente dos grupos de socialistas: el Partido Socialista Unido y los independientes, que son intelectuales que no quieren sujetarse a un partido. En la elección general de 1914, el Partido Socialista Unido tenía 102 candidatos elegidos, y los independientes 30, en un total de 590.

Las tendencias hacia una reconciliación entre los varios grupos se encontraron seriamente interrumpidas por un acontecimiento de una trascendencia considerable para todo el desarrollo de las ideas políticas avanzadas en Francia, es decir, el hecho de que el socialista Millerand aceptó un cargo en el Gabinete Waldeck-Rousseau en 1899. Millerand, como se esperaba, dejó de ser socialista, y los adversarios de la acción política indicaron que su evolución era un indicio de la vanidad por los triunfos políticos, pues muchos de los políticos franceses que han llegado al poder han empezado su carrera política como socialistas y han terminado muchas veces por emplear el ejército como medio de represión contra los huelguistas. La acción de Millerand fue una de las más notables y dramáticas entre un sinnúmero de otras del mismo género. El resultado de todas las tropelías políticas acumuladas fue la gran desconfianza que nació entre los trabajadores franceses, más conscientes y preparados contra la política, y este estado de espíritu abonó el terreno a la propaganda del sindicalismo. El sindicalismo representa esencialmente el punto de vista del productor frente al consumidor en lo concernienté a la reforma del trabajo actual, a la organización de la industria, y no solamente en la pretensión de obtener mayores salarios. Es de esta idea de donde se deriva su vigor y su carácter distinto. Aspira a substituir la acción política por la acción industrial y se sirve de la organización de las Uniones de trabajadores para los fines para que el socialismo ortodoxo utiliza el Parlamento. Sindicalisme era, en su origen, tan sólo el nombre francés que se daba a las organizaciones de las Uniones de trabajadores; pero los miembros de las Uniones de trabajadores de Francia se dividieron en dos secciones: reformista y revolucionaria, y solamente ésta profesaba las ideas que ahora asociamos con el término sindicalismo. Es completamente imposible suponer en lo que se refiere a la organización de las ideas de los sindicalistas qué quedará intacto al terminar la guerra, y todo lo que diremos debe ser considerado como aplicado solamente a los años anteriores a ella.

Puede resultar que el sindicalismo francés, como movimiento diferente de los otros, haya muerto; pero aun en aquel caso no habrá perdido su importancia, puesto que ha dado un impulso y una nueva dirección a la parte más vigorosa del movimiento obrero en todos los países civilizados, con la posible excepción de Alemania.

La organización de la cual el sindicalismo dependía era la Confederación General del Trabajo, usualmente conocida por la C. G. T., fundada en 1895, pero que ha alcanzado su forma final tan sólo en 1902. Nu ha sido nunca muy poderosa numéricamente, pero ha derivado su influencia del hecho de que, en los momentos de crisis, muchos que no eran afiliados estaban dispuestos a seguir su orientación. El número de sus afiliados en el año anterior a la guerra estaba estimado por Mr. Cole en algo más de medio millón. Los Sindicatos fueron legalizados por Waldeck-Roüsseau en 1884, y la C. G. T., cuando se inauguró, en 1895, fue formada por la federación de 700 Sindicatos. Al lado de esta organización existía otra, la Fédération des Bourses du Travail, formada en 1893. Una Bourse du Travail es una organización local, no de una sola industria, sino de la industria local en general, que debía servir como Bolsa del trabajo y ejercer las mismas funciones para los trabajadores que las Cámaras de Comercio en relación al patrono. Un Sindicato es, en general, una organización local de una sola industria, y por consiguiente, una unidad más pequeña que la Bourse du Travail (5).

Bajo el buen caudillaje de Pelloutier, la Fédération des Bourses prosperaba más que la C. G. T., y, al fin, en 1902, se unió con ella. El resultado fue una organización en la cual el Sindicato local era federado dos veces: una con los demás Sindicatos de su localidad, formando juntos la Bourse du Travail local, y otra, con los Sindicatos de la misma industria de otras localidades.

Era la finalidad de la nueva organización asegurar dos veces la afiliación de cada Sindicato, conseguir afiliarle a la Bourse du Travail local y a la Federación de su industria. Los estatutos de la C. G. T. expresan este punto claramente: Ningún Sindicato puede formar parte de la C. G. T. si no está federado nacionalmente y adherido a la Bourse du Travail, a una local o a la Unión provincial de Sindicatos, formando un grupo de distintas Asociaciones. Así explica M. Legardelle las dos secciones: cada una rectificará el punto de vista de la otra. La federación nacional de las industrias impedirá el localismo, y la organización local moderará el espíritu social o gremial. Los trabajadores aprenderán en seguida a solidarizarse con todos los obreros de una localidad y con todos los obreros de la misma industria, y mientras que aprenden esto, aprenderán en el mismo tiempo la completa solidaridad de toda la clase obrera (6).

Esta organización se debió principalmente al trabajo de Pelloutier, que fue secretario de la Federación de las Bolsas desde 1894 hasta su muerte, en 1901. Era anarcocomunista, e imprimió sus ideas en la Federación, y después de su muerte, cuando la C. G. T. se unió con la Fédération des Bourses du Travail, aún llevó sus principios hasta dentro del gobierno de la Federación; el Comité no tenía presidente y se votaba muy pocas veces. Afirmó que la tarea de la revolución es liberar a los hombres, no solamente de toda autoridad, sino también de toda institución que no tenga como finalidad esencial el aumento de la producción.

La C. G. T. permite casi absoluta autonomía a cada unidad de la organización. Cada Sindicato cuenta como uno, ya sea grande o pequeño. No hay aquellas actividades de las Society AmÍcal que formaban la gran parte del trabajo de las Uniones inglesas. No manda, sino meramente aconseja. No permite que la política sea introducida en las Uniones. Esta decisión se fundó originariamente en el hecho de que las divisiones entre los socialistas rompieron las Uniones; pero hoy se halla reforzada en la opinión por el odio que tienen los anarquistas a la política. La C. G. T. es esencialmente una organización de lucha en las 'huelgas; es el núcleo al cual todos los obreros acuden.

Hay una sección de reformistas en la C. G. T.; casi siempre constituye una minoría, y la C. G. T. es, en todos los sentidos, el órgano del sindicalismo revolucionario, que es sencillamente el credo de sus caudillos.

La doctrina esencial del sindicalismo es la lucha de clases, que debe ser conducida por los métodos industriales más que por los políticos. Los principales métodos industriales que ellos predicen son la huelga, el boycott, el sabotaje y el label.

El boycott en sus varias formas, y el label, que muestra que el trabajo ha sido hecho bajo las condiciones de las Uniones de trabajadores, han desempeñado un gran papel en las luchas obreras de América.

El sabotaje consiste en hacer un trabajo deficiente, o estropear las máquinas o el trabajo ya acabado, y es un método para entrar en tratos con los patronos cuando una huelga parece indeseable o imposible. Hay muchas formas, unas claramente inocentes, otras que pueden ser gravemente censuradas. Una forma del sabotaje que ha sido adoptada por empleados de almacenes es la de decir a los clientes la verdad sobre los artículos que compran; esta forma, que puede dañar el negocio del tendero, no puede ser censurada fácilmente desde el punto de vista moral. Una forma que ha sido adoptada en los ferrocarriles, especialmente en las huelgas italianas, es la de obedecer con puntos y comas el reglamento, de tal modo que se hace casi imposible que los trenes funcionen. Otra forma es la de hacer todo el trabajo con una atención minuciosa, de manera que al fin está mejor hecho, pero la producción es poca y más costosa. De estas formas inocentes hay una progresión continua, hasta que llegamos a acciones que toda moralidad ordinaria consideraría como criminales; por ejemplo, la de causar desastres en los ferrocarriles. Los defensores del sabotaje lo justifican como una acción de la lucha de clases; pero en sus formas más violentas (en las cuales es raramente defendido) es bárbaro y probablemente inoportuno, y aun en sus formas más moderadas, ha de tender forzosamente a fomentar el abandono en el trabajo, que podría fácilmente seguir bajo el nuevo régimen que los sindicalistas quieren introducir. Al mismo tiempo, cuando los capitalistas dicen que detestan moralmente este método, vale la pena de hacer notar que ellos mismos son los primeros en practicarlo si les parece conveniente. Si es cierto lo que se dice, hay un ejemplo muy elocuente de ello durante la revolución rusa.

En general, el método más importante de los sindicalistas es la huelga. Las huelgas ordinarias para fines especiales se consideran como ensayos, como medio de perfeccionar la organización y alentar el entusiasmo; pero aun cuando tienen éxito en lo que se refiere a un fin especial qrue se discute, no son consideradas por los sindicalistas como una base para llegar a la paz industrial. Los sindicalistas aspiran a emplear la huelga, no para obtener tales mejoras y reformas pequeñas que los patronos puedan conceder, sino para dtstruir todo el sistema de patronos y obreros y ganar la emancipación completa del trabajador. Para esto lo que hace falta es la huelga general, el paro completo del trabajo de una parte de los jornaleros asaz numerosa para paralizar el capitalismo. Sorel, que es considerado como uno de los representantes del sindicalismo por el público cultivado, aunque en realidad no sea sindicalista, propone que la huelga general se considere por los sindicalistas como los cristianos consideran el mito de que el Salvador volverá una vez más a la tierra; sin embargo, esta opinión no satisface de ninguna manera a los sindicalistas activos. Si se persuadiesen de que la huelga general era solamente un mito, su energía vacilaría y toda su teoría se vería falta de continuadores entusiastas. Es la fe real y viva en la posibilidad de la huelga general lo que les inspira. Son muy criticados por este entusiasmo por los socialistas políticos, que consideran que la batalla se gana con obtener una mayoría parlamentaria. Los sindicalistas tienen demasiada poca confianza en la integridad de los políticos para creer en un tal método o en el valor de cualquier revolución que deje intactos los poderes del Estado.

Las finalidades sindicalistas son aún más indefinidas que los métodos sindicalistas. Los intelectuales que intentan interpretarlas -no siempre muy fielmente-, las representan como un partido de movimiento y cambio, siguiendo un élan vital bergsoniano, sin necesitar prever muy claramente el fin al cual tienen que ser llevadas. No obstante, por lo menos, la parte negativa de sus objetivos está suficientemente clara. Quieren destruir el Estado, que consideran como una institución capitalista destinada esencialmente a aterrorizar a los trabajadores. Se niegan a creer que estarían mejor bajo el socialismo. Desean ver cada industria gobernada por sí misma; pero no dejan ver muy claramente cómo se pueden ajustar las relaciones entre las distintas industrias. Son antimilitaristas porque van contra el Estado, y porque las tropas francesas han sido empleadas muchas veces contra ellos en las huelgas; también porque son internacionalistas, que creen que el único interés del obrero en todas partes es liberarse de la tiranía del capitalista. Su concepto de la vida es justamente contrario del pacifista, pero se oponen a las guerras entre los Estados a causa de que éstas se hacen para fines que no tienen interés alguno para los trabajadores. Su antimilitarismo, más que toda otra cosa, les llevó a luchar contra las autoridades en los años que precedieron a la gran guerra. Sin embargo, como se esperaba, no sobrevivió a la invasión efectiva de Francia.

Las doctrinas del sindicalismo pueden aclararse con un artículo que se publicó en el primer número del Sindicalist Railwayman (El Ferroviario Sindicalista), septiembre 1911, del cual se cita lo siguiente:

Todo sindicalismo, colectivismo y anarquismo tiene la finalidad de abolir el actual estado económico y la posesión privada existente de la mayoría de las cosas; pero mientras que el colectivismo quiere substituir la privada por la propiedad de todos, y el anarquismo no quiere la propiedad para nadie, el sindicalismo tiene como finalidad la propiedad para los trabajadores organizados. Así es, de esta manera netamente típica, cómo las Uniones de trabajadores interpretan la doctrina económica y la lucha de clases predicadas por el socialismo. Repudia el sindicalismo con gran vehemencia la acción parlamentaria, con la cual el colectivismo cuenta, y es por esta orientación que está mucho más cerca del anarquismo, del cual, en efecto, se distingue solamente en la práctica, por ser más limitada la esfera de su actividad. (Times, agosto 24, 1911).

En verdad, la diferencia entre el sindicalismo y el anarquismo es tan pequeña que el ismo más nuevo y menos conocido ha sido definido con el nombre de la anarquía organizada. Ha sido creado por las Uniones de Trabajadores de Francia; es obvio decir que en un terreno internacional, cuyas raíces han ya comprobado que la tierra de la Gran Bretaña favorece mucho su desarrollo y fructificación.

El socialismo colectivista o marxista quiere hacernos creer que es indistintamente un movimiento obrero, pero no es así; el anarquismo tampoco lo es. El uno es substancialmente burgués; el otro, el anarquismo, es aristocrático; ambos tienen una copiosa producción de estudios de sus causas. Al contrario, el sindicalismo es indudablemente obrero en su origen y en su finalidad y no debe casi nada a las clases y tiene, en efecto, un deseo decidido de desarraigarlas. El Times (octubre 13, 1910), que es casi el único periódico en la Prensa inglesa que se ha mantenido bien informado respecto al sindicalismo continental, expuso claramente la significación de la huelga general:

Para comprender su significación tenemos que acordarnos de que hay en Francia una organización proletaria poderosa, que tiene como objeto definido y confesado una revolución, en la cual no solamente el orden presente de la sociedad, sino también el Estado mismo, tienen que ser arrastrados. Este movimiento se llama el sindicalismo. No es el socialismo, sino todo lo contrario, opuesto radicalmente al socialismo, pues los sindicalistas mantienen que el Estado es el gran enemigo y que el ideal socialista del Estado o de la propiedad colectivista no haría la suerte de los trabajadores mucho mejor que lo es ahora, bajo los patronos privados. El medio por el cual esperan alcanzar su finalidad es la huelga general, una idea que concibió un obrero francés hace veinte años (7) y que fue adoptada por el Congreso obrero francés en 1894, después de una batalla furiosa con los socialistas, en la cual éstos fueron vencidos. Después de aquella fecha, la huelga general ha sido la política que sostienen los sindicalistas, cuya organización es la C. G. T.

0, en otras palabras, el obrero inteligente francés se ha despertado, así cree él, al hecho de que la sociedad (societas) y el Estado (civitas) conciertan dos esferas separadas de la actividad humana, entre las cuales no hay relación alguna necesaria ni deseable. Sin la una, el hombre, animal gregario, no puede existir; mientras que sin la otra, sencillamente viviría en la abundancia. El burócrata, que no es positivamente nefasto por tener un cargo, puede ser una superfluidad costosa.

Los sindicalistas han tenido muchos combates violentos con las fuerzas de gobierno. En 1907 y 1908, al protestar contra la efusión de sangre que había ocurrido en la represión de las huelgas, el Comité de la C. G. T. publicó un manifiesto hablando del gobierno como un gobierno de asesinos, y aludía al presidente Clemenceau el homicida. Sucesos parecídos en la huelga de Villeneuve St. Georges, en 1908, causaron la detención de los principales miembros del Comité. En la huelga de ferroviarios de octubre de 191O, M. Briand arrestó a todo el Comité de huelga, movilizó los obreros de ferrocarriles y envió soldados para substituir a los huelguistas. Como consecuencia de estos medios de fuerza, la huelga quedó completamente vencida; más tarde, la C. G. T. dirigió su energía principalmente contra el militarismo y el nacionalismo.

La actitud del anarquismo frente al movimiento sindicalista es simpatizante, con la reserva de que métodos tales como la huelga general no deben ser considerados como substituto de la revolución violenta, que la mayoría de los anarquistas consideran necesaria. Su actitud en este asunto se definió en el Congreso Internacional Anarquista, en Amsterdam, en agosto de 1907. Este Congreso recomendó a los camaradas de todos los países tomar parte activa en los movimientos autónomos de la clase obrera y desenvolver en las organizaciones sindicalistas las ideas de rebelión, iniciativa individual y solidaridad, que son la esencia del anarquismo. Los camaradas debían propagar y apoyar tan sólo aquellas formas y manifestaciones de la acción un carácter revolucionario y conducen a la transformación de la sociedad.

Se decidió que los anarquistas piensan que la destrucción de la sociedad capitalista y autoritaria puede realizarse únicamente por medio de la sublevación armada y la expropiación violenta y que el empleo de la huelga más o menos general y el movimiento sindicalista no debe hacernos olvidar los medios más directos de luchar contra la fuerza militarista del gobierno.

Los sindicalistas suelen replicar que cuando el movimiento sea bastante fuerte para vencer por la sublevación armada, será sobradamente fuerte para vencer por la huelga general. En los movimientos obreros, en general, el éxito por medio de la violencia no se puede esperar, excepto cuando las circunstancias sean tales que el éxito se pueda alcanzar sin violencia. Este solo argumento, aunque no hubiese ningún otro, sería una razón muy poderosa contra los métodos defendidos por el Congreso anarquista.

El sindicalismo representa lo que ya es conocido pcr unión industrial en oposición a unión gremial. En este sentido, como también en la preferencia de los métodos industriales a los métodos políticos, es como una parte del movimiento se ha extendido mucho más allá de Francia. La distinción entre unión industrial y unión gremial está tratada largamente por S. D. H. Cole. La unión gremial incorpora en una sola Asociación aquellos obreros que están empleados en un solo procedimiento industrial o en procedimientos que son tan parecidos que cada uno puede hacer el trabajo del otro. Pero la organización puede seguir las líneas no del trabajo hecho, sino de la estructuración actual de la industria. Todos los obreros que trabajan sobre la producción de un género especial de produdo pueden ser organizados en una sola Unión ... La base de organización ni sería el premio al cual pertenece el obrero ni el patrón bajo el cual trabaja, sino el oficio en el cual está ocupado. Eso es, llamada propiamente, la unión industrial (8).

La unión industrial es un producto de América, y desde los Estados Unidos se ha difundido también, hasta cierto punto, en la Gran Bretaña. Es la forma natural de una organización de lucha, cuando la unión se considera como medio de sostener la lucha de clases con la finalidad no de obtener esta o aquella pequeña ventaja, sino de hacer una revolución radical en el sistema económico. Este es el punto de vista de Industrial Workers of the World (Obreros Industriales del mundo), generalmente conocidos por los I. W. W. Esta organización corresponde, más o menos, en América, a lo que era la C. G. T. en Francia antes de la guerra. Las diferencias entre las dos son debidas a circunstancias económicas distintas entre los dos países, pero su espíritu es completamente idéntico. Los I. W. W. no tienen criterio unánime en cuanto a la forma final que quieren dar a la sociedad. Entre sus afiliados hay socialistas, anarquistas y sindicalistas. Sin embargo, su concepto del fin inmediato y práctico está bien claro, es decir, que la lucha de clases es la realidad fundamental en las relaciones actuales entre el trabajo y el capital, y que es por la acción industrial, especialmente por la huelga, por donde se debe buscar la emancipación. Los I. W. W., así como la C. G. T., no son, ni mucho menos, tan fuertes numéricamente como se supone por los que les temen. Su influencia se basa no en sus socios, sino en el poder de atraer las simpatías de los obreros en los momentos de crisis.

El movimiento obrero en América se ha caracterizado por una gran violencia de ambos lados. En efecto, el secretario de la C. G. T., M. Jouhaux, reconoce que la C. G. T. es débil en comparación con los I. W. W. Dice: Los I. W. W. predican una política de acción militante, muy necesaria en algunas partes de América, pero que no sería conveniente en Francia (9).

Un examen muy interesante de los I. W. W., desde el punto de vista de un autor que ni está completamente del lado del trabajo, ni del lado del capitalista, sino en posición desinteresada, buscando con anhelo una solución del problema social sin llegar hasta la violencia y la revolución, se halla en la obra de John Graham Brooks, llamada American Syndicalism I. W. W. (Macmillan, 1913). Las condiciones del trabajo en América son muy distintas de las de Europa. En primer lugar, el poder de los trusts es enorme; en América más que en cualquier otro país, la concentración del capital ha procedido en este sentido más aproximadamente a las líneas que predijo Marx. En segundo lugar, la gran afluencia de trabajadores extranjeros hace todo el problema absolutamente distinto de cualquiera de los que se producen en Europa. Los obreros especializados más viejos, la mayor parte nacidos en América, han sido organizados hace muchos años en la American Federation of Labour, que dirige Mr. Gompers. Estos representan la aristocracia del trabajo. Están dispuestos a trabajar en colaboradón con los patronos contra la gran masa de emigrantes inexpertos, y no se los puede considerar como formando parte de una organización que pueda llamarse y sea un verdadero movimiento obrero. Dice Mr. Cole:

Hay ahora en América dos clases obreras, con distintas normas de vida, y ambas, hoy día, casi impotentes frente a los patronos. Tampoco es posible que estas dos clases se reúnan ni aun formulen demandas comunes ... La Federación Americana del Trabajo y los Trabajadores Industriales del Mundo representan dos clases distintas de trabajadores (10).

Los I. W. W. significan la unión industrial, mientras que la Federación Americana del Trabajo significa la unión gremial. Los I. W. W. fundaron su asociación en 1905 por una unión de organizaciones, entre las cuales la más importante era la Federación Occidental de Mineros, que fue fundada en 1892. Padecieron una escisión cuando se mezclaron los adherentes de De Leon, el caudillo del Partido Obrero Socialista, que defendía una política de abstencionismo electoral, a pesar de que censuraba los métodos violentos. El domicilio del partido que fundó se halla en Detroit, y la oficina principal de los I. W. W., en Chicago.

Los I. W. W., aunque tengan una filosofía menos definida que la del socialismo francés, están igualmente decididos a destruir el sistema capitalista. Como ha dicho su secretario, hay tan sólo un pacto que los I. W. W. se avendrán a hacer con la clase patTonal: es decir, la entrega completa de todo el control de la industria a los trabajadores organizados (11).

Mr. Haywood. miembro de la Federación Occidental de Mineros, es un incondicional discípulo de Marx en tanto que se trata de la lucha de clases y la doctrina del valor excedente. Pero, así como todos los que se adhieren a este movimiento, hace más caso de la acción industrial frente a la acción política que los discípulos europeos de Marx. Eso se explica en parte, indudablemente. por las circunstancias especiales de América, donde los inmigrantes recientes quedan muchas veces sin voto. La cuarta convención de los I. W. W. revisó un preámbulo en donde dió los principios generales de su acción. Dice:

La clase obrera y la clase patronal no tienen nada de común. No puede haber paz alguna en tanto que haya hambre y miseria entre millones de obreros y que los pocos que constituyen la clase de patronos tengan todas lás comodidades de la vida. Entre estas dos clases tiene que haber lucha hasta que los trabajadores del mundo se organicen como una clase, se pongan en posesión de la tierra y de la maquinaria de producción, y anulen el sistema de salarios ... En vez de la leyenda conservadora: Jornal justo para trabajo justO, tenemos que escribir en nuestra bandera la consigna revolucionaria: La abolición del sistema de salarios (12).

Son muchas las huelgas que han sido dirigidas o fomentadas por los I. W. W. y la Federación Occidental de Mineros, Estas huelgas elucidan la lucha de clases de una forma más aguda y extrema que en cualquier otra parte del mundo. Ambos lados extremos están siempre dispuestos a acudir a la violencia. Los patronos tienen ejércitos propios y pueden también llamar a la milicia, y aun en una crisis, al ejército de los Estados Unidos. Lo que dicen los sindicalistas franceses del Estado de que es una verdadera institución capitalista es peculiarmente exacto en América. Como consecuencia de los escándalos que se producían de esta forma, el gobierno federal nombró una Comisión para tratar de las relaciones industriales, cuya Memoria, publicada en 1915, revela una situación tal que es difícil de imaginar en la Gran Bretaña. La Memoria cuenta que los mayores desórdenes y la mayor parte de los disturbios violentos que ocurren cuando hay disputas industriales son causados por la violación de todo lo que se considera como derechos fundamentales y por la corrupción o subversión de las instituciones gubernamentales (página 146). Cita, entre otras corrupciones, la del servicio que presta la magistratura a las autoridades militares (13). El hecho de que durante una refriega de trabajadores la vida y la libertad de cada uno dentro del Estado parece depender del poder del gobernador (pág. 72) y el empleo de las tropas del Estado para contener las huelgas (pág. 298). En Ludlow (Colorado), en 1914 (abril 20), se entabló una batalla entre la milicia y los mineros, en la cual gran número de mujeres y niños murieron quemados (14).

Se pueden citar muchos más casos de batallas campales, pero son ya los suficientes para mostrar el carácter especial de las refriegas obreras en los Estados Unidos. Podemos suponer que este carácter persistirá mientras una gran parte de los obreros sean inmigrantes. Cuando estas dificultades desaparezcan, como es inevitable que suceda tarde o temprano, se colocarán en su sitio en la comunidad y tendrán que sentir e inspirar menos la dura hostilidad que hace posible las más extremistas formas de la lucha de clases. Cuando llegue ese momento, el movimiento obrero en América empezará, probablemente, a tomar formas parecidas a las de Europa.

Mientras tanto, a pesar de que las formas son distintas, las finalidades son muy parecidas, y la Unión de Sindicatos Industriales se difundirá en América, y ha tenido ya una influencia considerable en la Gran Bretaña; una influencia, naturalmente, aumentada con la del sindicalismo francés. Claro es, a mi juicio, que es absolutamente necesario adoptar la Unión de Sindicatos Industriales más que la Unión Gremial, si la Unión de Trabajadores (Trade Unionism) tiene que lograr desempeñar un papel en la transformación de la estructura económica de la sociedad, y que sus defensores pretenden que les corresponde con más derecho que a los partidos políticos. La Unión de Sindicatos Industriales organiza los hombres según el enemigo que tienen que combatir; la Unión Gremial no hace eso. La Unión inglesa está todavía muy lejos de la forma industrial, aunque ciertas industrias, sobre todo los ferroviarios, han ido muy lejos de esta dirección, y es notable, pues los ferroviarios son particularmente simpatizantes del sindicalismo y de la Unión Industrial.

El sindicalismo puro, no obstante, no es muy probable que alcance mucha popularidad en la Gran Bretaña. Su espíritu es demasiado revolucionario y anárquico para nuestro temperamento. Es en la forma modificada del socialismo gremial (Guild Socialism), como las ideas derivadas de la C. G. T. y de los I. W. W. tienden a dar fruto (15).

La actitud de los sindicalistas frente al socialismo gremial está muy lejos de ser simpatizante. Un artículo en El Sindicalista, de febrero 1914, habla de él en los términos siguientes:

Burgués de la burguesía, con todos los defectos (casi hemos dicho estupideces) de los burgueses manifiestos en su cara, el socialismo gremial se presenta como la lucubración más nueva del espíritu burgués. Es un cínico robo de las ideas principales del sindicalismo y una perversión premeditada de ellas. Protestamos contra la idea del Estado que defiende el socialismo gremial. La burguesía, aun cuando se hace socialista, no puede perder la idea de que la clase obrera es inferior a ella; de que los obreros tienen que ser educados, entrenados, disciplinados y conducidos, generalmente, durante mucho tiempo, antes que puedan andar solos. Realmente, todo lo contrario de la verdad ... No es más que la verdad sencilla cuando decimos que el jornalero de intelígencia media es más capaz de cuidar de sí que el burgués medio culto que quiere aconsejarle. El obrero sabe hacer circular las ruedas del mundo.

Este movimiento permanece hasta ahora en su niñez y no tiene mucha importancia entre la masa; pero hay un grupo de jóvenes que están defendiéndolo con mucho talento, muy hábilmente, y ha avanzado con mucha rapidez, y estarán entre los que interpreten la opinión de los obreros en los años venideros. El poder del Estado se ha aumentado tanto durante la guerra, que los que están naturalmente descontentos con el orden adual de las cosas encuentran cada vez más fácil creer que la omnipotencia del Estado puede ser el camino del nuevo mundo que se avecina. Los socialistas gremiales tienen como finalidad la autonomía de la industria, con la restricción consiguiente, pero no la abolición del poder del Estado. El sistema que ellos defienden es, creo yo, el mejor que se ha propuesto hasta ahora y el más apto para asegurar la libertad sin los constantes llamamientos a las violencias que son de temer bajo un régimen puramente anárquico.

El primer folleto de la Nátional Guilds League expone sus principios más fundamentales. En la industria, cada fábrica tiene que ser libre para controlar sus propios métodos de producción por medio de directores elegidos. Las distintas fábricas en una industria cualquiera deben ser federadas en un sindicato nacional, que tratará de la venta y compra y de los intereses de la industria en general. El Estado administraría los medios de producción, como albacea de la comunidad; los Sindicatos los administrarían, también, como albaceas de la comunidad, y pagarían al Estado una sola cuota o renta. Cualquier Sindicato que quisiera poner sus propios intereses antes que los de la comunidad, presentaría su causa y tendría que ceder frente al juicio de un tribunal que representaría igualmente al cuerpo entero de productores y al cuerpo de consumidores. Este comité sería el último cuerpo soberano, la última apelación de la industria. Fijaría no solamente la tributación a los Sindicatos, sino también los precios reguladores, y así los impuestos como los precios serían periódicamente reajustados por él. Cada Sindicato sería completamente libre para prorratear lo que recibe entre sus miembros, ya que serían todos trabajadores de la misma industria que él protegería. La distribución del ingreso colectivo de cada Sindicato entre los miembros parece ser una cuestión que cada Sindicato debe resolver por sí. Se podrá discutir sobre sí o no, pero, tarde o temprano, los Sindicatos adoptarán el principio de un mismo sueldo para todo miembro.

El socialismo gremial acepta del sindicalismo el punto de vista de que la libertad no se puede asegurar con hacer del Estado un patrón:

El Estado y la municipalidad, como patronos, no se han moslrado esencialmente distintos del capitalista privado.

Los socialistas gremiales consideran al Estado como una comunidad de consumidores, mientras que los Sindicatos industriales los consideran como una comunidad de productores; así, el Parlamento y el Congreso de los Sindicatos serán dos poderes iguales, representando a los consumidores y a los productores, respectivamente. Sobre los dos estará un comité combinado por comisiones del Parlamento y del Congreso de los sindicatos, para resolver las cuestiones tocantes igualmente a los intereses de los consumidores y de los productores.

El punto de vista de los socialistas gremiales es que el socialismo del Estado considera los hombres únicamente como consumidores, mientras que el sindicalismo los considera únicamente como productores. El problema -dicen los socialistas gremiales (Guild Socialits)- es reconciliar los dos puntos de vista. Es esto lo que los defensores de los sindicatos nacionales pretenden hacer. El sindicalismo pide todo para las organizaciones industriales de productores; el colectivista todo lo quiere para Ias organizaciones territoriales o pol+iticas de los consumidores. Ambos pueden ser censurados del mismo modo: no se puede reconciliar dos puntos de vista solamente con negar uno de los dos (16).

Sin embargo, aunque el socialismo gremial representa una tentativa de arreglo entre dos puntos de vista igualmente legítimos, su impulso y su fuerza se derivan de lo que ha tomado del sindicalismo. Así como el sindicalismo, él no desea, primariamente, mejorar los jornales; pero sí lograr este resultado con otros más, para hacer el trabajo mismo más interesante y más democrático en su organización.

El capitalismo ha hecho del trabajo una actividad comercial, una cosa sin alma y sin alegría. Pero substituye el servicio nacional de los Sindicatos para la explotación de los pocos; substituye el trabajo solvente por una comodidad vendible; substituye la autonomía y la descentralización por la burocracia y la enorme desmoralización del Estado moderno y de la sociedad anónima moderna; entonces puede ser justo otra vez hablar de una alegría en el trabajo, y otra vez esperar que los hombres puedan estar orgullosos de la calidad y no solamente de la cantidad de su obra. Hay una cierta hipocresía en la Edad Media y una hipocresía de esta alegría en el trabajo; pero sería mejor, tal vez, arriesgar aquel!a hipocresía que reconciliarnos para siempre con la filosofía del capitalismo y del colectivismo, que afirman que el trabajo es un mal necesario, que no puede ser nunca agradable y que la única esperanza para los obreros está en un descanso que sea más largo, más placentero y amenizado con las agradables fiestas organizadas por el municipio (17).

Cualquiera que fuese el punto de vista sobre la posibilidad de que sea o no viable el sindicalismo, no cabe duda que las ideas que éste ha difundido en el mundo han contribuído mucho a revivir el movimiento obrero y a llamar su atención acerca de ciertas cosas de una trascendencia fundamental que corrían el peligro de olvidarse. Los sindicalistas ven en el hombre más el productor que el consumidor. Se ocupan más en procurar la libertad en el trabajo que en aumentar el bienestar material. Han resucitado la apetencia de libertad, que estaba desenvolviéndose obscurecida bajo el régimen de socialismo parlamentario, y han recordado a los hombres que lo que hace falta para nuestra sociedad moderna no es un chapucero remiendo aquí y allá, ni los favorables arreglos que pueden fácilmente alcanzar el consentimiento de los actuales poseedores del poder, sino una reconstrucción fundamental, la destrucción de todas las fuentes de opresión, la liberación de las energías constructivas de los hombres y un método completamente nuevo de concebir y ordenar la producción y las relaciones económicas.

Su mérito es tan grande que, a simple vista, todos sus menores defectos se convierten en insignificantes, y seguirá teniendo el sindicalismo este mérito de ser movimiento definido, aunque hubiera desaparecido con la guerra.




Notas

(1) Y también en Italia. Un relato bueno y breve del movimiento italiano es el de A. Lanzillo, Le mouvement ouvrier en Italie, Bibliotheque du Mouvement Prolétarien. Ver también Le Sindicalisme Européen, capítulo VI, por Paul Louis. Por otro lado. Cole (World of Labour, capítulo VI) considera la fuerza del verdadero sindicalismo en Italia como pequeña.

(2) Esto está muchas veces reconocido por los sindicalistas mismos. Véase, por ejemplo, un artículo sobre La vieja Internacional, en el Sindicalist de febrero 1913, que después de hacer un relato de la lucha entre Marx y Bakunin y del criterio de un simpatizante del último, dice: Las ideas de Bakunin son ahora más vivas que nunca.

(3) Ver páginas 42-43 y 160 de Sindicalism in France, por Louis Levine, Ph. D. (Columbia University, Studies in Political Science, volúmenes X-XI. núm. 3). Este es un relato fiel y muy objetivo del origen y progreso del sindicalismo francés. Un breve y admirable tratado sobre las ideas y la posición actual se halla en el libro de Cole World of Labour, especialmente capltulos III, IV y XI.

(4) Ver Levine, ,loc. cit., cap. II.

(5) Sindicato, en Francia, significa todavía una unión local. Hay hoy día únicamente cuatro Sindicatos nacionales. (Ib., p. 66).

(6) Cole, ib., p. 69.

(7) En realidad, la huelga general fue concebida por un londiDense, William Benbow, un partidario de Owen, en 1831.

(8) World of labour, págs. 212-213.

(9) Citado en el libro de Cole, ib., pág. 128.

(10) Ib., pág. 135.

(11) Brooks, loc. cit., pág. 79.

(12) Brooks. loc. cit. pág, 86.

(13) Aunque se mantenga invariablemente que el escrito de habeas corpus puede ser suspendido únicamente por las Cortes, en estos disturbios de huelgas el ejecutivo ha suspendido o descuidado el escrito ... En los juicios de perturbaciones producidas por los huelguistas, la magistratura ha sostenido la actuación ejercida por los militares y en ningún caso ha habido una protesta cualquiera contra el disfrute de tal poder o tentativa alguna para reducirlo, a excepción de en Montana, donde la condena de un paisano por una comisión militar se anuló. (Memoria final de la Comisión sobre Relaciones Industriales 1915, nombrada por el Congreso de los Estados Unidos, pág. 58).

(14) Literary Digest, mayo 2 y 16, 1914.

(15) Las ideas del socialismo gremial (Guild Socíalisme) fueron expuestas por primera vez en el libro National Guilds, editado por A. R. Orage y en el de G. D. M. Cole, World of Labour, publicado por primera vez en 1913. Self-government in Industry, por Cole, y The Meaning of National Guild, por Reckitt y Bechhofer, se deben leer también, así como varios folletos publicados por la National Guild League.

(16) Estas citas están todas tomadas del primer folleto de la National Guilds League, National Guilds: an Appeal to Trade Unionists.

(17) The Guild Idea, número 2 de los folletos de la National Guilds League, pág. 17.

Índice de Los caminos de la libertad de Bertrand RussellCAPÍTULO SEGUNDO - Bakunin y el anarquismoCAPÍTULO CUARTO - El trabajo y el sueldoBiblioteca Virtual Antorcha